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11-M, hace falta una tercera vía

11-M, hace falta una tercera vía Ha faltado y sigue faltando realismo. El resumen de la sentencia que el miércoles leyó el juez Javier Gómez Bermúdez en la Casa de Campo y las reacciones posteriores han puesto de relieve que falta lealtad con los hechos. Las dos construcciones dominantes sobre el 11-M no han respetado esa regla mínima que rige cualquier investigación que se precie. En eso consiste el realismo, en dejar que sean los datos los que determinen cómo se indaga y no en seleccionarlos, magnificarlos o silenciarlos en función de si son más o menos favorables a una determinada interpretación. Así es como funcionan las ideologías, no las de los libros, las otras, las de “andar por casa”, que son las más dañinas porque generan el escepticismo doméstico, el más pernicioso. No es casualidad que la sociedad española desde hace tres años y medio esté sometida a una creciente tensión ideológica. Esa tensión transformó rápidamente en ira el dolor y el desconcierto del atentado y, durante los últimos 40 meses, ha alimentado un frentismo en el que ya es difícil entenderse hasta en lo más básico.

 

Las dos construcciones tienen diferente naturaleza. Una, la de la Fiscalía, la que han sostenido el Gobierno y el diario El País, es cerrada: España sufrió el ataque porque Al Qaeda decidió golpear al país que José María Aznar había metido en la Guerra de Iraq. Toda esta interpretación tiene como objetivo poner en sordina cómo ganó Zapatero las elecciones. Parte de una “mentira fundacional” (el resultado de las elecciones habría sido el mismo con o sin atentado), es rígida, no admite cambio y tiene una obsesión paranoica por la propaganda. Prueba de ello es cómo engordó los indicios que hacían de “El Egipcio” el cerebro de la operación. La sentencia ha puesto de manifiesto que las pruebas eran insuficientes para acusar a Rabei Osman, pero había que meter a Al Qaeda por algún sitio. Y ahora tenemos a Rubalcaba forzando el texto del fallo porque no habla directamente de Iraq y sólo asegura que los terroristas eran yihadistas. Como todos los expertos en terrorismo internacional no están diciendo, Al Qaeda no es una organización sino una red. El que los terroristas hayan sido yihadistas no niega, más bien confirma, que Al Qaeda puede estar detrás. Pero, a pesar de todo, hay que conseguir el titular.

 

La otra construcción, la del diario El Mundo, sostenida por algunos miembros del PP, es más “abierta”: subraya el hecho evidente de que el objetivo fue cambiar a un Gobierno (algunos hablan impropiamente de golpe de Estado) y apunta a que se consiguió con una confluencia de tramas: no es descartable la participación de ETA, es posible la implicación de servicios secretos extranjeros, hay pistas falsas que pueden haber sido creadas para implicar con embustes a los “moritos de Lavapiés”, pueden estar implicados miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado... Sus defensores, y eso hay que agradecérselo, han sostenido siempre la necesidad de seguir investigando. Gracias a ellos se han practicado pruebas importantes, como la de los explosivos, y se han mantenido preguntas abiertas. Sus postuladores, mientras estuvieron a los hechos, realizaron una gran aportación pero hubo un momento en el que se dejaron arrastrar por el “vértigo” de las tramas y de la negación de la otra construcción. Supieron señalar, por ejemplo, con eficacia que el asunto de los explosivos estaba en manos de confidentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que informaron de casi todo. De eso, curiosamente, ahora se habla poco. Pero luego llegó la ideología: engordaron, por ejemplo, por puro interés partidista, los indicios que apuntaban a ETA, querían tapar el error y la persistencia con la que el Gobierno de Aznar señaló a los terroristas de siempre como responsables. Y algunos de ellos, que están muy obsesionados por vender libros, han llegado a hacer afirmaciones delirantes. De la ideología se ha pasado, también en este caso, a la obsesión propagandística. Zaplana ha llegado a pedirle al Gobierno que reconozca que no sufrimos el atentado por la guerra de Iraq, como no dice explícitamente la sentencia... Los que han postulado la tesis de la multitud de tramas no están necesariamente mediatizados por un “embuste fundacional” como lo está el Gobierno y podrían deshacerse de la lógica de la “autojustificación”.

 

¿Acaso reconocer que sufrimos el atentado por la actitud de Aznar en la guerra de Iraq lo hace culpable y exonera a los terroristas? Se puede afirmar todo a la vez sin caer en la trampa de las “coherencias ideológicas”: que nos golpearon por Iraq, que querían cambiar el Gobierno, que lo consiguieron y que Aznar no es por ello culpable de los atentados porque los únicos culpables son los terroristas. Si los que han defendido la segunda  construcción volvieran a ser leales con los hechos, tendríamos esa tercera vía que tanto necesitamos en el 11-M, la del realismo. Lo que es una locura es lo de “pasar página” que reclama algún pepero. Se pude bajar el perfil político, no lanzarse a la cabeza los nuevos indicios, no volver a locuras pasadas, pero por sanidad social necesitamos saber si los condenados y los suicidas de Leganés son los únicos autores, si algunos miembros de la Policía y la Guardia Civil fueron negligentes… y muchas cosas más. En realidad, sabemos demasiado poco.

 

Fernando de Haro

Páginas Digital, 7 de noviembre de 2007

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