Proceso Democrático y Ruptura Democrática
Decía McLuhan que es muchas veces necesario mirar al pasado para prever el futuro. La previsión obedece a la observación de los rasgos comunes entre el pasado y el presente, sin necesidad de caer en el mimetismo de una repetición automática. La actual tregua de ETA posee la característica de una repetición no mimética. En su larga historia, ha decretado tres treguas: la de 1989, la de 1999 y la actual. Las circunstancias que se han dado, en cada caso, son diversas. Pero ETA, y el conjunto del MLNV, han dejado claro un modo de actuar. Y han elaborado toda una reflexión acerca de esas experiencias pasadas. Este pequeño trabajo pretende mirar, desde esa perspectiva histórica y desde la perspectiva de la propia ideología del MLNV actualizada, los rasgos de lo que se viene a llamar “proceso de paz”, que es el proceso político derivado de las conversaciones PSOE-Batasuna y la proclamación por parte de ETA del alto el fuego indefinido.
No me introduciré, más que someramente, en el nuevo escenario político creado por estos dos hechos. Es remarcable la recuperación tanto de iniciativa como de cancha publicitaria por parte del MLNV desde la legalización de EHAK para las elecciones de autonómicas del 2005. Su más que probable presencia en las municipales del 2007 y presumibles beneficios penitenciarios para sus presos son otros de los pasos que se vislumbran en el horizonte. Todo ello no hubiera sido posible sin el concurso de un PSOE cuya relación privilegiada con Batasuna y con ETA, hace que sea el segundo beneficiario, aunque más problemático, de toda esta situación. La reorganización de la red política de Batasuna, bajo las bengalas de un “proceso de pacificación” (en el cual Batasuna afirma todavía no nos encontramos), es un hecho triunfal. Sus protagonistas no dejan de venderlo como una victoria propia y el augurio de futuras victorias.
En este punto haré uso del acuerdo de Lizarra-Garazi. En Lizarra-Garazi se dibujó un acuerdo político entre diversas fuerzas, pero cuyo eje eran PNV-Batasuna, que proponía una acción de gobierno de las instituciones con la exclusión de una serie de fuerzas, el PP y el PSOE. A cambio de ello se declaraba una tregua y se abría un proceso político de diversas fuerzas que caminaban en pos de la autodeterminación de los siete herrialdes de Euskalerria. Los sostenedores de este proceso serían aquellos que propondrían a los estados una resolución política del problema vasco. El PNV y EA jugaron con la interpretación equivocada de subestimar la parafernalia maximalista que le proponía ETA de montar, por la vía de hecho, una situación de ruptura con el estado, en tanto a creación de un proceso político que hiciera saltar por los aires las barreras de las demarcaciones autonómicas y de los estados. En el momento en el que el PNV y EA no accedieron a esas exigencias ETA reinició la actividad armada.
Mirando hacia atrás, vemos que el MLNV venía cocinando, desde las conversaciones PNV-Herri Batasuna de 1992, toda esta operación. La lectura puramente coyunturalista de la tregua de ETA trajo como consecuencia la miopía con la que el nacionalismo vasco no previó la ruptura de la tregua y sus consecuencias políticas. En el momento actual, Batasuna advierte claramente que “no se puede pensar en escenarios de una sola posibilidad” en tanto a que el proceso finalice exclusivamente en la pacificación o la dejación de armas por parte de ETA, “si por la otra parte no hay voluntad o no hay suficiente madurez puede suceder que el proceso de interrumpa o quede frustrado” “si no hay posibilidad por la otra parte, la izquierda abertzale proseguirá su camino de lucha”. Consciente de los males que trajo al MLNV, durante largos años, la ruptura de aquella tregua (la catástrofe electoral del 2001, la carencia de iniciativa frente al Plan Ibarretxe, la colaboración policial internacional tras el 11S, la ilegalización de Batasuna, etc) Batasuna plantea que “en ese caso, nuestra responsabilidad será situar la responsabilidad de la prolongación del conflicto en nuestro enemigo. Que la fractura política a pagar por la izquierda abertzale sea la mínima posible (...) Para que en la siguiente fase, cualquiera que sea la situación, la lucha de liberación que impulsamos y la propia izquierda abertzale sean más firmes”.
Estas palabras pertenecen a un documento de este mismo año de Batasuna denominado “La izquierda abertzale y el proceso democrático”. No debemos subestimarlas ni juzgarlas como pura propaganda, ya que el documento en su conjunto posee la cualidad de construir todo un proceso político en previsión de todos los escenarios posibles, incluido el de la ruptura del proceso. Tenemos ya indicios de ese tipo de presión, por parte del MLNV respecto al PSOE, en tanto a que este partido tenga que dar determinados pasos (como la fotografía de Patxi López con Otegi en el Hotel Amara-Plaza) bajo amenaza de suspender el proceso. Y no será por última vez. “Los pasos que den sólo los darán obligados”, afirma el documento acerca del resto de los partidos políticos vascos y españoles.
Es el estilo del MLNV. Que el gobierno socialista no prevea una ruptura de este actual proceso político más que en el sentido negativo, de responsabilizar de ello al PP, no parece una postura realista. Es verdad que la contradicción PSOE/PP debilita al gobierno español frente a ETA. Pero ETA romperá la tregua bajo sus propios cálculos políticos, entre cuyas cifras también se encuentra la inestabilidad política española. Porque, a diferencia de Lizarra-Garazi, el MLNV condiciona directamente a la política española por medio de su gobierno. Desde la pura lógica, es contraproducente que el gobierno español y el PSOE muestren a la sociedad un escenario con “salida única” cuando Batasuna, la representación de la otra parte en este tinglado, prevé varias salidas, entre ellas la de la reanudación de la actividad armada por parte de ETA. Batasuna, por si acaso, se cubre las espaldas. Y es muy capaz, como lo hizo con el PNV y con EA, de dejar postrados a sus socios socialistas en la mitad del camino.
Alargando la analogía con Lizarra-Garazi, hemos sido testigos ya una de las filtraciones periodísticas más sonadas del MLNV respecto a la intrahistoria del proceso que es la filtración de las conversaciones de ETA con el gobierno. Resulta evidente que el secretismo y la falta de transparencia benefician a la organización armada, que en cualquier momento, bajo la conveniencia de “presionar” a la otra parte, es capaz de airear el contenido de cualquier tipo de conversaciones. La filtración de las conversaciones ETA-Gobierno, aparecida en el diario GARA (10-7-2006), se corresponde, por plantear un paralelismo, con la filtración de las conversaciones ETA-PNV/EA, donde ETA planteaba la aceptación de las partes de condiciones similares. El gobierno español no ha cometido la crasa ingenuidad de firmar ningún documento, pero el espíritu de ETA es el mismo: el comprometer a la otra parte con un adelanto de los contenidos de las conversaciones. Es un medio de presión que da la medida al gobierno español de con quien se la está jugando.
Se hace necesario ver toda esta trama bajo un prisma de largo plazo que no se centre exclusivamente en coyunturas. Es verdad que el viaje compartido entre PSOE y Batasuna, de la mano de los “gestos pactados” recíprocos que anunciaba Otegi en su libro, ha reportado beneficios mutuos y, de cara al futuro, en un determinado espacio de tiempo, puede seguir teniendo esa virtualidad. Pero una serie de mutuas conveniencias tácticas no puede construir la paz en Euskadi. Sobre todo cuando el MLNV afirma que esta es una circunstancia de victoria, de firmeza y de poner en práctica su programa táctico, con independencia de los poderes, estatales o autonómicos. Es decir, es una coyuntura de poner en práctica la “ruptura”, que es, bajo la farfulla de los puntos de sus alternativas tácticas, el contenido real de su programa político.
Características del Proceso Democrático
Las declaraciones de ETA y Batasuna, al principio de todo esto, eran prudentes. No nombraron la autodeterminación más que en base de eufemismos como “la libre decisión de los vascos”. Las restricciones verbales de esos momentos iniciales dan paso ahora a declaraciones inequívocas de que “la autodeterminación y la territorialidad” son las bases mínimas para garantizar el inicio de un verdadero proceso de paz. La autodeterminación es una reivindicación siempre presente en las consecutivas alternativas tácticas que ha propuesto el MLNV a la sociedad vasca como base de su programa mínimo.
Batasuna, dentro del texto citado, clama de forma rotunda por un “proceso democrático”. Las exigencias del MLNV son las bases futuras de una democracia que actualmente, por la cerrazón de los estados y la existencia del contencioso vasco, no existe. Es importante remarcar este aspecto ideológico, dejado pasar por tantos analistas, que pretenden escrutar en la historia lejana vasca y en reivindicaciones históricas, como la de la reintegración foral, el sustrato ideológico de este movimiento. Batasuna pasa olímpicamente de cualquier alusión a derechos históricos o legitimidades pasadas y presentes del pueblo vasco y se remite a las “reivindicaciones democráticas” tal como las han entendido las organizaciones marxista-leninistas: como reivindicaciones pendientes que constituyen excelentes palancas de ruptura. Una de estas palancas más importantes es, para el MLNV, la reivindicación de la autodeterminación. La exigencia de autodeterminación sirve para negar la existencia de una democracia en Euskadi, España y Francia.
Es por ello que Arnaldo Otegi, aboga por “una segunda transición de ruptura democrática”, afirmando que de entre todos los grupos políticos de oposición al franquismo “sólo la izquierda abertzale mantiene posiciones de ruptura democrática frente al Estado”. La propuesta política del MLNV es así calificada como “alternativa de ruptura democrática”. Por esa razón, representantes del grupo EHK, integrado en Batasuna, afirman que nos encontramos en una “fase de ruptura democrática”. ¿Cuál es el significado de la “ruptura democrática” tal como la entiende el MLNV? ¿Qué relación tiene con la reivindicación de la autodeterminación?
Dicen los representantes de EHK: “somos conscientes de que un proceso revolucionario se produce con sucesivas rupturas que marcan nuevas fases en función de nuevas correlaciones de fuerzas”. La ruptura, la quiebra de la continuidad de cualquier proceso como revulsivo político, constituye una de las herramientas de un movimiento revolucionario cualquiera. El MLNV ha practicado la ruptura de diversas formas y diferentes planos. Es evidente que ante un periodo determinado en que ETA no va actuar, la ruptura adquirirá otra forma que la mera actividad armada.
Y repone EHK: “las sucesivas fases no pueden ser escenarios estancos, marcados por consensos cristalizados, que neutralicen el proceso”. Es decir, el proceso tiene que marchar más allá de la formalidad de acuerdos políticos. El citado texto de Batasuna divide en dos a este proceso: por un lado se encontraría el “el Acuerdo Democrático de Base” (denominado OHD) que es un acuerdo de diversas fuerzas políticas en torno a la autodeterminación y la territorialidad; y por otro lado, estaría la negociación política, basada en las dos mesas de negociación, la de ETA y el gobierno y la mesa de los partidos.
El OHD “será el marco donde se producirá el alineamiento de las fuerzas favorables al Derecho de Autodeterminación y donde seguirá tomando cuerpo y fortaleciéndose ese sector popular”. Y afirma: “es la activación de esas fuerzas la que hará que aparezcamos ante los estados como un pueblo”. Concluyendo que “para la izquierda abertzale el OHD recoge los principios y los mínimos del proceso y habrá que marcar con los mismos la Mesa para la Solución”. Es decir, el MLNV se está montando un organismo de fuerzas diversas con la intención de aparecer ante los estados con la legitimidad popular del pueblo vasco. Y se posiciona de tal modo en “la Mesa de Solución” que “la izquierda abertzale en esa Mesa (de partidos) más allá del peso que le corresponde en función de la aritmética electoral, será la representante de la lucha de liberación a favor de los derechos de Euskal Herria, llevará consigo esa legitimidad y esa fuerza”.
La OHD se convierte así en un instrumento de aglutinación de fuerzas, en una especie de frente unido, alrededor del cual girarán aquellos partidarios de la autodeterminación. Y es la base sobre la que establece Batasuna su legitimidad política, más allá de la fuerza que le corresponde por “aritmética electoral”, que es el valor que otorga el MLNV a este tipo de democracia representativa. Al monopolizar la exigencia del ejercicio de autodeterminación y al exigir la participación de los siete herrialdes de Euskalerria en este proceso, Batasuna está simplemente abriendo diferentes vías de ruptura. Seguirá negando la mayor al gobierno español y a cualquier interlocutor que tenga en frente. Y mientras tanto seguirá teniendo la mano libre para pactar con el PSOE ventajas tácticas mutuas durante un periodo de tiempo.
La OHD es la base sobre la que se asienta el peso político de Batasuna dentro de la Mesa de Partidos. En la Mesa de Partidos, Batasuna se erige en representante de la mayoría que quiere la autodeterminación. ETA negocia con el gobierno español. Y el MLNV se lanza a una campaña de agitación por la base, que pronto se verá reforzada por su presencia en las instituciones locales. Es por ello que Iñaki Gil de San Vicente, responsable de relaciones exteriores de Batasuna, hable de la necesidad de que “tanto las burocracias partidistas como sus bases, aunque sobre todo estas, aprendan bajo la presión de las movilizaciones que es muy contraproducente potenciar el dirigismo sustitucionista y sus métodos rastreros”.
El MLNV pretende liderar el proceso desde esos tres vértices: la exigencia popular de la autodeterminación, la lucha de masas en la base contra “las burocracias partidistas y sus bases”, y el frente negociador de las dos mesas, donde Batasuna representaría, en una, al pueblo vasco y en la otra ETA negociaría con el gobierno. Alrededor de la autodeterminación se vertebrarían fuerzas políticas y sociales, organismos de diferente tipo cuyo fin es “aparecer ante los estados como un pueblo”, con la lucha de masas por la base se agitaría la vida política vasca en torno a diversas luchas sectoriales (incineración, TAV...) y las mesas de negociación servirían para visualizar el protagonismo político de Batasuna y de ETA, arropados por una efervescencia general con luchas de diferente tipo cuyo vértice sería la lucha y la exigencia de la autodeterminación. Por ello afirma el texto de Batasuna: “La izquierda abertzale debe centrarse en los pasos que ella misma debe dar, incidiendo en la activación de la ciudadanía vasca y con una actitud constante de interpelación y emplazamiento hacia los demás agentes sociales. Es decir, desde una perspectiva ofensiva y no desde una defensiva. Tenemos todo por ganar. Debemos interiorizar que la izquierda abertzale será el motor del proceso”. Palabras como “emplazamiento” e “interpelación” (acompañadas por la de “ofensiva”) han dejado bien claro su significado en la política vasca y eso significa “presionar”, es decir, atacar y amenazar a los representantes políticos de los restantes partidos. En este frente de lucha, el MLNV no deja la violencia ni cede el carácter global de la misma derivado de la “socialización del sufrimiento”; sólo que ahora la aplica en tanto a su legitimidad por las exigencias del “proceso democrático”.
Y finalmente la exigencia de hegemonía: “la izquierda abertzale será el motor del proceso”. O no habrá proceso.
Los peligros del proceso
En este sentido, una vez más surge el paralelismo de Lizarra-Garazi. En aquella época, los partidos nacionalistas e IU estaban condicionados a no pactar con el eje constitucionalista del PP y del PSOE. Que era como que ETA y Batasuna, con esa exigencia, pretendieran conjurar lo que siempre consideran es su mayor peligro: la posibilidad de un acuerdo entre PNV y PSOE.
Por ello dice el texto de Batasuna: “El mayor de los peligros puede venir de fuerzas políticas como el PNV y el PSOE de que quieran volver a imponer a Euskal Herría un nuevo ciclo autonómico, limitando el proceso a una reforma estatutaria, a través de un proceso unilateral de acuerdo entre ambos”. Ni la represión, ni la caída de comandos, ni la situación de los presos, ni la ilegalización, ninguna de esas cosas es tan peligrosa como la formación de una mayoría no hegemonizable por Batasuna y la salida política que tal mayoría pueda pactar por sí misma. Y es que “la autodeterminación y la territorialidad” son las bases mínimas que pone Batasuna como condiciones de un diálogo político que pueda derivarse en una borrosa paz. En función de pretender representar al pueblo vasco mediante esa reivindicación se arroga con el poder a veto.
Y digo borrosa paz porque las exigencias de Batasuna respecto a lo que debiera de ser la negociación con ETA y con el gobierno español nos deja dudas acerca de quien se tiene que desarmar y quien se tiene que desarmar primero. Ya que, según el texto de Batasuna, “la expulsión de Euskal Herria de las fuerzas armadas de ocupación es condición democrática para que la ciudadanía vasca pueda vivir en paz y en libertad (...) De otra forma no hay solución, no hay paz”. Y redundando en ello y matizando que no se refiere sólo a la guardia civil, a la policía nacional o a la gendarmería francesa: “sin desactivar la Ertzaintza como cuerpo represivo no hay posibilidad de asegurar una situación de paz”.
También en la negociación entre ETA y el gobierno español, el “desarme” se refiere a las otras partes y no se menciona el desarme por parte de ETA. También en este ámbito, la mesa de negociación vendrá acompañada de movilizaciones populares en torno al “alde hemendik!”.
El esquema que tiene el MLNV respecto al “proceso democrático” parece bastante nítido. La exigencia de desarme por parte de los estados y del gobierno vasco y la autodeterminación y la territorialidad como exigencia de un programa mínimo, así como la movilización popular y la presión desde la base, son las coordenadas sobre las que se quiere que transcurra. El texto de Batasuna no nos habla de posibles pactos post-electorales con el PSOE, en el caso de elecciones municipales o autonómicas, pero es algo que no debemos descartar dado que este proceso se está alimentando (y se alimentará para que dure) de la coincidencia de las conveniencias tácticas de ambas formaciones políticas. Pero, advierte Batasuna: “la izquierda abertzale no puede quedarse mirando a nadie, ni a los pasos de los demás agentes, ni a lo que los estados puedan hacer. Se debe evitar de todo atisbo de dependencia respecto a otros agentes. La izquierda abertzale impulsará el trabajo conjunto, pero al mismo tiempo, desarrollará su propia dinámica sin ningún tipo de limitación ni de complejos”. Es posible, de esta forma, una colaboración política con el PSOE en ámbitos de responsabilidad institucional, mientras Batasuna moviliza al MLNV y a la OHD y va poniendo los cimientos de una acción destinada a “levantar los topes que, a día de hoy, los estados tienen establecidos”.
Haríamos mal en considerar el maximalismo del MLNV como una forma de lavarse la cara. El MLNV actualiza sus planteamientos de siempre, los aplica con un diferente sujeto político, el PSOE, y otro diferente referente institucional, el gobierno español, establece una fiscalización de las relaciones entre los partidos donde, como en Lizarra-Garazi, se trata de que el PNV y el PSOE no lleguen a ningún acuerdo propio (condicionando el devenir del proceso de paz). Finalmente, el MLNV establece una serie de condiciones políticas que son a todas luces inasumibles por el PSOE y habla claramente de la posibilidad de reanudación de la actividad armada de ETA.
Que Batasuna retome el histórico concepto de “ruptura democrática” tiene sentido en ese contexto. La ruptura democrática consistía en que el gobierno franquista tuviera que ceder no sólo sus instrumentos políticos sino sus instrumentos coactivos a las formaciones democráticas emergentes. Significaba que el antiguo régimen perdía su continuidad. De ahí la ruptura. Batasuna actualiza esos objetivos en su múltiple propuesta negociadora al exigir autodeterminación/territorialidad y la retirada de las fuerzas policiales. La ruptura queda visualizada en tres ámbitos: en el político (exigencia de autodeterminación) en el social (presión por la base) y en el militar (exigencia de retirada de todas las fuerzas policiales).
La función de estas rupturas no es, primariamente, la consecución de ningún derecho, y tampoco el de autodeterminación; es marcar un horizonte de rompimiento con el actual régimen democrático español, francés y vasco. Mientras tanto proseguirá la labor de zapa de acogotar a las instituciones vascas desde la base, desde la representación política y desde las posibilidades negociadoras que le otorga su relación privilegiada con el PSOE. Sin olvidar que tiene a este en sus manos no porque el PSOE haya hecho dejación de cualquiera de sus ideales constitucionalistas (tal como le acusa el PP), sino porque la construcción conjunta y la venta del “proceso de paz” se encuentra al albur de las consideraciones de un partido, como Batasuna, que explícitamente se niega a ser asimilado por el actual sistema político y que jura que en ese juego ganará la partida.
¿Quién podría decir que ETA jamás vaya a atentar de nuevo o que no vaya a haber ningún asesinato más? ¿Qué no vaya a romper la tregua, aunque de forma temporal, tal como lo hizo el IRA en su propio proceso de paz? ¿O qué no vaya a surgir algún grupo armado, como pasó en Irlanda con el IRA-auténtico, donde los más partidarios de la guerra puedan ejercer a sus anchas? Mientras tanto, la extorsión y la kale borroka siguen perdurando. Todos estos factores son otras tantas formas de presión o amenaza que penden ahora sobre la cabeza del gobierno español. Lizarra-Garazi no es tampoco, en este sentido, un precedente alentador.
Imanol Lizarralde
Goiz Argi, Nº 39, agosto de 2006
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