Triple jarro de agua fría al Gobierno tras el encuentro Patxi-Otegi
Poca cosecha para una apuesta que ha arrasado tantas cosas. ZP dirá que su horizonte es lejano, pero en el corto plazo Batasuna, los sindicatos policiales y Arzallus le suben el listón.
8 de julio de 2006. Anda muy nervioso el Gobierno tras la dura reacción de Mariano Rajoy al encuentro entre Patxi López y Arnaldo Otegi. María Teresa Fernández de la Vega no dudó en situar al líder del PP en ámbitos extraparlamentarios y extrademocráticos por negar que el Gobierno pueda negociar con ETA en nombre del Estado. Pero incluso desde ámbitos policiales como el Sindicato Unificado de Policía (SUP), que no se han mostrado hostiles a las conversaciones, llegó pronto una clara manifestación de desapego. Su portavoz, Maximiliano Corral dejó claro que para cualquier policía Otegi "sigue siendo un terrorista más, por lo menos hasta que no condene la violencia".
Por su parte, la Confederación Española de Policía (CEP), por medio de su secretario general Ignacio López, no sólo se mostró contraria al auto judicial de Baltasar Garzón que consideró que nada había que objetar al encuentro celebrado en San Sebastián entre el PSE y Batasuna, sino que consideró "inaceptable y repulsivo" que el líder de la ilegalizada formación se dedique "a dar clases de democracia a la sociedad española", como hizo en la declaración posterior al encuentro, calificado como "doloroso" para ellos.
Esto, por parte policial, y de dos asociaciones profesionales bastante dispares entre sí.
Pero el verdadero fiasco de la reunión ha venido del lado nacionalista.
Arzallus y Permach, casi al unísono
Antes de desplazarse hasta Valencia para recibir a Benedicto XVI, Zapatero se desayunó el sábado con un disgusto más: las acusaciones de Xabier Arzallus contra él mismo y contra Alfredo Pérez Rubalcaba en una entrevista publicada por el diario Avui. Les acusa directamente de querer repetir en el País Vasco el acuerdo alcanzado con Artur Mas en Cataluña: allí un gobierno CiU-PSC, aquí un gobierno PNV-PSE. A este último se oponen –explica el veterano ex presidente del Euskadi Buru Batzar- personajes como él mismo, Joseba Egibar y... Gorka Aguirre. Según Arzallus, ésa sería la clave del procesamiento del responsable de relaciones internacionales peneuvista, acusado por el juez Fernando Grande-Marlaska de formar parte de la red de extorsión de ETA recientemente desmantelada.
Por cierto que fue El País, al que se supone privilegiado destinatario de las filtraciones del Ministerio del Interior, quien destapó el viernes que Aguirre avisó al etarra Joseba Elosúa del seguimiento policial al que estaba siendo sometido. ¿Quizá no va Arzallus tan descaminado?
Para rematar la faena, Joseba Permach convoca a los medios de comunicación y deja en ridículo a Patxi López, quien el jueves quiso transmitir a la sociedad que no se volvería a reunir con Batasuna mientras continuara siendo ilegal: "Después de que todo el mundo en este país sabe que durante meses y años ha habido reuniones no formales, hablar en estos momentos de que no va haber más reuniones... simple y llanamente, eso no se lo cree nadie", sentenció el dirigente batasuno.
Y no sólo eso: ante la exigencia del PSE de que se legalicen (lo que implicaría, en la hoja de ruta de La Moncloa, que renunciase a la violencia y presentase unas nuevas siglas), Permach tiene claro que "el proceso no puede ser en absoluto el tránsito de Batasuna a la legalización, a un marco antidemocrático y a una ley como la ley de partidos".
Con lo cual, y a fecha de hoy, y pese a que Zapatero podría justificar la situación porque siempre se ha referido a un proceso "largo y difícil", lo que tiene encima de la mesa es aquello que remataba el soneto de Luis de Góngora: tierra, humo, polvo, sombra... nada.
El Semanal Digital, 9 de julio de 2006
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