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Foro El Salvador

Vieja y nueva política

Crisis de militancia en toda la sociedad

Crisis de militancia en toda la sociedad El militante romántico que pegaba carteles en la calle es ya un objeto de arqueología: hoy hay que contratarlos.La militancia es una realidad que cobra fuerza en la modernidad, a partir de la convicción de que toda persona es protagonista de su historia. Pero hoy ese protagonismo se ve empañado por el desencantamiento con el optimismo ilustrado.


El pesimismo de la razón nos invade, generando desesperanza y favoreciendo que la militancia se reconvierta frecuentemente en otra cosa.

 

Los ideólogos de las formaciones políticas y asesores de campaña ya no saben qué hacer, ni qué decir para ilusionar a las personas. El ausentismo electoral crece y todavía crecerá más y, con ello, también el desprecio por la cosa pública.

 

La gran protagonista de estas elecciones generales, cuanto menos en Cataluña, es muy probable que sea la abstención. En el caso que el pronóstico se cumpla, ésta podrá ser interpretada, legítimamente, como un voto de castigo, de desgana y de desdén por la denominada clase política.

 

De este modo, el proyecto de futuro al que sirven las organizaciones que se pretenden transformadoras de la sociedad acaba siendo frecuentemente sustituido por finalidades propias de la organización y de sus élites dirigentes.

 

El resultado es una crisis de militancia en partidos y sindicatos, que hace que sean cada vez más escasas las referencias militantes en la sociedad: en partidos y sindicatos hay cuadros o afiliados, pero la figura del militante se ha desdibujado bajo el predominio de la burocratización.

 

Todo se profesionaliza y se convierte en negocio. El militante romántico que pegaba carteles en la calle es ya un objeto de arqueología. Siempre quedan, a pesar de todo, algunos resistentes de la vieja guardia que todavía son capaces de dar tiempo y gastar fuerzas para hacer realidad un proyecto de país.

 

Ser militante hoy es asumir, más que en otras épocas de nuestra historia reciente, esa condición minoritaria, resistiendo a la marea que barre las motivaciones del compromiso. Requiere una gran dosis de estoicismo, porque no es fácil soportar el sarcasmo de los cínicos, de los que vienen de vuelta de todo.

 

Es preciso aceptar esa condición minoritaria sin asomo de elitismo, porque la educación para la militancia se contrapone a la educación para ser élite y quien es militante está llamado a mantener su fidelidad a la masa, al pueblo del que procede y con el que comparte básicamente valores y cultura.

 

Quien vive la militancia, vive una fidelidad hacia su pueblo, aunque ese pueblo no resulte especialmente digno de ese compromiso militante ni valore su acción a favor de la comunidad.

 

El militante se entrega por su pueblo no porque éste sea en sí mismo merecedor de tal entrega. Quien es militante se siente, a la vez, parte de ese pueblo y conoce y experimenta sus limitaciones y necesidades; pero se sabe también llamado a asumir la doble responsabilidad de anunciar a su pueblo la conversión y de mostrarle los caminos que puedan transformar una realidad negativa e injusta hacia un futuro de libertad y de solidaridad.

 

El declive de la militancia es un grave desafío a la democracia tal y como la conocemos en la actualidad. El pleno desarrollo de ésta no sólo requiere de personas conscientes de sus deberes de ciudadanía, sino también capaces de entregarse a una causa más grande que su propio yo.

 

Francesc Torralba Roselló   

Forum Libertas, 3 de marzo de 2008

¿Qué sucede en Dinamarca?

¿Qué sucede en Dinamarca? Sorprende el escasísimo eco de los acontecimientos que tienen lugar estos días en las frías tierras de Jutlandia en los medios de comunicación occidentales. Sorprende por la gravedad de los hechos en sí mismos y por el calado del problema que revelan. Desde que la policía danesa desbaratase un avanzado proyecto para asesinar a uno de los dibujantes de las tristemente célebres viñetas de Mahoma, las calles de Copenhague y de otras ciudades del reino se convierten cada noche en un campo de batalla, en el que sólo la policía y las bandas radicales, islámicas y de ultraizquierda, tienen salvoconducto para transitar.

 

Recordemos la película de los hechos. El pasado 11-F los servicios secretos daneses desarticulaban una célula terrorista que pretendía asesinar al dibujante Kurt Westergaard, uno de los caricaturistas del periódico Jyllands-Posten, que publicó en septiembre de 2005 unas viñetas ofensivas para la sensibilidad de los musulmanes. El incendio provocado por estas viñetas recorrió el mundo provocando un centenar de muertos, y puso a Dinamarca en el punto de mira del islamismo radical. Por lo que se ve, las amenazas no eran vanas. De hecho Westergaard vive escondido desde entonces y bajo estricta vigilancia policial.

 

Tras la captura de los terroristas, la prensa danesa decidió publicar nuevamente las viñetas en un gesto de solidaridad con el caricaturista, y para subrayar el sacrosanto principio de la libertad de expresión. Cierto es que podrían haberse encontrado otros procedimientos, porque la libertad no debería utilizarse nunca para el escarnio de las convicciones religiosas, pero la violencia desatada en las calles pone al descubierto un tremendo problema que en Occidente no se desea mirar a la cara: que hay barrios enteros en los que el estado de derecho ya no es efectivo, sino que rige de facto la sharía o ley islámica. De hecho, entre los levantiscos figuran inmigrantes de tercera generación, ciudadanos daneses que no han sabido o no han querido integrarse en la sociedad que les acoge, sino que han preferido construir un gueto. Naturalmente, esto no sucede de la noche a la mañana, se trata de un proceso que pone en evidencia el fracaso del llamado multiculturalismo y todas las políticas de integración.

 

Dejemos clara una cosa. No simpatizo en absoluto con los autores de las caricaturas de Mahoma. Pertenecen a esa orientación iconoclasta y nihilista que está vigente en tantas franjas de la intelectualidad europea, que entiende la libertad como ausencia de vínculos y como visa para la mofa y el escarnio de los valores. Hay base y hay procedimientos democráticos para enfrentarse a lo que muchos pueden considerar una agresión a lo más sagrado: la crítica cultural, para la que existe amplio espacio en la Europa libre, las respuestas razonadas en los medios de comunicación, el recurso a los tribunales de justicia, y el testimonio público de que lo que manifiestan las viñetas es mentira. Pues bien, nada de eso ha sido aprovechado por los supuestamente agraviados, sino que se ha justificado la violencia y la barbarie contra toda una sociedad y su sistema de libertades.

 

Ahora el Gobierno danés advierte que va a emplear mano dura, desde la policía hasta la retirada de determinados beneficios sociales e incluso la expulsión del país. Todo eso puede tener su razón de ser, pero el problema seguirá presente. Un flanco interesante (y preocupante) es la connivencia de células de ultraizquierda con el extremismo islámico, que se ha evidenciado estos días en las calles de Copenhague. El nihilismo occidental y el fundamentalismo islámico, irracionalidad e irracionalidad van de la mano, como ya sugería el denostado discurso del Papa en Ratisbona. Y la gran pregunta que surge es si las sociedades occidentales están en condiciones de asumir el desafío de la defensa de su propia identidad y sus valores, así como de la acogida e integración armónica de los inmigrantes, especialmente los de religión musulmana. Esto sólo será posible si Occidente dispone d e una fortaleza espiritual y moral que ahora mismo brilla por su ausencia.

 

Ahora se ve bien a las claras que el relativismo no puede ser fundamento para la democracia y que las mejores estructuras políticas y económicas (Dinamarca las tiene) no bastan para asegurar una convivencia civil que merezca ese nombre. No es cuestión de mano dura sino de claridad de conciencia, de construir un tejido comunitario vivo y de ofrecer una auténtica propuesta educativa, basada en el gran patrimonio que conforman la tradición judeo-cristiana, la herencia greco-latina y la mejor ilustración. En Copenhague se han encendido las sirenas de alarma.

 

José Luis Restán

Páginas Digital, 21 de febrero de 2008

La libertas ecclesiae en juego

La libertas ecclesiae en juego Estado e Iglesia, siendo independientes, están llamados a colaborar 

En las entrañas de la reacción del PSOE contra la Iglesia Católica late un derecho fundamental: la libertad religiosa y, en concreto, la libertas ecclesiae. En un Estado laico los políticos responsables no se sirven de la Iglesia con fines electorales para captar votos radicales que aviven el anticlericalismo. Es una grave temeridad.

Más allá de la cita entre José Luis Rodríguez Zapatero y el nuncio del Papa, Manuel Monteiro de Castro, ha sido el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, el que ha reclamado la libertad de la Iglesia Católica. “La fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio”, porque entonces la Iglesia “se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios”.

 

En su homilía del pasado domingo, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal dijo algo que merece la pena recordar en estas fechas de campaña electoral: “a lo largo de los siglos ha existido la tentación de asegurar la fe a través del poder, y la fe ha corrido siempre el riesgo de ser sofocada precisamente por el abrazo del poder”. Por ello, valoró positivamente “la lucha por la libertad de la Iglesia”, entendida como “la lucha para que el reino de Jesús no pueda ser identificado con ninguna estructura política”.

 

La libertas ecclesiae no gusta al laicismo ni al totalitarismo. Pero la Iglesia no puede renunciar a ella, de lo contrario acabaría presa del poder político. En los años sesenta el Concilio Vaticano II ya se refirió al recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia, algo que debería ser objeto de estudio por parte de algunos políticos irresponsables.

 

Por si nos leen, les refrescaremos la memoria. En la Constitución Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo, elaborada entre 1962 y 1965, el Concilio Vaticano concluyó que la Iglesia “no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno”. El Estado y la Iglesia son independientes y autónomos, sin embargo, al estar al servicio de la vocación personal y social del hombre, están llamados a colaborar tanto en el horizonte temporal como en el espiritual.

 

¿Qué pide la Iglesia? No más que otros grupos sociales. Simplemente respeto a su libertas ecclesiae, que comprende el derecho a predicar su fe, enseñar su doctrina moral, ejercer su misión… y dar su juicio moral para iluminar el criterio de los ciudadanos, especialmente el de los católicos. Y darlo incluso sobre aquellas materias referentes al orden público si lo exigen los derechos humanos o la salvación de las almas.

 

Esto último disgustó al PSOE, pero luego lo utilizó en los mítines de campaña con fines electoralistas. Da exactamente igual. Si la Conferencia Episcopal considera que algunas acciones o leyes del Ejecutivo han supuesto una amenaza para el orden público, los derechos humanos o la salvación de las almas, es lógico que los obispos expresen su opinión. Se trata de un deber para con sus fieles.

 

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La extraña ley catalana para controlar el culto

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10256  

 

Licencia para rezar: control sobre centros de culto

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=9857

 

Actualidad del dualismo gelasiano

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10163

 

Àlex Seglers   

Forum Libertas, 18 de febrero de 2008

«Kulturkampf»

«Kulturkampf»


Hay algo que difícilmente va a cambiar ya en el estado anímico de los españoles y en el escenario político, social y cultural de España en años, sea cual sea el resultado de las elecciones del 9 de marzo. Se equivocan quienes creen que la polarización política, la destrucción del tejido social y de la voluntad de convivencia impuesta a la legislatura se revelará como fenómeno pasajero. El radicalismo sectario y la voluntad excluyente no son la «enfermedad infantil del zapaterismo» (Lenin pixit-dixit) sino la esencia de un proyecto político aglutinado en torno a una persona, rodeado por una guardia pretoriana intelectual encanallada, una sofisticada y abrumadora maquinaria de intoxicación y una soldadesca política que busca la eliminación de todo disenso, crítica y oposición. Aunque Zapatero tuviera un arrebato de decencia para dimitir o su partido para inhabilitarlo, mucho tardará en recomponer el (aún) ciudadano español, la voluntad de convivencia y respeto que existía antes de que Z nos lanzara hacia «las ansias infinitas de paz».

Esta última semana demuestra que la deriva en la que nos embarcó un presidente del Gobierno llegado de la nada con el único bagaje del odio a su antecesor y su mensaje redentorista, nos ha llevado a una situación de difícil retorno. La proclamación oficial de la existencia de un enemigo interno en el sistema democrático se produjo muy pronto en la legislatura cuando Zapatero se identificó plenamente con un bando de la guerra civil y proclamó su voluntad de llevarlo, 70 años después, a la victoria. Para imponer así su intrínseca bondad. Quienes se opusieran se situaban con el mal y eran enemigos a batir y humillar.

Pronto es para hacer balance de tanta desgracia. La catarata de insultos, descalificaciones e insidias, las manipulaciones y tergiversaciones de las palabras críticas hacia el poder la única oposición parlamentaria del PP, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, movimientos cívicos y ahora la Iglesia Católica y la infinita sumisión de la inmensa mayoría de los medios de comunicación al dictado de un líder tan despreciado como temido que muchos se resignan o desean ver ya como fundador de un nuevo régimen, han creado ya en España una situación de democracia anómala. Nada tiene que ver con la legítima y leal competencia entre opciones políticas, diversas y adversarias, pero con vocación de buscar el bien común de toda la sociedad.La voluntad de Zapatero de consolidar un nuevo régimen que nada tiene que ver con letra y espíritu de nuestra constitución, -con una victoria en las urnas que considerarán un plebiscito a favor de toda su política-, se traduce en su política sistemática de quebrar la voluntad de los discrepantes, acallar toda voz crítica y amenazar a disidentes potenciales.

A pocos parece importar que voceros del régimen, desde ministras a columnistas llamen al frentepopulismo con independentistas y socios de ETA a la ofensiva común para la liquidación de la oposición en Cataluña o a la sedación de opositores (curioso resulta que un periódico publique el deseo de una escribidora de ver muerta a una líder de la oposición y la envíe a la sala de urgencias con el doctor Montes. Grave lapsus freudiano de la indigente intelectual. Su periódico no lo percibió, habituado como está al olor de su sentina. Montes debería querellarse contra Torres por sugerir que es Mengele).

Miedo

Este nuevo «Kulturkampf» desatado por Zapatero, ante la temida posibilidad de que toda su tropa reclutada en la selección de los peores del PSOE se quede sin sueldo el 10 de marzo, nos lleva al enfrentamiento social. Aquí no hablamos del Estado laico que Bismarck defendió en su día. Se trata de la persecución de la oposición y por tanto de una voluntad totalitaria cada vez más agresiva. La Iglesia debe callar ante la amenaza de linchamiento. Eso sí, la SGAE tiene franquicia fanariota con el canon. La oposición no debe oponerse ni a la mentira del presidente respecto a las negociaciones con ETA -que ningún jefe de Gobierno europeo habría sobrevivido políticamente-, ni a la coordinación de políticas con la banda terrorista, ni a la ocultación de datos sobre economía. «Nadie se oponga porque no lo vamos a tolerar». Sería recomendable que todos los españoles empezaran a tener miedo.

 

HERMANN TERTSCH

ABC, 4 de febrero de 2008

Esa derecha del dinero y la patronal…

Esa derecha del dinero y la patronal… A Rajoy se le ha ocurrido fichar como número dos por Madrid a Manuel Pizarro, el numantino patrón de Endesa, es decir, un hombre del dinero. De la calidad profesional de Pizarro nadie duda. También está claro que, si se trataba de dorar las listas con gestores de gran estilo, la elección es un acierto. La pregunta, no obstante, no gira en torno a la calidad humana y profesional de Pizarro, sino en torno al mensaje que el PP quiere mandar a los españoles. Se trata de saber si el PP es capaz de ofrecer al electorado español algo más que un discurso de solvencia económica y eficacia técnica. Nuestra derecha parece convencida de que el horizonte único de la sociedad española es el bolsillo. Pero ese discurso ya lo formuló Aznar, y no salió bien.   

Manuel Pizarro dio a los españoles en general, y a los socialistas en particular, una extraordinaria lección de habilidad gestora y fidelidad a los propios accionistas cuando tuvo que lidiar con el terrible morlaco de la Opa sobre Endesa. Recordemos: Gas Natural (La Caixa) ataca, Endesa se defiende y, por el camino, nos enteramos de que había detrás una operación que implicaba a la oligarquía político-financiera catalana; portavoces del Gobierno reconocen, con ese desparpajo que les caracteriza, que esa Opa es “medio estatut”, y así nos encontramos de hoz y coz con un guiso donde se mezclan la política de partido, el mamoneo oligárquico, el caciquismo de aldea y la alta finanza internacional en aleación inextricable. En medio de este torbellino de presiones, Pizarro se clava al suelo, saca pecho y aguanta. Al margen de otras consideraciones, ese era exactamente su deber. Honor al capitán de empresa.

 

Vaya eso para aclarar que aquí el problema no está en la personalidad de Pizarro, sino en la elección del PP. Todo indica que esta elección obedece a una reflexión estratégica que podemos sintetizar en los pasos siguientes: a) Las elecciones van a decidirse en un estrecho margen de votos que básicamente coincide con el porcentaje de los indecisos; b) Esos indecisos no votarán en función de criterios ideológicos (si tuvieran ideología, no serían indecisos), sino que apoyarán a la opción que más confianza les inspire; c) El mejor modo de ofrecer confianza es mostrar a personas de seria reputación profesional, ese tipo de persona a la que le confiarías tu propio dinero o, como suele decirse, le comprarías un coche usado; d) Nadie ha dado mejor ese perfil en los últimos años que un tipo como Pizarro, que ha sido capaz de multiplicar los beneficios de sus accionistas en medio de una crisis atroz; e) Ergo, este es nuestro hombre. Pero esta reflexión da por acreditadas dos cosas que en realidad son muy discutibles. La primera que esa confianza que buscan los indecisos pueda traducirse en términos de confianza económica, es decir, que lo que busquen sea un gestor. La segunda, que la imagen pública de Pizarro, esto es, la que le ha construido la mayoría de los medios de comunicación en los últimos cuatro años, se corresponda con la que de él tienen en el PP. Ambas cosas son extremadamente dudosas.

 

El partido del homo oeconomicus

 

El PP presupone que el ciudadano razona en términos del “mejor interés individual”, muy al estilo del liberalismo clásico, y tiende a pensar también que ese interés se formula en términos estrictamente económicos, muy al estilo del neoliberalismo contemporáneo. La ecuación sería “interés = más dinero para mí”, y se traduciría en la equivalencia “confianza = un tipo que sepa ganar dinero”. Ahora bien, la mentalidad del español medio no suele transitar por ahí. En España, donde muchos años de proteccionismo han configurado una mentalidad social de ciudadano asistido, la gente tiende a mirar con hostilidad al que gana dinero y, al contrario, tiende a depositar su confianza en quien promete repartirlo. El caso de Andalucía es paradigmático: la mayoría de la gente prefiere mil veces que le den un subsidio a que le den una empresa, sobre todo si el subsidio puede chulearse con la suficiente holgura como para completar ingresos en negro. Aquí intervienen elementos de cultura política cuyo análisis nos llevaría demasiado lejos, pero que podemos sintetizar en esta idea: en España apenas existe una cultura social del individuo emprendedor, de manera que tampoco hay una cultura política que premie al gran financiero. En ese sentido, la figura de Pizarro puede suscitar más rechazos que adhesiones.

 

Aquí entra el segundo elemento del análisis, a saber, la imagen pública del protagonista de esta historia. En efecto, desde la mayoría mediática gubernamental se le ha construido a Pizarro una imagen cortada por los patrones más tópicos del anticapitalismo primario: el patrón sin patria ni escrúpulos que prefiere vender la energía nacional al mejor postor extranjero, antes que ponerla al servicio del interés de los españoles. Por supuesto que se trata de una imagen falsa y simplista hasta la náusea, pero la estrategia de comunicación del zapaterismo nunca se ha caracterizado por su sutileza. No hemos tardado en oír al tribuno demagogo diciendo lo previsible: “Ahí lo tenéis: ellos eligen a los que se llevan el dinero, y nosotros, a los que lo reparten para el pueblo”. ¿Burdo? Claro, pero de eso se trata.

 

Un poco más de tejas arriba, el episodio Pizarro incide en un rasgo de la derecha española que empieza a ser muy preocupante: su tendencia perenne a reducir el discurso político a la dimensión económica y su incapacidad manifiesta para modular discursos sugestivos en materia política, social o cultural. El PP parece convencido de que los “indecisos” no le votarán si se muestra como un partido de derechas, es decir, si plantea un discurso nítido de defensa de la identidad nacional, de restricción de la inmigración, de defensa de la familia y de la libertad de enseñanza, etc. Esto no es de ahora: lo vimos con Aznar, que hoy parece dispuesto a amparar grandes laboratorios ideológicos, pero que en sus ocho años de Gobierno no propuso a la sociedad española –sino muy tardíamente- otro horizonte que el de la prosperidad económica. “Enriqueceos”, nos dijo Aznar como Luis Felipe de Orleáns a los franceses de 1830. El resultado fue que la gente, cuando tuvo miedo, prefirió votar a otro.

 

La frase “el dinero no lo es todo” tuvo aquí una plasmación de sabiduría cazurra, pero ello no le restó vigor. Rajoy viene ahora con lo mismo: “enriqueceos”. Muy bien. Pero todos sabemos que quienes se enriquecen, por lo general, son siempre los mismos, así de derechas como de izquierdas, y a mí lo que me interesa no es que se enriquezcan ellos, sino dar a mis hijos la enseñanza que yo quiero, que tener familia numerosa no me convierta en un menesteroso marginal, que dejemos de ser el paraíso europeo del aborto, que se garantice la supervivencia de España como unidad nacional, que la cultura social española se regenere y abandone su actual estado de sordidez e indecencia… Todo eso no es incompatible con el fichaje de gente como Pizarro, por supuesto. Pero Pizarro, que es un gran tipo, no me va a dar lo que yo necesito. Yo –y algunos millones como yo- necesito un estadista y un reformador, no un mago de los dineros. Al final, estamos en lo de siempre: la derecha del interés prevalece sobre la derecha de los principios. Y conviene recordar que las consecuencias de esa elección siempre han sido funestas.

 

José Javier Esparza

El Manifiesto, 16 de enero de 2008

Francisco Vázquez, olvidándose de sus declaraciones anteriores, reconoce que la celebración “Por la familia cristiana” recibió una respuesta "desmesurada por sectores empeñados en una cruzada anti-Iglesia”

Francisco Vázquez, olvidándose de sus declaraciones anteriores, reconoce que la celebración “Por la familia cristiana” recibió una respuesta "desmesurada por sectores empeñados en una cruzada anti-Iglesia”

No han cesado las reacciones por parte de sectores de la izquierda criticando que las palabras de algunos cardenales en la madrileña plaza de Colón fueron “hirientes” cuando, en realidad, hicieron una defensa de la familia, entendida como la unión de un varón y una mujer. Precisamente, el embajador de España en el Vaticano, Francisco Vázquez, consideró ayer que la citada celebración recibió una respuesta "desmesurada por sectores empeñados en una cruzada anti-Iglesia"


La Iglesia defendió el pasado día 30 de diciembre lo que ha venido defendiendo siempre: la familia, base de la sociedad. De ahí, que no esté de acuerdo con leyes contrarias a este pilar fundamental: divorcio ‘exprés’, aborto, eutanasia, “matrimonio” homosexual…

 

Para Vázquez, no es comprensible la respuesta tan “desmesurada” que ha tenido por parte de sectores que “están empeñados en una cruzada anti-Iglesia” y que no han cesado en sus ataques hacia los cardenales que participaron en el acto. A su juicio, utilizan "todos los argumentos precisos, incluso a veces, el de la tergiversación, manipulación o falsedad".

 

Sin embargo, calificó la gran celebración del día 30 de "inoportuna tanto por el escenario como por la forma en que se montó". A dos meses de las elecciones generales, Vázquez consideró que "todo pasa por el filtro electoral".

 

Cabe recordar que la polémica subió tanto de tono que hasta el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, pidió explicaciones al Papa sobre la familia cristiana…

 

Según reconoció, Blanco se excedió en sus críticas a los obispos y describió la polémica como “un calentón” y “excesos verbales”.

 

En declaraciones a Onda Cero, el embajador de España ante la Santa Sede mostró su deseo de que el Gobierno no caiga en el "error" de que este "incidente", pueda "ocultar el esfuerzo de diálogo o los acuerdos importantes que en los últimos tres años se han conseguido con la Iglesia".

 

Apoyo a la declaración institucional del PSOE

 

Para Vázquez, que se definió a sí mismo como una persona moderada, "las expresiones políticas que en aquel acto se dijeron, requerían respuesta política" y recordó que él mismo hizo una declaración diciendo que "se deslizaron argumentos más propios de un mitin político, sobre todo porque estamos a dos meses de las elecciones y eso es algo que no podemos tapar ni ocultar".

 

"Hubo excesos, pero después hubo excesos intencionados en la repuesta a aquel acto, porque hay sectores y personas con nombres y apellidos concretos que están empeñados desde hace tiempo en una cruzada anti-Iglesia, que intenta relegarla a una posición de silencio", reiteró Vázquez.

 

En este sentido, aseguró que existe un "permanente diálogo" para permitir el ejercicio de la libertad religiosa, algo, en su opinión, "fundamental", y para "conjugarla con la separación de Iglesia y Estado".

 

Respecto al Papa Benedicto XVI, afirmó que en España se manipula la información y que en este sentido hay muchos intentos de presentarle "como un hombre retrógrado y reaccionario". A su juicio, es un "gran intelectual" que no solamente lo acredita en sus libros y documentos sino también en sus palabras.

 

Por su parte, el presidente de la Junta de Andalucía y del PSOE, Manuel Chaves, aprovechó ayer su intervención en el Fórum Europa para acusar a “determinados grupos políticos” de fomentar un discurso catastrofista durante los últimos cuatro años, anunciando la ruptura de España o la disolución de la familia.

 

Análisis Digital, 15 de enero de 2008

Protagonistas de la construcción de la sociedad

Protagonistas de la construcción de la sociedad Comunión y Liberación Venezuela

Todos hemos sido testigos una vez más del espíritu democrático y pacífico de nuestro pueblo. El acto electoral del 2 de diciembre y la modalidad en que se desarrolló manifiestan la necesidad y la decisión de vivir en paz y democracia, y el rechazo a la constante polarización que intenta dividir y contraponer a los venezolanos.

El pueblo venezolano, a través de su voto o de su abstención, ya manifestó el rechazo al proyecto de reforma constitucional, y esto debe ser respetado. La experiencia cristiana que vivimos nos hace afirmar que la auténtica posibilidad de unidad entre las personas y de una convivencia pacífica y constructiva radica en reconocer que todos los hombres tenemos las mismas exigencias de felicidad, verdad y justicia. Esto permite superar las diferencias políticas y desvela la pretensión de toda ideología de constituirse como respuesta total y definitiva a estas exigencias del hombre.

 

Como afirma Benedicto XVI en su última encíclica Salvados en Esperanza: “El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni deben dejar al margen la libertad del hombre”.

 

En efecto, el verdadero protagonista de la vida de la sociedad es la persona, no cualquier tipo de ideología que pretenda realizar estructuras perfectas. Por esto, hoy nos encontramos delante de una tarea fundamentalmente educativa, para que cada persona, frente a la realidad que le toca vivir, pueda poner en movimiento su libertad y así convertirse en verdadero protagonista.

 

La construcción de un país pasa obligatoriamente por entretejer y favorecer todas las iniciativas que nazcan de personas que libremente se junten para dar respuesta a sus necesidades. De esta manera la sociedad adquiere también su propio rostro y el Estado, por su parte, tiene el deber de valorar este protagonismo y estar disponible para apoyar esta dinámica que parte de las personas.

 

Nuevamente Benedicto XVI, en su encíclica Salvados en la Esperanza, afirma: “Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente”. Es en este presente, con sus características muy particulares, y con la certeza del futuro, que estamos todos llamados al reto de superar divisiones y rechazar toda forma de violencia, contribuyendo a la construcción de un país donde sea posible una convivencia fraterna y en el que se favorezca en primer lugar el protagonismo de la persona y de la sociedad.

 

Páginas Digital, 20 de diciembre de 2007

La inmigración no es la solución, la natalidad sí

La inmigración no es la solución, la natalidad sí ForumLibertas aporta nuevos datos sobre el problema que tiene España a medio plazo como consecuencia del envejecimiento de la población. El dato es relevante:

Pensiones más sanidad y dependencia alcanzarían en el año 2050 la abrumadora cifra del 20% del PIB debido al envejecimiento de la población y a la falta de natalidad. La inmigración no resuelve ni de lejos el problema.

Las diferencias entre un escenario de inmigración alta y otra baja no alteran la cuestión. Por ejemplo en el 2025 la población de más de 64 años será, con un escenario con poca inmigración, del 21,9%, y del 21% con el escenario de alta. La diferencia solo 9 décimas.


Para hacer frente a este gasto se calcula que sería necesario doblar los actuales impuestos del IRPF y el IVA. Solo hace falta detenerse un momento a pensar qué significa en el ámbito personal el “doblar” para darse cuenta de que esto es absolutamente inviable.

 

Para hacer frente a esta situación se proponen medidas relacionadas con la Seguridad Social. En síntesis, siempre son las mismas: cobrar más tarde, a los 70 años se habla ya ahora, y cobrar menos porque se contabilizaría todo el periodo de vida laboral y, por tanto, descendería el valor medio aportado en forma de cuota a la Seguridad Social.

 

La otra medida ortodoxa es que el Estado ahorre ahora, pero seguramente llega tarde. La crisis económica en puertas va a representar una disminución de los ingresos del Estado a la vez que el gasto social comprometido ha crecido de manera notable. No parece realista pensar en grandes ahorros en los próximos años, en todo caso éstos ya se tendría que haber generado, cosa que evidentemente no se ha producido.

 

Lo curioso del caso es que en este problema del envejecimiento las medidas económicas nunca tienen en cuenta el factor desencadenante, el de la natalidad. La inmigración no resuelve el problema, pero un aumento sustancial de la natalidad, sí.

 

Si desde ahora se desarrollara una política favorable a la familia y a la descendencia, como la que tienen buena parte de los países europeos como Francia o Noruega, y se incentivara el fin de la cultura antinatalista que impera para volver a celebrar el sentido de la vida, esto cambiaría substancialmente, porque el gran periodo crítico, que se producirá a partir del 2025 y alcanzará el cenit en el 2050, otorga un margen de tiempo justo pero razonablemente suficiente como para empezar a cambiar los parámetros.

 

Aumentar la natalidad significaría por otra parte una inyección económica a largo plazo, aunque a corto representará un mayor gasto en educación, que en buena medida sería compensado porque como consecuencia de la falta de niños el gasto en educación en términos absolutos tiende a descender.

 

Editorial de Forum Libertas, 14 de diciembre de 2007