Zapatero hace milagros en Madrid y Navarra se defiende en Corella
No sabría decirles, la verdad, si Zapatero ha hecho un milagro, una vez más. La verdad es que ha sido un fin de semana intenso, lleno de esperanza aunque también de riesgos para el futuro de nuestro país.
España ha cambiado. Durante mucho tiempo, sólo con tumultuosas excepciones, los partidarios de cambios revolucionarios habían dominado las calles y sus rivales –incluso siendo mayoría- habían permanecido callados y sumisos. El defecto histórico de la derecha española, junto a la nostalgia, la falta de elaboración doctrinal y el personalismo, ha sido la pasividad, en una tradición "institucionalista, providencialista, mesiánica y pasiva". Y todas las consecuencias inevitables al enfrentar eso con una izquierda antinacional y revolucionaria, pero constante y activa.
Mariano Rajoy lidera hoy un centroderecha político que encabeza una gran base social. Una derecha plural y de múltiples expresiones, capaz de tomar la calle contra la rendición del PSOE ante ETA. No es ya un partido técnico sino la única esperanza de más de media España, plural en contenidos y en orientaciones. Rajoy puede y debe ganar su apuesta, y el sábado se demostró su potencia en Madrid. Zapatero no puede movilizar nada parecido. El riesgo para Rajoy, por supuesto, es múltiple, y viene desde la complacencia por lo ya logrado hasta la tentación de pensar que la derecha española es uniforme, cuando no lo ha sido jamás. Apostar por una sola de las ideas que confluyeron el sábado en las calles de la capital sería regalar la victoria a Zapatero, y desaprovechar el milagro que éste ha hecho posible en la derecha española.
Mientras tanto, ayer, en Corella, Unión del Pueblo Navarro celebró su fiesta anual, unas mil y pico personas, buena convivencia, una misa y un discurso del presidente Miguel Sanz. Palabras firmes del presidente, jotas, y en el corazón de todos unos bertsos en eusquera de Pello Urquiola, para que luego los bienpensantes se avergüencen de mis amigos de Leiza. Todo muy bueno y necesario, porque al menos la mitad del destino de España se va a dirimir en y por Navarra. Tal vez no sea bastante; y no es un reproche a la cuidadosa tarea de organizar estas cosas desde el único partido que resiste en Navarra. Es simplemente la constatación de que oponer sólo una alegre comida familiar a la anulación de la identidad milenaria de Navarra es lo mismo que confiar a unas cuantas manifestaciones ocasionales la derrota de un plan de demolición de España. Todo muy bien, pero según se acerque la hora de la verdad hará falta más.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 27 de noviembre de 2006
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