El lobo solitario, ¿nueva especie terrorista?
Se está celebrando en Oslo, a lo largo de estas semanas, el juicio contra Anders Behring Breivik, autor de los 2 atentados que, en el pasado mes de julio de 2011, costaron 77 vidas humanas en Noruega. Pero no es el único caso de un “lobo solitario” que ha sembrado el caos por Europa últimamente. Recordemos a Mohamed Merah, responsable de sendos atentados en Toulouse y Montauban, en los que asesinó a 7 personas en marzo de este mismo año.
En tales circunstancias, el Director de Opinión de DiarioYa.es, José Luis Orella, ha dialogado en Pamplona con Fernando José Vaquero Oroquieta, estudioso del terrorismo, colaborador ocasional de este medio y autor del libro “La ruta del odio”, sobre este fenómeno que se presenta tan novedoso como inquietante.
Pregunta: En su libro “La ruta del odio”, en el apartado expresamente dedicado al fenómeno de los terroristas solitarios, concluye que “el terrorismo no es para solitarios”. Los casos de Breivik y Merah, ¿no contradicen su tesis?
Respuesta: En absoluto. Son la excepción, junto a otros, de la norma general. En el apartado 28 de mi libro hablo de otros casos significativos y excepcionales de esta rara especie. Fue el caso de Theodore Kaczynski, “unabomber”. Este antiguo profesor universitario rompió con el mundo industrializado hacia 1970 y se recluyó en una cabaña aislada de un recóndito paraje del estado de Montana. Desde 1978 a 1995 explotaron 16 bombas por él confeccionadas, causando 3 muertos y 23 heridos. Se definía como “anarquista anti-tecnología”. Y actuó sólo, sin que nadie siguiera su legado. Pero para que el terrorismo sea eficaz y su estrategia tenga continuidad, se requiere de una cierta estructura especializada y jerarquizada, con medios humanos y materiales, una cultura organizativa, unas tácticas elaboradas, todo ello aderezado con una ideología de orientación totalitaria. Una única persona difícilmente puede conseguir todo lo anterior, si bien Internet lo está facilitando y mucho. No obstante, para el común de los mortales, sigue siendo un propósito muy complejo. Me remito a la experiencia. Si usted, por ejemplo, pretende hacerse con una pistola en el “mercado negro”, tiene muchas más posibilidades de ser engañad en el intento, de ser extorsionado, incluso detenido, que de conseguirla.
P.: Ya que los ha mencionado, los de inspiración anarquista, ¿son otro supuesto de terroristas solitarios?
R.: En su inmensa mayoría, especialmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, su “edad de oro”, los protagonizaron pequeños grupos caracterizados por un voluntarismo y fanatismo formidables. Su extremo individualismo, tributo de su ideología libertaria y su rechazo de cualquier disciplina externa y de toda jerarquía, les arrastró a que el número de sus integrantes fuera muy pequeño: incluso de unos escasos dos o tres sujetos. Pero, al igual que en la categoría de los terroristas suicidas, ya existía, no tanto una gran organización que les empujara a ello de alguna manera (España fue la excepción, con una CNT y una FAI permanentemente proclives a la insurrección, salvo en el momento actual en que son un pálido reflejo de lo que fueron), como un caldo de cultivo, un entorno social proclives, que podían facilitarles medios, técnicas y excusas.
P.: Los terroristas suicidas: ¿no son, según su criterio, otro supuesto de esta atípica variedad?
R.: No. Los terroristas suicidas –tamiles, palestinos, libaneses, iraquíes, afganos, argelinos…- cuentan siempre con redes terroristas que les han reclutado y adiestrado, proporcionándoles las técnicas y medios para consumar esos atentados en muchas ocasiones dramáticamente letales. La última fase de ejecución de esta modalidad es la individual: su explosión lo más cerca posible del objetivo elegido por esos otros; una comisaría de policía, un puesto de control del ejército, una oficina de alistamiento, una mezquita rival, un mercado público, un autobús de línea…
P.: Sin duda Merah contaba con el submundo de la Yihad terrorista de Al Qaeda y grupos análogos, pero ¿Breivik?
R.: Todo indica que actuó solo. Existen, ciertamente, grupitos que preconizan la “supremacía blanca” y otras zarandajas similares (como la resistencia frente un supuesto “Gobierno mundial sionista”), pero su realidad es mucho más endeble y precaria que la del terrorismo yihadista. Mucho desequilibrado anda suelto por esos feudos. Breivik es otra cosa. De hecho saludó al Tribunal con el brazo extendido, pero con el puño cerrado (un gesto propio de la izquierda revolucionaria, y no fascista, tal y como nos aseguran desde los mayoritarios medios de comunicación), formaba parte de una secta paramasónica más excéntrica de lo habitual, odia al catolicismo, profesa un protestantismo cuanto menos extrañísimo. Es un sujeto que sufre –diciéndolo llanamente- un descomunal “cacao mental”. Y letal, ciertamente, pero no tanto por sus propias cualidades, como por las carencias de la seguridad noruega. Ese interés mediático en etiquetar a este sujeto como un ultraderechista parece más relacionado con ciertas maniobras orquestadas frente al auge de las opciones políticas identitarias en buena parte de Europa (España vuelve a ser la excepción).
P.: Entonces, ¿qué une a Merah y Breivik?
R.: Un odio feroz, Internet, el terror como instrumento al servicio de su delirio, cierto caldo de cultivo totalitario, un seguro desajuste personal y social, una Europa desorientada...
P.: ¿Pueden las democracias extraer alguna enseñanza de todo ello?
R.: Sin duda. Deben permanecer vigilantes y en movimiento. Las quiebras de seguridad desveladas por los preparativos de Breivik y Merah deben rectificarse: mayor control de la llamada “delincuencia común”, especialmente del tráfico de armas y explosivos; un control del movimiento de personas por los diversos espacios geopolíticos; intercambio de información eficaz entre los Servicios de Inteligencia, nacionales y extranjeros; intervención decidida del antiterrorismo estatal y de la contrainteligencia en Internet y redes sociales. No en vano, Internet no es sólo comunicación: es un instrumento extraordinario para la adquisición de conocimientos y mercaderías; acaso letales. Así es: un aspirante a terrorista puede encontrar vía Internet todo lo necesario para perpetrar un atentado con explosivos. No obstante, se me antoja que la crisis es, ante todo, moral: de nada sirve la tecnología sin una moral colectiva seria, razonable y coherente.
P.: Solitarios, inadaptados, terroristas camuflados en la “normalidad”, ¿vivimos, acaso, en una sociedad que, de alguna manera, favorece estos terroríficos comportamientos?
R.: En cierto modo así es. Y no sólo me refiero a las casi infinitas posibilidades que ofrece Internet, sino al carácter intrínseco de nuestra sociedad actual, enferma en buena medida: camufla solitarios, alimenta mitómanos, es indiferente ante la soledad y el sufrimiento, desarticula a la familia y a las comunidades, impone pautas de comportamiento por mandato cultural y mediático, relativizaa toda creencia, elimina lo sagrado, desarraiga al hombre de la naturaleza, infantiliza a las personas mediante la satisfacción de sus instintos, destroza a la autoridad tradicional y, sobre todo, según afirmaba Hannah Arendt, banaliza el mal.
P.: ¿Padeceremos nuevos golpes de terroristas solitarios?
R.: Probablemente sí. El terrorismo ha demostrado a lo largo de su triste historia una enorme capacidad de adaptación, incluso de anticipación a la respuesta estatal. La persistencia y transformación de ideologías que justifican el terrorismo encuentra en nuestro mundo globalizado nuevas oportunidades para la “acción directa”, que pasan por sujetos solitarios, o casi. Los entramados terroristas se sirven de cualquier táctica que resulte rentable desde una perspectiva coste/beneficio. La “red de redes” de Al Qaeda ha revolucionado la cultura organizativa de los grupos terroristas. En esa nueva dinámica, la acción de sujetos a título individual encaja en su estrategia a largo plazo. Por ello, dado además que las nuevas tecnologías y las nuevas realidades supranacionales de la globalización lo facilitan; todo ello augura que conoceremos nuevas expresiones terroristas de la mano de sujetos solitarios, aparentemente locos, excéntricos o desesperados. Y no olvidemos, por último, las viejas tácticas de infiltración, provocación o instrumentalización de sujetos de esas características al servicio de intereses ocultos. La historia es rica en esos supuestos: los asesinatos de Sarajevo, el incendio del Reichstag, el asesinato de John F. Kennedy… y tantos otros, algunos de gigantescas repercusiones planetarias, todavía sin resolver.
Entrevistador: Seguiremos atentos. Muchas gracias, Fernando, y hasta otra.
Entrevistado: A vosotros. Siempre es un honor reflexionar sobre estas cuestiones junto a los lectores de DiarioYa.es.
Entrevista realizada por José Luis Orella
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