Joseba Segura, sacerdote vizcaíno implicado en el proceso de paz: "lo del día 22 no fue un suceso más en ETA sino el fin de la violencia en Euskadi".
ENTREVISTA A JOSEBA SEGURA, SACERDOTE VIZCAÍNO IMPLICADO EN EL PROCESO DE PAZ
- En el proceso que ha desembocado en el alto el fuego permanente de ETA
han participado distintos agentes e instituciones. ¿Cuál ha sido el papel de
la Iglesia vasca y hasta dónde ha llegado?
La Iglesia Vasca ha manifestado reiteradamente su disposición a hacer lo posible para que la violencia y el sufrimiento que esta genera, acaben cuanto antes. No ha tenido ningún interés en asumir un protagonismo que no le corresponde pero sí ha intentando en la medida de sus posibilidades, facilitar relaciones y sostener líneas de comunicación entre grupos y sensibilidades políticas que, por un motivo u otro, estaban interrumpidas o paralizadas por la desconfianza.
- Los obispos vascos reprochaban en una pastoral conjunta que el proceso de pacificación había sido «poco trabajado por el diálogo de los partidos Su trabajo ha sido de cocina previa, para tender puentes y restablecer un clima de confianza.
Efectivamente ha habido varios años de poca o nula comunicación entre partidos. Años dominados por una estrategia de confrontación frustrante. Sin embargo la puesta en marcha de algunas líneas claves de comunicación ha sido, por sí sola, capaz de generar la confianza suficiente para llegar a la situación actual. Ahora bien, no sería bueno creer que ya se dan las condiciones suficientes para un diálogo que normalice la política en el País Vasco. Todavía falta por hacer un trabajo importante porque la nueva situación crea incomodidad en algunos grupos y sensibilidades. Y esa incomodidad merece ser escuchada con respeto. No se trata de forzar a nadie a sentarse a una mesa sino de generar las condiciones en las que todas las partes puedan encontrarse mínimamente cómodas. Poner en comunicación sensibilidades políticas diversas: en eso se ha venido trabajando durante años, un trabajo que va a seguir importante también en el próximo futuro.
- ¿Cuál sido la génesis de este planteamiento: en qué momento la Iglesia
decide participar -calendario- y en qué formato?
Los obispos vascos vienen articulando la apuesta de la Iglesia por la paz desde los años 70. El mensaje ha sido claro: respeto a la dignidad de la persona, rechazo tajante del recurso a la violencia y petición reiterada para que cualquier conflicto se encauce por medios exclusivamente políticos. En el contexto de la tregua anterior algún miembro de la Iglesia recibió la solicitud de facilitar determinados contactos. Permítame que omita los detalles porque en las circunstancias actuales esa información todavía puede ser objeto de controversias políticas innecesarias e incluso contraproducentes. En todo caso, aquello supuso el inicio de comunicaciones y relaciones personales que, de manera natural, se han mantenido a lo largo del tiempo y poco a poco se fueron abriendo a otras nuevas. Aquí no ha habido ni dramática decisión para intervenir, ni sesuda programación de estrategia. Las cosas han sido mucho más sencillas. Circunstancias inesperadas nos confrontaron en su momento con la necesidad de mantener y concretar una palabra expresada públicamente: nuestra disposición a contribuir a la pacificación de este país, siempre que se entiendan y se respeten los límites de esa contribución. Lo decía gráficamente D. Ricardo Blázquez pocos días antes de la declaración del alto el fuego: el Obispo de Bilbao está dispuesto a hacer lo que pueda por la paz pero en su calidad de Obispo y no como político.
- El nombre de Alec Reid ha sido invocado como una de las personas que han participado de manera decisiva en el proceso. Usted le ha acompañado en Euskadi. ¿Cuál ha sido la aportación del sacerdote redentorista? ¿En qué ha consistido su trabajo?
El P. Alec ha hecho una contribución importante, abriendo líneas de comunicación entre grupos y personas, serenando ánimos y desconfianzas, insistiendo en la necesidad de diálogo y, sobre todo, comunicando un optimismo irrefrenable que en las situaciones difíciles se sostiene en una confianza plena en “la gracia de Dios”. Lo repite permanentemente, incluso ante auditorios mayoritariamente agnósticos y además, es verdad. Al P. Alec es imposible desanimarle. Pasara lo que pasara a lo largo de estos 7 años, y han pasado muchas cosas, nada ni nadie podía quebrantar su convicción de que la violencia iba a terminar pronto y el diálogo iba a tener por fin una oportunidad. Con su humilde maletín, viajando en buses y trenes por toda la geografía vasca, olvidando aquí unas gafas, allí unos papeles, andando por nuestras nuestras ciudades a pié, parando aquí y allá a tomar un cafecito para continuar escribiendo sus “lecciones de la calle”, ha tenido que ser una pesadilla para los servicios de información. En realidad, como él mismo ha expresado con contundencia en alguna de sus entrevistas recientes, el P. Alec no ha tenido una intervención directa en la gestación de la declaración del día 22. Eso sí, estaba informado de que esta declaración se estaba gestando e iba a llegar de manera inexorable.
- ¿A quién representaba el padre Reid? En que medida el Obispado de Bilbao avalaba su labor? ¿Que canales de comunicación mantenían?
El P. Reid trabaja por su cuenta bajo la autoridad de su provincial en Irlanda y el Superior General de la Orden Redentorista. Ambos están perfectamente informados de su labor en el País Vasco y la respaldan. Yo le invite hace 7 años a venir, conocedor de su papel fundamental en el proceso irlandés pero nunca imaginé que decidiera implicarse en la situación del País Vasco hasta donde lo ha hecho. Una vez más, no es cierto que su presencia responda a una decisión o una estrategia de la Iglesia vasca. Los que conocen al P. Alec saben que no es fácil integrarle en ninguna estrategia que no sea la de seguir el camino que el Espíritu le dicta cada día. Es un hombre muy celoso de su independencia y que mantiene criterios personales sea cual sea la opinión mayoritaria a su alrededor o lo que en cada momento pueda parecer políticamente correcto.
- ¿En algunos medios se ha relacionado al Vaticano, y más en concreto al cardenal Roger Etchegaray con el proceso. ¿Esta labor contaba con el aval de Roma y de la Conferencia Episcopal?
La Secretaria de Estado y, más en concreto, el Secretario para las relaciones con los Estados, Monseñor Giovanni Laiolo, sigue con mucho interés la evolución de la cuestión vasca, aunque solo sea porque se trata del último conflicto de este tipo en el territorio de la UE. Periódicamente allí se reciben informes de personas de confianza encargadas de seguir este tema, en este caso como en otros muchos. Lo mismo puede decirse del Cardenal Roger Etchegaray, hombre que por ser de origen vasco y por su experiencia como mediador en numerosos conflictos, tiene un interés particular en nuestra situación. Sin embargo son falsas las informaciones que implican al Cardenal en procesos de intermediación, llevando esta carta, comunicando determinado mensaje… El Vaticano no actúa así. En estos temas deja la iniciativa a las Iglesias locales. Es la Iglesia local, presidida por su Obispo, la que discierne lo que cabe hacer y lo que no. En todo caso creo poder asegurar que lo que aquí se ha hecho está en plena sintonía con lo que la Iglesia Católica promueve como filosofía general de intervención en situaciones de conflicto.
- En varias comparecencias públicas, determinadas declaraciones de Alec Reid han sembrado la desconfianza en sectores no nacionalistas, que las han tomado como las de un 'amigo de la izquierda abertzale', lo que ha cuestionado su supuesta neutralidad.
Detrás de esa aproximación peculiar del Padre hay una opción, una filosofía de intervención. Me atrevo a resumirla porque él mismo la ha caracterizado en términos similares cuando, en alguna ocasión, le he comunicado preocupaciones concretas con algunas posiciones suyas: “Yo vengo a pedir a unas personas que dejen la violencia porque hay una alternativa que respeta la dignidad humana. Ellos me dicen: de acuerdo, pero ¿estás dispuesto a ayudarnos a construir esa alternativa? Lógicamente yo les respondo que sí y por eso les apoyo.” Esa disposición a colaborar con la IA puede entenderse como identificación con sus objetivos políticos o como una filosofía de mediación en conflictos, discutible pero eficaz. Obviamente en el caso del P. Alec se trata de lo segundo y no de lo primero. Es un modo discutible pero eficaz de “representar a la próxima víctima”, tal y como él lo expresa, es decir, de hacer lo posible para que acaben los muertos y el sufrimiento. Se trata de una persona carismática, profundamente creyente, con unas convicciones forjadas en mil tensiones y batallas. Sinceramente yo no esperaría que un hombre que ha trabajado durante 30 años en una situación tan compleja como la irlandesa y que ha tenido un papel tan esencial, pueda ser alguien cuya anodino, cuyas actuaciones no sean controvertidas en algún aspecto. Casi todo es debatible pero es difícil cuestionar a un hombre que podría estar en Irlanda disfrutando tranquilamente de su prestigio y a su edad tiene pasión suficiente por la paz para meterse de nuevo en un lío como este.
- Usted ha sido testigo cualificado del proceso. ¿Que van encontrando, dónde perciben los mayores obstáculos?
Curiosamente los obstáculos más importantes no están, a mi juicio, en la relación entre los partidos sino en el interior de los propios partidos. La contribución de todas y cada una de las sensibilidades a la búsqueda de soluciones compartidas es esencial. Sin embargo no va a ser fácil mantener esa coherencia interna y ese espíritu de colaboración durante un periodo largo y que nadie dude que esto va a ser largo.Para explicarme mejor: en una circunstancia determinada, unos líderes en un partido se dan cuenta de que ha llegado el momento de situarse definitivamente en un nuevo escenario. Sin embargo no siempre les resulta fácil comunicar a su gente las razones de esa convicción y la inevitabilidad del movimiento. Esa dificultad es mayor en la medida en que en el grupo en cuestión haya muchas personas cómodas en la situación anterior o, sencillamente, que viven el cambio como tránsito forzado a una nueva situación llena de amenazas potenciales. Estos días se han podido percibir importantes tensiones dentro del PP que pueden interpretarse desde esta clave. Pero la adaptación a un escenario radicalmente diferente ha sido, es y va a ser difícil para todos: en Batasuna la conciencia de que el camino de la política es el único camino se ha ido abriendo despacio paso a paso. En el PSOE las divergencias han desaparecido con el anuncio de ETA pero han estado ahí y pueden resurgir en un contexto menos favorable para Zapatero. En el PNV ciertos mensajes y actuaciones durante los últimos años reflejan la complejidad de su relación con Batasuna y el pluralismo de sensibilidades dentro del partido. No hace falta tener información privilegiada para suponer con motivos que también en el seno de ETA ha existido un debate complejo que ha necesitado tiempo para no cerrar en falso esta vez. En este proceso alguno de sus líderes habrá tenido que emplearse a fondo. Estas tensiones se agudizan a medida que la clave electoral domina la agenda política. La unidad de acción bajo el liderazgo del Presidente Rodríguez Zapatero es esencial y espero que las buenas sensaciones actuales y la capacidad de distinguir intereses legítimos de partido y colaboración necesaria en este tema, puedan mantenerse a pesar de las dificultades que van a surgir.
- ¿En qué momento usted percibió que la postura de ETA estaba madura, que la decisión de 'cerrar la persiana' estaba tomada?
Lo he ido percibiendo progresivamente. La decisión de volver a la violencia tras la última tregua fue tomada por pocas personas y no fue entendida por muchos votantes de Batasuna. Los dramáticos atentados de NY y Madrid remacharon el clavo y convencieron a mucha gente de que hoy en Europa el recurso a la violencia solo logra una cosa: debilitar los objetivos políticos de quien la práctica. La declaración de Anoeta fue un paso público muy importante. El momento clave para mí fue la respuesta conciliadora del presidente Rodríguez Zapatero en el Kursaal a una carta pública de Arnaldo Otegi en enero del 2005. Nosotros en esa fecha sabíamos que ETA había tomado la decisión de cerrar la persiana y dejar las cuestiones del futuro político del país en manos de los políticos. Pero era necesario un Presidente de Gobierno Español decidido a no poner obstáculos innecesarios en el camino. Ese día, al escuchar a Zapatero, me di cuenta de que en Moncloa vivía el Presidente que la situación requería. Entonces supe que una nueva declaración de alto el fuego no sólo era posible sino relativamente cercana. El resto son detalles sin interés y que no deberían preocupar ni ocupar a la opinión pública aunque sé que esos temas generan mucho morbo. Por si vale de algo, manifestaré una convicción personal: este alto el fuego no es resultado de ninguna concesión política a ETA. Esto es suficiente para mí y creo que también puede ser en estos momentos suficiente para la mayoría de la opinión pública española.
- ¿Como conocedor de este proceso considera que el anuncio de ETA ofrece las garantías suficientes para alimentar la esperanza?
Estoy convencido de que es así. Esta vez la decisión se ha adoptado con la preparación adecuada, dando al proceso el tiempo necesario y bajo un liderazgo que buscaba una decisión sostenible y eventualmente irreversible. Nadie puede excluir que en Francia existan todavía personas escépticas, dispuestas a volver al camino de la violencia. Lo importante es que esas personas no van a poder levantar de nuevo la bandera de ETA y arrastrar tras ellos a lo que Batasuna representa hoy. La violencia es percibida prácticamente por toda la población nacionalista como una estrategia desesperada que solo produce marginación política. Lo digo con total convicción: este “alto el fuego “permanente” de ETA, va a resultar “definitivo.”
- ¿Cuál cree usted que va a ser el ritmo a partir de ahora?
En lo que se refiere a la pacificación, parece necesario seguir la hoja de ruta del Presidente del Gobierno que creo ha demostrado en este tema disposición suficiente para dialogar con las fuerzas políticas y aclarar con ellas cualquier dificultad o malentendido que vaya surgiendo.
- ¿Le parece correcta la metodología que se ha anunciado, de dos mesas, una entre el Gobierno y ETA, y otra entre todos los partidos?
Me parece clara e importante la distinción entre pacificación y normalización política. Respecto a cómo ha de abordarse en concreto cada uno de los temas no tengo nada que decir. El primer objetivo es responsabilidad directa del Presidente del Gobierno. Respecto al segundo creo que el terreno de juego está más abierto para que en el diálogo entre partidos se logren consensos respecto a ritmos, ámbitos, metodologías, etc. Veo al Lehendakari y a Zapatero bien dispuestos para llegar a acuerdos en esos temas. También los dirigentes del PSE están haciendo planteamientos razonables. La Iglesia poco tiene que decir en estos asuntos, más allá de lo que venimos repitiendo en numerosas ocasiones: la tarea ha de realizarse “entre todos y para todos.” No podemos dejar fuera ninguna sensibilidad.
- Usted que ha participado en la 'cocina', ¿propone alguna 'receta' para conseguir que la decisión de ETA sea irreversible?
Sencillamente mantener el curso actual, actuando al mismo tiempo con prudencia pero también con decisión para aprovechar la oportunidad que se ha concretado. En el camino están pendientes temas complicados que habrá que abordar cada uno a su tiempo. Inevitablemente van a surgir tensiones que desanimarán a muchos. El cohete está todavía alto pero la ley de la gravedad lo traerá a su sitio. Confío en que las personas que han sido y van a seguir siendo claves en el proceso no se desanimen en ningún momento. Y para ello lo mejor es que no olvidar nunca la enorme alegría y esperanza que la nueva situación ha suscitado en millones de personas. Todo ese sentimiento positivo no puede verse frustrado de nuevo. Creo sinceramente que hay espacio para llevar la nave a buen puerto sin que en el proceso se deban hacer concesiones ilegítimas desde un punto de vista democrático o éticamente inaceptables.
- La Iglesia vasca ha desarrollado una labor, pero queda mucho camino por recorrer. Los obispos Ricardo Blázquez y Juan María Uriarte han ofrecido la ayuda de la Iglesia en esa tarea ¿Cuál es el desafío inmediato de la Iglesia en esta cuestión?
El desafío de la Iglesia es el de toda la sociedad vasca: normalizar nuestra vida social y política de modo irreversible. El proceso de pacificación va a seguir su curso pero aunque progrese adecuadamente, las heridas, los agravios y la desconfianza de muchas personas sigue ahí. Todos tendremos que hacer lo posible para que esas llagas no cierren en falso esta vez. Y nos va a tocar hacerlo en un contexto difícil que ya conocemos: un país muy plural cuya diversidad nos garantiza un clima político de tensión sostenida. Esperemos, eso sí, que nunca más sea crispado.
- La tarea de la reconciliación será, también, larga y difícil. Hay muchas heridas que cicatrizar. ¿El perdón que impulsa la Iglesia será posible?
La palabra “perdón” hay que utilizarla con mucho cuidado. El perdón no se puede exigir de ninguna víctima y desde luego la Iglesia no lo va a impulsar de ese modo. Sin embargo la tarea reconciliadora forma parte de la razón de ser de la Iglesia. La comunidad cristiana no puede sino plantearse cual es el mejor modo de hacer una contribución concreta a ese objetivo humanizador. Incluso si en el pasado hemos cometido errores, el futuro está abierto y el Evangelio nos interpela. Eso sí, las propuestas han de ser respetuosas con los tiempos, acertar en los mensajes y hacerlo todo desde un gran respeto por el sufrimiento de las personas.
- La Iglesia vasca ha recibido críticas severas por parte de algunos colectivos de víctimas que se han sentido «abandonados», que han echado en falta el cariño de sus pastores. ¿Debería hacer una autocrítica la institución?
Creo que la autocrítica se viene haciendo ya. En la diócesis de Bilbao este tema se ha planteado durante los últimos años en diversos foros y consejos consultivos. En todos ellos se ha discutido de manera abierta y constructiva. He oído posiciones y valoraciones diversas pero no he visto actitudes cerradas a la autocrítica. Los obispos vascos, muchos sacerdotes, así como cristianas y cristianos han tenido gestos de cercanía para con las víctimas tras los atentados. En la diócesis de Bilbao no han faltado personas significadas, sacerdotes y laicos que han venido demandando una posición pública más contundente en este tema. Esas voces nos han hecho pensar a todos y hemos de seguir pensando porque difícilmente se puede promover reconciliación sin identificarse previamente con el sufrimiento. Solo desde el respeto y la cercanía a los que han sufrido la violencia podemos atrevernos a proponer, siempre con humildad, el perdón como una posibilidad.
- Analizando las posiciones de la Iglesia vasca con las de algunos 'hombres fuertes' del Episcopado español se aprecia una falta de sintonía en el papel que debería jugar ahora la Iglesia. Las reacciones han sido muy
distintas en Euskadi y en Madrid. Esa falta de sintonía complicará el futuro escenario?
Estoy convencido de que la mayoría de los obispos están abiertos a conceder el tiempo necesario para explorar si existe algo valioso en la nueva situación. Alguna primera reacción no ha sido afortunada pero, sinceramente, creo que esas declaraciones no reflejan la posición mayoritaria en el episcopado español. El consenso mayor está más bien tras la posición moderada que representa Monseñor Blázquez, que podríamos caracterizar como de “cautelosa esperanza.” Nadie puede pedir entusiasmos injustificados en la Conferencia Episcopal pero si es importante que la Iglesia evite en sus declaraciones públicas la impresión de que sostiene posiciones injustificadamente beligerantes o de parte. No puede ser identificada ni en este tema ni en otros con estrategias de partido ni con actitudes motivadas por intereses políticos legítimos pero que no pueden sin más identificarse con el bien común. Esto no siempre es fácil y hay zonas grises donde cabe un legítimo debate. Sin embargo la mayoría de los obispos españoles tienen claros los límites que en la actual situación impone la necesaria independencia de la Iglesia y la obligación evangélica a explorar y promover caminos de paz y de concordia. En el futuro podrán surgir de nuevo temas sensibles pero, hoy por hoy, no creo que existan motivos para dar una impresión de desunión que, sinceramente creo injustificada. Ya se sabe: “cada día tiene su afán”.
POR PEDRO ONTOSO (EL CORREO)
Publicada en El Correo el 2 de abril de 2006
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