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Escarmentar en cabeza ajena

Todo lo que ahora es ebullición de datos, análisis y prospecciones de futuro sobre el resultado del referéndum de reforma del Estatut catalán y las causas de tan alta abstención, se convertirá en apenas una semana en inevitable aceptación del nuevo marco autonómico-competencial para Catalunya. En los próximos meses primará la batalla electoral y después las negociaciones para la constitución de un nuevo gobierno que probablemente habrá de ser de coalición, explícita o implícita. Y a partir de que vuelva a haber un presidente en la Generalitat, se abrirá un ciclo de gestión, con reclamación y administración de las nuevas transferencias y de las anteriores competencias, donde la batalla por la capacidad de decidir pasará a un estado latente no se sabe por cuántos años. Porque los procesos de cambio o de intento de cambio del estatus político e institucional de una nación no pueden darse cada poco tiempo. No cabe decir, como hiciera Rodríguez Zapatero, que la cuestión catalana queda resuelta «para siempre», pero ­salvo sorpresas como un recorte extremo del Tribunal Constitucional­ es lógico pensar que el nuevo Estatut tenga una duración que se acerque a la del ahora reformado.

El hecho de que el intento catalán de cambiar su situación jurídica haya cerrado su ciclo de propuesta, negociación, acuerdo y refrendo antes de que el proceso de normalización democrática de Euskal Herria entre en esa fase, permite a las vascas y vascos ­salvando las diferencias existentes­ aprender en cabeza ajena algunas lecciones importantes. La primera es que plantear una mera reforma estatutaria deja en manos de las Cortes españolas la última decisión. Esas reglas de juego no valen para lo que se pretende en Euskal Herria, por lo tanto es preciso pactar otras y tener garantías suficientes de que serán respetadas por todas las partes. Otra lección es que quienes aspiran a que la ciudadanía vasca sea dueña de su futuro deben mantenerse en relación constante con la sociedad y ésta debe estar movilizada. Además, los resultados de la fórmula de contactos bilaterales con los partidos explotada por Rodríguez Zapatero y aceptada por las formaciones catalanas enseña que es imprescindible que lo que se acuerde en Euskal Herria se defienda de manera unitaria ante cualquier otra instancia. Quienes en Catalunya se ilusionaron con el acuerdo del 90% de su Parlament del 30 de setiembre de 2005 ya no tienen la posibilidad de cambiar esa parte de su historia. Euskal Herria sí tiene la opción de escribir una nueva. -

Editorial de Gara, 20 de junio de 2006

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