Dos visiones contrapuestas
Se agarran a los fetiches que ellos mismos han creado y terminan por liarse como las patas de los legionarios romanos.
Carmen Gurruchaga hablaba ayer de la resurrección del «Espíritu de Ermua» y Edurne Uriarte, de su definitiva desaparición. Hablaba Gurruchaga en “La Razón” de aquellos actos de acoso contra la izquierda abertzale y sentenciaba que «fueron tan efectivas que por primera vez los seguidores de la banda se vieron obligados a esconderse y a ocultar su condición. Ahora, vuelve a renacer aquel espíritu, pero para impedir que el Gabinete de Zapatero otorgue contrapartidas a ETA a cambio de que dejen de matar. Las víctimas quieren la paz, pero no a cualquier precio». Así de feliz se presentaba la columnista-musa del nacionalismo español mientras su contrincante en “Abc” cuenta la película desde otra perspectiva: «no es fácil entender por qué aquel movimiento cívico es hoy una lejana sombra de lo que fue. No me refiero a su tolerancia hacia el diálogo con ETA para verificar su disposición a entregar las armas y a rendir cuentas de sus crímenes al Estado. Me refiero a su silenciosa pasividad ante esa parafernalia de la paz escrita, controlada y dirigida por los compañeros de Txapote, a este repentino e incomprensible trueque de la libertad por el desistimiento».
Y Uriarte no pude disimular su abatimiento:«La respuesta es sencilla y descorazonadora: elecciones de marzo de 2004. El movimiento cívico de Ermua siguió vigente en su integridad y en sus principios fundamentales en el primer año sin asesinatos de ETA, entre el 2003 y el 2004. No hay que confundir el orden de los acontecimientos. Su resquebrajamiento no es producto de los cambios de ETA, sino de los cambios en el Gobierno. Ermua se rompió cuando Zapatero decidió dar un giro radical a la política antiterrorista del PSOE. Ermua, su mitad socialista, siguió a Zapatero, y no al revés».
O sea, que todo fue un bluf. Y lo explica así a renglón seguido:«soy escéptica hacia la posibilidad apuntada en estas mismas páginas por Carlos Martínez Gorriarán de una nueva movilización cívica en el País Vasco comparable a la de Ciutadans en Cataluña. Ello implicaría una autonomía del movimiento cívico e intelectual que Ermua no ha probado. Aquello fue un movimiento mucho más dependiente de los partidos de lo que creímos. Y el protagonismo de la sociedad civil fue apariencia más que fondo». Pues eso, un bluf. –
Maite Soroa
Gara, 21 de junio de 2006
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