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El "genocidio educativo" de la LOGSE, al descubierto*

El "genocidio educativo" de la LOGSE, al descubierto* Los temas de educación preocupan a la sociedad y ocupan cada vez más espacio en los medios informativos, una vez que la violencia hace su entrada en escena. ¿Cómo empezó todo?

A veces no se valoran las cosas adecuadamente.

Se le censuran más a Felipe González los años de la corrupción -que, felizmente, sólo duró unos años-, que haber nombrado ministro de Educación en 1982 a José María Maravall -los efectos de cuyas primeras reformas pervivirán décadas-.

Se critica que Javier Solana pasara del OTAN, de entrada, no a ser secretario general de la OTAN (como si Adolfo Suárez no hubiese pasado de ministro secretario general del Movimiento a capitanear la Transición), más que haber firmado en 1990 la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE), que nos ha situado a la cabeza del fracaso escolar del mundo desarrollado, constatado en los Informes PISA.

 

Todavía se le reprocha a Alfredo Pérez Rubalcaba una frase de unos segundos en la jornada de reflexión del 13-M (oportunidad de manipulación que casi cualquier político del mundo habría aprovechado), y se olvidan sus once años decisivos en el Ministerio de Educación, en todos los niveles jerárquicos del mismo -de técnico a ministro-, fraguando dicha ley.

 

El dedo acusador y la pluma descriptiva

 

Afortunadamente, hay libros como el de Pascual Tamburri que nos refrescan adecuadamente la memoria y sitúan las cosas en su verdadera dimensión. Además de colaborador en Elsemanaldigital.com, el autor de Genocidio educativo. Las víctimas y verdugos de la LOGSE tiene cursadas tres licenciaturas universitarias y un doctorado (en Historia) y es profesor de enseñanza media en un instituto público de Navarra. O sea, que sabe de lo que habla cuando de educar se trata, porque además lo hace por vocación.

 

Sobre los perniciosos efectos de la LOGSE (que no es cosa del pasado, pues sobrevive en la LOE de María Jesús Sansegundo) se han publicado en los últimos años excelentes ensayos. Recordemos en particular los de Mercedes Rosúa, Mercedes Ruiz Paz, Alicia Delibes o Javier Orrico, o los muchos editados por el benemérito Grupo Unisón. El de Tamburri añade algo más, en la medida en que es una descripción del "tipo humano" que la LOGSE se propuso fabricar.

 

"Chicos LOGSE" frente a "freakies"

 

En estas páginas, de estilo ágil y periodístico, el autor analiza el mundo educativo desde el punto de vista de "las víctimas", esto es, los alumnos "indebidamente contentos de haberse conocido a sí mismos", al tiempo que "evidentemente destinados a una vida dura que aún lo será más por la deformación educativa" a la que han sido sometidos.

 

A lo largo de Genocidio educativo desfilan, pues, tres categorías humanas principales: el alumno LOGSE, el profesor funcionarizado al que ha dado lugar la ley Maravall-Solana-Rubalcaba-Sansegundo,

y una rara avis del sistema educativo, el alumno que pugna, casi siempre de forma inconsciente y por puro sentido del deber y del esfuerzo, por salir del círculo vicioso en el que le encierra dicho sistema.

 

Es quizá a este extraño ser (al que denomina "el pardillo", sin el más mínimo asomo peyorativo) al que se dedican las partes más importantes de la obra: considerados auténticos freakies por sus compañeros de aula, son adolescentes que "por alguna razón -edad, casualidad, entorno, vigor interior-" son "en todo o en parte impermeables a la Weltanschauung LOGSE". Tamburri los encarna en la figura del montañero, por su arrojo ante las dificultades y el apego a los aires limpios. "El pardillo es la prueba viva de que el modo moderno de vivir no es el único, y de que puede no ser el mejor", razón por la cual "es a un tiempo despreciado, temido y cazado".

 

Se aprecia enseguida la dilatada experiencia del autor al valorar la difícil presencia del refractario en el seno de un grupo formado según los patrones educativos de la ley, "expresión sincera, juvenil y radical de una sociedad que se define sin pudor como hedonista y materialista": a saber, "el individualismo anticomunitario, el egoísmo antijerárquico e indisciplinado, el veleitarismo desleal, la falsedad, el inmanentismo, el materialismo y el culto idolátrico al placer inmediato basado en el capricho subjetivo".

 

El capítulo IV, que hace las veces de epílogo, incluye una valoración general de lo que esta ley ha supuesto en España desde 1990. Pese al tono crítico general, no pierde la objetividad (ni todo en la LOGSE es malo, dice, ni le son achacables todos los males de la educación), ni cae en la nostalgia de un pasado de regreso imposible. No se trata sólo de que la ley desaparezca jurídicamente, sino de que desaparezca "moralmente", a partir de "una nueva percepción de la vida y de las cosas". La solución, concluye, pasa por las víctimas.

 

"Alzaos", les pide. Y un maestro vocacional como Tamburri tiene presentes -se nota-, como destinatarios de ese imperativo, los rostros de todos y cada uno de sus alumnos. Es el colofón de una gran obra para pensar y, sobre todo, para actuar.

 

(*) Pascual Tamburri. Genocidio educativo. Las víctimas y verdugos de la LOGSE. Áltera. Barcelona, 2007. 206 pp. 19 €

 

Carmelo López-Arias

El Semanal Digital, 1 de abril de 2007

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