¿Habrá un 24-M en Navarra como hubo un 11-M en Madrid?
Tres años después de las últimas elecciones generales ha empezado el juicio por los atentados del 11-M. Todo está en duda sobre los autores, los mandantes y los medios, pero una cosa es segura: hubo un acto violento destinado a influir en las elecciones que se habían de celebrar tres días después, y efectivamente influyó. Nada es igual en la vida pública española desde entonces, y sobre todo existe la posibilidad de que la violencia vuelva a intervenir decisivamente en política.
Es más: en Navarra ya estamos seguros de que habrá violencia en la política, aunque no sea con la forma sangrienta de un atentado masivo. Ante las elecciones del 27 de mayo el terrorismo y sus objetivos son un elemento consolidado del paisaje. Todos los proyectos y deseos de un futuro sin ETA se han quedado en nada: la banda terrorista condiciona desde fuera las decisiones de los políticos y los mensajes de los partidos, la violencia ha llevado a Zapatero a la mesa de negociaciones, la tensión se palpa en las calles y en los debates y hay un proyecto de "todos contra UPN" muy similar a la arremetida de "todos contra el PP" que dejó a Mariano Rajoy fuera de La Moncloa en aquellos días decisivos.
Para llegar a esto, en Navarra, no hemos necesitado doscientos muertos de golpe, porque nos han bastado mil en pequeñas dosis multiplicadas por las insidias de la mentira, la difamación y el rencor. ETA dirige la orquesta del chantaje –paz por territorios, en suma-, y lo de menos es si llega a haber candidaturas de Euskal Herria Berria o de Ezker Abertzalea. Bastan su amenaza, sus votos y sus exigencias, que ya están encima de la mesa. El resto lo hará la izquierda democrática, dispuesta a unirse con quienes culpan del terrorismo a quienes siempre lo combatieron, a quienes fueron sus víctimas, a quienes nunca han aceptado ceder. Estamos a punto de disfrutar de un 11-M fashion, cortesía del PSN.
Comparto, qué duda cabe, el deseo de Enrique de Diego de una regeneración en la derecha sociológica, así como su disgusto por la vulgata liberal, si es monocarril, y por el estilo soviético, si no ha cicatrizado por completo. Pero creo que los errores del PP antes, durante y después del 11-M nos deben llevar, a todos los que desde cualquier puesto combatimos el proyecto nacionalista vasco en Navarra, a hacerlo mejor. La primera trinchera son las urnas; tras ellas, pase lo que pase, dos necesidades se imponen: el examen de conciencia sobre errores, renuncias y claudicaciones vergonzantes de las últimas legislaturas, y la resistencia cívica desde el centro de la sociedad navarra. Esto ya no es ni un juego ni un negocio, sino una cuestión de vida o muerte para la Navarra foral y española.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 1 de marzo de 2207
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