Rosa Díez: ¿una voz en el desierto?
La europarlamentaria socialista vasca Rosa Díez volvió a afirmar, en esta ocasión en Pamplona, que la vía más eficaz y democrática para terminar con el terrorismo de ETA es la recuperación del Pacto por las libertades y contra el terrorismo, la aplicación de la Ley de Partidos, y la actuación estricta de la justicia. Con el entusiasmo que le caracteriza, la credibilidad que transmite, y su estilo pedagógico perlado de experiencias y sentimientos personales, la socialista vasca conectó magníficamente con el público convocado por Juventudes Navarras, la cantera de UPN, en la octava edición del Foro Tomás Caballero; el concejal regionalista pamplonés asesinado por ETA. Recordó que, antes de la ilegalización de Batasuna, España era «el único país en el mundo que daba un listado a los terroristas de dónde vivíamos, para que no tuvieran que hacer un seguimiento», refiriéndose a los censos electorales que se les proporcionaba periódicamente. Además, se les entregaba mucho dinero a través de las instituciones «para que vivieran bien, para que pudieran pagar a chavales para que tiraran cócteles molotov... Eso se acabó con una ley absolutamente legítima que terminó con su impunidad y con sus sueldos». También afirmó que «durante décadas se pensó que había que darles algo», a los terroristas, para que abandonaran sus actividades. Pero, por principios y por inteligencia, aseguró firmemente, «no hay que darles nada». Y una afirmación, acaso, algo chocante: «Yo no he pedido en la calle la paz, eso lo pedían los terroristas. Yo he pedido la libertad, porque era lo que nos faltaba»; pues tal sería el principal objetivo de la democracia. Insistió en otro aspecto fundamental, según su criterio, directamente relacionado con el anterior: la necesidad de revisar el lenguaje, ya que «el procedimiento determina el final». Por ello, hablar de proceso de paz le parece perverso, aunque esa expresión guste casi todo el mundo. Una línea roja que jamás debe cruzarse: «la inocencia de las víctimas del terrorismo es intocable». De ahí que no sea posible equidistancia alguna entre víctimas y verdugos; y su radical condena de las recientes declaraciones del obispo de San Sebastián. En este contexto, el primer precio político que ETA exige, siempre según su juicio, es la llamada mesa de partidos. Rosa Díez sólo imagina un posible proceso de diálogo: el que debe establecerse entre los dos grandes partidos españoles; el PSOE y su único recambio posible, el PP. Insistió en ello afirmando que «mis enemigos sólo están en ETA. Los demás son adversarios o compañeros, políticamente hablando». Por todo ello, el principal objetivo actual de los demócratas debe ser «derrotar a ETA y no que gane Rajoy o Zapatero»; jefe y correligionario, el segundo de ellos, a quien, en su disertación, evitó notoria e inteligentemente. Magnífico sermón, lástima que lo impartiera en otra parroquia, con perdón de nuestra laicista, pero no por ello menos admirada, Rosa Díez. No son pocos los que reivindican la revitalización de la fibra nacional del socialismo español como un factor decisivo en la recuperación del sentido común, la cordura y el consenso, en las actuales circunstancias. Recordemos, en esta línea, las declaraciones realizadas por el historiador Fernando García de Cortázar también en Pamplona. Pero, esa veta nacional, de ser real, nos preguntamos, ¿mantiene algún vigor en el gregario PSOE o es bandera de Rosa Díez, y unos pocos más, en el contexto de esa «larga marcha hacia el progreso indefinido e infinito» de Rodríguez Zapatero? En cualquier caso, un ruego a Rosa Díez: que siga dando la batalla dentro del PSOE, sin caer en la tentación de recalar en un hipotético e inútil «Ciudadanos de Euskadi». Y más cuando, mediante la larga entrevista que le ha publicado Gara el 14 de mayo, ETA exige a Rodríguez Zapatero «hechos y no palabras». Es la hora de la claridad y de la firmeza; especialmente para el PSOE. Rosa Díez… ¿una voz en el desierto? Páginas Digital, 15 de mayo de 2006
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