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La «muerte asistida» derrotada, por ahora: La Cámara de los Lores británica rechaza la propuesta

LONDRES, sábado, 27 mayo 2006 (ZENIT.org).- La Cámara de los Lores de Gran Bretaña ha rechazado un intento de facilitar el suicidio asistido para aquellas personas gravemente enfermas. Lord Joel Joffe, que ha llevado a cabo otros intentos en el pasado que fueron también rechazados, propuso la consideración de la Ley de Muerte Asistida para el Enfermo Terminal.

La ley había dividido a la opinión pública en los últimos meses, culminando en un debate de siete horas y en la votación en los Lores el 13 de mayo. Al día siguiente, el Times informaba de que la Cámara de los Lores estuvo llena para el debate como en pocas ocasiones. Incuso estuvieron presentes tres baronesas, en sillas de ruedas a motor, para oponerse a la ley.

Al final los Lores votaron 148 contra 100 el retrasar la ley seis meses. Poco después, Joffe prometió que continuaría su campaña por la legalización del suicidio asistido.

Las Iglesias y los grupos pro vida han llevado a cabo una campaña bien organizada para derrotar la propuesta. El 16 de marzo, Mons. Peter Smith, obispo de Cardiff, envió una carta a todos los párrocos de Inglaterra y Gales explicando por qué la Iglesia católica se estaba organizando para derrotar la ley.

El obispo, presidente del Departamento para la Responsabilidad Cristiana y la Ciudadanía de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, también envió, para que se utilizara en las parroquias, un folleto explicando qué podía hacer una persona para derrotar la propuesta. El folleto ha sido producido por Care Not Killing Alliance, que está formada por grupos médicos, organizaciones que representan a personas discapacitadas e iglesias, incluyendo a la Iglesia católica.

En abril, líderes de diversos grupos religiosos enviaron una carta abierta a todos los miembros del Parlamento y de la Cámara de los Lores. Estos grupos, que van desde budistas, cristianos, hindúes y judíos, hasta musulmanes y sikhs, expresaban su preocupación por el intento de cambiar la ley y añadían que ellos «consideran que toda vida humana es sagrada y digna de un respeto extremo».

Cuidados paliativos
La carta también comentaba que los cuidados paliativos progresan con mucha rapidez, tanto al evitar sufrimiento a aquellos con una enfermedad terminal, como al proporcionar apoyo a sus familias. Los líderes invitaban a los políticos a dar pasos para asegurarse que se da la preparación adecuada a médicos y enfermeras para tratar de forma adecuada a tales pacientes. También pedían que se establecieran más centros de cuidados paliativos.

«El argumento de que el suicidio asistido o eutanasia es necesario para tratar el sufrimiento de una enfermedad terminal es falso», sostenían. Añadían, además, que en los países donde se ha legalizado el suicidio asistido o eutanasia existe una grave preocupación sobre cómo se aplica. En Holanda, por ejemplo, 1 de cada 32 muertes se debe a la eutanasia leal o ilegal. Además, los grupos holandeses a favor de la eutanasia están haciendo campaña para que se amplíe la ley y se extienda, por ejemplo, a personas con demencia.

Los líderes religiosos también observaron que la mayoría de los doctores se oponen a la muerte asistida. De hecho, en los últimos años se ha intensificado la oposición médica.

Poco antes del debate parlamentario, algunos de los líderes escribieron otra carta, publicada el 12 de mayo en el Times. Estaba firmada por el arzobispo anglicano de Canterbury, Rowan Williams, por el cardenal de Westminster, Cormac Murphy-O’Connor, y por el rabino jefe Jonathan Sacks.

«Animamos a los legisladores a que no apoyen esta ley», escribían los líderes, «para asegurar que las leyes británicas siguen salvaguardando el principio de que la intención de matar, o ayudar en la muerte de un ser humano inocente es mala».

«La compasión por el enfermo terminal nos incumbe a todos nosotros», indicaban. Pero esto no significaba que haya algún «derecho a morir». Tal «derecho» podría convertirse pronto, para el vulnerable, en «un deber de morir», advertían los líderes religiosos.

El peligro de que la ley de Joffe lleve a cada vez más ampliaciones de la eutanasia fue uno de los puntos subrayados en un documento preparado por Care Not Killing Alliance.

La ley contiene dentro de ella las semillas de su propia ampliación, explicaba el documento: «Si permitimos ahora la muerte asistida por razones de compasión, ¿por qué negársela a pacientes que sufren enfermedades inaguantable aunque no sean terminales?» El documento advertía que los cambios legales en la Ley de Derechos Humanos conducirían probablemente, y rápidamente, a una situación donde el suicidio asistido podría establecerse como una opción terapéutica para cualquier persona.

Límite a la autonomía
El documento también trataba la cuestión de la autonomía, puesto que quienes apoyan el suicidio asistido suelen apoyar sus propuestas con la justificación de permitir a las personas hacerse cargo de sus propias vidas. «La autonomía es importante», indicaba el documento, «pero tenemos leyes porque dicha autonomía no es absoluta».

Por otra parte, continuaba el documento, la petición de autonomía personal se debe sopesar con otros factores, tales como:

-- La mayoría de la gente que pide la eutanasia no la desea realmente. Las personas enfermas terminales suelen sufrir de depresión que puede fomentar ideas suicidas. En la mayoría de los casos esto se puede tratar eficazmente. Lo que necesita, por tanto, son mejores cuidados.

-- Las personas vulnerables sentirán la presión de solicitar la eutanasia. Las personas que se están muriendo pueden sentir en ocasiones que son una carga para sus familiares o para una sociedad con recursos limitados. Una ley que permitiera la eutanasia podría llegar a presionarlos para considerar el suicidio asistido como una opción terapéutica.

-- La eutanasia no puede controlarse. La experiencia en Holanda muestra claramente que existe una progresión del suicidio asistido a la eutanasia voluntaria o involuntaria.

-- La eutanasia podría cambiar la naturaleza de la medicina. La eutanasia resquebrajaría la profesión medica, llevando a muchos doctores que se oponen por conciencia a ser excluidos de especialidades donde la eutanasia se convierta en parte de la normal gama de servicios.

Una opción no civilizada
La campaña que condujo a la votación parlamentaria también contó con muchos testimonios personales de personas discapacitadas o de quienes han sufrido graves enfermedades, advirtiendo en contra de la tentación de hacer fácil que las personas escojan el suicidio.

En el periódico Observer del 7 de mayo, David Williams, de 51 años, contó cómo se le diagnosticó un tumor a los 35 años y se le dieron sólo unos pocos años de vida. Williams contaba que, si el suicidio asistido por un médico hubiera estado disponible, lo habría considerado, «sobre la base del sufrimiento que pasaría mi mujer». Fue tratado del dolor y más tarde el cáncer remitió. Además, pocos años después de su recuperación, su mujer murió repentinamente de cáncer de hígado. La elección de Williams por el suicidio habría dejado huérfanos a sus hijos.

Escribiendo el 9 de mayo en el Guardian, Jane Campbell, comisionado de derechos de los discapacitados, explicaba cómo sufre ella misma de una grave forma de atrofia muscular.

«Mucha gente que no me conoce», comentaba», cree que sería ‘mejor la muerte’».

Este punto de vista se basa sobre todo en la ignorancia, o incluso en los prejuicios, indicaba Campbell. De hecho, observaba, la ley de Joffe no ha logrado el apoyo de ninguna organización de personas discapacitadas. Los grupos que representan a los enfermos terminales y a los discapacitados, que se sienten asustados por lo que busca la ley, han formado una coalición, Not Dead Yet, para luchar contra la propuesta.

«La derrota de la ley de Lord Joffe es muy importante y grata», comentaba el obispo Peter Smith en un comunicado de prensa el 16 de mayo. Advertía, sin embargo, que el tema volverá al Parlamento en el futuro. El obispo recomendaba que Care Not Killing Alliance continuase presionando para lograr mejoras en los cuidados paliativos. «El suicidio asistido y la eutanasia», concluía, «no pueden ser el camino de una sociedad civilizada».
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