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Opinión y análisis

PORQUE SÍ SABÍAN LO QUE HACÍAN

PORQUE SÍ SABÍAN LO QUE  HACÍAN

Los españoles hemos conocido el terrorismo de un modo que precede a las untuosas reflexiones intelectuales, a los análisis de encuentros y congresos, al cordial intercambio de ideas y propuestas, realizado en situaciones de seguridad personal y de distanciamiento afectivo. Durante mucho tiempo, el terrorismo ha sido la peor parte de nosotros. Los golpes del terrorismo nos desconcertaban porque siempre eran capaces de tomar formas cuyo envilecimiento nos había resultado impensable. Nos enfrentábamos a algo tan terrible como una acción maligna en estado puro, una obscenidad que se alimentaba de su propia anarquía moral. Nuestra debilidad se alimentaba de nuestra virtud, porque siempre tratamos de comprender lo que ocurría, siempre quisimos persuadirnos de la existencia de una lógica, de una razón, de una justificación que, si en nada templara la frialdad de aquellos actos, por lo menos ayudara a comprender el repugnante deleite de sus ejecutores.

Esa flaqueza alimentó las peores opciones de algunos de nuestros dirigentes políticos, empeñados en encontrar las vías de un diálogo cuya simple enunciación, en la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, señaló la avería política y el desajuste ideológico a los que era capaz de llegarse en un país agotado por el sufrimiento. Sólo quienes han extraviado cualquier instrumento de navegación por las zonas más oscuras de la historia pudieron aceptar las condiciones de aquel reconocimiento del adversario, cuando las víctimas del salvajismo yihadista yacían en el recuerdo más cercano. Sólo las voces contagiadas por una desesperación que ciega nuestra capacidad de resistencia en el territorio de la rectitud pudieron referirse a una negociación. Sólo quienes continúan tratando de convertir el terror en el resultado de una idea pueden plantearse ejercicios de reconciliación, como si nuestra sociedad hubiera estado en un conflicto en cuyas orillas idénticas se acumularan las víctimas de una violencia común.

El terrorismo es una infección tan perversa que no sólo provoca el dolor inmediato de una pérdida humana. La vida cancelada es una bomba de relojería afectiva que suena con amenazadora y obsesiva insistencia en el corazón de quienes tienen que continuar viviendo. El terrorista no sólo arrebata el privilegio de vivir, sino también el modo en el que se sobrevive. A las víctimas directas se suma la existencia de quienes temen dejar de ser fieles a sus muertos, de quienes viven para siempre en un ámbito cercenado, en un espacio que reconoce día a día la ausencia, en un silencio que ha talado las voces de los desaparecidos.

Pero hay algo que, sin ser peor, da otra vuelta de tuerca a esta infamia definida sin escrúpulos como una «circunstancia política». Con el terrorismo no se convive: con el terrorismo se coincide en un lugar y en un tiempo aciagos. El terrorista es portador de una arrogancia implacable, una altanera y despiadada contemplación de su lugar en la historia, que le permite observar a los demás como un conjunto de vidas despreciablemente mediocres, carentes de profundidad heroica, existencias deficientes que no han alcanzado la talla de un fanatismo que las haga respetables. Depositarios de una razón que es rechazada por la inmensa mayoría, convierten su aislamiento en una estatura moral en la que todo les está permitido. Cautivos de su propia liberación, establecen un código de conducta que no los define sólo a ellos, sino que encharca la sociedad entera. Las víctimas lo son en un doble sentido, ya que no sólo mueren sino que siempre han podido morir. Nunca han vivido del todo, porque el terrorista no sólo puede matarles, sino que les ha obligado a existir en una provisionalidad muy parecida a una ejecución aplazada. La vida en su sentido pleno, como proyecto que depende de nosotros, es arrebatada en el mismo momento en que se nos puede asesinar. La realización del criminal precisa de esa precariedad sobre la que su nauseabunda voluntad se afirma, donde su existencia dice fortalecerse, donde adquiere la naturaleza infrahumana de una divinidad enloquecida.

Ante mis ojos tengo una fotografía que contiene la densidad aborrecible de lo que el terrorismo puede hacerle a una sociedad. Una fotografía que, más allá de los respetables sentimientos de una víctima, contiene la impostura de un antiguo verdugo. Adriana Faranda, antigua militante de las Brigadas Rojas, que participó en el secuestro de Aldo Moro en 1978, habla con Giorgio Bazzega, hijo de un policía asesinado por el grupo. La fotografía se ha tomado en el congreso sobre «Memoria y convivencia» celebrado estos días en Bilbao. Allí se dijo que «todos podemos poner el pasado en su lugar», se transmitió la amargura de la pistolera, que veía aquella violencia como una contrariedad histórica con la que debía contarse y se llegó a la injuria de recordar cómo Adriana Faranda consiguió ver al hombre, al hombre auténtico, tras cincuenta y cinco días de humillación, de miedo a morir, de saqueo del alma torturada. Al parecer su exquisita minusvalía ética no le había permitido entender que Aldo Moro era un político profesional y una persona al mismo tiempo. Su feroz sectarismo no había conseguido descubrir esa condición universal en su prisionero, hasta que fue apartando, uno a uno, los pliegues de su resistencia moral y fue rasgando las páginas de su dignidad sagrada.

Poco me importan los sentimientos de frustración y de arrepentimiento de este pintoresco personaje que con otros pocos más se insertaron como un absceso, en una sociedad que, treinta años atrás, había dejado como lección suprema la violencia inaudita de una Europa desquiciada. Ahora resulta que debe interesarnos su evolución y la adquisición de cierta sensatez en sus postulados. Ahora resulta que no podemos decir que estas personas nunca se dejaron llevar por una ideología, sino que esa pretendida fe era una patología, que en otras circunstancias conduce al juego hasta la ruina, a incendiar parques naturales o a robar en grandes almacenes. ¿Es que necesitamos reconciliarnos con ellos, cuando ellos mismos fijan ese punto de encuentro, que sólo les obliga a deponer las armas, mientras a nosotros nos lleva a reconocer sus razones y a condenar sus métodos? ¿Pero es que había algo más que un método, que no debe confundirse con una táctica política, sino con el mero síntoma de una enfermedad?

Me preocupa algo más hondo. Y es que, no pudiendo obtener el perdón de sus víctimas, los terroristas y una meliflua sociedad que falsifica la misericordia proporcionen una nueva carga a los amigos y familiares, a todos aquellos que hemos denunciado la atmósfera irrespirable de una nación chantajeada. Su crimen se convierte en nuestra flaqueza. Sus actos pasan a juzgar nuestra estatura moral. Su sentido de la impunidad pretende manifestarse en nuestra idea de la justicia. Camus recordaba, en su debate con Mauriac en 1945, que el perdón no nos pertenece; sólo puede ofrecerlo quien fue silenciado para siempre. Y a ver si vamos a acabar reprochando a las familias que no tengan la caridad necesaria para abrir su corazón a esa pandilla de asesinos. ¿Nos imaginamos a Eichmann en un congreso sobre memoria y convivencia? Los terroristas mataron en nombre de una supuesta superioridad de su conciencia. Que no nos condenen ahora a olvidar lo fundamental, que no traten de decirnos que no sabían lo que hacían.

 

POR FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR, DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN DOS DE MAYO, NACIÓN Y LIBERTAD.

Diario ABC, 22 de mayo de 2012

La pesada atmósfera espiritual

La pesada atmósfera espiritual

Carmen Hernández, viuda del concejal del PP de Durango Jesús María Pedrosa, asesinado por ETA el 5 de junio del año 2000, contó ayer, en el Congreso sobre Memoria y Convivencia, el acoso que sufrió su familia antes de que la banda terrorista matara a su esposo. Los alumnos de un instituto cercano a su domicilio aprovechaban el recreo para concentrarse ante la vivienda con pancartas a favor de los presos, los miembros de las Gestoras Pro Amnistía hacían algo parecido, el portal de la vivienda aparecía encartelado cada dos por tres, etc. Y después de tanto acoso se produjo el asesinato de Jesús María Pedrosa, poniendo de manifiesto la complementariedad de las estrategias de la banda y de sus organizaciones satélites.

El relato de Carmen Hernández da pleno sentido a las afirmaciones que Stefan Zweig realiza en su libro 'El mundo de ayer. Memorias de un europeo': «Sabemos por experiencia que es mucho más fácil reconstruir los hechos de una época que su atmósfera espiritual. Esta no se encuentra sedimentada en los acontecimientos oficiales, sino más bien en pequeños episodios personales». La pesada atmósfera de muchos años de historia del País Vasco está caracterizada por episodios como los sufridos por la familia Pedrosa en medio de la indiferencia general y de complicidades toleradas. «La policía no aparecía cuando ocurrían estas cosas o llegaba tarde», apostilló Carmen.

El Congreso iniciado ayer supone un esfuerzo del Gobierno vasco por tratar de asentar la idea de que sin una memoria cabal de lo ocurrido va a ser difícil afrontar el futuro con normalidad. Las víctimas son conscientes de la importancia de la memoria de los años de terrorismo. Hay que recordar que Covite fue pionera de la reivindicación de esa memoria ya en su manifiesto fundacional de 1998. También el mundo de ETA y de Batasuna es consciente de esa importancia, aunque entiende la memoria como «un reto más en la construcción nacional», en palabras de uno de sus dirigentes.

ETA y Batasuna saben lo que se juegan en esta partida y por eso se han volcado en tratar de escribir el relato de estos años. No buscan asumir sus responsabilidades, sino preparar una exculpación generalizada de los crímenes cometidos. En ese esfuerzo de arrojar tinta de calamar que dificulte la visión clara de su pasado reciente se encuadran iniciativas como la de la comisión de la verdad propuesta recientemente por la izquierda abertzale.

Cuando se habla de la lucha por el relato no se está pensando en lo que escribirán los historiadores profesionales cuando investiguen este periodo de nuestra historia. De lo que se habla es de la impronta que quedará en la mayoría de la sociedad vasca. Si queda una idea indulgente del pasado los crímenes de ETA serán vistos como una cuestión menor, tal vez como «las travesuras de unos chicos malos», por utilizar las palabras con las que Sebastian Haffner denunció la tolerancia de la sociedad alemana hacia el nazismo en los años treinta.

FLORENCIO DOMÍNGUEZ El Correo, 15/05/12

¿Qué "verificación" necesita la ETA? ¿Cómo se verifica una rendición?, por Pascual Tamburri, Ruta Norte)

¿Qué "verificación" necesita la ETA? ¿Cómo se verifica una rendición?, por Pascual Tamburri, Ruta Norte)

Y ahora ETA necesita "verificadores internacionales". O sea, ¿amiguitos suyos que vengan a enseñarle a España cómo actuar? ¿De igual a igual, de banda criminal a Estado soberano?

La verdad, no, no creo que la noticia de la semana sea la victoria de François Hollande en lo político, ni la retirada de Rodrigo Rato en lo económico, y ni siquiera la pelea entre Patxi López y Antonio Basagoiti en lo autonómico. Todo ello tendrá, por supuesto, sus consecuencias en nuestros próximos meses y años, pero lo que de verdad vamos a pagar, lo que de verdad puede costarnos, es el empeño de ETA y su coro de plañideras en ser tratados como si fueran lo que no son. O sea, gente respetable.

Uno de los lugares comunes más manidos y con menos contenido es ese de que "todas las ideas son igualmente respetables".  Naturalmente que no es así, desde el momento en que existen verdades y mentiras, bondades y maldades; y si para los cristianos todas las personas, como hijos de Dios, tienen una dignidad innata pese a sus errores, ni siquiera para ellos todos los humanos, juzgados por sus obras, merecen igual respeto. Pues así con los asesinos de por aquí, sus cómplices y sus amiguetes.

La ETA y su cuadrilla han montado ahora algo a lo que llaman "Comisión Internacional de Verificación", que consiste en un grupo de personajes afines a la banda que se arrogan el cometido de certificar que los terroristas cumplen sus propias promesas de desarme. Nadie con autoridad para ello les ha dicho que vengan. Nadie con esa potestad soberana ha delegado en unos extranjeros la capacidad que tiene el Estado para el control de las armas y el cumplimiento de las leyes. Pueden llamarse a sí mismos como quieran, pero no han recibido ningún mandato de nadie, puesto que España, nación soberana, no puede –ni sus gobernantes, sean quienes sean, podrán nunca- ponerse al mismo nivel que una banda de delincuentes y sus sostenes políticos.

ETA y sus amigos tienen la cara dura, sin haber cumplido ni con mucho todas las penas que les corresponden, de autocertificar el cumplimiento de una tregua que nadie pidió ni pactó. España no es ni Somalia, ni Bosnia, ni desde luego Irlanda. No hay posible participación internacional en lo que no deja de ser una cuestión legal bastante sencilla. O ETA gana, y por tanto sus objetivos políticos se alcanzan, con o sin más crímenes, o ETA pierde, y por tanto ETA y todos sus colaboradores pasan por los Tribunales y cumplen las penas. Si ETA gana, España pierde y se anula la soberanía de la nación. Como ninguno de nuestros líderes políticos puede negociar eso, la única solución es que ETA pierda. Y entonces lo único que habrá que certificar es que los asesinos, y sus cómplices políticos, cumplan íntegramente sus penas.

¿Cómo se certifica una rendición?  Ya que el Estado sólo puede negociar el día y la hora de la disolución y el desarme, es verdad que le sobran medios para certificar él solo esos extremos. No hace falta para eso ni Administración autonómica, ni grandes gastos, ni por supuesto ninguna intervención exterior. Bastan, como siempre habrían bastado si se les hubiese dejado, las Fuerzas de Seguridad del Estado. El ministro del Interior puede caer mejor o peor, pero decir esto es una de las grandes verdades de las últimas semanas políticas. Una verdad que, además, permanecerá gobierne quien gobierne. ETA ha sufrido grandes derrotas, debidamente presionada terminará de hundirse, y ni es momento de ninguna concesión política ni puede ser momento de que España sea puesta  al nivel de una banda de asesinos marxistas por un grupo de ajenos a los que nadie llamó y nada legitima.

Los etarras buscan otro canal de legitimidad en la crisis económica que vive España, y el otro día chillaban a favor de "romper, cuanto antes, amarras con ese barco a la deriva que se llama España". Los dioses sabrán qué situación económica viviría una Euskalerria independiente y socialista en sus manos. Menos mal que no vamos a tener el placer de disfrutar esa sovietización.

http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=121383&cod_aut=

¿A quién beneficia la “Vía Nanclares 2”?

¿A quién beneficia la “Vía Nanclares 2”?

Quid prodest.

Es necesario hacerse esa pregunta, dada la maraña informativa, los ánimos desatados y las explicaciones pueriles, que abruman a cualquier ciudadano interesado en el futuro de este desmoralizado país, desde que saltara la cuestión a los medios de comunicación.

La que se viene denominando “Vía Nanclares 2”, o Plan Integral de Reinserción de presos terroristas asumido por el Gobierno del Partido Popular, empezó mal. Primero se difundió por medio de una filtración periodística procedente de “medios penitenciarios”. El titular de Interior, ante tan “inocente” iniciativa, no tuvo más remedio que tratar de explicarla en una rueda de prensa, lo que hizo de manera un tanto caótica e improvisada, generando no poca confusión en general… y mucha indignación especialmente entre las asociaciones más combativas de víctimas del terrorismo.

Con todo, el Gobierno ha insistido en que este rimbombante plan no implica nada nuevo respecto a la “Vía Nanclares” desarrollada por los socialistas, su “madre” antecedente. Entonces, ¿por qué un nuevo plan?

Pero si analizamos la cuestión detenidamente, deducimos que sí hay novedades. La principal: que los posibles interesados -cuyo ámbito de aplicación se amplía, además de a los procedentes de ETA, al GRAPO y a los presos islamistas- podrán acogerse inicialmente a la misma sin pedir perdón. En segundo lugar, se visibilizan –normalizándose en el sentido administrativo del término- unas actuaciones que ya se venían produciendo, si bien con un resultado muy escaso y en retroceso. Entonces, ¿para qué impulsar una vía aparentemente muerta?

Para tratar de entenderlo, pongamos nuestra atención en una “casualidad”: el equipo autor del plan sería el mismo que venía desarrollando la “Vía Nanclares 1” bajo directrices socialistas. ¿Casualidad o causalidad? Por ello tememos que, tal vez, la “filtración” inicial no haya sido tan casual en tiempo y manera: de nuevo, un campo de minas sembrado en una administración socialista “convenientemente” accionado. Casualidades de la vida, faltaría más. Y no sería la primera vez en que un “quiste” socialista genera no pocos dolores de cabeza a los siempre timoratos y un poquito ingenuos políticos populares. Y en ese mismo Ministerio...

Lo que es incuestionable es que si alguien ha salido beneficiado con la polémica es el PSOE y, en particular, el lehendakari Patxi López, muy mal situado en las quinielas que se vienen manejando cara a las próximas elecciones autonómicas vascas. Recordemos que, suceda lo que suceda, se adelanten o no, se producirán resultados” históricos”; esos que tanto teme Jaime Mayor Oreja y que viene exponiendo en sus prédicas en el desierto en el que se encuentra. El primero y seguro: un éxito sin paliativos de la izquierda abertzale y sus coaligados, convenientemente fagocitados y controlados. Acaso, otro dos: el sorpasso de esa izquierda abertzale sobre el anquilosado y envejecido PNV y, el que puede ser más dramático y trascendental, el lehendakari abertzale que nos viene anticipando, junto otras pocas voces, Rosa Díez.

Con este “nuevo” plan, y como muñidor en la sombra, el lehendakari Patxi López podrá sumarse algún mérito más en tan difícil carrera, presentando su papel como impulsor del “proceso de paz” que en su día inició el PSOE con ETA y del que el diario El País (generalmente, auténtico Boletín Oficial del Estado) nos viene informando a la opinión pública con oportunas y muy calculadas dosis.

En cualquier caso, si alguien no se beneficia con este plan es el Partido Popular. A nivel vasco, pierde credibilidad y combatividad; ninguneado y desconcertado. A nivel nacional, se extiende la impresión de que está “traicionando” a las víctimas del terrorismo y a sus electores más motivados al respecto. Fatalmente así, se consolida poco a poco ese rumor, esa sospecha de que el “proceso de paz” perfilado por la anterior administración socialista fue asumido, aunque ahora ejecutado con poco entusiasmo, por Mariano Rajoy y su Partido Popular, pues se trataría de una “política de Estado”.

El análisis de la izquierda abertzale

Mientras que en los párrafos anteriores nos movíamos, en parte, en el terreno de las hipótesis, procede una afirmación objetiva, basada en hechos constatables y públicos: la más beneficiada es, ¡la propia ETA! Y no es algo gratuito, pues, con todo, es ETA y sus organizaciones satélites las que se han manifestado, a pesar de sus matices y remilgos, con el análisis más matizado y expectante. Veámoslo.

El autodenominado Colectivo de Presas y Presos políticos Vascos (en euskera Euskal Preso Politikoen Kolektiboa, EPPK) por medio de un comunicado publicado en el diario extremista Gara, ha analizado el plan concluyendo que, desde su perspectiva, le supone un avance. Así, EPPK destaca como significativos esos avances, que a continuación concretamos, considerando que responden «a la demanda de movimientos trasladada a La Moncloa desde Euskal Herria, el ámbito internacional e incluso España». ¿Qué avances?, ¿qué reconocimientos? EPPK considera que el plan «nos reconoce como objetivo del sistema penitenciario y como sujeto de derechos globales». EPPK entiende que supone una admisión implícita de su esencia política, pues «Acepta que se nos impone un tratamiento diferenciado (y colectivo), tanto al imponer condiciones y niveles de exigencia más altos para recibir derechos y beneficios penitenciarios como a través de la discrecionalidad de la clasificación penitenciaria y de la propia dispersión». Por último, a su juicio, el Gobierno aceptaría «el fracaso político de la llamada `vía Langraiz' de arrepentimiento-delación. Y es algo significativo en sí mismo, ya que hasta ahora esto había sido negado de modo irresponsable». En definitiva, todo un triunfo en el terreno del lenguaje: se trataría, pues, de un conflicto estrictamente político; una reivindicación histórica del MLNV. Y concluye afirmando que el EPPK estaría dispuesto a dar pasos si se abandonan «todas las presiones y chantajes». Buenos chicos, en el fondo.

De esta manera, dado que la polémica se suma a la desatada por los manejos de la autodenominada Comisión Verificadora Internacional (¿no se les puede, llanamente, expulsar de España y punto?, ¿o es que no hay interés en ello?), la consecuencia de todo ello es que mientras que el Gobierno popular ha dado nuevas muestras de torpeza, o mala intención, al despreciar olímpicamente a sus electores y a demás ciudadanos al tratarlos como menores de edad políticamente hablando, ETA es la gran ganadora. Así, ha alcanzado un tratamiento de “sujeto político”, en las personas de sus presos, acorralando de paso, dialéctica y mediáticamente al Gobierno español, desvelando sus contradicciones con este nuevo triunfo en materia de lenguaje y propaganda. Y con “tutela” internacional, nada menos.

Y siempre, en la estela del proceso de paz norirlandés.

¿Puede tener éxito la “Vía Nanclares 2”?

Por otra parte, este plan ha sido recibido con mucho escepticismo por lo que respecta a sus posibles resultados prácticos. Si en su día con la “Vía Nanclares” se intentó romper la organización y disciplina internas de ETA, fracasando, con este programa –en buena medida, más de lo mismo- difícilmente se conseguirá.

El áspero, pero tremendamente veraz y objetivo, Florencio Domínguez, aseguraba en La Vanguardia, el pasado 2 de mayo que «Cada elogio a Otegi en un titular era un paso atrás de los etarras presos que estaban en el camino del desmarque de ETA. El principal obstáculo para una reinserción es el miedo a tener que romper con ETA y recorrer el camino en solitario, significándose ante sus ex compañeros y entorno social. Al crear expectativas de éxito para la izquierda abertzale aumentaron las esperanzas de los presos de salir en grupo y sin hacer renuncias. Así matamos entre todos la vía Nanclares». En definitiva, « Al crear expectativas de éxito político de la izquierda abertzale se mató la vía de la reinserción». Y, ya hemos visto, esa expresión política de ETA tiene muchas, muchísimas expectativas políticas.

Y no es el único que así opina. Nos remitimos a las interesantes reflexiones al respecto realizadas por Mikel Buesa en sus artículos Los presos de ETA y el “juego del gallina”, publicados en Libertad Digital.

De esta manera, una nueva versión de la “Vía Nanclares”, aunque maquillada y visibilizada, no rompe unas expectativas que exigen respuestas globales; por lo que está garantizado su fracaso.

Conclusiones: una “mina” mediática accionada por interesados en el avance del “proceso de paz” ha pillado al Gobierno a contrapelo. Los “presos” no se mueven. El PSE-PSOE y ETA, en sus respectivos ámbitos, se benefician con la noticia. Una indignante Comisión Verificadora Internacional continúa con sus manejos y andanzas. Y la opinión pública no entiende casi nada; salvo que los etarras YA serían “presos políticos” y que existe un “proceso de paz”. Rectificamos: percibe la problemática desde otros parámetros dialécticos. Están ganando.

En este contexto, mejor haría el Gobierno del Partido Popular en escuchar las voces que, como las anteriores, vienen denunciando la perversidad del proceso de referencia (el norirlandés), caso de Rogelio Alonso en el ámbito universitario, o de políticos expertos sobre el terreno, como Jaime Mayor Oreja. De no rectificar tan torpes pasos -lo que únicamente puede hacerse manteniendo contra viento y marea una nítida posición de inteligencia y firmeza- confirmará estos desaguisados como males menores de un proceso perverso y oculto al que se habrían entregado.

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

http://diarioliberal.com/DL_vaquero.htm

07/05/12

Matar Nanclares

Matar Nanclares

Al crear expectativas de éxito político de la izquierda abertzale se mató la vía de la reinserción.

La reinserción fue el mecanismo que a partir de 1982 se aplicó a los miembros de ETA político-militar que renunciaron al terrorismo y se reincorporaron a la vida civil. Un centenar de miembros de este grupo dejó las armas y se comprometió a renunciar a la violencia mediante la reinserción negociada por Mario Onaindia y Juan María Bandrés con el ministro de la UCD Juan José Rosón, que correspondió aplicar al gobierno de Felipe González. El hecho de que los polimilis renunciaran a las armas y se reinsertaran fue considerado una traición por la otra rama de ETA, la militar, que tachó de arrepentidos a quienes dieron aquel paso. La intensidad del rechazo de los milis a la reinserción de sus primos fue tal que en ETA quedó grabado a fuego que ellos nunca debían recorrer un camino similar. De ahí arranca su rechazo a la idea misma de reinserción.

Tras la oleada de reinserciones de inicio de los ochenta, el proceso se paró con el asesinato de Yoyes, que no era una reinsertada, sino que se había acogido a la amnistía de 1977, como los demás miembros de ETA. Una segunda oleada de separaciones de ETA se produjo a principios de los años noventa, como efecto de las políticas de dispersión, pero el fenómeno fue decayendo. Hubo miembros de ETA que se iban desmarcando de la ortodoxia de la banda, pero por su propia iniciativa, sin acogerse a ningún programa gubernamental. José Luis Álvarez Santacristina (Txelis), Carmen Gisasola, Joseba Urrusolo, Kepa Pikabea, entre otros, formaban parte de ese grupo que causaba una gran inquietud en la dirección de ETA por el temor a que la disidencia se extendiera.

No fue hasta después del fracaso de las negociaciones del 2006 cuando desde el gobierno se volvió a reactivar una política específica, que se denominó vía Nanclares porque la cárcel alavesa de ese nombre era el destino final de quienes culminaban el proceso haciendo una autocrítica de su pasado terrorista y solicitando el perdón de las víctimas.

Una veintena de etarras representaron la avanzadilla de la vía Nanclares, pero hasta un centenar más iba siguiendo sus pasos con gestos de alejamiento del terrorismo. Esa evolución se cortó y quedó paralizada hace dos años. El motivo fue que medios y partidos políticos crearon un ambiente de aplauso incondicional hacia los movimientos de Batasuna y se crearon expectativas de éxito político para los seguidores de Otegi.

Cada elogio a Otegi en un titular era un paso atrás de los etarras presos que estaban en el camino del desmarque de ETA. El principal obstáculo para una reinserción es el miedo a tener que romper con ETA y recorrer el camino en solitario, significándose ante sus ex compañeros y entorno social. Al crear expectativas de éxito para la izquierda abertzale aumentaron las esperanzas de los presos de salir en grupo y sin hacer renuncias. Así matamos entre todos la vía Nanclares.

FLORENCIO DOMÍNGUEZ
La Vanguardia, 02/05/12
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20120502/54288133405/matar-nanclares-florencio-dominguez.html

Un proceso de paz pospuesto

Un proceso de paz pospuesto

A las siete de la tarde del 20 de octubre del año pasado ETA anunciaba de forma pública el cese definitivo de su actividad armada. En un comunicado de apenas 25 líneas, la organización armada ponía punto final a 52 años de historia que han dejado como poso más de un millar de muertos. Esta decisión se producía tres días después de la Declaración de Aiete. Seis personalidades internacionales: Kofi Annan, Gerry Adams, Bertie Ahern, Jonathan Powell, Pierre Joxe y Gro Bruntland habían firmado un manifiesto en el que pedían a la banda "una declaración pública y unilateral de cese definitivo de la actividad armada", al tiempo que solicitaban a los gobiernos de España y Francia que iniciaran un diálogo "para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto".

Hoy se cumplen seis meses del anuncio de ETA, medio año en el que el Ejecutivo español ha cambiado de manos y ha pasado del PSOE a un PP que goza de mayoría absoluta en el Congreso de los diputados, la izquierda abertzale ha puesto el énfasis en la acumulación de fuerzas soberanistas, y el proceso de pacificación y normalización política está en una situación de impasse.

Las semanas y meses previos a la declaración de ETA estuvieron marcados por una frenética actividad en los partidos, con reuniones a varias bandas. Con un Rodríguez Zapatero al que la crisis había restado la mayor parte de su crédito político, el líder del PSOE tenía ante sí el reto de poner final a cinco décadas de violencia en Euskadi. Para ello contó con el compromiso del PNV. El presidente del Euzkadi Buru Batzar, Iñigo Urkullu, no dudó en ofrecer al entonces presidente del Gobierno español su confianza traducida en el tiempo necesario para acabar con el ciclo de la violencia. Sin embargo, tras el anuncio de ETA, Zapatero, que ya había desvelado su intención de no volver a concurrir a las elecciones, no dio un paso adelante, mientras que la preocupación de su sucesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, era salvar los muebles socialistas ante lo que se vaticinaba y al final se cumplió: una debacle en la cita con las urnas.

En el último boletín Ekia vínculo entre la organización armada y sus presos, y al que ha tenido acceso este diario, se reconoce que tras la Declaración de Aiete y el comunicado de ETA, si bien el Gobierno español no tomó ningún compromiso ni con la banda ni con la izquierda abertzale, sí lo hizo ante otros agentes con quienes adquirió compromisos concretos en el ámbito penitenciario y la legalización de la izquierda abertzale, compromisos que, aseguran, no cumplió.

Otras preocupaciones Apenas cuatro días más tarde del anuncio de ETA, el entonces candidato popular y ahora presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, adelantó lo que iba a ser su posición respecto al proceso de pacificación. "No hay que dialogar sobre ninguna consecuencia de un conflicto que no ha existido. En el País Vasco no ha existido ningún conflicto político, lo que ha habido es una banda criminal que ha querido imponer por la fuerza sus tesis y que ha sido vencida por la sociedad española", aseguraba.

Desde su llegada a La Moncloa, los populares tienen claro que la declaración del cese de las actividades armadas fue tomada de forma unilateral, sin ninguna negociación previa, por lo que no hay ningún compromiso adquirido. Así, con una crisis económica desbocada y una cada vez mayor contestación a los recortes laborales y sociales, el Ejecutivo de Rajoy ha colocado a ETA en el último lugar de sus preocupaciones. El PP, tanto en Madrid como en Euskadi, se ha negado a abrir ningún cauce de comunicación, no ya con ETA, sino tampoco con la izquierda abertzale, y ha puesto su línea roja en la disolución de la banda. "Hasta que ETA no anuncie su disolución no habrá ningún movimiento", aseguran.

Esos movimientos de los que hablan apuntan directamente a la política penitenciaria. El Gobierno mantiene que la única posibilidad de establecer ajustes a su política penitenciaria se circunscribe a que los presos se acojan a los beneficios individuales que les ofrece la ley y para ello coloca la vía Nanclares como el camino a seguir. Un buen ejemplo de que el Ejecutivo de Rajoy mantiene una línea de la que, por el momento, no está dispuesto a separarse ni un solo milímetro es la indiferencia con la que se tomó el anuncio de la designación de los nuevos representantes de los reclusos agrupados en el denominado Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK). Estos portavoces de los presos instaban a los gobiernos español y francés al diálogo. "No tenemos nada que decir. Los presos saben cuál es el camino, que se inicia con la disolución de ETA", respondió el Gobierno. De hecho, el Constitucional ha avalado la denominada doctrina Parot.

Acumulación de fuerzas Mientras en el Gobierno la máxima preocupación es afrontar la crisis económica, por parte de la izquierda abertzale su empeño está puesto en la acumulación de fuerzas soberanistas de cara a los próximos comicios autonómicos. A la espera de lo que decida el Constitucional con Sortu y de la decisión del TS sobre el recurso de los encausados en el caso Bateragune entre ellos Arnaldo Otegi, para la antigua Batasuna es primordial colocarse en la pole position de cara a esas elecciones, bien sean en otoño o en los primeros meses de 2013.

Desde diversos puntos se apunta a que será a las puertas de esa contienda electoral cuando ETA dé un paso más anunciando su disolución, una decisión que allanaría la campaña de la izquierda abertzale, y, además, despojaría al PP de su principal argumento para negarse a entablar un diálogo para abordar las consecuencias de la violencia, en este caso la situación de los presos. Si desde el Gobierno español la nave de la pacificación se encuentra encallada, desde el Ejecutivo vasco tampoco ha habido excesivos movimientos. El lehendakari, Patxi López, tenía como vademecum el decálogo que presentó en el último Pleno de Política General. Tuvieron que pasar cinco meses para que López y el Parlamento movieran ficha. La respuesta del Ejecutivo socialista fue la creación de un comisionado por la paz. Sin embargo, no se ha definido cuáles serán los ejes de su trabajo. Por su parte, la Cámara aprobó la creación de una ponencia por la paz y la convivencia, órgano que se constituirá el lunes. Una ponencia que, de entrada, el primer poso que ha dejado es una grave crisis interna en Aralar.

Javier Núñez - Viernes, 20 de Abril de 2012

http://www.noticiasdealava.com/2012/04/20/politica/euskadi/un-proceso-de-paz-pospuesto

Temor a la factoría del voto 'abertzale'

Temor a la factoría del voto 'abertzale'

Los radicales podrían dar el golpe de efecto de la disolución de ETA a dos méses de las elecciones autonómicas

El temor a una retroalimentación del voto abertzale como consecuencia directa del inmovilismo del Gobierno de Rajoy en materia penitenciaria ha prendido con fuerza en el resto de los partidos vascos, asomados a un escenario político que contiene el aliento ante el ajustado mano a mano que PNV y Amaiur sostendrán en las próximas elecciones autonómicas. Se trata, en esencia, de una fundada inquietud, que va más allá del manido victimismo tradicionalmente asociado como medida de rentabilidad electoral cada vez que la opción soberanista entiende mancilladas sus reivindicaciones. ¿La razón? Una vez alcanzada la paz, y aún pendientes de sustanciarse derivadas tan nucleares como el perdón a las víctimas o la propia disolución de ETA, en un amplio espectro de la sociedad vasca, que incluiría en este caso a la menos ideologizada, existe el firme convencimiento de que “ahora toca mover ficha a Madrid”.

A nivel de la calle, partidos como PNV, PSE-EE y PP saben que mantener por más tiempo en la cárcel a presos etarras enfermos tendrá inopinadamente una traducción inmediata en el ensanchamiento del respaldo electoral de Amaiur. Más aún, tampoco descartan estos partidos que la actual inflexibilidad del Gobierno prolongada en el tiempo podría abocar a la izquierda abertzale a precipitar, sencillamente por hábil tacticismo, una hoja de ruta propia ante la ausencia de soluciones al conflicto, que se traduciría, a buen seguro, en un desequilibrio a su favor en las próximas autonómicas. “No es impensable que cuando queden dos meses para las elecciones en el País Vasco, Amaiur se descuelgue con el anuncio de la disolución de ETA y entonces la convulsión que generaría a su favor le pondría la victoria en sus manos”, aseguraba ayer uno de los asistentes a la conferencia de paz celebrada en San Sebastián en las vísperas de que la banda terrorista anunciase su tregua definitiva.

Pero el debate podría extenderse bajo el mismo supuesto con esta intencionada pregunta: ¿Se atribuiría al PP el mérito de ese hipotético golpe de efecto de ETA? “No”, responde la mayoría de las fuentes consultadas. Y dan una razón que explica su convencimiento: “Si no existe un calendario previo, si para entonces no ha habido movimiento en el tema de los presos, no sería creíble que el PP pudiera estar detrás de esa disolución de ETA”, asegura un dirigente vasco de larga trayectoria institucional. También en este escenario, la izquierda radical saldría ganando, porque el resto de partidos serían meros invitados de piedra que, además, estarían obligados a aplaudir por cortesía democrática la nueva situación.

Después de demasiados años abominando de las virtudes democráticas, el entorno de Batasuna dispone, en su actual catarsis, de un inagotable catálogo de disculpas para irradiar en su purgatorio particular la expectación mediática y social suficientes, que irá ofreciendo en calculadas dosis, conocida su depurada estrategia que tantos réditos le viene aportando, incluso cuando braceaban en la ilegalidad. “La izquierda abertzale irá aportando gestos poco a poco, sobre todo a medida que se acerquen las elecciones, porque lo saben hacer muy bien”, admite un cargo socialista desde San Sebastián, antes de advertir de que “también se quejarán de que por culpa del Estado tienen a su Mandela particular en la cárcel”.

Llegados a este punto, es cuando un consejero del actual Gobierno de Patxi López reconoce, con cierta dosis de desesperanza, que “si todo sigue así”, en una alusión directa a la política penitenciaria, la situación en el País Vasco ante sus próximas elecciones autonómicas —previstas en principio para marzo de 2013— se convertiría en “una factoría de hacer votos abertzales”. Desde el PP no quieren asumir tamaña responsabilidad y creen que “si se nos deja explicar que la reinserción es posible, que ahí está la vía Nanclares que vamos a seguir potenciando, podemos desactivar ese victimismo que tanto le gusta a la izquierda abertzale”, dice un parlamentario de la máxima confianza de Antonio Basagoiti.

Tras vivir apenas medio año en paz, y constatar decididamente que el abrazo de la izquierda soberanista a las vías políticas neutralizará para siempre todo atisbo terrorista, el Gobierno vasco y el resto de grupos parlamentarios entienden que Rajoy dispone de las garantías suficientes en Euskadi para dar un paso al frente. Pero con la misma convicción empiezan a interiorizar que, a pesar de compartir “la reflexión” después de los múltiples encuentros bilaterales mantenidos, “Madrid no lo va a hacer”. Fatídicamente para sus intereses, están en lo cierto: “Todavía no toca”, recuerdan desde Interior.

Esta disculpa temporal, sin embargo, refleja mucho más, porque responde al fundamento estratégico que ante una cuestión tan determinante mantienen ahora mismo en el PP vasco, desde donde, paradójicamente, han salido las propuestas más compresivas hacia el actual escenario sin violencia. Pero si se quiere disponer de un criterio certero sobre la voluntad de los populares, convendría tener claro que la templada acogida de Rajoy al anuncio del cese de la violencia de ETA no supondrá, en ningún caso, un abrazo a las exigencias de flexibilización de la política penitenciaria. “No vamos a dar la sensación de que quienes han estado apoyando la violencia lo tienen todo hecho porque se haya dejado de matar. No podemos dar la sensación de que son ellos quienes marcan territorio. Vamos a aguantar el tipo, recordándoles que claro que tienes medidas de reinserción, pero que son las que ya están”.

Cuando escucha este tipo de mensajes, el PNV se pone nervioso, porque sabe que su enemigo, Amaiur, suma adeptos. Por eso es comprensible que Iñigo Urkullu, presumible candidato a lehendakari, esté “especialmente” interesado en que Rajoy desbloquee su política con los presos de ETA. Quizá en la suerte final de este empeño se juegue la victoria en las urnas. En el PP lo saben porque los nacionalistas y el lehendakari López se lo han dicho, conscientes de que la ausencia de gestos hacia el nuevo escenario de paz solo beneficia a su gran rival, la izquierda radical aglutinada en Amaiur, y consolida una sensación de unidad sin fisuras, como evidenciaron en el Aberri Eguna. Pero Rajoy tiene otras preocupaciones y, además, está convencido de no habrá más sangre.

Juan Mari Gastaca

http://politica.elpais.com/politica/2012/04/15/actualidad/1334523003_285589.html

 

 

Desembarco proetarra en Pamplona (porque ETA sí existe); por Pascual Tamburri (Ruta Norte)

Desembarco proetarra en Pamplona (porque ETA sí existe); por Pascual Tamburri (Ruta Norte)

Los abertzales celebran su gran día el domingo de Pascua. Una herencia de la Euskadi católica soñada por Sabino Arana. Una paradoja que los marxistas y etarras han impuesto en Navarra.

Aquí están, han venido. Los independentistas de Red Independentistak, Aralar, IA, EA, Alternatiba, Bildu y AB, larga suma de siglas de extrema izquierda –EA, ahora, se reviste de ese paradójico ropaje-, se reunieron en Pamplona el domingo de Pascua para celebrar el día de lo que llaman la Patria vasca. Ni su presencia ni su actitud son una casualidad: responden al momento político que vivimos y a los objetivos que se han marcado. Aunque tengan sus diferencias entre ellos, todos, desde el proetarra diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, hasta el coordinador del tambaleante Aralar, Patxi Zabaleta, pasando por Xabier Lasa, Peio Urizar, Maiorga Ramírez, Marivi Ugarteburu, Sabino Cuadra y conocidos imputados por colaboración con banda armada como Rufi Etxeberria, Joseba Permach o Pernando Barrena, comparten lo que los congregados gritaban.

No se vio, pero al menos políticamente sí estaba adherido, a Rafa Larreina y a otras personas que comparten su visión de las cosas. Motivo de escándalo, uno más, porque quieren lo mismo que la manifestación pedía. En este sentido al menos tiene razón Antonio Basagoiti cuando ha comentado en Facebook que "con ETA todo se acaba sabiendo, y quien hace lo que no debe se retrata antes que después". Estará bien que tengan esta verdad en cuenta esta verdad quienes tengan autoridad sobre el dirigente de EA citado, y de paso también el bachiller Iñaki Oyarzábal.

Quieren la independencia, y la pancarta principal lo pedía. También lo pidieron de palabra los oradores y a voces los manifestantes, y de hecho con sus banderas. La independencia es un imposible, gobierne quien gobierne en España, y sólo puede alcanzarse –era ya la idea de Federico Krutwig- con la destrucción de la misma España. Por la misma razón, porque la izquierda teme que el PNV recapacite en su independentismo si reflexiona desde sus principios religiosos y desde sus intereses socioeconómicos, ETA trata de mostrar su rostro menos soviético pero a la vez de dejar claro que el único Estado vasco al que aspiran es uno "socialista". Así que quieren la independencia, pero no la misma, y es una pena que nunca vayan a tenerla porque nos vamos a perder el espectáculo de una masacre despiadada entre ellos.

Quieren la liberación de los presos de ETA, es decir la impunidad de sus crímenes. Porque ETA sigue existiendo, y si alguien lo dudaba puede escuchar lo que pidieron los manifestantes vascos en Pamplona. Y ETA quiere que sus acólitos en política logren las victorias que los terroristas no han alcanzado con sus otros crímenes, aunque las hayan preparado matando. Liberar a los presos y no condenar los delitos cometidos o por cometer implicaría renunciar a la soberanía del Estado –aquí nunca ha habido otro- y a su condición de Estado de Derecho. Eso pide la ultraizquierda. Eso sería la victoria de ETA, y por eso mismo con ETA lo único negociable es el día y la hora de la rendición de sus miembros, la entrega de sus medios y armas y la entrada de todos sus miembros en prisión para ser juzgados con las benévolas leyes en vigor en España (y en Francia) .

Y quieren Navarra, por eso se reunieron allí. Para los que tenemos algo de memoria hay una noticia buena, y es que no fueron muchos, vinieron de hecho menos que las anteriores ocasiones similares; y no fueron muchos navarros, hubo sin duda más navarros cuando en 2007 el Parlamento de Navarra convocó a los navarros a manifestarse contra la política proetarra del Gobierno Zapatero (por cierto, allí se manifestaron del mismo lado Miguel Sanz y Mariano Rajoy). Con el mismo recorrido. Había más navarros con banderas de España entonces que navarros con ikurriñas vascas el otro día. Y eso, según a quién, molesta recordarlo.

Tiene razón Zabaleta, "el porvenir va a ser diferente". Más separados que unidos, y con el aval de una ETA en tregua (¿?), los abertzales quieren lo mismo de siempre, sin pagar el precio de sus errores y sin renunciar a nada esencial. Lo único que puede hacerles avanzar, y triunfar en parte ya que en todo nunca lo harán, es la debilidad, la mezquindad, la cobardía y la ignorancia de los llamados a estar frente a ellos. Pero es verdad, el porvenir va a ser diferente. En ese provenir no van a estar las personas cuya vida liquidó o cambió ETA. Tampoco debe estar ETA, ni los objetivos de ETA.

Aplaudir a ETA es colaborar con ETA. ETA es una banda terrorista y cualquiera que colabora con ella es, por definición, culpable de terrorismo. Los actos públicos de la llamada izquierda abertzale, incluso los pocos que no tienen violencia física o verbal, deben ser observados con arreglo a este criterio por todos los servidores del Estado. Que los criminales hayan interrumpido la comisión de delitos de sangre no ha convertido en legal la banda ni la colaboración con ella en algo imponible. Al revés, la llamada tregua debe entenderse como un signo de derrota de los asesinos y en un estímulo para aniquilar por completo la banda separatista.

Matando durante medio siglo y ofreciendo un régimen totalitario soviético ETA no ha conseguido ninguno de sus objetivos: ni la independencia, ni la sumisión de Navarra, ni la liberación de los asesinos presos. Está en manos de todos nosotros, pero un poco más en manos de los navarros y de los políticos de todo signo, que las semillas puestas por los terroristas no germinen ahora al calor de la tregua falaz, de la democracia que no conocen y de las vacilaciones interesadas de los mismos políticos. Lo único que tienen por hacer los criminales es rendirse a España y aceptar su victoria.

http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=120821&cod_aut=