La ideología de género II
Esta ideología se va extendiendo en la cultura y en las leyes de España y de otros países, con graves consecuencias para la mujer, para el matrimonio, la familia y la educación de los hijos. ¿En qué consiste, cuáles son sus antecedentes, en qué se apoyan para difundir esas ideas: qué hay de cierto esas experiencias? Comenzaremos por recordar los aspectos principales de la antropología bíblica y terminaremos con algunas consideraciones sobre la defensa de la persona humana, tanto de la mujer como del hombre.
6. Antecedentes de la ideología de género
Estas ideas tienen antecedentes en la ideología neo-marxista, por su visión distorsionada de la realidad, que analiza a través de los esquemas de lucha de clases. De hecho, Federico Engels, en su libro El origen de la familia, propiedad privada, estado, sostiene que “el primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en el ámbito del matrimonio monógamo; y la primera opresión de clase, con la del sexo femenino por parte del masculino” . De ahí que las feministas de género no busquen, en el fondo, la mejora de la situación de la mujer, lo que es noble y necesario siempre que existan situaciones de injusticia en el ámbito familiar, profesional, etc. “Lo que se busca –ya lo hemos dicho—es la anulación de lo femenino y lo masculino en cuanto condición dada por la naturaleza humana. Sin embargo, no se puede desnaturalizar al ser humano sin cargar con las consecuencias graves que de ello se derivan” .
Para los marxistas clásicos, el sistema de clases –según la Dra O´Leary- desaparecería cuando se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, la mujer entrara en el mundo laboral, los niños estuvieran cuidados por el Estado y se eliminara la religión. Las feministas de género opinan que los marxistas fracasaron porque se concentraron en soluciones económicas, sin atacar directamente a la familia, que según ellas es la verdadera causa de las clases .
Según Mons. Reig Plá, actualmente Presidente de la Subcomisión Episcopal Española de Familia y Vida, se debe tener también en cuenta como antecedente la revolución sexual de los años 60: “se reúnen los peores aspectos del pensamiento marxista y neoliberal radical respecto a la sexualidad, la persona y el matrimonio”; y el influjo del existencialismo ateo de Simona de Beauvoir: ¡No naces mujer, te hacen mujer”!, escribía en 1949.
Con la revolución sexual, primero se separa la sexualidad del matrimonio (el llamado “amor libre”). También se separa la sexualidad de los hijos (anticoncepción y después el aborto). Sigue la sexualidad sin amor (sexo, pornografía, prostitución). Luego la “producción” de hijos sin relación sexual (fecundación “in Vitro”). Por último, la cultura unisex y el feminismo radical separa la sexualidad de la persona: ya no hay varón y mujer; el sexo es un dato anatómico sin relevancia antropológica; el cuerpo ya no “habla” de la persona ni de la complementariedad sexual que expresa la vocación a la donación, por amor.
La ideología de género debe gran parte de su difusión al movimiento pseudoreligioso sincretista, de influencia oriental “La Nueva Era” (New Age), y al movimiento gay. La Nueva Era es contraria al cristianismo; niega verdades fundamentales como la divinidad de Jesucristo y de la Iglesia. Es como una religión a la carta en la que cada uno escoge lo que le interese. Se presenta como una nueva religión, una nueva era a la que el mundo debe llegar en la que todo será libertad, felicidad y progreso. Su influencia es mayor en Estados Unidos . En cuanto al movimiento gay, difunde esta ideología porque les interesa una sexualidad completamente libre, no ligada a la naturaleza. Asociaciones poderosas como la Federación Internacional de Planificación Familiar también la han acogido y apadrinado, por su relativismo moral. Y han conseguido que esté presente en los foros de las Naciones Unidas y en algunas leyes del Parlamento Europeo, y en España.
Formas diversas de relaciones afectivas o sexuales han existido siempre (concubinato, adulterio, homosexualidad…), pero de ordinario esas situaciones eran consideradas por todos como no legítimas, no válidas, inmorales. Hoy, por un planteamiento ideológico, algunos pretenden equiparar alguna de esas formas al matrimonio y a la verdadera familia.
Habrá que insistir en la realidad humana del matrimonio y la familia: un hombre y una mujer que se quieren, que se han entregado el uno al otro de por vida en el matrimonio, y que fruto de ese amor tienen hijos a los que educan, y viven unidos. A veces el núcleo familiar se amplía con los abuelos y otros parientes. Y ese núcleo familiar es esencial para aprender los valores cívicos fundamentales, para la atención de los niños y los mayores, para la estabilidad de la sociedad, etc.
Por esta clara e importante repercusión social es por lo que el matrimonio necesita ser protegido por las leyes. Mientras que las relaciones sexuales de dos personas del mismo sexo no tienen relevancia social, porque no generan nuevas vidas, como no la tienen tampoco las relaciones sexuales de dos personas de distinto sexo, vivan juntas o no, mientras sea una mera situación de hecho, sin el compromiso de estabilidad y apertura a la vida propia del matrimonio. Por eso son situaciones esencialmente distintas al matrimonio y no deben equipararse a él, ni tienen porqué tener, en principio, un reconocimiento civil, aunque pueda estudiarse alguna fórmula para proteger posibles derechos que pudieran derivarse de una convivencia prolongada, lo que podría ser aplicable también a otras convivencias que no tuvieran una finalidad sexual, sino de ayuda, etc.
7. La teoría errónea del Dr. Money
El Dr. John Money, de la Universidad John Hopkins de Baltimore (USA) comenzó a usar la palabra género como la conciencia individual que de sí mismo tiene una persona, que puede ser de hombre o de mujer independientemente de su sexo biológico. Dependerá, decía, de cómo haya sido educado. Además, sostenía que se podría cambiar el sexo de una persona Y que a los niños nacidos con órganos genitales ambiguos se les podría asignar un sexo diverso del genético mediante una operación quirúrgica. En 1972 intentó demostrarlo con el caso de un gemelo monocigótico, varón, al que habían destruido el pene en una operación de circuncisión. El Dr. Money aconsejó a los padres que le castrasen y le educasen como si fuese una niña. Publicó un libro – Man and Woman, Boy and Girl- en el que decía que había sido un éxito: explicó que el niño se había adaptado perfectamente a la identidad femenina, mientras que su hermano homocigótico, varón, se desarrollaba como tal. Por tanto, parece que había demostrado que la educación puede cambiar la naturaleza. En la década de los años 70 las feministas apoyaron este caso a su favor.
Pero años más tarde, en 1997, otro médico, el Dr. Milton Oiamond, experto en el efecto prenatal de la testosterona sobre la organización cerebral, reveló que el Dr. Money no había referido fielmente el resultado del caso de los gemelos. Y publicó sus resultados en una revista pediátrica . El Dr. Oiamond logró conectar con el terapeuta que había atendido al gemelo y descubrió que el niño, a medida que fue creciendo, no aceptó nunca que fuera una niña y nunca se había adaptado al papel femenino. A los 14 años mostró tendencias suicidas. Uno de los terapeutas que tuvieron que ayudarle impulsó a los padres a revelarl3 la verdad. Se sometió a operaciones quirúrgicas reconstructivas del pene, muy complicadas, y se casó .
Investigaciones sucesivas sobre el desarrollo cerebral han demostrado que, ya antes del nacimiento, los cerebros masculinos y femeninos son notablemente diversos, lo que influye, entre otras cosas, en el modo en que el recién nacido percibe visualmente el movimiento, el color y la forma: según estos estudios, se puede hablar de una “predisposición biológica” de los niños hacia juguetes típicamente masculinos y de las niñas hacia juguetes típicamente femeninos.
Otros estudios hacen ver la importancia de la relación entre madre e hijo durante el primer mes de vida. Un vínculo sólido entre la madre y el hijo es muy importante para el desarrollo emotivo .
Los que defienden la ausencia de diferencias significativas entre niños educados por uniones homosexuales y niños educados por padres naturales en el matrimonio, se basan en unos estudios que, según diversos expertos, carecen de validez: el prof. Lylnn Wardle afirme que “la mayor parte de los estudios sobre los padres homosexuales se basa en investigaciones cuantitativas que no merecen crédito, pues están viciadas desde el punto de vista metodológico y analítico (algunas son de una calidad poco menos que anecdótica) y proporcionan una base empírica demasiado débil para determinar políticas públicas. Por otra parte, muchos estudios confirman cómo la presencia de un padre y una madre mejora el bienestar de los hijos .
8. En defensa de la mujer, y del hombre
La Iglesia tiene el grave deber de defender cuanto afecte a la dignidad de la mujer y de toda persona humana, y por tanto a la vida humana desde su concepción, al matrimonio, a la familia, a la moral sexual, etc. De ello depende en gran parte, entre otras cosas importantes, la verdadera paz en el mundo. Lo ha recordado Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Paz del 2007: “Es preciso –decía- dejarse guiar por una visión de la persona no viciada por prejuicios ideológicos y culturales, o intereses políticos y económicos, que inciten al odio y a la violencia (…) Pero hoy la paz peligra no sólo por el conflicto entre las concepciones restrictivas del hombre, o sea, entre las ideologías. Peligra también por la indiferencia ante lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre. En efecto, son muchos en nuestros tiempos los que niegan la existencia de una naturaleza humana específica, haciendo así posible las más extravagantes interpretaciones de las dimensiones constitutivas esenciales del ser humano. También en esto se necesita claridad: una consideración “débil” de la persona, que dé pie a cualquier concepción, incluso excéntrica, sólo en apariencia favorece la paz” .
También el Santo Padre, en su discurso a la Curia Romana de finales de año, ha insistido en que “las funestas teorías que quitan toda importancia a la masculinidad y a la feminidad de la persona humana, como si se tratara de un hecho puramente biológico” llevan a “una depreciación de la corporeidad, de la cual se sigue que el hombre, al querer emanciparse de su cuerpo –de la “esfera biológica”- acaba por destruirse a sí mismo”. Son palabras fuertes, pero desgraciadamente ciertas, comprobables. Y contra los que pretenden que la Iglesia no se pronuncie sobre estos temas, afirma: “si nos dicen que la Iglesia no debería entrometerse en estos asuntos, entonces podemos limitarnos a responder: ¿Es que el hombre no nos interesa? Los creyentes, en virtud de la gran cultura de su fe, ¿no tienen acaso el derecho de pronunciarse en todo esto? ¿No tienen –no tenemos- más bien el deber de alzar la voz para defender al hombre, a la criatura que precisamente en la unidad inseparable de cuerpo y alma es imagen de Dios?
Como escribe la Dra. O´Leary, “cuando las sociedades estimulan el sexo fuera del matrimonio, el aborto, la mentalidad anticonceptiva y el divorcio, quien sufre las consecuencias es la mujer. Cuando se respeta el matrimonio, y la castidad es la norma, se salvaguarda la dignidad de la mujer (…) Una lucha interminable entre clases sexuales, no llevará a la liberación de la mujer. Una antropología desviada, que ignore las diferencias entre lo sexos, deja a la mujer en la no envidiable situación de tratar de imitar la conducta masculina o de gastar sus energías en el vano intento de transformar al hombre en pseudos -mujer” Por el contrario, debe haber una colaboración fructuosa entre los dos sexos, diversos y a la vez con igual dignidad. “Dios, que creó al ser humano varón y mujer, que instituyó el matrimonio y la familia, y dictó las leyes que gobiernan la moral, es incapaz de injusticia. Por tanto, las mujeres no tienen nada que temer de una cultura que comprende y respeta las diferencias entre hombres y mujeres”
Juan Moya
Doctor en Medicina y en Derecho Canónico
Primera parte del ensayo:
La ideología de género II
Notas al pie:
12. cfr. Dale O´Leary, El feminismo de género, oc.
13. Genara Castillo, Universidad de Piura (Perú), Boletín “desdelcampus”, febrero, 2003
14. cfr. S. Firestone, The Dialectic of sex (New York, 1970), 12 (citado más arriba: cita n. 3).
15. cfr. Entrevista a Mons. Juan Antonio Reig Plá, Alba, II.2005
16. Para una información detallada, cfr. Consejo Pontificio de la Cultura y Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Jesucristo, portador del agua de la vida. Una reflexión cristiana sobre NEW AGE, Ed. Palabra, 2003.
17. Para una información más detallada, cfr. El feminismo de género, o.c.
18. cfr. Milton Oiamond and H.K. Sigmudson, Sex Reassignment at Birth: A long Term Review and Clinical implications, Archives of Pedriatrics, n. 151, marzo, 1997, pp. 298-304
19. La historia de estos gemelos está recogida en John Colapinto, As Nature Made Him, Harper Collins, Nueva York 2000, po. 69
20. cfr. Gerianne Alexander, An Evolutionary Perspectiva of Sex-Tiped Toy Preferente: Pink, Blue and the Brain, Archives of Sexual Behavaior, vol. 32, 1, febrero, 2003, págs. 7-14
21. cfr. Shore, Affect Regulation and the Origin of Self. The Neurobiology of Emotional Development, p. 540.
22. cfr. Lynn Wardle, The Potencial Impact of Homosexual Parentign of Children, University of Illinois Law Review, 833, 1977.
23. Ronald Rohner and Robert Veneziano, The Importante of Father Lave: History and Contemporary Evidence, Review of General Psychology, diciembre, 2001, vol 5l, n. 4, ág. 382-405.
24. Benedicto XVI, Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, 8-XII-06, n. 10 y 11
25. Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana, 22-XII-2006
Juan Moya
Dr. en Medicina y en Derecho Canónico
Análisis Digital, 5 de marzo de 2007
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