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Foro El Salvador

Outsourcing político

El 12 de enero de 1988 se firmaba en el Palacio de Ajuria Enea por parte de todas las formaciones políticas de la C.A.V. con representación parlamentaria (excepto HB) el documento titulado “Acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi”. Lo firmó Julen Guimón por AP, Alfredo Marco Tabar por el CDS, Kepa Aulestia por EE, Xabier Arzalluz por el PNV, José Mª Benegas por el PSOE e Inaxio Oliveri por parte de EA (con reserva al punto 3 párrafo 2 y su alusión al artículo 17 del Estatuto). El lehendakari era José Antonio Ardanza. Desde entonces ha llovido bastante y tres formaciones de las firmantes han desaparecido por engullición o transformación. Euskadiko Ezkerra se integró en el PSOE, CDS en el PP y Alianza Popular se transformó en el Partido Popular actual.

 

En ese acuerdo, más conocido como Pacto de Ajuria Enea, se decía en su primer punto que la utilización de la violencia, tal y como venía produciéndose en Euskadi, representaba el máximo desprecio de la voluntad popular, así como un importante obstáculo para la satisfacción de las aspiraciones de los ciudadanos vascos. Y en el punto décimo se hablaba de apoyar procesos de diálogo entre los poderes del Estado y los violentos en aras al abandono de la violencia siempre y cuando se dieran las condiciones adecuadas para ello, y respetando en todo momento el que las cuestiones políticas se resolvieran únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular.

 

Han pasado 18 años desde aquella firma. El Pacto de Ajuria Enea se fue al carajo por cuestiones que aquí no mencionaremos, aunque parece ser que por lo menos parte de su espíritu se ha conservado de alguna forma.

 

Y en este momento nos encontramos con una tregua de ETA, con una formación ilegalizada que se reúne con lo legales (incluyendo poses y foto) y con un Gobierno del Estado que ha anunciado su intención de hablar con los violentos.

 

Pacificación y normalización, dos palabras de actualidad. Dos palabras, separadas para unos y entrelazadas para otros.

 

En primer lugar nos encontramos con el Partido Popular, para quien todo lo que sea hablar con ETA y su entorno es político y, por lo tanto, cesión. Cesión que anula la diferenciación entre pacificación y normalización, es decir, entre la rendición de las armas y el debate político entre los partidos, evidentemente legalizados. Por otra parte, se encuentran con que de las dos palabras una les sobra, pues después de la pacificación ¿hay algo para normalizar?. Para los populares pacificar es normalizar y la normalización vendrá de la pacificación. Están sumidos en una contradicción entendible desde el punto de vista de opositores a todo lo que huela a una suma de puntos para el gobierno que preside Zapatero. El único problema de los vascos (tan españoles ellos) es la violencia. Acabada ésta, felicidad completa. Chirrían, ese es el verbo.

 

En segundo lugar está el Partido Socialista Obrero Español, incluida su sección vasca. Los socialistas españoles ven una necesidad clara de pacificación y de normalización. Consideran que la violencia de ETA es una patología de la sociedad vasca, un intento ilegítimo de condicionar las decisiones y debates políticos desde fuera del sistema. Reconocen que ha existido en Euskadi un problema de normalización política derivado de un consenso insuficiente en torno al marco jurídico-político y a las reglas de juego que hay que respetar. Dos palabras, dos procesos que deben ser encauzados mediante un orden de prioridades: cese de la violencia, en primer lugar, como paso previo al diálogo entre fuerzas políticas para resolver, sin interferencias del terrorismo, los problemas políticos. Y sobre su postura ante la normalización consideran que ésta consiste en ser capaces de asumir un marco jurídico-político y un proyecto de convivencia que todos puedan compartir. Y el método que sugieren para la adopción de acuerdos no pasa por el principio de la mayoría, pues para ellos eso es válido únicamente para cuestiones de legalidad ordinaria, no para aprobar las bases que han de regir la convivencia de los vascos. Para los socialistas españoles ningún acuerdo puede ser posible sin que representantes de “las dos grandes sensibilidades políticas” (¿españolistas y vasquistas?) presten su consentimiento al mismo. Sencillo de verdad: sólo saldrá adelante el texto que nos guste. Y no os quejéis, que como os pongáis tontos os mandamos a los duros de “nuestra sensibilidad” para que veáis lo majetes que somos. Resumiendo: en primer lugar, pacificación, y en segundo lugar hablar, hablar, hablar, ..., hablar de normalización hasta el hastío para acometer la puesta a punto de un marco jurídico-político que encaje perfectamente en la Constitución española actual, lo que equivale a decir un nuevo Estatuto de Autonomía parecido al actual, y acaso rebajado en algún punto en caso de despiste del enemigo, perdón, quería decir “la otra sensibilidad”.

 

En tercer lugar se sitúa Izquierda Unida. En el documento titulado “La paz es el camino” y con fecha 18 de marzo de 2006, apuesta por un proceso político en un escenario de cese definitivo de toda expresión de violencia, apoya el diálogo entre el Estado y quienes decidan abandonar la violencia, respetando en todo momento el principio irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos y la voluntad popular y reitera su apuesta por un Estado federal, solidario, plurinacional, republicano y laico.

 

Y pasamos a un componente de esa “otra sensibilidad”, el Partido Nacionalista Vasco. En su documento del 10 de octubre de 2005 titulado “Elkarbizitzarako bake-bideak” afirma que Euskadi ansía la paz y aspira a conseguir, además, la normalización política. ¿Y por qué una normalización? Porque llevamos demasiado tiempo inmersos en un profundo contencioso que ha ido alimentando entre los vascos una insatisfacción colectiva a la que hay que dar una salida. El PNV nace en 1895 (hace ahora la friolera de 111 años) como expresión política de ese contencioso (de ese conflicto originado con la supresión durante el siglo XIX del régimen foral) con el objetivo de recuperar la soberanía y hacer que Euskadi perviva como una nación diferenciada. El PNV considera que la causa vasca también ha sido utilizada cruelmente contra la propia sociedad vasca. También afirma que el conflicto de identidades y el de la violencia son dos cosas distintas, que el terrorismo no es consecuencia natural de un conflicto político, y que es inaceptable que su persistencia sea utilizada para ignorar o negar la existencia de un conflicto de naturaleza política que es necesario abordar con detenimiento. De ahí la determinación del PNV por tratar de dar una salida dialogada al conflicto políticos que se arrastra. Y desde la consideración de la radical incompatibilidad entre política y violencia, el PNV plantea, como exigencia democrática, que el diálogo resolutivo para el final del proceso no sea consecuencia de la violencia, sino de su cese. Está claro, el fin de la violencia debería eliminar las excusas y las reticencias para construir el camino de la resolución del conflicto. Para ello el documento nos dice que el respeto a lo que los vascos decidan es incompatible con la vigilancia o el condicionamiento que pretenda ejercer una organización armada, y que son los partidos y las instituciones representativas los únicos encargados de garantizar el carácter democrático del proceso, con la consiguiente negociación resolutiva sin imposiciones, desde el respeto a la pluralidad, situando todos los proyectos en igualdad de condiciones de consecución y depositando en la ciudadanía la última palabra. En resumen: para el PNV pacificación y normalización son palabras separadas (aunque, como para el PSOE y para IU la primera debe ser condición previa para la segunda). Para abordar la normalización hay que poner fin a la violencia, y será la ciudadanía la que se exprese de manera directa. La violencia, además del sufrimiento que produce, es un formidable obstáculo para la normalización, su existencia no se debe al contencioso, sino que lo utiliza, pero nos surge la pregunta: ¿para qué fines?, y ahí el PNV se nos queda mudo, como muchos otros. Aunque el PSOE en su documento “Euskadi 2006. Hacia la libertad y la convivencia” define el proyecto de ETA como totalitario, pero también considera que en Euskadi hay “dos sensibilidades”, y como queda claro que ni ETA y ni su entorno pertenece a la misma “sensibilidad” que los socialistas españoles, y como ellos mismos se llaman constitucionalistas pero no nacionalistas porque, según ellos, eso son “los otros”, tenderemos a pensar que ETA tiene un proyecto nacionalista totalitario, ¿verdad señoras y señores del PSOE?.

 

En lo que vamos analizando y haciendo un recuento parcial podemos decir que de los cuatro partidos analizados, tres diferencian muy bien las palabras pacificación y negociación, las consideran independientes en su contenido pero ordenadas en el tiempo: si no hay pacificación no se darán las condiciones para afrontar la normalización. El cuarto partido, el PP, no diferencia las dos palabras, pues considera que la normalización es la pacificación, y punto.

 

Bien, prosigamos con los partidos. Ahora le toca el turno a Eusko Alkartasuna. Como los arriba analizados (excepto el PP, cuyo documento interno no ha llegado a mis manos), también ha hecho sus deberes y ha difundido su documento titulado “Normalización y Pacificación”, redactado y debatido en el seno de su Ejecutiva Nacional durante los meses de Enero y Febrero del presente año. Y nos da su particular (como tiene que ser) versión de lo que entiende por pacificación, esto es, erradicar la violencia como atentado máximo contra la paz, pero también normalizar la convivencia eliminando las causas (por cierto muy anteriores a la aparición de ETA) generadoras de conflictos en el seno de la sociedad vasca. Por lo tanto, no hay pacificación sin erradicación de la violencia (hasta ahora todos han dicho lo mismo) pero, para EA no hay pacificación sin normalización, Y esto sí es novedoso. Aunque en el siguiente párrafo se afirma que la violencia y la normalización política son cuestiones diferentes que nadie debe mezclar. La eliminación de la violencia es una exigencia ética y autónoma mientras que la normalización es una cuestión de derechos. Y en el punto 3 del capítulo V (“EA ante la mesa de partidos”) vuelve a estimar desacertado separar las fases de pacificación y normalización ya que ésta última forma parte indisoluble de la primera ... En el mismo capítulo, EA dice que como partido independentista que es considera que la normalización política consiste en dar solución al problema nacional mediante la autodeterminación. Pero también dice que en el llamado problema vasco se mezclan dos cuestiones de origen diferente, aunque coincidentes en el tiempo, que se corresponden, argumentalmente, con la invocación de los derechos históricos y con la reivindicación del derecho de autodeterminación. En resumen: que no me aclaro, señores. ¡Salinas, sálvame de ésta, Salinas!. Veamos: en primer lugar, no hay que mezclar violencia y normalización. En segundo lugar, la violencia tiene que ver con la ética, y la normalización, por su parte, con los derechos. En tercer lugar, hay violencia por la existencia de causas (anteriores a la existencia de ETA) generadoras de conflictos. En cuarto lugar, la pacificación llegará no sólo por el abandono de las armas sino también por la eliminación de esas causas que entran en el terreno de la normalización. En quinto lugar, pacificación y normalización están unidas, lo que contradice lo dicho en primer lugar. En sexto lugar, la violencia de ETA (aunque injusta e inhumana, éticamente reprobable e inútil políticamente) parece ser que responde a esas causas del conflicto, o sea, el conflicto es anterior a ETA y ETA nace y vive por y para el conflicto. Para la Ejecutiva Nacional de Eusko Alkartasuna sin contencioso no hay ETA.

 

Y por fin, llega la Izquierda Abertzale. Su estrategia político-militar nos obliga a hablar de sus dos alas. En este artículo únicamente lo haremos de la primera, de ETA, de la original, de la que toma la iniciativa y asigna los papeles, en definitiva, del boss, del jefe, que en su auto-entrevista escrita (no hay nadie que hable como escribe) y publicada en el periódico Gara el 14 de mayo último nos habla de un proceso diseñado para su propia gloria y beneficio. En su habitual estilo de autosuficiencia carente de abuela y después de calificar de “ciertamente escaso” el nivel de los responsables políticos que actúan en Euskal Herria nos dice que si se ha llegado a este momento es por ellos, por la fortaleza de su lucha, por la clarividencia de sus ideas y porque estos últimos treinta años han demostrado que los únicos que no estaban equivocados eran ellos. Línea política correcta y solidez de la organización. El copyright es de Mao.

 

Pero, a lo que íbamos, ETA afirma que el conflicto se debe a que Euskal Herria carece de un reconocimiento político y de que deben ser los ciudadanos vascos quienes deben tener la palabra y la decisión sobre su futuro. Por ello, ETA manifiesta su voluntad para superar el conflicto por medio de la negociación, y para ello declara el alto el fuego permanente (permanente en función del desarrollo del proceso). Por su parte, se autoproclama como expresión de la lucha de los vascos por defenderse de la agresión de los estados español y francés. Legitimidad al completo. Además, se reafirma en que no cejará hasta ver pulverizado el Estatuto de Gernika, el Régimen Foral de Navarra y la nada (sí, la nada) de Iparralde y lograr un marco jurídico –político que contemple la territorialidad unificada de las tres realidades institucionales, ya que pretender imponer a Euskal Herria un segundo ciclo autonómico, además de ser un fraude, no haría sino alimentar el conflicto. Si a esto añadimos el derecho de autodeterminación para todos los vascos, sean de Iparralde como de Hegoalde, tendremos los elementos estratégicos de la lucha negociadora, pues eso es ni más ni menos, negociación como lucha. Zapatero ha entrado al trapo, pero Chirac no se ha dignado en responder a lo que considera “un problema español”. Bien, únicamente con estos ingredientes, la justificación de la lucha de ETA y de su entorno se amplía a unos veinte años mínimo, y teniendo en cuenta que nadie regala nada y que todo lo que somos se lo debemos (porca miseria) a la lucha de izquierda abertzale, ¡pues toma lucha!

Y aquí nos encontramos con que ETA también engloba a todo quisqui en “dos sensibilidades”, la primera la de los que están y/o colaboran con sus tesis y en frente, el resto del mundo. Que trabajas para mí, pues mira qué bien, qué majete, tú trabajas para Euskal Herria. Que no te gusta lo que yo digo, que quieres recorrer una vía independiente, pues chaval, tú eres un traidor para el pueblo, un colaborador con ese enemigo materializado en los Estados español y francés. Y no hay término medio. Porque, o se trabaja por Euskal Herria o contra Euskal Herria, ETA dixit, La organización ETA, fuente inagotable de agresión a los vascos, dando lecciones. Y lo malo es que tendrá oyentes.

 

Pero la cosa no termina aquí. ¡Oh no!. Aquí es donde comienza. La hoja de ruta preparada por la Izquierda Abertzale (y de la que ETA es capitán) contempla la asignación de funciones para todos. A sí mismos se rebajan de la tarea ya que como organización ya ha realizado su principal aportación al impulso del proceso con el anuncio de la tregua y ello supone negociar directamente con los gobiernos estatales (lo que estén dispuestos, claro) todo el tema militar (presos incluidos, naturalmente). Por otra parte, anuncia sin titubeos que es responsabilidad de la Izquierda Abertzale ser el motor, como hasta ahora, del tema político. Si hasta ahora hemos hablado de pacificación y normalización de aquí en adelante también nos servirán las palabras militar y político, que encajan a la perfección con la estrategia de siempre de la Izquierda Abertzale. Como hemos adelantado, a los gobiernos estatales no les cabe otra tarea que aceptar lo que se les pida y, claro está, en caso de no hacerlo la expresión de la lucha del pueblo (como es ETA, ¡vaya cinismo!) saldrá reforzada y más legitimada que nunca. Por su parte, y sabiendo todo el mundo que sin autodeterminación ni territorialidad no es posible superar el conflicto, corresponderá a los agentes (partidos, sindicatos, organizaciones sectoriales, ...) mojarse y concretar sus compromisos. Y el que está en contra será enviado al infierno y el que esté a favor trabajará gratis para mí. Y como todo el mundo sabe esta iniciativa está dirigida a defender al pueblo, a los ciudadanos de Euskal Herria, y para ello le hemos asignado la tarea de situarse en la primera fila para que los agentes y partidos no pierdan esta oportunidad, para que los agentes den cuerpo a sus compromisos, para que no retrasen los pasos a dar en el proceso. Vamos, que los ciudadanos han de ser los capataces, los encargados del taller, los chivatos que denuncien quien trabaja y quien no, que ya se ocupará el patrón de las sanciones.

 

En fin, qué quieren que les diga, pues que me estoy aburriendo de tanta monserga y que lo que creo es que si la Izquierda Abertzale está montando este entramado es porque la actividad armada ha sido y es un fracaso, un fracaso soberano gracias a la mayoría de la gente de este pueblo que le ha negado su apoyo durante tantos años, (y quien no lo vea así que se acuerde del pasotismo del pueblo cuando por dos veces fue encarcelada la Mesa Nacional de HB). Y ahí es donde está el meollo de la cuestión. Con la lucha armada como elemento de vanguardia la Izquierda Abertzale ha llegado hasta donde ha llegado, pero es consciente que eso no da más de sí si es que no nos inventamos un nuevo juego en el que se busque la división de los otros y la acumulación de fuerzas en base a cantos de sirena que no tienen más objetivo que reforzar la lucha de los socialistas revolucionarios (que así se autodenominan) para objetivos poco publicitados (¿por qué será?) utilizando (como siempre) a este pueblo. Poco les importará el sufrimiento que generarán (como hasta ahora), y nos intentarán convencer de la justeza de nuestro trabajo. Han visto que trabajando únicamente ellos no pueden aspirar a mucho más. Necesitan mano de obra barata y fresca, necesitan a unos chinos para que trabajen como chinos y cobren como tales. Y a estos chinos les llaman agentes activos. Y para definir la externalización del trabajo no estratégico (evidentemente ellos mantienen la dirección y ellos son el motor) se usa el anglicismo “outsourcing”. Pero no nos olvidemos que muchas empresas (acaso la más conocida sea Nike) han sido acusadas de explotar (dentro de este outsourcing) a menores de edad, aprovechándose de la miseria de la gente. Espero que en esta época de confusión no seamos ni ñinos (con todo el respeto a los mismos) ni chinos (igualmente, mis respetos).

 

Para terminar. En el punto 3 del Pacto de Ajuria Enea se decía que el Gobierno de la Comunidad Autónoma estaba llamado a encabezar toda acción política y social frente a la violencia de cara a la consecución de la paz. Por ahora no ha sido así, pero sabemos que a finales del mes de septiembre el lehendakari Ibarretxe desvelará en el debate de política general la alternativa que planteará a los partidos para consolidar la participación ciudadana tanto en el proceso de pacificación como en el de la normalización política. Mientras tanto, se habla del mes de agosto como propicio para el trabajo de cocina, o sea, para la discreción más absoluta. Y como esto no ha hecho más que comenzar, y las fechas son las que son, que disfruten de sus bien merecidas (supongo) vacaciones.

 

 

Manu Manzisidor

 

Goiz Argi, Nº 39, agosto de 2006

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