Sobre el cierre de la Iglesia roja de Vallecas. La política no tiene derecho a convertirse en una liturgia representada por políticos-sacerdotes como Bono y Zerolo.
Toda esta labor es muy necesaria, y el Consejo Presbiteral, un órgano elegido por los sacerdotes de la diócesis de Madrid, ha acordado por unanimidad transferir las actividades de atención a los marginados a Caritas Madrid. En ningún momento, sigue diciendo el comunicado, se expulsa a los curas de la parroquia: simplemente se les pide que sigan asumiendo las tareas de educación y atención social que se venían prestando en ese lugar, bajo las órdenes de Cáritas.
Resumiendo: que a partir de ahora manda Caritas, y ellos seguirán ejerciendo las funciones, pero impiden de facto que celebren actos religiosos con liturgias creadas por ellos mismos: sin altar, sin confesionarios, ni vírgenes, sin lecturas del Antiguo Testamento y con lecturas del Corán.
Todo el mundo comprende y apoya, incluido el Consejo Presbiteral, la buena labor de Enrique de Castro con esos marginados, especialmente los drogadictos. Muchos de los que aplauden al Arzobispado de Madrid, saldrían en procesión parcantera si les montaran un centro de acogida del Proyecto Hombre, tal y como desgraciadamente ha pasado en Alicante, despreciando el mandato evangélico fundamental. Pero la cuestión a debatir en este caso, es si es lícito dar atención religiosa “católica” sin respetar las “formas litúrgicas” de los rituales de la Iglesia Católica.
Para juzgar si la cuestión de las formas litúrgicas es una cuestión discutible o menor, es necesario tratar de comprender que son las normas litúrgicas de cualquier religión. En todas las civilizaciones ha habido una comunicación con lo trascendente, con los dioses, etc. Miles de millones de personas son creyentes en una u otra religión, y aceptan sus ritos de culto como formas de comunicación con lo divino.
Si siempre ha existido una comunicación trascendente del hombre a lo divino en todas las culturas, no es tan absurdo pensar que las distintas culturas hayan creído que Dios o lo divino se revelara de alguna forma. Esa es la esencia de la religión: la revelación de lo trascendente al hombre a través de unas formas concretas, de unos ritos muy determinados. Lo divino, Dios, los dioses, quieren ser adorados e iluminar la vida de los hombres a través de esos ritos cultuales, esas formas, que son sagradas y que no pueden ser transgredidas en su esencia.
En el caso de la religión católica, el culto de la misa, que es el centro de la liturgia católica, se basa en los ritos de la Pascua judía, que se celebraba con pan sin levadura, y un cordero pascual, sin mancha, sin sangre, al que no se le rompían los huesos (símbolo del mismo Jesucristo).
Los creyentes que asisten a la misa católica, saben que ningún símbolo litúrgico es casual, puesto que son manifestaciones de lo divino transmitidas de generación en generación durante 2000 años. Si toda la forma litúrgica está sujeta a discusión, se transforma en un juego meramente humano, y lo sagrado desaparece.
La religión trata de revelación, de acogida de un mensaje de Dios. Una religión inventada y adaptada a base de golpes de asamblea plebiscitaria, desaparece, y se transforma en política. La política, puede dar a los seres humanos el mayor poder que existe, pues es la suma de poderes individuales mediante el consenso, pero, no puede colmar el deseo de lo sagrado, que es una sed de unidad del ser humano que se siente disgregado dentro de él mismo, de los demás y de Dios.
La política, además, también ha sido pasto de las llamas del mal absoluto, no es el lugar donde el cielo de la utopía se cumple, como ha demostrado el siglo XX.
La política no tiene derecho a convertirse en una liturgia representada por políticos-sacerdotes como Bono y Zerolo, transformar la religión en una asamblea política sin noticias de Dios, cuya ausencia se suple con la camaradería de los camaradas del Partido, que corre el peligro de divinizarse y transformarse en el Partido Único, capaz de salvarnos del mal, porque es el único capaz de ejecutar y conseguir las mas excelsas aspiraciones humanas.
El cura Enrique de Castro, es una persona entregada al servicio de los más miserables. Creo que el Consejo Presbiteral ha demostrado con hechos que le respetan y quieren contar con él así como con otros que ayudan en esa labor. Pero su insistencia en celebrar una liturgia propia, que rechaza la doctrina recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica, refleja que desea otra Iglesia "nueva", que identifica una visión de la religión como acción política, porque cree que la acción política es la única capaz de transformar el mundo, mientras que los ritos y liturgias religiosos, son en el fondo, símbolos históricos vacíos, recuerdos de la figura de un Jesús de Nazaret que no tiene fuerza real.
Sin embargo, para los creyentes de cualquier religión, la liturgia, en su forma y ritos, muestra un tú concreto y sagrado que indica el camino en nuestra existencia, donde el culto es la forma de adorar a Dios, porque está revelada por Él. La liturgia es la irrupción del mundo divino en nuestro mundo. Por eso, las formas importan mucho.
Se adora a Dios, se le ama de una determinada forma, en la que resuena la tradición entregada y revelada por y a los creyentes a lo largo de los siglos. Lo que no puede permitir ninguna institución religiosa, ninguna religión, es que haya gente que se dedique a crear una liturgia, unos actos de culto que van en contra de sus tradiciones básicas.
Y a pesar de ir en contra de una liturgia milenaria, no se les ha expulsado de la parroquia ni de la Iglesia, sino que se les permite seguir ayudando a los marginados. ¿Donde está el fascismo y la fuerza opresora de la Iglesia en este caso?
Claudio Martínez Mockel
Forum Libertas, 6 de junio de 2007
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