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¿Y Navarra?

Una solución liberal para los abertzales, mentirosos o ignorantes

Una solución liberal para los abertzales, mentirosos o ignorantes Gracias a al profesor Iñaki Iriarte López los navarros nos hemos enterado de que hace unos días la llamada "diáspora vasca en México" organizó en aquella capital unas jornadas sobre Javier Mina con el subtítulo "un pueblo en busca de su autodeterminación". Si a usted no le ha ardido la sangre de indignación o no le han llorado los ojos de risa al leer la frase anterior pueden suceder dos cosas: o usted no es navarro, o es usted un navarro de-formado en las últimas décadas de vida institucional y de sistema educativo.

 

Javier Mina fue muchas cosas: un estudiante en la España de Carlos IV, un soldado voluntario del Ejército español, un guerrillero navarro contra la invasión francesa de 1808, un patriota por lo tanto, y sucesivamente un liberal español. Nunca un abertzale. Luchó primero contra los enemigos de su país; prisionero del enemigo y convertido después a las ideas liberales y a la defensa de la Constitución de Cádiz, no por ello dejó de ser español, sino que se entregó en cuerpo y alma a la lucha contra los enemigos de la libertad, como por otra parte hizo a la vez su tío Francisco Espoz y Mina. La lucha contra el felón Fernando VII lo llevó desde Baltimore, donde ofreció al mismo José Bonaparte participar en los proyectos constitucionalistas españoles, hasta Méjico, donde se unió a los insurrectos enemigos del mismo rey y de la misma tiranía. Allí fue fusilado por los absolutistas.

 

¿Abertzale? ¿Vasco? ¿Soberanista o autodeterminista de una inexistente nación vasca? Sólo en los sueños de nacionalistas capaces de inventar el pasado, y de hacérselo tragar así de falso a las siguientes generaciones. Pero la culpa sólo en parte es de ellos: cargan con ella también quienes lo toleran, lo financian o simplemente se limitan a encogerse de hombros cuando leen o escuchan memeces de este género. Yo, que les escribo hoy al amor del fuego y bajo un retrato de este Mina para siempre joven, en uniforme de coronel español, sospecho que su reacción, o la de su tío, ante la sola mención de un Estado-Nación vasco habría sido indescriptible. Eran liberales, pero poco tolerantes con los enemigos de la paz pública; quizás sea eso lo que le falta hoy a nuestro constitucionalismo: un Mina, pero de verdad.

Javier Mina y el Corso Terrestre de Navarra

 

Desde 1808, antes del 2 de Mayo madrileño, Navarra miraba con recelo a los franceses. Tras el golpe de Estado bonapartista, que fue acatado por una parte de las aristocracias navarras, hubo resistencias populares armadas, y surgieron las primeras partidas. En Navarra y en las provincias limítrofes hubo grupos de guerrilleros en las áreas rurales casi desde el principio de la guerra, como la partida del párroco de Valcarlos en la Montaña y la de Luis Gil en la Ribera. Los alzamientos populares fueron continuos en la primavera y el verano (Tudela fue asaltada cruelmente por los franceses entre el 9 y el 11 de junio de 1808), y la Ribera apoyó la resistencia de Zaragoza. Pese a la gran resistencia, la ofensiva de Napoleón en el otoño y el invierno de 1808 arrancó de Navarra. Después, los franceses tuvieron que contar con la hostilidad general, que dio lugar por ejemplo al alzamiento del valle de Roncal en la primavera de 1809. Pero ninguna autoridad era capaz de organizar y dirigir estos impulsos.

 

La primera bandera de revuelta organizada la alzó en 1809 un estudiante navarro, Javier Mina. Mina nació en Otano en julio de 1789. Tras estudiar en Pamplona y Zaragoza, Mina había sido voluntario en el Ejército en Aragón durante los sitios de Zaragoza. Cuando cayó la ciudad, el 21 de febrero de 1809, el navarro volvió a su tierra con el encargo de levantar partidas. La Junta Suprema y los generales Aréizaga y Blake confiaron en él para organizar el movimiento guerrillero en el reino. El prior de Ujué, Casimiro-Javier de Miguel, que tenía el mismo encargo desde principios de año, no había conseguido éxitos militares importantes.

 

Mina dirigió la guerrilla entre el verano de 1809 y marzo de 1810. Todas las partidas aceptaron su mando, y constituyeron una unidad militar eficaz: el Corso Terrestre de Navarra. Las guerrillas impedían las comunicaciones y vivían del botín y de la ayuda de los pueblos, y parecían invulnerables. Mina fue nombrado teniente coronel por méritos de guerra, y sus colaboradores (los dos Sarasa, Zabaleta, Gurrea, Ochotorena). Los voluntarios de Mina fueron reconocidos como parte del Ejército por la Junta Suprema, y disponían de caballería y de sus propios hospitales e intendencia. Incluso hubo soldados de Napoleón (suizos, alemanes, polacos e italianos) que desertaron y se unieron al Corso Terrestre.

 

Al ser capturado en combate Javier Mina en marzo de 1810, en Labiano, el Corso Terrestre se dividió en partidas independientes. Su fundador y comandante pasó cuatro años de prisión en Francia, donde amplió su cultura y adquirió convicciones políticas liberales. Tras la guerra, Javier Mina dedicó su vida a luchar contra el absolutismo de Fernando VII, primero en España, con su tío Francisco Espoz y Mina, y después en Méjico, donde fue fusilado por los realistas en 1817 (en Pénjamo) y donde es considerado uno de los padres de la libertad.

 

Pascual Tamburri

El Semanal Digital, 29 de noviembre de 2007

Las estelas que faltan en Pamplona

Las estelas que faltan en Pamplona El Ayuntamiento de Pamplona ha repuesto en Carlos III la estela de Germán Rodriguez, a mí que se haya repuesto la estela que recuerda los acontecimientos ocurridos en los San Fermines de 1978 en los que murió Germán me parece bien, si con ello se consigue que hechos tan graves no se vuelvan producir en Pamplona me parecerá todavía mejor.

 

La estela de Germán sirve para que cada 8 de julio se reunan en el lugar donde cayó muerto Germán, sus familiares y amigos, amén de las Peñas -que incluso dejan de animar con su música la corrida de toros de ese día en recuerdo de Germán, algo que no hacen con las Víctimas del Terrorismo (todavía recordamos como se negaron a dejar de tocar el 12 de julio de 1997 cuando se sabía que Miguel Angel Blanco había aparecido con dos tiros en la cabeza)- y de otras personas que acuden al lugar a recordar su memoria y hasta hay todo perfecto. Incluso se sacaron de la manga los amigos de Germán una asociación llamada Hilaria -estela en vasco-, asociación por supuesto nacionalista y por supuesto próxima a los postulados mas radicales del nacionalismo vasco independentista, para solicitar al Ayuntamiento Pamplones que repusiera la estela de Germán.

 

Pero yo echo de menos poder acudir a la Bajada de Javier y poder poner un ramo de flores y rezar un Padre un Nuestro -si me da la gana- un 30 de mayo, en el lugar donde fueron asesinados el niño de 14 años Alfredo Aguirre y el Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez, poder ir a la Plaza del Castillo los 1 de enero y colocar un ramo de flores y rezar otro Padre Nuestro en el lugar en el que cayó muerto Francisco Berlanga o ir al lugar donde han caido muertos por la sinrazón criminal etarra, tantos pamplones, tan pamploneses cuando menos como lo era Germán Rodriguez, por que en esos lugares no hay estelas, ni cruces, ni nada que recuerde su memoria, es más hace unos años en la Vuelta del Castillo, en el lugar donde fué asesinado el General Juan Atares Peña, sus familiares y amigos colocaron una cruz, cruz que fue sistemáticamente destruida cada vez que se reponia y así hasta que desistieron de volver a colocarla.

 

Aquí van los lugares, los nombres y las fechas en las que fueron asesinados otros pamploneses, tan pamploneses por lo menos como lo era Germán Rodriguez, para que la oposición en el Ayuntamiento de Pamplona -ANV, Nafarroa Bai y PSN- que con tanto ardor han luchado para que la estela de Germán fuera repuesta, pida al Gobierno municipal con el mismo ardor que en el caso de Germán, que coloque una estela o una cruz en el lugar donde fueron asesinados por los criminales de eta estos pamploneses:

 

En el exterior de la Plaza de Toros por Joaquín Imaz Martínez, asesinado con dos tiros en 1977.

 

En la avenida de San Jorge por José Manuel Baena Martín, asesinado a tiros en 1978.

 

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En la avenida de Guipúzcoa por Manuel López González, muerto en 1978 como consecuencia de las heridas provocadas por una bomba colocada al paso de su Jeep.

 

En la Bajada del Labrit por Carlos Sanz Biurrun, asesinado a tiros en 1979.

 

En la calle Navarro Villoslada por Pedro Fernández Serrano, asesinado en 1979 al explotar una bomba colocada en los servicios de la cafetería de su propiedad.

 

En la Plaza del Castillo por Francisco Berlanga Robles, que murió en 1979 al hacer explosión una bomba que estaba intentando desactivar.

 

En la calle Tirapu por Ángel Postigo Megías, asesinado de seis disparos en 1980.

 

En la avenida de Barañáin por José Luis Prieto Gracia, asesinado por la espalda en 1981 cuando se dirigía a Misa.

 

En la calle Castillo de Maya por Alberto Toca Echevarría, asesinado a quemarropa en 1982.

 

En la Magdalena por Vicente Luis Garcera López, asesinado en 1982 al explotar una granada al paso de la tanqueta en donde viajaba.

 

En la avenida de Bayona por Jesús Blanco Cereceda, asesinado en 1982 de tres disparos a quemarropa.

 

En el Paseo de Sarasate por Antonio Conejo Salguero y Fidel Lázaro Aparicio, asesinados en 1983 en la central de Correos.

 

En las cercanías del Estadio del Sadar por Diego Torrente Reverte, asesinado en 1984 de dos tiros en el corazón.

 

En la 2ª Agrupación Orvina por Luis Ollo Ochoa, asesinado por medio de una bomba lapa.

 

En Mercairuña por Tomás Palacín y Juan José Visiedo asesinados al explotar un coche-bomba, y por Jesús Alcocer asesinado de dos disparos.

 

En la Vuelta del Castillo por Juan Atarés Peña, asesinado de tres disparos en la nuca en 1985.

 

En la Bajada de Javier por Francisco Miguel Sánchez y el niño Alfredo Aguirre Belascoáin asesinados con una bomba trampa.

 

En Cortes de Navarra por Maricruz Yoldi Orradre, asesinada en 1987 por una bomba-trampa.

 

En la avenida Zaragoza por Javier Biurrun Monreal, asesinado por un paquete bomba.

 

En la cuesta Larreina por Julio Gangoso Otero, asesinado en 1988 por la explosión de un coche bomba al paso de su tanqueta.

 

En la Rochapea por Francisco Almagro Carmona, asesinado en 1990 con dos disparos en el portal de su casa.

 

En Santa María la Real por Tomás Caballero Pastor, asesinado de tres disparos en 1998.

 

Blog Sancho el Fuerte (Reportero Digital Navarra), 26 de noviembre de 2007

Ya se acercan los “100.000 hijos de San… Patxi Zabaleta”.

Ya se acercan los “100.000 hijos de San… Patxi Zabaleta”. ¡Cómo se estarán frotando las manos de gusto en Nafarroa Bai! Pues el PSOE necesita en Madrid el voto favorable de su interesante parlamentaria, Uxue Barkos, en el debate de totalidad de los Presupuestos Generales del Estado 2008; ahora que Izquierda Unida, Eusko Alkartasuna, Coalición Canaria, Ezquerra Republicana de Catalunya, y Convergència i Unió, han mostrado sus dientes haciéndose valer.

 

Y tendrá que explicar cómo es posible que pretenda su voto, en el Parlamento de Madrid, mientras la juzga impresentable como socia en un Gobierno alternativo a UPN en Navarra; una paradoja que bien puede repetirse en  futuras ocasiones.

 

Es más, y por si la ocasión no fuera suficientemente estimulante, UPN necesita del PSN-PSOE para sacar adelante sus presupuestos forales del 2008… La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios...

 

En cualquier caso, el dialéctico, pragmático e incombustible Patxi Zabaleta, alma mater y cerebro gris de la coalición NaBai -procedente de la izquierda abertzale y en cuyo Despacho de abogados trabaja un antiguo miembro de ETA, Vicente Nazabal Auzmendi, condenado por asesinato del ex-alcalde de Etxarri Aranatz, Jesús Ulayar Liciaga- ha declarado como próximo objetivo alcanzar los 100.000 votos. Dos diputados y un senador, en suma, que bien pudieran ser determinantes en futuras coyunturas parlamentarias. ¿Una locura? Para nada.

 

Así, desde NaBai algunos propugnan, cara a las próximas elecciones generales,  una candidatura de independientes ampliada a Izquierda Unida y los disidentes procedentes del socialismo navarro. Un objetivo, por tanto, totalmente factible, con el que desbordarían a un PSN-PSOE que difícilmente habrá podido recomponerse para entonces.

 

Y su ambición última, que ya no oculta: superar a la mismísima UPN. ¿Una utopía? Así se juzgó cuando declaró -hace más de 5 años- que pretendía superar electoralmente al PSN-PSOE, convirtiéndose de este modo en EL partido de la izquierda en Navarra y locomotora del cambio institucional.

 

Pero estos chicos de NaBai no se dedican únicamente a pensar en clave electoral. También reflexionan en torno al modelo organizativo más adecuado con vistas a tan ambiciosos objetivos. Presente y futuro. Tácticas y estrategia. Así, en la entrevista que le realizó Ibai Fernández, en Diario de Noticias de Navarra el pasado 22 de octubre, Zabaleta valoraba la reciente crisis planteada por uno de sus socios -ese atípico partido de funcionarios, siempre originales y levantiscos, Batzarre- como una situación en última instancia positiva, no en vano “Las diferentes sensibilidades que tiene NaBai son difíciles de gobernar, pero también son su mayor riqueza”.

 

Y, en la misma línea, sugería mirar hacia el Partido Democrático que acaba de fundarse en Italia a partir de la coalición El Olivo. Un modelo de “Pluralismo sí, pero con estructuras de unidad de acción”. Sumar y no restar. Dar voz y no anegar las distintas o discrepantes. Y, aunque alimentados de algunas factorías del marxismo-leninismo -lo que siempre le acarreará sospechas de perversas prácticas propias del centralismo democrático, aunque revestidas con ropajes de supuestos debates internos convenientemente teledirigidos- en NaBai están trabajando incansablemente para consolidar definitivamente. De ahí, una figura muy interesante: la del independiente no militante de un partido concreto, pero sí adscrito a Nafarroa Bai.

 

No se piensen que estos debates son exclusivos de las izquierdas. De hecho, también en Italia, y desde la derecha, el Polo de las Libertades ha sabido articular diversas formaciones políticas de ideologías muy distintas, y a sus respectivos movimientos sociales; tanto en labores de gobierno como de oposición. Y no es un modelo acabado; de hecho, y al igual que las izquierdas, también se están proponiendo en su seno nuevos modelos orgánicos. Sumar y no restar; por medio del debate y con espacios propios y representativos de cada identidad particular.

 

Unos ejemplos que no debieran pasar desapercibidos a una UPN que debe ambicionar la conquista de nuevas mayorías sociales, pero que, de momento, arroja a su periferia, y al etéreo espacio de la “intransigencia”, a algunas voces críticas no necesariamente enemigas.

 

Un centro-derecha, el de UPN, que deberá trabajar en positivo, mirando al futuro, si no quiere limitarse a esperar resignado el desembarco de esos “100.000 hijos de San Patxi Zabaleta” que, no lo olviden, no innovarán Navarra, sino que la transformarán de modo que no la reconocerá ni la madre que la parió.

 

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 24 de octubre de 2007

¿Homenajeará UPN a la bandera española?

¿Homenajeará UPN a la bandera española?

(RD/Ana Abaurre).- Algunos habrán sentido terror al leer semejante titular, pero es lo que se comenta en los corrillos de los afiliados a UPN. Sus socios del PP les han puesto contra las cuerdas sin tan siquiera imaginarlo. Nuevas Generaciones ha anunciado que celebrará el 12 de octubre, Día de la Hispanidad, movilizaciones de desagravio a dos de los símbolos de nuestra democracia: la bandera española y el Jefe de Estado.

 

Y las miradas se vuelven hacia Príncipe de Viana 4. ¿Qué hará UPN y sus juventudes? ¿Asumirán como propios los homenajes o evitarán a la prensa durante una semana para evitar la temida pregunta? Lean, lean, que la iniciativa de los populares tiene jugo:

 

"Nuestra casa, nuestra nación, nuestra gente. Somos España. Acude a celebrar la fiesta de todos". Este es el título, pero lo más llamativo es que en el PP han dejado los complejos a un lado para mostrar sin pudor y a lo grande la bandera "rojigualda".

 

Este año va a ser de lo más divertido el Día de la Hispanidad. En Madrid, como siempre, mandará el desfile de las Fuerzas Armadas. Nada nuevo. Pero en Pamplona puede vivirse un día histórico. Los populares han pedido ayuda a los alcaldes, en este caso a la alcaldesa Yolanda Barcina, para unir a todos en torno a los símbolos democráticos. ¿Cuál será su respuesta?

 

Lo que está claro es que en el PP se han cansado de las medias tintas. Con la decisión de UPN se probará si los regionalistas están derivando en un nacionalismo navarro o mantienen la línea de su presidente Miguel Sanz: la de la Navarra foral y española.

 

Reportero Digital Navarra, 2 de octubre de 2007

La tentación napartarra.

La tentación napartarra. Aquí, en Navarra, el término napartarra suele emplearse por algunas personas en autocomplaciente ejercicio de refinamiento político o, por el contrario, con ánimo descalificador de actitudes un tanto confusas.

 

Un poco de historia.

 

Pero, con rigor, ¿qué significa hoy ser napartarra? Tan esotérico término, especialmente para los lectores no navarros, ¿responde a un etéreo estado mental o, acaso, a una elaborada concepción política?

 

Antes de reflexionar, brevemente, en torno a esta cuestión, que puede explicar algunas actitudes manifestadas ocasionalmente en la política navarra, haremos una rapidísima incursión histórica.

 

El término Napartarra fue elegido por el Partido Nacionalista Vasco como cabecera de su primer semanario lanzado en Navarra, allá en 1911, hasta que en 1919 fue sustituido por La Voz de Navarra.

 

El término, que podría significar, aproximadamente, navarrismo de vocación vasquista, estuvo presente en diversas discusiones internas del nacionalismo vasco en las décadas siguientes; de modo que así calificaría a la vía navarra al nacionalismo vasco.

 

Bastantes años después, el día 17 de marzo de 1983, se presentó en público Napartarra-Partido Nacionalista Navarro, fundado por José Estornés Lasa, un histórico nacionalista vasco de origen roncalés, y José Luis García Falces. Salvo con algún escrito recogido en la prensa, este amago partidario no prosperó.

 

Y, ya en abril de 2007, nos sorprendió la noticia de que un Alberdi Napartarra había sido registrado por miembros de Aralar -la escisión abertzale fundada por Patxi Zabaleta- tanto en Navarra como en la Comunidad Autónoma Vasca. Según informaron a la prensa, les habría cedido la marca su último militante vivo, casualmente, un octogenario afiliado a la formación abertzale.

 

Napartarra = nacionalismo vasco.

 

También hemos encontrado este concepto en foros nacionalistas vascos en Internet. Así, por ejemplo, algunos que propugnaban como auténtica bandera vasca el navarro Arano Beltza (silueta en negro de un águila sobre fondo amarillo), más que la propia ikurriña, entendían que su actitud pudiera interpretarse como napartarra, que otros la definían, por otra parte, como “Imperial navarra”. En definitiva: la vía navarra a la nación vasca. Así, si el único Estado vasco de la historia fue el Reino de Navarra (salvo la Vizcaya de Aguirre durante la guerra civil), habría que partir de la realidad e historia navarras para reconstruir el Estado que agrupe definitivamente a todos los vascos. ¿A que no suena nada mal? Vamos, que si muchos navarros tienen miedo a los vascos, hagamos que los vascos se hagan navarros; así, todos contentos. Una chistosa propuesta que únicamente puede convencer a sus sagaces impulsores.

 

Pero, al comienzo de este artículo, afirmábamos que existe un cierto sentimiento napartarra que, para unos, es seña de identidad y, para otros, prueba de intereses poco claros.

 

De entrada, no sería temerario afirmar que el sentimiento napartarra, pues no existe un mínimo y unánime sistema teórico desarrollado al respecto, es transversal: lo encontramos en la derecha y en la izquierda, entre nacionalistas vascos y entre los propios navarristas…

 

Para los nacionalistas vascos, según veíamos, el término constituye una “rareza”, un divertimento… si bien en su momento fue uno de tantos ingredientes que cuajaron el imaginario nacionalista, hasta el punto de que un barco de la marina de guerra auxiliar vasca del 36, un pesquero reconvertido en dragaminas, se le rebautizó para tales fines, Napartarra.

 

¿Navarristas y/o napartarras?

 

Entre los navarristas también se emplea el término. Y no olvidemos que en su día, se escucharon voces muy cualificadas que pretendían reconvertir a Unión del Pueblo Navarro en un partido nacionalista, no en vano, para algunos, “Navarra es una nación”. Faltaría más.

 

Así, el virus de los nacionalismos, extendido desde Galicia, Euskadi y Cataluña como propuesta liberadora del opresor nacionalismo castellano/españolista, habría infectado a algunos más. Y no sólo a unos pocos asturianos, cántabros, leoneses, andaluces, ¡también a navarros!; aunque para ello deban rastrear minúsculas raíces o artificios irrelevantes del pasado, o sencillamente inventar éste aceptando en buena medida la vulgata pseudo-histórica de los napartarras... vasquistas.

 

No obstante, consideramos que tal concepción sería tan legítima como cualquier otra. Y existen cauces públicos muy diversos para su difusión. Otro asunto muy distinto es tratar de modificar la naturaleza y las esencias de un partido, o de amplísimas capas de la población navarra, que siempre han concebido navarrismo como sinónimo de pertenencia española; lo que sería, sin más, una estafa.

 

El navarrismo no puede deslindarse de la identidad y pertenencia españolas. La historia de Navarra es inseparable e incomprensible sin la del resto de España; salvo para ideólogos que no asumen la realidad, sino que la interpretan desde peculiares filtros sectarios. De hecho, para el núcleo sociológico que dio vida a UPN y sigue nutriéndola, Navarra siempre ha sido -y es- una parte cualificada de España por sí misma, y no porque unos navarros lo afirmen y sólo una minoría lo niegue: Navarra no es “lo que los navarros digan”, aunque es bueno que la realidad histórica coincida con el machacón soniquete de cuño napartarra. Y, hoy día, España es, más que nunca, sinónimo de pluralidad y universalismo alejado de cualquier nacionalismo reduccionista. Si el navarrismo dejara de mirar al resto de España, seccionando troncos y ramas de sus raíces, ya no sería navarrismo. Sería otra cosa: ¿habría devenido en una criatura napartarra? Y no olvidemos que la vía napartarra tiene un único sentido y destino: el “sol” vasquista.

 

Pero, volviendo a la cuestión, un sentimiento napartarra, más o menos difuso, ¿puede manifestarse entre los navarristas? Pues sí. Por ejemplo, cuando algunos pretenden deslindar la situación navarra de la española; llevando hasta sus últimas consecuencias –o a otras más próximas- esa jota que tanto marcó a los navarros y al navarrismo: “Si se hunde el mundo, que se hunda. Navarra siempre p’alante”. Sustituyamos “el mundo” por “España”, ya sea por complejo, mera táctica, comodidad, miedo escénico… y ya tenemos un perfecto napartarra. De buena fe, en principio, pero difícilmente de felices consecuencias.

 

Los napartarras vasquistas saben perfectamente de lo que hablan. Además,  aún tratándose de matices, persiguen lo mismo que los demás nacionalistas vascos: un Estado vasco independiente que incorpore a Navarra, en todo caso.

 

Pero, dentro del navarrismo, salvo que alguien desarrolle una concepción política novedosa que haga “caer del caballo” a los demás navarristas, manifestarse napartarra, o actuar como tal, sólo añade confusión en el mejor de los casos y, seguramente, familiaridad con un peligroso caballo de Troya en el peor. No en vano, ¿qué sentido tiene declararse napartarra? ¿Se trata de una tercera vía política entre el navarrismo histórico y el nacionalismo vasco? ¿Sería secesionista navarro? ¿Perseguiría la confederación con Euskadi?

 

Hemos valorado, en ocasiones, que el navarrismo no siempre muestra el entusiasmo contagioso que toda empresa política requiere; y más cuando los rivales son militantes entregados, 24 horas al día y en todas partes, a una alternativa antagónica. Y para tomar la iniciativa desde el navarrismo, también en la actual coyuntura política, es imprescindible una premisa básica: ideales claros enarbolados sin complejos.

 

¿Napartarra? No, gracias.

 

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 24 de septiembre de 2007

 

ABC lidera una campaña en Navarra

ABC lidera una campaña en Navarra Quién nos ha visto y quién nos ve. ABC, el periódico de referencia de la derecha liberal y conservadora, el diario que leían mis abuelos –Diario de Navarra triunfó después, y por otras razones-, se ha hecho eco de una inquietud que vemos crecer sin que la prensa local la mencione siquiera. A muchos preocupa y a algunos no gusta, sin más y sinceramente, una parte de lo que está pasando. Y además está pasando sin explicaciones reconfortantes, lo que contribuye aún más al desorden de las conciencias. ¿Es un efecto buscado? Quizás sí, pero es muy poco habitual que los periódicos en papel de Navarra callen, y que sólo la prensa digital y La Razón y ABC hablen claro de los riesgos que corremos.

 

Ahora bien, que los políticos de primera fila finjan serenidad y que haya una cierta censura de medios no altera los hechos: hay zozobra. No sólo ABC ve "Síntomas en Navarra" de un futuro preocupante, sino que por ejemplo la cuestión del euskera que "viaja al sur" con el consejero Pérez Nievas ha dividido a la derecha del resto de provincias entre los que aún no se han enterado y los que, a medida que lo hacen, sienten más hilaridad o más preocupación por lo que aquí suceda en el futuro.

 

Señalar un problema no es cultivarlo sino poner la base de su solución. El amplio panorama que acaba de trazar Fernando Vaquero no es una "traición" al navarrismo, sino sencillamente señalar las posibles brechas en la muralla de la Navarra foral y española que queremos defender con Miguel Sanz. Por la misma razón, ABC coincide en señalar el problema nada menos que con sus máximos competidores o adversarios, La Razón y Federico Jiménez Losantos, y eso significa que de verdad debe de haber un problema. No es un intento de "desestabilizar" el muy precario equilibrio navarro, sino contar los hechos sorprendentes que los redactores de El Semanal Digital también han tenido que contar, porque algo habrá que pensar y después hacerlo. De momento, ABC ha dicho lo que otros callan, y eso es bueno para Navarra.

 

Pascual Tamburri

El Semanal Digital, 18 de septiembre de 2007

 

Nafarroa Bai, Batasuna y ETA obtienen una victoria decisiva

Nafarroa Bai, Batasuna y ETA obtienen una victoria decisiva

Ustedes recordarán, más o menos vagamente, qué ha pasado en Navarra a lo largo de los últimos meses y años. El nacionalismo vasco, unido en sus variantes democráticas y acechante en las asesinas, sigue queriendo construir una nación y un Estado vascos; unos matando y otros matando a abrazos. Parte esencial de ese proyecto es la subversión de la identidad cultural navarra, extendiendo el eusquera y convirtiéndolo, además de en lengua de toda la provincia (cosa que jamás fue) en vehículo de difusión del proyecto separatista (cosa que es desde hace unas décadas) .

 

Desde que llegó Zapatero al poder hemos temido que el PSOE estuviese dispuesto a pactar una alianza con los abertzales, y que pudiese pagar ese precio. Que esa posibilidad era real se ha demostrado este verano, y sólo el cambio de ETA y el miedo electoral general han detenido a ZP. Ese miedo lo han generado el PP de Mariano Rajoy y los miles de navarros dispuestos a salir a la calle con banderas de España el 17 de marzo, en torno a Miguel Sanz. Reacción imprevista por unos y temida por otros, que triunfó en las urnas y que, desde luego, rechazaba de plano todo el programa abertzale y cualquier concesión a él, porque las concesiones ya han demostrado ser siempre y sin excepción contraproducentes.

 

Este miércoles 12 de septiembre, en torno al comienzo de curso, el consejero de Educación de CDN, Carlos Pérez Nievas, anunció que la Diputación Foral –legalmente aún se llama así- extenderá a los grandes municipios de la Cuenca de Pamplona el modelo D de enseñanza, es decir la enseñanza íntegramente en vascuence en centros públicos, sin modificar la Ley del Euskera pero aplicándola con "talante". Mucho, mucho talante en las latitudes del CDN, por eso y por las ansias normalizadoras de Juan Cruz Alli, que quiere que toda la Administración se rotule, para empezar, en vascuence.

 

Podríamos preguntarnos dónde lleva ese camino, pero ya lo sabemos; ya hemos experimentado en el Norte, y más aún en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, las consecuencias políticas, culturales y sociales de estas cosas. A corto plazo el consejero, y quien lo aplauda, se sentirá moderno, feliz y progresista. A medio y largo plazo ni su partido, ni los aliados de su partido, ni el programa política de sus electores, ni la Navarra foral y española obtendrán ningún beneficio de esta concesión. Concesión a los complejos, porque representa un triunfo gratuito de los abertzales que jamás pagarán la deuda contraída. Y como bien saben todos los gobernantes acomplejados desde Rodolfo Martín Villa en adelante, la primera víctima del enemigo al que uno alimenta suele ser uno mismo.

 

Yo no sé qué quería ese ajustado 3% de navarros que votó al partido de Carlos Pérez Nievas. Estoy convencido de que no hay navarros "contra el euskera", pero también de que somos una inmensa mayoría los contrarios a su manipulación y politización, a la que los abertzales y los rendidos a su lógica llaman "normalización". Un 43% de los navarros, por lo menos, no ha votado para que el euskera se "normalice" en Cizur o en Noáin, pero a veces partidos derrotados o minúsculos deciden en políticas esenciales. Si la democracia es esto, tendremos que aprender a defender nuestras ideas, proyectos y principios en ella.

 

Pascual Tamburri

El Semanal Digital, 15 de septiembre de 2007

 

Una lectura política de la desaparición de Época Navarra.

Una lectura política de la desaparición de Época Navarra.

La noticia de la desaparición, en pleno verano, del semanario Época Navarra, versión ampliada regional de la histórica cabecera política del Grupo Intereconomía, apenas ha sido valorada en los medios de comunicación locales.

 

Adiós, Época Navarra.

 

Conforme la interpretación más extendida, esta medida de ahorro respondería a la estrategia empresarial, de este dinámico Grupo, empeñada en un nuevo ambicioso proyecto; acaso, el lanzamiento de un diario de ámbito nacional.

 

En todo caso, esta casi irrelevante incidencia mediática también debe ser analizada desde una perspectiva política.

 

No fueron pocos los que interpretaron su aparición, allá en mayo de 2006, como una operación con fecha de caducidad. Su mirada estaría marcada por la no demasiado lejana convocatoria de unas elecciones forales y municipales que se entendían, ya entonces, como decisivas. Así, la posibilidad de captación de nuevos anunciantes para el Grupo, junto a la supuesta existencia de una opinión pública muy preocupada por su futuro político, habría empujado a sus directivos en su cesión final. Ello se materializó mediante la creación de una pequeña redacción en Pamplona, y una audaz campaña de lanzamiento en la que se invocaban los ideales de la mayoría constitucionalista de Navarra, frente al activismo del nacionalismo abertzale: el célebre “Muévete. Ellos lo hacen”, junto a una ilustrativa fotografía que retrataba a diversos dirigentes abertzales puño en alto.

 

Se celebraron tan esperadas y temidas elecciones… y ya sabemos qué sucedió desde entonces: un espectáculo político tan bochornoso como decepcionante.

 

¿Acaso no leen los navarristas?

 

Pero, ante semejante contexto, ¿no habría sido lo natural que una publicación como Época Navarra fuera sucesivamente “devorada” por tantos ciudadanos expectantes?

 

Navarra alardea de ser una de las comunidades españolas con mayor índice de lectura de diarios. Y de libros. Es cierto.

 

¿Cómo es posible, entonces, que una publicación política especializada fracasara, y más cuando la demanda debiera ser muy superior a la propia de momentos más apacibles? Seguramente, y salvo que juzguemos a Época Navarra como un producto que no supo proporcionar los contenidos que los lectores aguardaban, deberemos considerar la posibilidad de que esa premisa sea falsa; lo que nos llevaría a entender que la opinión pública de centro-derecha, en buena medida, carece de inquietudes y formación política (¡!).

 

Pero el que una opinión pública no esté formada políticamente no es únicamente responsabilidad de sí misma. También lo es de los propios medios de comunicación y, especialmente, de los partidos políticos.

 

Durante unos cuantos lustros, a causa, en parte, del descrédito ganado por un sector de la clase política española, junto a otras circunstancias socioculturales complejas, los partidos políticos del centro-derecha español rebajaron ciertas dimensiones ideológicas de sus expresiones organizativas y discursivas. Además de perder arraigo popular, por mucho que hablen de cientos de miles de afiliados, se transformaron gradualmente en estructuras movilizadas casi exclusivamente con motivo de las diversas convocatorias electorales; rehuyendo  verdaderos debates políticos internos... no terminaran surgiendo tendencias organizadas pues, ya se sabe, ¡cómo terminó la UCD! Así, sus afiliados no pudieron beneficiarse de una formación política que fuera más allá de fáciles lemas y consignas electorales, careciendo además de cauces adecuados para una actividad política “a pie de obra”; lo que también redundó en una despolitización casi generalizada de los sectores sociales afines. Navarra no fue, en ello, una excepción.

 

Pero, al existir tales espacios libres, fueron otros -una pretensión democrática y legítima, en cualquier caso- quienes trataron de cubrir los huecos existentes: algunas entidades del incipiente movimiento cívico de resistencia, determinados medios de comunicación muy politizados (pensemos en ciertos espacios de Cadena COPE y Libertad Digital), y muy concretas entidades de marcada vocación metapolítica (FAES, GEES…). En buena medida lo lograron, formando y encauzando especialmente a minoritarias capas sociales afines ya predispuestas.

 

Unión del Pueblo Navarro: casa común del navarrismo.

 

Debemos realizar, ahora, una pregunta muy relevante. Ya que hablamos de Navarra, y como “casa común” del navarrismo, ¿qué formación política ha proporcionado Unión del Pueblo Navarro a sus afiliados y simpatizantes? Sus juventudes, ¿trabajan con el objetivo de ganar espacios sociales o para garantizarse un hueco en la categoría de políticos profesionales? Los dirigentes de UPN responsables de la apertura del partido a la sociedad y en el impulso de nuevos movimientos sociales, ¿han cumplido su papel o lo han apartado, tal vez más preocupados en garantizarse un puesto retribuido y gratificante?

 

Debemos destacar, ahora, otra circunstancia en parte paralela a la apuesta de Época Navarra.

 

Allá, por la primavera pasada, se inició un movimiento organizativo en torno a la denominación Ciudadanos de Navarra. De modo un tanto confuso, apelando veladamente al novedoso y entonces impactante partido de Albert Rivera, Ciudadanos de Cataluña, celebraron diversas reuniones, instalándose una web, diseñando un logo atractivo, emitiendo algunos comunicados públicos… logrando suscitar la curiosidad de varios cientos de navarros interesados en ese creciente fenómeno que reclamaba una renovación política; sumándose, en el caso navarro, una gran preocupación por el futuro inmediato de la Comunidad. Su indefinición posterior, falta de iniciativas, la reiteración de reuniones en las que se repetía la necesidad de “hacer algo” sin que llegara a concretarse casi nada, fueron secando el fenómeno.

 

Ese agotamiento, para algunos, fue la confirmación de su previsión inicial: únicamente se trataría de un movimiento interesado en la suma de apoyos electorales a UPN procedentes de antiguos votantes de otros partidos (CDN y PSN); a la vez que se estrangulaba la posibilidad de que se extendiera a Navarra el incontrolable fenómeno de Albert Rivera. Unas pretensiones legítimas –hablamos de política- pero que, dado el letargo actual de Ciudadanos de Navarra, desvela la incapacidad de algunos de los estrategas de UPN para el diseño de instrumentos ciudadanos de participación y movilización que trasciendan los cortos y estrechos cálculos de corte electoral.

 

Recordemos, por otra parte, que no es la primera vez que en el seno del navarrismo se frustran lo que pudieron ser interesantes iniciativas sociales.

 

Unas iniciativas necesarias de la mano de Jaime Ignacio del Burgo.

 

A partir de finales de 2001, el veterano dirigente de UPN Jaime Ignacio del Burgo impulsó diversas iniciativas, con una lúcida perspectiva de futuro, consciente de la necesidad de dotar al navarrismo de unos instrumentos socio-culturales que, tradicionalmente, ha carecido.

 

La primera de ellas fue la constitución, en octubre de ese año, de la Sociedad de Estudios Navarros, una entidad a modo de think-tank navarrista, con la que se cubriría el ámbito cultural y de la investigación sociológica e histórica de Navarra.

 

En segundo lugar, con la revista mensual Navarra en marcha se pretendía vulgarizar los conceptos básicos del navarrismo, así como el sostenimiento e impulso de la opinión pública afín, poco dotada de instrumentos conceptuales y culturales; una labor a la que contribuiría, en tercer lugar, Laocoonte editorial, entre cuyos objetivos figuraba la edición de diversas investigaciones historiográfica, sociológica, etc., de alcance.

 

Las tres iniciativas se agotaron pronto; resistiéndose la SEN a morir, de modo que todavía en 2006 se realizaron algunas actividades bajo su amparo. Seguro que si un día Jaime Ignacio del Burgo se anima a relatar todo lo acaecido, en torno a estos asuntos, nos relevará episodios muy jugosos.

 

Así, y visto todo lo anterior, aparentemente con la desaparición de Época Navarra nos encontramos con un nuevo capítulo de esa especie de “alergia” navarrista a la formación política… ¿y al compromiso militante?

 

Editar libros navarristas: un acto heroico.

 

Una par de anécdotas complementarias.

 

En Navarra aparecen, esporádicamente, diversas editoriales que lanzan numerosos títulos al mercado desde una perspectiva marcadamente nacionalista vasca. Y los encontramos en muchísimos puntos de venta, ferias diversas, en todas las librerías públicas; siendo motivo de orgullo, y manifestación de su compromiso político, su adquisición por la militancia abertzale navarra.

 

Por el contrario, editar un libro navarrista es una verdadera carrera de obstáculos. Fue el caso de la reedición del libro de Víctor Pradera (Bilbao, Grafite, 2003) Fernando el Católico y los falsarios de la historia; una obra clásica y decisiva en torno a la veracidad de las raíces históricas del navarrismo.

 

Otro caso más reciente: el del libro escrito por el concejal de UPN de Leiza Pello Urquiola, Nere hitze bertsoatan (Mi palabra en bertsos), editado por Sahats en la primavera última.

 

En ambos casos no puede afirmarse, precisamente, que encontraran facilidades desde instancias oficiales, supuestamente afines. Y la difusión de ambos corrió a cargo del entusiasmo y el compromiso político de unas pocas personas que invirtieron tiempo y dinero, sin afán de protagonismo alguno; lo que para algunos profesionales de la política es incomprensible.

 

Con todo, encontramos aspectos positivos.

 

Internet, donde existe mayor libertad y posibilidad de acceso a modernos cauces difusores de los contenidos más variopintos, viene acogiendo diversas iniciativas mediáticas, de alcance muy desigual, que están incidiendo gradualmente en la opinión pública más comprometida. Así, Navarra Confidencial, Reportero Digital Navarra, las interesantes iniciativas vocaciones blogueras que ha amparado el segundo, las webs de diversas entidades ciudadanas navarras, el blog “de culto” Ruta Norte publicado casi a diario en El Semanal Digital, etc., vienen configurando un espacio creciente, de pluralismo y libertad, que no rehuye ni los ideales ni los compromisos concretos.

 

El navarrismo y su futuro.

 

Todas estas circunstancias evidencian, pensamos, que el navarrismo en su conjunto debe realizar una realista y generosa autocrítica. Ciertamente, UPN ganó las elecciones, consiguiendo unos buenos resultados. Pero lo posibilidad de pasar a la oposición, en unos meses o en unos años, ya no puede desdeñarse. UPN, entonces, ¿seguirá apoyándose, sustancialmente, en la “venta” de su gestión económica? Y, aunque se mantenga en el Gobierno, ¿permanecerá expectante ante la larga batalla cultural que, por el cambio de las mentalidades y finalmente, por el cambio político, ha sido desplegada por el nacionalismo vasco?

 

El navarrismo, para afrontar el futuro, debe encarar y estar presente en esas dimensiones que, por los motivos que sean, pero que sería imprescindible analizar con rigor, ha abandonado en gran medida.

 

La lucha cultural (investigación, difusión), la formación de activistas socio-culturales, el impulso de nuevas entidades cívicas sin pretender su instrumentalización, la formación política y el encuadramiento de militante y simpatizantes, el apoyo sin complejos a medios de comunicación afines, la movilización cotidiana, etc., son dimensiones decisivas que todo partido político realista debe desarrollar. Y más cuando en su ámbito territorial e histórico operan, con bastante éxito por cierto, partidos y movimientos sociales que persiguen con entusiasmo y convicción un cambio histórico rupturista y sectario.

 

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 17 de septiembre de 2007