LA INCONSISTENTE ALIANZA DE CIVILIZACIONES. Zapatero no estuvo en Ratisbona
La foto de Zapatero en Estambul junto a Erdogán y Jatamí, para presentar a bombo y platillo su Alianza de Civilizaciones, es algo más que un poema. Si no fuese por la eficacia mediática del disfraz de lo políticamente correcto, sería evidente la vacuidad de este proyecto; más aún, sería transparente la irrisión que provoca en el mundo islámico.
Ciertamente, Zapatero no estuvo en Ratisbona, pero tampoco ha leído el discurso del Papa en la universidad de la bella ciudad bávara. En esa ocasión, Benedicto XVI explicó magistralmente por qué un Occidente racionalista y laicista, que ha reducido brutalmente el uso de la razón y ha desterrado a la religión al ámbito de las subculturas, no podrá jamás llevar a cabo un verdadero diálogo con el Islam. Eso será imposible, por más fotografías que se haga Zapatero con todos los mulás del ancho mundo, precisamente porque "las culturas profundamente religiosas del mundo consideran que la exclusión de lo divino de la universalidad de la razón constituye un ataque a sus convicciones más íntimas". Por cierto, Erdogan y Jatamí saben eso perfectamente, aunque les conviene explotar la simpleza culpable de un Occidente perfectamente representado en la sonrisa vacía de Zapatero.
Si se trata de "acercar Occidente y el Islam", como repica la trompetería laica de los telediarios, habría que empezar por curar nuestra cultura occidental de su enfermizo desprecio antirreligioso, y para eso Zapatero no es el mejor galeno. Lo patético del caso es que esa cultura que encarna el presidente español ha secado su "órgano religioso" y así se ha hecho sorda y ciega para el diálogo que dice querer entablar. Quien pretende erradicar el cristianismo de la esfera pública, quien considera la dimensión religiosa del hombre poco más que un hobby, cuando no una patología, ¿cómo puede acercarse a quienes consideran la religión el centro de toda la vida social, cultural e incluso política?
Claro que, bien mirado, el resultado que avala el quinteto de Estambul (nos faltan por citar a Mayor Zaragoza y Kofi Annan) tiene su lógica. Dado que ese Occidente representado por Zapatero no puede entrar en un verdadero diálogo con ningún aspecto del Islam, el documento de marras se dedica a establecer diques virtuales para impedir que explote la tormenta. Y así, para que el interlocutor musulmán no se enfade, se propone la autocensura de periodistas, intelectuales y líderes religiosos. Qué inapropiado Benedicto XVI citando al Paleólogo, claro. Qué molesto al recordar que el respeto a las respectivas identidades es condición sine qua non para el diálogo. Y sobre todo, qué inoportuno al reclamar libertad religiosa y reciprocidad en los derechos para todos.
Sin embargo, ni Zapatero, ni Mayor Zaragoza, ni Kofi Annan se han acordado de estas cosas a orillas del Bósforo. Y eso que en la propia Turquía, paradigma de lo que podría ser un eventual estado democrático de mayoría musulmana, no faltan motivos para la preocupación. Las minorías religiosas carecen de una tutela efectiva de sus derechos, la presión del islamismo radical es creciente y las libertades civiles son poco más que un intento débil e incipiente, sin restar importancia y mérito a los esfuerzos que una parte de la sociedad turca desarrolla desde hace décadas.
En todo caso, ya que Zapatero era el único líder de la UE en el happening de Estambul, podía haberse hecho cargo de las denuncias de su colega, el Presidente Papadopoulos de Chipre, que acaba de documentar ante el Papa la destrucción de 350 iglesias en la zona norte de la isla, ocupada por Turquía desde 1974. Una molesta denuncia, que era preferible censurar para no echar sombra sobre tan melosa como ficticia Alianza. Mientras tanto, esperamos la llegada de Benedicto XVI a tierras turcas, para profundizar en el verdadero diálogo que nuestros tiempos necesitan y esperan.
José Luis Restán
Libertad Digital, suplemento Iglesia, 16 de noviembre de 2006
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