Muñoz Cariñanos, asesinado por la ETA
Mi nombre es Macarena. Soy hija del Coronel Médico Antonio Muñoz Cariñanos, asesinado por la ETA el 16 de octubre de 2000, en Sevilla. Estoy hoy aquí porque el presidente del gobierno ha tomado una gravísima decisión. Por eso me dirijo a él.
Señor Rodríguez Zapatero: Mi padre era médico. Una tarde, mientras pasaba consulta, dos asesinos de la ETA acabaron con su vida, delante de sus pacientes. Le metieron seis tiros. No sólo acabaron con su vida, sino con la esperanza de muchos enfermos de cáncer. Porque, Sr. Presidente, mi padre era una eminencia en la lucha contra el cáncer.
Mi familia y yo nunca olvidaremos cómo la gente de Sevilla se echó a la calle aquel 16 de octubre para ayudar a capturar a los asesinos. Armados de valentía, lo consiguieron. Gracias al valor de todos esos sevillanos se hizo posible que los asesinos de mi padre, hoy cumplan su castigo. Precisamente porque sabemos mejor que nadie el dolor que es perder a quien te ha dado la vida, y porque no queremos que nadie más sufra la barbarie terrorista, deseamos con todas nuestra fuerzas el fin de la violencia.
Señor presidente, rechazamos la violencia tanto o más que nadie. Y precisamente porque hemos renunciado a la venganza en la confianza de que se haga justicia, estamos más legitimados que nadie para decir alto y fuerte que queremos el fin de la violencia. Y es que lo que usted nos ofrece no es la paz, Sr. Rodríguez Zapatero. Ni mucho menos. Cualquier persona con sentido común se da cuenta de ello.
Al parecer usted va a negociar con los asesinos el traslado de los presos a las cárceles vascas y el cambio de la ley para que el gobierno vasco les aplique el tercer grado y salgan a la calle. ¿Es ése su sentido de la justicia, Sr. Rodríguez Zapatero?
Lo que usted llama la "paz" se va a traducir en que dentro de poco tiempo los asesinos de mi padre se permitan el lujo de mirarme a los ojos de la misma forma en que los asesinos de Miguel Ángel Blanco han mirado a su madre y a sus restantes familiares durante estos días de juicio. Con esa nauseabunda mezcla de chulería y repugnancia por la vida ajena.
Señor Presidente, usted dice que hay que mirar a los ojos a los terroristas. ¿Es ésa la mirada de los terroristas la que usted nos invita a disfrutar? Lo siento mucho, Sr. Rodríguez Zapatero, los españoles tenemos dignidad. Pedirle a la gente que miremos a los ojos a esa gentuza nos parece indecente.
Señor Zapatero, es cobarde ser duro con los que, como nosotros, no tenemos más arma que nuestra palabra, y en cambio blando con los de las pistolas. Esa cobardía nos dolería de cualquier otra persona, pero nos resulta profundamente humillante en la persona de quien nos debería representar.
Señor Zapatero: la paz de los presos a la calle es la paz de la humillación, la paz de la victoria del terror y la paz de la rodilla en la tierra.
Yo no entiendo de política, no tengo ni he tenido nunca carné de ningún partido político.
Pero, Sr. Zapatero, tengo la sensación de que es usted rehén voluntario de los terroristas, y que hará lo que le pidan, porque si a los terroristas se les ocurriera mañana entrar en una consulta médica y pegarle seis tiros a otro médico, como le hicieron a mi padre, seguramente usted dejaría de ser presidente del gobierno.
Acabo ya, pero antes, Sr. Rodríguez Zapatero, quiero leer lo que en su programa electoral usted nos prometió. Leo textualmente: "Rechazamos cualquier negociación que implique el pago de un precio político democrático por el fin de la violencia". Le exigimos que cumpla su palabra y que los asesinos cumplan íntegramente las condenas que les han sido impuestas. No nos resignaremos jamás a vivir de rodillas.
Espero su contestación, señor Presidente.
Macarena Muñoz - Sevilla
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