Islam providencial
Sorprendentemente, la penetración del islam en Europa inocula ideas laicistas en muchos cristianos sinceros. No obstante, es posible que una reflexión sobre el sentido histórico del mahometismo nos depare una sorpresa mayor.
El 5% de los europeos es musulmán. La cifra se ha triplicado en los últimos treinta años, y pasará del 10% en 2020. ¿Cuál es la actitud de los cristianos ante este fenómeno? Algunos ven en el islam un enriquecimiento del multiculturalismo europeo; así los sindicatos cristianos de Holanda, cuya propuesta de sustituir el Lunes de Pascua por la “fiesta del azúcar” mahometana está muy cerca del relativismo secularista. Otros cristianos defienden el control político sobre el islam -al estilo del Consejo Francés de culto Musulmán creado por el católico Sarkozy-, adhiriéndose de este modo al principio laicista de subordinación de la religión al Estado. Finalmente, muchos cristianos apoyan la prohibición del pañuelo islámico en la escuela pública, junto a otras restricciones de la libertad religiosa afines al secularismo. En definitiva, por temor al empuje del islam no pocos cristianos se entregan -quizá sin saberlo- al credo laicista.
Esta reacción cristiana hacia el mahometismo es novedosa. Hasta hoy, como atinó J.G. Herder, Europa había considerado el islam como “la intriga secundaria en la historia de la cultura europea”. Lo explicó bien hace unos años el arzobispo de Granada, Javier Martínez, en la Real Academia de Historia: “el islam es para el mundo cristiano, desde sus orígenes, una «pro-vocación» y una vocación; una acusación y, al mismo tiempo, un desafío; el reto permanente a una purificación de su identidad”. Sorprende, por tanto, comprobar que donde hoy muchos cristianos encuentran una excusa para abandonar la fe, durante doce siglos hallasen motivos para acendrarla.
Efectivamente, no es la primera vez que el islam se lanza sobre Europa. Lo hizo físicamente desde el s.VIII, cuando el Mediterráneo casi fue lago de califas. Lo hizo espiritualmente en el s.XIII, cuando Averroes anegó las cátedras europeas. Pero Europa era la Cristiandad, y tenía una buena noticia que comunicar. Por eso Santo Tomás de Aquino derrotó en París al averroísmo y sublimó en las Sumas la filosofía católica. Se crearon colegios de lenguas orientales para evangelizar a los sarracenos. San Francisco de Asís se plantó en Egipto y predicó en la tienda del sultán. Raimundo Lulio soñó la conversión del islam, y pasó varias veces a Túnez hasta morir apaleado por predicar a los moros. Por consiguiente, parece que el islam contribuyó providencialmente a la perfección del cristianismo; y cuando se recuperó lo arrebatado, el entusiasmo cristiano cruzó los océanos y llevó la fe a nuevos continentes.
Hoy Europa no es la Cristiandad, sino Occidente, nombre de ocaso. Hoy el secularismo no es el remedio, sino la enfermedad que ha dejado a Europa tuerta y tullida. Hoy el cristianismo, la buena nueva, es para muchos inerte tradición cultural. Pero hoy, pronto, será Navidad, y nos nacerá Cristo de nuevo, y verán los ciegos y andarán los cojos, y Europa dirá con Raimundo Lulio: “He aprendido el árabe; he viajado muchas veces para predicar a los sarracenos. Detenido, encarcelado y azotado por la fe. Ahora soy viejo, ahora soy pobre; pero no he cambiado de propósito y permaneceré en el mismo, si el Señor me lo concede, hasta la muerte”. Y hoy el islam regresará a Europa para que lo evangelicemos de nuevo.
Publicado por Guillermo Elizalde Monroset el 15-12-2006 en www.fundacionburke.org
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