Acabar con el decálogo
─ Ya que todos estamos de acuerdo con el manifiesto, dice el líder del grupo, debemos colaborar en la erradicación de los nefastos fundamentalismos monoteístas que tanto daño han hecho a los ciudadanos y abrir el camino a una radical laicidad que garantice la libertad de conciencia. En este sentido pienso que debemos borrar definitivamente los diez mandamientos que se inventó Moisés, como superestructura de poder sobre su pueblo.
─ De acuerdo, dice otro de los reunidos. Se trata de una antigualla de varios milenios que se sigue enseñando inexplicablemente en las clases de religión.
─ No hay duda de que hay que eliminarlos, pero para que nadie diga que lo hacemos sin reflexión, podemos irlos examinando uno a uno, dice otro que presume de moderado. A ver, ¿quien se acuerda del decálogo?
─ Yo me acuerdo bien, pues me los hicieron aprender de memoria en el colegio. El primero es. Amar a Dios sobre todas las cosas. Está claro que es una tontería pues científicamente Dios no existe ni es una hipótesis necesaria para explicar nada. No tiene sentido entonces amar a ese Dios y nada menos que sobre todas las cosas. ¡Qué exageración!
─ Realmente ni siquiera los que dicen que creen en Dios lo aman sobre todas las cosas, argumenta otro. Los cristianos que conozco me parece que aman más sus cosas, su familia, su dinero, que a Dios.
─ Está claro que es un mandamiento irrelevante. Pasemos al segundo que dice: No tomar el nombre de Dios en vano. Pero si Dios no existe, hablar de él siempre es en vano.
─ Creo recordar que este mandamiento se refería a los juramentos, pero eso ya está más que resuelto, la gente progresista no jura sino que promete. Pasemos a otro.
─ El tercero era: Santificar las fiestas, es decir que había que ir a misa y no trabajar.
─ Lo de ir a misa está cada vez más en desuso. De los que dicen que son cristianos, solo va una minoría.
─ Las fiestas y sus vísperas son para divertirse, apunta un joven. Cada cual es muy libre de hacer lo que le parezca los días festivos. Deporte o botellón es cosa de cada uno. Alcohol, porro y preservativo y ¡vengan fiestas! Nade tiene derecho a decirnos lo que tenemos que hacer y menos los curas.
─ Pasamos al cuarto: Honrar padre y madre. Como veréis es un lenguaje arcaico eso de honrar. Recuerdo que de este mandamiento lo que se sacaba era que teníamos que obedecer siempre a los padres.
─ Típico sistema de represión eso de la obediencia. Somos libres y solo tenemos que aceptar lo que nos parezca bien, apostilla otro joven.
─ Creo que en este mandamiento también se hablaba de la obligación de los padres de cuidar a sus hijos y de los hijos de cuidar a sus padres cuando fueran viejos.
─ Pues claro que los padres tienen que cuidarnos, y no porque lo dijera Moisés, sino porque ellos nos trajeron al mundo. En cuanto a que nosotros tengamos que cuidarlos a ellos cuando sean viejos, para eso está el Estado y los servicios sociales y la Ley esa, de dependencia. No veo que tengamos que dedicarnos a cuidar viejos, afirma rotundamente otro cuarentón.
─ Pasemos al quinto que es: No matar. Creo que todos estamos de acuerdo en que no fue en tiempos de Moisés, sino ahora cuando las sociedades democráticas y progresistas han abolido la pena de muerte.
─ Hay cristianos que invocan este mandamiento para oponerse al aborto, dijo el que siempre hace referencia a los creyentes porque quizás antes lo fue.
─ Las personas de progreso tenemos claro que la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho conquistado por las mujeres a disponer de su propio cuerpo, pasemos otro mandamiento.
─ El sexto es el más conocido: no fornicar. En él se amparaban los censores e inquisidores para amargar la vida de las personas. La sexualidad está en la naturaleza y hay que practicarla todo lo que se pueda. Este mandamiento es el primero que habría que borrar del mapa ¿estáis de acuerdo?
─ ¡Pues claro! Pasemos al siguiente que creo que era: no hurtar. Los ricos, que eran los que más robaban, eran al mismo tiempo los constantes defensores de este mandamiento.
─ Sí, pero nadie queremos que nos roben.
─ Pues para eso tenemos la policía y la justicia. Ya tenemos la cárcel ¿para qué necesitamos el infierno?
─ El octavo era no mentir ni levantar falso testimonio. En principio podíamos estar de acuerdo con este mandamiento pero han existido siempre los poderosos que determinaban lo que era la verdad y quien veía las cosas de otra manera era tachado de mentiroso. Los progresistas pensamos que no hay ninguna verdad absoluta sino lo que en cada momento acordemos por consenso democrático.
─ El noveno y el décimo prohíben codiciar la mujer del prójimo y los bienes ajenos. El diccionario dice que codiciar es tener un afán excesivo de riquezas, pero ¿quién determina que algo sea o no excesivo? Por otro lado la mujer de otro no es ninguna propiedad o riqueza del prójimo y si ella me gusta y yo a ella para eso tenemos el divorcio.
─ Bien. Ya le hemos dado un repaso a los diez mandamientos y comprobamos que en las sociedades progresistas, democrática y avanzadas están más que superados por lo que debemos luchar por eliminarlos de la educación ¿de acuerdo? ¡Se levanta la reunión!
Y usted, lector ¿Qué opina de los diez mandamientos? ¿Comparte las opiniones de los progres que he inventado? Piénselo despacio y si es creyente haga un serio examen de conciencia.
Francisco Rodríguez Barragán
Diario Siglo XXI, 24 de enero de 2007
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