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Opinión y análisis

"Víctimas y perseguidos del totalitarismo nacionalterrorista no vamos a consentir de ningún modo que nuestros hijos vayan a ser mañana también esclavos de una paz tan falsa como moralmente indecente"

"Víctimas y perseguidos del totalitarismo nacionalterrorista no vamos a consentir de ningún modo que nuestros hijos vayan a ser mañana también esclavos de una paz tan falsa como moralmente indecente"

La decisión del juez central de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro, de conceder la libertad condicional al preso etarra enfermo de cáncer Iosu Uribetxebarria Bolinaga por la pinturera idea de que los "principios de humanidad y derecho a la dignidad de las personas deben predominar sobre cualquier otra consideración legal", pone de manifiesto algo en lo hemos insistido reiteradamente a lo largo de los últimos meses: hay en la sociedad vasca, sobre todo, pero también en una parte importante del resto de la sociedad española, un empeño perverso en pasar página, en olvidar nuestra más reciente historia, en recibir con palmas a torturadores como Bolinaga y por hacer surgir, a machamartillo político, un nuevo escenario en el que las permanentes reclamaciones de memoria, verdad y justicia lideradas por la gran mayoría de las víctimas del terrorismo se transmutan en peticiones éticamente indecentes que solicitan perdonar a los asesinos, que apelan a “sumar esfuerzos” entre quienes matan y quienes mueren y que exigen “olvidar” a quienes más han padecido la lacra terrorista.

Se está avalando política, judicial, social y culturalmente un discurso en el que la manipulación, la mentira como herramienta de construcción de los consensos colectivos y la equidistancia fatua tratan de convertir el pasado reciente del País Vasco en un escenario irreal en el que "ha habido sufrimiento por ambas partes”, en el que “todos tenemos que ceder” y en el que hay que ofrecer espacios para “la reconciliación”.

Ante esta situación, y de un modo urgente, los demócratas, liderados por las víctimas del terrorismo, debemos liderar, nuevamente, la defensa de todos aquellos valores por los que casi un millar de personas han sido asesinadas y que, sin lugar a dudas, constituyen los cimientos más firmes de nuestro entramado institucional y nuestra única esperanza de civilidad. El gran reto ante decisiones incomprensibles como la que pone en libertad a un torturador sin piedad y a una piltrafa ética como Uribetxebarria Bolinaga consiste en seguir manteniendo vivas las reclamaciones de firmeza policial y aislamiento social contra los muchos terroristas que aún son y frente a quienes se empeñan en considerar a éstos como un puñado de hijos descarriados a los que hay que acoger de nuevo en la casa de todos. Nuestra tarea más urgente consiste ahora en recordar incansablemente que nuestro sistema de libertades, a pesar de lo mucho que se mancille, siempre será infinitamente superior a los planteamientos totalitarios, integristas y fanatizados de los terroristas, de los cómplices de éstos o de los que siempre han justificado a los primeros y abrazado a los segundos.
Que no se equivoquen quienes ahora desean esbozarnos un futuro cimentado sobre excarcelaciones de criminales, sobre el obligado olvido de todo lo padecido hasta el momento, sobre una tabula rasa impuesta entre víctimas y verdugos o sobre un liderazgo compartido con quienes tantas veces han colaborado en el asesinato de ciudadanos inocentes. Siempre nos tendrán enfrente. Porque quienes ayer fuimos víctimas y perseguidos del totalitarismo nacionalterrorista no vamos a consentir de ningún modo que nuestros hijos vayan a ser mañana también víctimas de una paz tan falsa como moralmente indecente.

 

http://www.paisvasco-informacion.com/2012/08/quienes-ayer-fuimos-victimas-y.html#more

"Es un error pensar que la enfermedad incurable implica la excarcelación" (José María de Pablo, en esRadio)

"Es un error pensar que la enfermedad incurable implica la excarcelación" (José María de Pablo, en esRadio)

El abogado ha explicado los aspectos jurídicos que rodean al tercer grado a Bolinaga e insistió en que la reinserción es un aspecto capital.

El abogado José María de Pablo ha explicado en ‘Sin Complejos’ de esRadio los aspectos jurídicos que rodean a la concesión del tercer grado al etarra enfermo de cáncer, Josu Uribetxeberria Bolinaga.

De este modo, este experto ha asegurado que "es un error que se ha difundido el pensar que la enfermedad incurable implica la excarcelación automáticamente". Por ello, aclaró que el mero hecho de ser enfermo "no basta" y puso como ejemplo las cifras que tiene el Ministerio del Interior de la cantidad de presos que fallecen cada año en prisión víctimas de distintas enfermedades. En este sentido, De Pablo dijo que "conozco casos de presos comunes con enfermedades incurables que están en prisión".

Según ha explicado, para conseguir este tercer grado "se exige que haya un pronóstico favorable de reinserción, que se entienda que está reinsertado. En el caso de un terrorista implica abandonar el grupo terrorista y en este caso no está reinsertado puesto que el hecho de que haya una huelga de hambre de presos de ETA en la que Bolinaga ha participado lleva a pensar que sigue perteneciendo a la banda". Así, muy contundente, José María de Pablo concluyó que el terrorista enfermo "no está reinsertado y no puede acceder a la libertad".

Del mismo modo, el que también es abogado de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, añadió que para la excarcelación es necesaria previamente la calificación del tercer grado e "Instituciones Penitenciarias ha concedido el tercer grado porque no puede dar la libertad condicional". Para más inri, dijo que si Prisiones "no hubiera concedido el tercer grado el juez ni siquiera hubiera podido abrir el expediente".

http://www.libertaddigital.com/nacional/2012-08-18/es-un-error-pensar-que-la-enfermedad-incurable-implica-la-excarcelacion-1276466340/

Nuestro ministro del Interior: un tipo muy cristiano

Nuestro ministro del Interior: un tipo muy cristiano

El ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha agitado, de nuevo, la idea de que los “exiliados” que abandonaron el País Vasco o Navarra, por presiones terroristas, puedan votar en su tierra de origen en unas indeterminadas y futuras elecciones. Y ha afirmado, el pasado miércoles 25 de julio, en un exceso de caballerosidad y bonhomía, que no hay prisa, que ello no sucederá en las próximas elecciones autonómicas vascas, pues quiere consensuarlo con los demás grupos parlamentarios, no respondiendo tal propuesta a intereses “electoralistas”. ¡Qué bondad natural! ¡Qué generosidad política!

Seguro que sus rivales nacionalistas vascos, radicales o moderados, se lo agradecerán. Y mucho. Claro que, acaso en su fuero interno, no puedan entender que tan magnánimo rival les ceda -una vez más- semejante ventajosa posición de salida. Para ellos, expertos en el juego de las distancias cortas con la mirada en la lejanía, aprovechar cada laguna legal, cada fisura institucional, cada quiebra del sistema, es un arte, una necesidad y una de las razones de sus indudables éxitos.

En Egipto se califica “hacer el cristiano” a lo que aquí, popularmente, se dice “hacer el tonto”.

Ya sabemos de las profundas y piadosas convicciones religiosas del Sr. ministro. Pero, en serio, un poco más de picaresca, por favor. Y de nervio. Y de convicciones. Tácticas, estrategia… ¿les suena? Acaso, dentro de 5 o 6 años, aquellos posibles votantes de los que habla, ya no lo sean: por haberse muerto, desentendido o… no existir ya esta España.

Tan cristiano, D. Jorge, ¿no ha oído aquello de “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”? ¿O lo de “ser más prudente que las serpientes y sencillo como las palomas”?

Por favor, Sr, Fernández, ¡no sea tan, tan… cristiano!

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

http://diarioliberal.com/DL_vaquero.htm

Lo que queda de Ermua (por Mikel Buesa)

Lo que queda de Ermua (por Mikel Buesa)

Ermua fue el lamento de una sociedad civil horrorizada, es cierto, pero también fue la movilización de la sociedad civil para dar legitimidad al Estado en su tarea de derrotar a ETA.

Tres lustros han transcurrido desde que, en aquel aciago doce de julio, fue asesinado Miguel Ángel Blanco. La angustia de los días previos, en las dos jornadas que duró su secuestro, quedó entonces brutalmente resuelta. De aquellas horas conservo una fotografía del rostro de Miguel Ángel, en la que se adivinan las huellas de los muchos besos que, en un signo de solidaridad, dejaron mujeres de bocas pintadas, y se leen los mensajes con los que decenas de personas trataron de expresar su apoyo a Miguel Ángel, compartiendo su sufrimiento. Cuando observo ese retrato, evoco siempre el pasaje escrito por Antonio Muñoz Molina en el que describe la fotografía de otro perseguido por el totalitarismo, Willi Münzenberg, de la siguiente manera: "Mira en ella directamente a los ojos, quizás con un punto de extravío y anticipada desesperación, con la tristeza que tienen los muertos en las fotos, los testigos de una verdad terrible".

Miguel Ángel Blanco fue, en efecto, testigo enmudecido y doliente del Mal que impregna a ETA, como a las demás organizaciones terroristas. Un Mal que ha de ser escrito con mayúscula porque designa la voluntad de unos hombres para decidir, por razones políticas, acerca de la vida y la muerte de otros y, por tanto, para romper el vínculo esencial de solidaridad que nos une entre nosotros a los seres humanos y nos permite esperar, en cualquier circunstancia, el respeto, la ayuda y el amparo de los demás. El terrorismo ataca a personas inocentes que son elegidas, a veces al azar y en otras ocasiones por su adscripción a un grupo, con independencia de cuáles puedan haber sido o no sus actos. Las víctimas del terrorismo son así testigos del Mal por su conciencia de no haber incurrido en culpabilidad alguna y no ser merecedoras del terrible castigo al que se les somete. Miguel Ángel fue, sin duda, el paradigma de esa inocencia.

En aquellos días una buena parte de la sociedad española tomó conciencia cabal de ese testimonio a través de una movilización sin precedentes que se extendió de norte a sur, de este a oeste, hasta los más recónditos lugares de nuestra geografía. El epicentro estaba en Ermua, pero por todas partes surgieron grupos de personas, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, que reclamaban la libertad para Miguel Ángel a la vez que apoyaban la firmeza del Gobierno para que no se diera la menor razón a ETA, cediendo a sus exigencias. Fue entonces cuando, en España, anidó la convicción de que el combate contra el terrorismo ha de perseguir su derrota, y de que para ello son imprescindibles no sólo la fuerza y el derecho, sino también el apoyo de la sociedad civil.

Lo que entonces se designó como "el espíritu de Ermua" fue precisamente esto último. Ermua fue el lamento de una sociedad civil horrorizada, es cierto, pero también fue la movilización de la sociedad civil para dar legitimidad al Estado en su tarea de derrotar a ETA. Ese espíritu se canalizó y se preservó a través de varias organizaciones que, con un esfuerzo digno de encomio, fueron capaces de expresarlo durante varios años: el Foro Ermua, primero, Basta ya, más tarde, la Fundación para la Libertad, después; entidades todas ellas nacidas en el País Vasco que luego fueron complementadas por una importante diversidad de asociaciones surgidas en todas las regiones de España. El movimiento cívico se convirtió así en una de las tres patas que sostenían la política antiterrorista del Gobierno. Su presidente en la época, José María Aznar, tuvo la claridad de juicio suficiente para comprender que, a pesar de las críticas que muchas veces recibía, el papel de ese movimiento era crucial para la legitimación de un Estado que necesitaba no sólo reprimir a los integrantes de ETA y a los que, desde múltiples instancias, le servían de soporte político, ideológico y económico, sino también crear nuevas normas jurídicas que reforzaran la capacidad del Estado de Derecho para defenderse de una violencia orientada hacia su destrucción. Estado y sociedad civil se complementaban, de esta manera, en un asunto crucial para la política española.

El acceso al poder de José Luís Rodríguez Zapatero trastocó radicalmente este esquema. El nuevo presidente renunció rápidamente al objetivo de la derrota de ETA para pasar a negociar políticamente con ella; y, de manera inmediata, trató de desactivar a las organizaciones que había sido capaces de articular la movilización ciudadana. Lo logró sin demasiado esfuerzo en el caso de Basta ya –tal vez porque sus principales dirigentes eran miembros o simpatizantes del partido socialista–, pero no pudo doblegar al Foro Ermua –que en aquel momento aglutinaba, además, a una multiplicidad de asociaciones cívicas ajenas al País Vasco– o a la Fundación para la Libertad –cuyo trabajo estaba más centrado en la reflexión intelectual y en preservar los delgados hilos que aún conectaban entre sí a los constitucionalistas–.

El papel del movimiento cívico, unido al de las asociaciones de víctimas, fue crucial para expresar la oposición social a unos trasiegos políticos entre Zapatero y ETA de los que se derivaban tanto el desarme del Estado, como la injusticia para quienes habían sufrido directamente las consecuencias de la violencia. Y también para evitar que ese proyecto acabara triunfando, dando así la razón a la organización terrorista.

Ese movimiento se vació en la oposición a la política de negociación con ETA, de manera que cuando, en su segunda legislatura, Zapatero se alejó del proyecto original, apenas pudo remontar y, de hecho, perdió gran parte de su influencia moral sobre la sociedad española. De Ermua ya no quedaba casi nada, aunque las huellas de aquella emoción vertida para salvar a Miguel Ángel Blanco se hayan mantenido imborrables en el espíritu de los muchos millones de personas que, desde entonces, asumieron para sí mismas la causa de las víctimas del terrorismo; una causa que reclama sin cesar la justicia y que repudia a ETA y a todos los que alientan o justifican su violencia. De esas huellas hay todavía testimonio en los estudios sociológicos, de manera que es una aplastante mayoría de los españoles la que se opone a que los gobiernos sean condescendientes con los terroristas y la que exige aún hoy su derrota.

Esta constante de la sociedad española tiene, sin embargo, una fisura profunda en el País Vasco, donde el cansancio, la cobardía y la degradación moral han acabado derrotando a los que se oponían al terrorismo, dejándolos como una minoría silente que hoy apenas se hace visible en las encuestas. Esta minoría de vascos es hoy nuestra única esperanza. De ello debiera tomar nota el gobierno que preside Rajoy, pues, si como ya se visualiza en el horizonte político, el embate del nacionalismo independentista va a ser irrefrenable, entonces la necesitará para volver a legitimar el sostenimiento de la unidad de España. No obstante, puede ocurrir que, cuando llegue el momento, el vacío sea la única respuesta porque los rescoldos de Ermua se hayan apagado definitivamente.

http://www.libertaddigital.com/opinion/mikel-buesa/lo-que-queda-de-ermua-65035/

El final de ETA, en punto muerto

El final de ETA, en punto muerto

Luis R. Aizpeolea

Ocho meses después de la declaración de cese definitivo de la violencia de ETA, el proceso de consolidación del final del terrorismo en Euskadi está en punto muerto. Sus principales protagonistas no están haciendo sus deberes. La izquierda abertzale, que dio a la banda el último empujón para su declaración final y sigue manteniendo que ese final es irreversible, no ha dado ningún paso desde el 20 de octubre. No ha reconocido con nitidez el daño causado por el terrorismo, cuando el Gobierno vasco lo ha hecho con las víctimas de la policía durante la Transición en Euskadi. Tampoco ha actuado la izquierda abertzale de modo decidido para lograr que los presos de ETA asuman la legalidad y la reinserción individual, del mismo modo que ella misma asumió la Ley de Partidos, lo que propició la legalización de su marca, Sortu, en junio.

El resultado es que los presos de ETA siguen reclamando un imposible, la amnistía. Hay una parálisis, al haberse impuesto la minoría radical sobre la mayoría de reclusos, lo que refuerza las posiciones más inmovilistas en el Gobierno de Rajoy.

El presidente reconoció públicamente el 20 de octubre la importancia de la declaración de cese definitivo de la violencia de ETA, y una prueba de su credibilidad en el final del terrorismo vasco es la reciente y masiva retirada de escoltas.

Sin embargo, apenas ha dado pasos para consolidar ese final. Es verdad que el Gobierno se opuso a la ilegalización de Amaiur, planteada por UPyD, y enunció un plan de reinserción de presos, al que aún no ha dotado de contenido. Pero mantiene la legislación especial contra los presos etarras —con la oposición a su acercamiento a las cárceles vascas y a la excarcelación de los que tienen enfermedades graves—, lo que se interpreta, desde el País Vasco, con que, en el fondo, no ha asumido que el cese definitivo de ETA ha abierto una nueva etapa política.

La actitud del Gobierno del PP choca con la opinión de una amplia mayoría de vascos que, desde el cese definitivo, defiende el acercamiento de presos a las cárceles vascas y de que se les apliquen beneficios penitenciarios si asumen la legalidad y la reinserción individual, según las encuestas. Esto explica que el Gobierno vasco, el PSE y el PNV hayan recomendado a Rajoy que acerque a los reclusos reinsertables para romper el bloque monolítico del colectivo, en el que se han impuesto las tesis maximalistas de una minoría.

El Gobierno del PP teme que un movimiento en esta dirección lo interprete la izquierda abertzale como una concesión política. Pero teme aún más los ataques de las élites de algunas asociaciones de víctimas del terrorismo y de la derecha mediática, contrarias a flexibilizar la política penitenciaria, y crecidas por el inmovilismo de la izquierda independentista y de los presos.

Tampoco el PNV y el PSE están por enfrentarse públicamente con el Gobierno del PP por esta cuestión. Por un lado, temen hacerle el juego político a la izquierda abertzale ante la proximidad de las elecciones vascas. Además, el PNV se ve en pocos meses inquilino de Ajuria Enea y prefiere capitalizar desde el Gobierno vasco el tramo último del fin del terrorismo de ETA. En definitiva, el PNV ha concedido una tregua al Gobierno del PP hasta la celebración de las elecciones vascas.

El resultado es que el Gobierno del PP ahora solo recibe presiones reales desde el inmovilismo y está llegando a alimentar la ilusión de que es posible una disolución de ETA por la vía de detener los restos de la banda que quedan dispersos por el mundo, cuando la clave del final del terrorismo vasco está en las cárceles, donde se encuentran la inmensa mayoría de sus militantes y de sus líderes.

Esta confusión se aclarará tras la celebración de las elecciones vascas. Un 85% de los vascos, según los sondeos, votará a partidos, con el PNV en cabeza, que defienden activar la política penitenciaria, lo que marcará la hoja de ruta del fin de ETA, salvo que el Gobierno central esté dispuesto a arriesgarse a abrir un abismo en Euskadi, a lo que se opondría el PP vasco.

http://politica.elpais.com/politica/2012/07/06/actualidad/1341604186_773170.html

Radicalismo islamista. Detenciones ejemplares en Melilla (por GEES)

Radicalismo islamista. Detenciones ejemplares en Melilla (por GEES)

El Cuerpo Nacional de Policía (CNP) detenía el 27 de junio a dos individuos en Melilla acusados de pertenecer al radicalismo islamista más extremo, el de Takfir Wal Hijra (Excomunión y Exilio). Ambos detenidos, Rachid Abdellah Mohamed y Nabil Mohamed Chaib, son de nacionalidad española, y se les acusa nada menos que de estar involucrados en el doble homicidio de otros dos españoles, también musulmanes: Salam Mohand Mohamed y Rachid Chaib. Este doble crimen fue cometido en julio de 2008 en la localidad marroquí de Nador, y fue especialmente sórdido por las salvajes torturas a las que fueron sometidas las víctimas. Parecía ya que iba a quedar impune, pero esta brillante operación policial devuelve de nuevo la esperanza, tanto a las familias de las víctimas como, en un marco más amplio, al Estado de derecho.

Takfir Wal Hijra es un movimiento radical de lo más sofisticado y difícil de infiltrar y, por tanto, de combatir. Tiene una especial implantación desde antiguo en el norte de África, donde nació a fines de la década de los sesenta en Egipto, en el contexto de la radicalización alimentada por ideólogos nefastos como Sayed Qotb y en el contexto también de la depresión colectiva provocada por la Guerra de los Seis Días y sus efectos. Dentro del islamismo radical, que ya existía entonces alimentado entre otros por los hoy aparentemente moderados Hermanos Musulmanes, germinó un ala aún más radical que preconizaba la necesidad de una limpieza, de una purificación –violenta, por supuesto– a realizar en el seno del propio Islam. Esa semilla de violencia y de odio es antigua pero ha germinado desde entonces, y germina hoy en grupos y células como la ahora desarticulada en Melilla. La muerte de Salam Mohand Mohamed y Rachid Chaib, en 2008, y la detención de Rachid Abdellah Mohamed y de Nabil Mohamed Chaib, ahora, aparecen, ambas, vinculadas a la presencia y al activismo de dicho grupo en suelo español. Las investigaciones de la Guardia Civil y las detenciones del CNP han permitido darle al juez Eloy Velasco, que lleva la investigación, el material suficiente para desmenuzar algo especialmente sórdido y, por añadidura, difícil de investigar y de esclarecer dado el carácter transfronterizo de los delitos y de las pruebas.

En efecto, el doble crimen de 2008 pone por un lado de manifiesto la crueldad de los elementos del Takfir, aplicada en este caso según todos los indicios ante el deseo de Salam Mohand Mohamed de abandonar el grupo. Y, por otro lado, las dificultades generadas desde entonces de cara a la investigación del crimen por el hecho de que este se hubiera cometido en suelo marroquí aunque las dos víctimas mortales fueran españolas. La cooperación hispano-marroquí en materia de Interior tiene sin duda ámbitos en los que se pueden utilizar elogios, pero otros como es este en concreto no ha sido, en absoluto, uno de ellos.

http://www.gees.org/articulos/radicalismo_islamista_detenciones_ejemplares_en_melilla_9360

¿Ha dicho usted sentencia? Mil muertos no pueden ni discrepar (Por Pascual Tamburri, Ruta norte)

¿Ha dicho usted sentencia? Mil muertos no pueden ni discrepar (Por Pascual Tamburri, Ruta norte)

Un partido que no rechaza ETA, en el que predominan personas y fines de Batasuna, es legal. No es una novedad en esta democracia. Pero no es ni bueno, ni inevitable, ni irreversible. 

El 19 de junio de 1987 ETA mostró en Hipercor Barcelona toda su potencia democrática. No fue ni la primera ni seguramente la mayor masacre, pero sí una de las más recordadas, quizá por la supervaloración política de las víctimas civiles (o la vergonzosa y constante minusvaloración de las militares). Para celebrarlo, el 20 de junio de 2012 el Reino de España (a través de uno de los órganos superiores del Estado, el Tribunal Constitucional) ha decidido que el partido Sortu, continuación de las sucesivas marcas políticas de la banda, sea legal. La sentencia, unida a la coincidencia, ha desatado una polémica jurídica, política y mediática cuyos términos reales conviene no perder de vista.

Herri Batasuna era un instrumento disciplinado de KAS, es decir de ETA. Lo siguió siendo, durante la tregua-trampa, Euskal Herritarrok. Y lo fue Batasuna, el partido fundado en 2001, ilegalizado por la Ley de Partidos de 2002, con sentencia final al respecto del mismo Tribunal Constitucional (de enero de 2004, nótese la fecha). Por conveniencia, cálculo o por disputas internas, sucesivas siglas han compartido el programa, los medios y los miembros de ETA-Batasuna, en todo o en parte, siendo los últimos por ahora Sortu, Bildu y Amaiur, y lo que venga. Una mayoría dentro de un órgano político como es el TC permite ahora hacer legar Sortu (mientras que el Tribunal Supremo, formado por magistrados profesionales, lo consideró ilegal); pero eso no cambia hechos objetivos como que Sortu nunca condenó ETA ni pidió su rendición, cosa bastante lógica si recordamos que Sortu fue presentado en sociedad por Íñigo Iruin y Rufino Etxeberria entre otros dirigentes de raigambre democrática. Lo que ahora se ha hecho es dar por suficiente una genérica y difusa condena de la violencia (que llega cuando tácticamente ETA deja de usarla, y sin renuncia a lo que ETA ha representado hasta ahora). Tomemos nota de que con esto basta, según estos magistrados y los políticos que los aplauden, para ser un partido legal en la España de hoy.

Los nombres que hay que recordar

Pascual Sala (presidente), Eugeni Gay (vicepresidente), Pablo Pérez Tremps, Elisa Pérez Vera, Adela Asúa y Luis Ignacio Ortega han votado a favor de la legalización de Sortu, a pesar de que en 2010 y 2011 el Tribunal Supremo sentenció que Sortu era "la plasmación del designio de Batasuna de constituir un nuevo partido político para que le suceda en su actividad". Pero, aunque algunos medios cargan contra ellos, no son sus nombres los que hay que recordar, al menos no los primeros ni desde luego los únicos. Más importantes son los nombres de los que los colocaron en el Tribunal Constitucional, órgano al que no se accede por méritos profesionales sino por decisión de los partidos políticos. Y los nombres de los que los mantuvieron allí, incluso cuando su mandato había cesado o podía haberlo hecho. Y los nombres de los que diseñaron el sistema de provisión de las plazas del TC, del que uno no pude quejarse si lo ha votado o si pudiendo haberlo cambiado lo mantuvo. Efectivamente, estos seis hombres y mujeres son responsables de que Sortu sea legal, pero antes y más lo son quienes los eligieron, quienes no los cesaron y quienes crearon y conservaron el modelo institucional vigente y el marco normativo aplicado, que nos ha llevado a este punto. Conviene que a cada uno se de lo suyo.

Manuel Aragón, Ramón Rodríguez Arribas, Javier Delgado, Francisco Hernando y Francisco Javier Pérez de los Cobos, que se han opuesto, no comparten esa responsabilidad. Han hecho lo posible, dentro de sus atribuciones, para evitarlo. Para pertenecer, con ellos, a la lista de inocentes, no basta ahora quejarse, lamentar o discrepar de la cosa. Quien quiera no compartir la responsabilidad tendrá que hacer lo que pueda, desde la institución a la que pertenezca, para que las cosas cambien. Porque ni esto era inevitable, ni es irreversible, tanto más para quienes, de un modo u otro, crean o digan creer que esta legalización no es buena para España ni justa para los vascos y los navarros directamente afectados.

¿Es bueno?

Es coherente que Gara y los partidos políticos de la izquierda abertzale se alegren de este paso del Constitucional. Para ellos era y es bueno, y sus obras acompañan a sus palabras, sea cual sea nuestra opinión sobre unas y otras. El ministro Jorge Fernández Díaz manifiesta "claramente" su discrepancia y reitera que la izquierda abertzale debe condenar a ETA, "discrepancia" que comparte el ministro Alberto Ruiz-Gallardón. Muy bien: si ellos creen, como la mayoría de los españoles, que esta legalización ni es buena ni es justa, deben hacer lo que está en su mano para cambiarla. Y es mucho: por ellos pasan los nombramientos del Tribunal Constitucional, por sus manos pasan las Leyes que se aplican y cómo se aplican, en ellos está incluso la posibilidad de reformar la Constitución, si de verdad la carta magna tiene una lectura correcta que pueda favorecer a los abertzales. Adelante: veamos si de verdad estamos de acuerdo en que no es una buena cosa. Pero con hechos concretos, no con palabras.

En las próximas elecciones vascas que se celebrarán quizás en 2013 Sortu estará directamente presente. Está claro que ETA y sus simpatizantes se alegran, y lo dicen. ¿Todos los que hoy se felicitan creen que de verdad es una buena cosa? Asistimos a curiosos intentos de hipocresía y a muchas sonrisas falsas. Izquierda Unida dice que la legalización "restablece" un derecho que "nunca debió ser cercenado"… pero los comunistas vascos saben bien que muchas de sus esperanzas de crecimiento se van con esta victoria moral de los nacionalistas marxistas. El PNV dice que la sentencia sobre Sortu "normaliza" la política… pero se encontraba más a gusto con una izquierda abertzale domesticada, y para nada le agrada un sorpasso batasuno que puede invertir los términos tradicionales de la política jeltzale. Más de lo mismo, Geroa Bai o sea Uxue Barkos dice que la legalización es una "buena noticia" que hay que celebrar… pero el proyecto nacionalista-navarrero-no-batasuno recibe un golpe severo con esto.

Es demasiado pronto para saber si asistiremos a una bonita guerra civil entre abertzales, pero las ilusiones despertadas por la crisis institucional de Navarra quedan muy devaluadas por la división entre nacionalistas y por la resistencia general del PNV en todas sus formas a participar en proyectos que no lidere… y el de KAS, se llame como se llame, no es uno de ellos. El Aralar de Patxi Zabaleta, aunque su opinión es bien conocida, hace un humilde ejercicio de realismo y se pliega a la fuerza que avanza. La reaparición de Sortu, curiosamente, puede alimentar fuegos cruzados en todas estas direcciones. Pero esto no convierte la legalización en buena noticia más que para unos.

¿Era inevitable?

La legalización de Sortu se hubiera evitado si en su debido momento se hubiera renovado a los magistrados del TC. Era deber de PP y PSOE hacerlo, y sigue siéndolo. Por tanto la legalización no era inevitable, si a tiempo se hubiese designado a otros magistrados menos sensibles al gusto por el diálogo. Y si no había consenso para hacerlo, era y es posible cambiar el procedimiento de renovación de este y de otros órganos del Estado (se ha hecho ya con RTVE). En una democracia donde no hay división de poderes y uno dispone de mayoría absoluta no hay nada inevitable si se tiene la voluntad de evitarlo. Hay que valorar, junto a las responsabilidades por acción, las que haya por omisión.

Además, si se quiere, todas las leyes pueden ser cambiadas hasta que tengan la redacción justa; y si se tiene mayoría absoluta pueden ser aprobadas. Más aún, si hasta en el PSOE hay "discrepantes" de esta legalización eso implica que puede reformarse hasta la Constitución. Podía haberse hecho ya, y por tanto esto no era inevitable. Puede hacerse ahora, y por tanto no es irreversible.

¿Es irreversible?

"Discrepamos", claro que sí. Pero más importante es actuar. Patxi López y los socialistas vascos a través de la portavoz del Gobierno regional, Idoia Mendia, ha dicho que la decisión del Tribunal Constitucional sobre Sortu "lo que viene a ratificar es algo que, en la realidad en Euskadi ya se estaba produciendo, que es que el mundo de la izquierda abertzale estaba haciendo política en las instituciones a través de Bildu y Amaiur", así que "esta sentencia legaliza y ratifica una realidad que ya existía". Diferente ¡pero no tanto! ha sido la reacción del Gobierno de Navarra, cuyo portavoz, Juan Luis Sánchez de Muniáin, dice que "respeta todas las decisiones judiciales", y no se preocupa mucho por ésta ya que "el ideario de Sortu está de facto legalizado a través de la acción de Bildu o Amaiur en las últimas elecciones generales". Contentos los socialistas, "discrepantes" los de UPN, ambos se amparan en que "era una realidad que estaba ahí”.

El razonamiento es atroz, si uno se para a pensar. Si el "estar ahí" era legitimante más de una década de esfuerzo por ilegalizar todas las versiones de ETA habría sido inútil e innecesario. Si fuese así, mucho trabajo y alguna sangre serían, sin más, inútiles. Bastaba seguir como estábamos en las primeras décadas de esta democracia, con ETA en las instituciones con poco o ningún pudor, ya que "estaba ahí". Por la misma razón violadores, traficantes, atracadores y forajidos son una realidad que está ahí, y habría que acostumbrarse a su presencia y adaptar a ella las leyes. Después de una década larga de "rebelión cívica" y de algunos pasos positivos en el último aznarato esto puede escandalizarnos, pero no es una novedad en nuestra democracia: es lo que la UCD hizo siempre y el PSOE muy a menudo, con concesiones políticas añadidas y cientos de muertos por el camino. La lucha total contra ETA ha demostrado que la banda puede ser derrotada, que puede "dejar de estar ahí", pero sólo si se combate contra ella en todos los frentes. Esto se ha dejado de hacer. La buena noticia es que no es irreversible y es algo que se puede exigir a los políticos para saber, de verdad, de qué lado está cada uno.

http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=122354&cod_aut=

¿Etarras arrepentidos?

¿Etarras arrepentidos?

Son contadísimos los militantes de la organización terrorista que han mostrado remordimiento, pesar o aflicción por lo que han hecho. Y no serán muchos más ahora que la banda ha cambiado de discurso

Fernando Reinares

 

No dudo que haya algunos. Pero su número es tan reducido que, sobre el total de cuantos centenares y centenares de jóvenes vascos han militado en ETA durante periodos más o menos prolongados de tiempo desde hace más de cuatro décadas, ni siquiera resulta estadísticamente significativo. Muchos son, sí, los pistoleros etnonacionalistas que decidieron salir de la organización terrorista después de haber apreciado cambios en las condiciones políticas y las reacciones de la sociedad vasca, tras mantener desavenencias con la propia organización terrorista, al ver alterados sus órdenes personales de preferencias o debido a alguna combinación variable de estas tres categorías de factores. Etarras que además sopesaron con mayor o menor compromiso los costes y los beneficios de abandonar la militancia, concediendo mayor peso a los segundos que a los primeros. Unos dejaron atrás su pertenencia a ETA pero no se desradicalizaron. Otros abandonaron la organización y se desradicalizaron. Pero apenas unos pocos podrían ser considerados etarras arrepentidos.

Ninguno de los más de setenta antiguos militantes de ETA que pude entrevistar para la elaboración de mi libro Patriotas de la muerte. Por qué han militado en ETA y cuándo abandonan, mostró estar arrepentido de su implicación en la organización terrorista. Y ello aun cuando se trata de una muestra estructuralmente representativa de individuos con muy distintos rasgos sociológicos y variada procedencia geográfica, que se incorporaron a la banda armada y salieron de ella en diferentes momentos de nuestra historia reciente. Bien al contrario, lo habitual es que, al margen de cuándo y cómo dejaron de ser militantes de la banda armada, insistieran e insistan en no arrepentirse de haber formado parte de la misma. Los siguientes testimonios concatenados, correspondientes a seis individuos que pusieron fin a su militancia en alguna de las facciones de ETA entre mediada la década de los setenta y el final de la de los noventa, hablan por sí mismos e ilustran con contundencia la prácticamente imperceptible disposición de quienes han sido etarras al arrepentimiento:

 “Yo no me arrepiento absolutamente de nada de lo que hice. O sea, no me arrepiento de lo que he hecho. Si tuviese que volver a repetirlo, lo repetiría perfectamente pero con una forma más radical”, me dijo uno. “Totalmente convencido de lo que he hecho en todo momento. No me arrepiento de nada. Y en todo caso puedo arrepentirme de no haber hecho más cosas”, afirmó otro. “No sé si alguien se arrepentirá, porque yo no me arrepiento absolutamente de nada. Y estoy muy contento con toda mi historia. Muy satisfecho”, sostuvo un tercero. “Para nada me he arrepentido, ¿eh? De nada, además, de lo que he hecho. No, no renuncio a nada. No me arrepiento de nada. Al revés”, enfatizó un cuarto. “Creo que si se darían las mismas circunstancias y el mismo momento, haría lo mismo prácticamente. Yo no me tengo que arrepentir de nada”, ratificó un quinto. El sexto: “Caí, ¿no? Y son trece años que te has tirado pues a la sombra. Bueno, es una etapa que te ha tocado vivir, pero que no tengo nada de qué arrepentirme. Orgulloso pero cien por cien de haber sido de ETA.”

Yo no me arrepiento absolutamente de nada, puede leerse en dos de esos testimonios de antiguos etarras. No me arrepiento de nada, se asevera textualmente en otros dos. Al igual que afirmaciones como yo no me tengo que arrepentir de nada o no tengo nada de qué arrepentirme, que se reproducen en las demás transcripciones, todas estas frases de sentido idéntico denotan una actitud ampliamente generalizada, si no prácticamente uniforme, entre quienes han militado en ETA y dejaron voluntariamente de hacerlo, ya fuese de una manera consentida por los dirigentes de la banda armada o, por el contrario, contraviniendo las reglas por estos últimos impuestas a sus subordinados, tanto en prisión como fuera de ella. En conjunto, esos testimonios, al igual que otros muchos semejantes, ponen de manifiesto que abandonar la organización terrorista sólo excepcionalmente ha supuesto arrepentimiento por el hecho de haber estado integrado en la misma, haber contribuido a sus actos de terrorismo y haber ocasionado tantísimas víctimas de muy diversa condición.

Algunos de aquellos antiguos militantes etarras, implicados en actividades terroristas durante los años finales del franquismo, introducen en su razonamiento ciertos matices diferenciales relativos al contexto político y al significado que atribuyen a esa forma de violencia colectiva, pero sin por ello expresar arrepentimiento. Como hace este ex miembro de ETA que optó por terminar su pertenencia a la banda armada hacia finales de los setenta: “Yo arrepentirme no me arrepiento. Ten en cuenta que mi militancia fue en la época franquista. Y las muertes que anduvimos cerca nosotros pues era gente que había reprimido, reprimido mucho. Entonces, pues ese cargo de conciencia no existe. Aunque pienso que quizá en este momento pues que no hay justificaciones para acabar con una vida ni por nacionalismo ni por ideales”. Incluso los antiguos integrantes de ETA que no niegan expresamente estar arrepentidos suelen sin embargo referirse a su pasado como miembros de la banda armada etnonacionalista utilizando vocablos que distan de mostrar un sentimiento del ánimo que se le parezca.

A estos vocablos es común una consideración favorable al compromiso militante otrora adquirido y que distan mucho de transmitir aflicción por, entre otras consecuencias sociales de la violencia etnonacionalista, haber ocasionado o contribuido a ocasionar tantísimos muertos y heridos. Léase, si no, la valoración que de la propia experiencia en la organización terrorista hacen dos antiguos etarras. Primero uno que abandonó la militancia en los ochenta: “Lo volvería a hacer. Ahora estoy mucho más preparado. Pero creo que lo hice bien. Para la preparación y la capacidad que tenía creo que lo hice muy bien. Me doy un siete. Soy muy generoso”. Luego otro que dejó ETA en los noventa: “Yo asumo plenamente lo que he hecho. O sea, yo creo que viví un momento histórico en el que yo debía hacer eso y lo hice. Yo, desde luego, si tendría que hacer un balance de mi vida a ese nivel, no lo haría negativo. O sea, con todos los dramas que me ha tocado vivir, con compañeros muertos, con amigos muertos en enfrentamientos y tal, pero bueno, yo creo que eso era un precio que tenía que pagar este país”.

Sea como fuere, si arrepentimiento es pesar de haber hecho algo, entre las decenas y decenas de antiguos militantes de ETA que tuve ocasión de entrevistar a fondo durante años no conocí ninguno que se mostrase arrepentido de haberlo sido. Al día de hoy, los arrepentidos de haber formado parte de los patriotas de la muerte, al margen del modo en que optaron por salir de aquella banda armada, constituyen una minoría numéricamente muy exigua. Una minoría constituida básicamente por etarras presos que, al menos de modo formal, han afirmado estarlo, por escrito y en alguna ocasión incluso alegando imperativo legal, ante el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, para de ese modo solicitar beneficios y permisos. Salvo alguna muy rara excepción, sin proclamarlo de viva voz ni defenderlo en público. Desde luego, que a ETA le esté resultando fácil presentar su evidente derrota policial como una transformación decidida por la propia organización terrorista, al margen de la forzosa ruina a que había sido abocada, no estimula que haya más etarras arrepentidos.

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos. Recientemente apareció la séptima edición de su libro Patriotas de la muerte. Por qué han militado en ETA y cuándo abandonan (Taurus).

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