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Imaz

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PRODUCE cierta inquietud ver al personal tan entusiasmado con las paparruchas de Imaz, que no es precisamente el oráculo de Delfos. Porque, anda que no es fácil entender a los nacionalistas, que siempre dicen lo mismo aunque cambien el tono. Está muy bien conceder que el PP vasco forma parte de la sociedad vasca -qué generoso se ha puesto de repente el amito blanco-, si bien dicha proposición no deja de resultar tan abrumadoramente tautológica que sobraría enunciarla. ¿Se imagina alguien a Montilla afirmando tajantemente que el PP catalán pertenece a la sociedad catalana? Por muy mal que estemos en otras partes, todavía no se ha perdido del todo el sentido del ridículo. Pero, cuando proceden de un nacionalista vasco, estas perogrulladas suscitan admiración, no irritación ni risa, que sería lo normal en Albacete, por ejemplo. ¿Dónde está el misterio? Pues en que muchos españoles, aunque afirmen lo contrario, siguen atribuyendo a los nacionalistas, en su fuero interno o en su inconsciente, autoridad para decidir quién es vasco y quién no lo es.

Personalmente, el asunto me disgusta porque demuestra que no hemos avanzado gran cosa desde que, a comienzos de la Transición, se adoptó por unanimidad tácita la decisión de poner el futuro del país vasco en manos de los nacionalistas. Si no ha habido cambios, no se me alcanza qué argumentos cabría oponer a la independencia de Euskadi. ¿Acaso la existencia de un sector de población no nacionalista? Se negocia un estatuto de minoría nacional o se organiza un intercambio de poblaciones. Cualquier cosa antes que seguir defendiendo la españolidad de los vascos desde una falta absoluta de convicción. Y la súbita popularidad de Imaz demuestra que muchos dan el caso por zanjado e imposible. Razonan, si es que lo hacen, como un diplomático que conocí y que, refiriéndose a los nacionalistas vascos, observaba: «Ya tienen casi la independencia, ¿qué más quieren?» Pues la independencia, obviamente.

No todo lo que dice Imaz es palabrería absurda. Acierta cuando afirma que la división de los demócratas ha dado a ETA un triunfo inesperado, pero, como presidente del partido más irresponsable de Europa, escamotea la explicación: es decir, que ese triunfo estaba implícito en la disparatada estrategia apaciguadora de Rodríguez, a la que el PNV se sumó con ardor. La culpa del fracaso del «proceso de paz», sostiene Imaz, es sólo de ETA, pero, añade, también la oposición contribuyó al mismo por haberse negado a secundar al Gobierno. Se olvida de que el proceso fue diseñado desde el primer momento contra la oposición, porque Rodríguez estaba y sigue estando obsesionado en enmendar la plana a Aznar. Lo de acabar con ETA era, como mucho, una apuesta arriesgada e improbable, pero proporcionaba a los socialistas un pretexto más para destruir la herencia de los gobiernos del PP, como lo había hecho previamente en otros campos (política exterior y educación). Si la responsabilidad de la ruptura de la tregua pertenece en exclusiva a ETA, la de la división de los demócratas hay que repartirla entre el PSOE y los nacionalistas que le apoyaron. Ahí es donde Imaz, como Rodríguez, escurre el bulto.

Imaz se muestra como la cara amable de un nacionalismo que ha practicado sistemáticamente la persecución de los discrepantes, cuando declara no querer excluir a nadie, ni al PP, del destino de Euskadi. Es un discurso electoralista, por supuesto, y ya veremos si se sostiene después de las municipales. Está calcado del discurso «incluyente» de Rodríguez sobre el «proceso de paz». Quien no esté conforme con nuestros planteamientos se excluye él mismo, viene a decir. Lo delata la afirmación de que Batasuna podría consumar el «proceso de paz» separándose de ETA. La consecuencia lógica es, como en el caso de Rodríguez, una necesaria tolerancia con la «izquierda abertzale» en su conjunto, comenzando por la tolerancia electoral. ¿Qué decía Karl Popper a propósito de la República de Weimar? Ah, sí: «Si admitimos la pretensión nomológica de la intolerancia a ser tolerada, destruimos la tolerancia y el Estado de Derecho». Pues eso.

 

Por JON JUARISTI

ABC, 13 de mayo de 2007

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