Lo de Corea del Norte o la crisis del Extremo Oriente...
Mientras la crisis del Cercano Oriente, con su cada vez más inquietante telón de fondo del programa nuclear iraní, ha vuelto a su letargo habitual después de la guerra desencadenada por Israel en Líbano, retorna al primer plano de la actualidad la otra soterrada crisis del Extremo Oriente, con Corea del Norte como protagonista principal.
Sabido es que el régimen de Pyongyang, una feroz dictadura comunista que sobrevive, junto a Cuba, a la “guerra fría”, trae de cabeza al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con sus ensayos de misiles de largo alcance el pasado 5 de julio y sus anuncios de prueba nuclear, utilizados como instrumento tanto para exaltar el sentimiento nacionalista y paliar los efectos en la población de su extrema pobreza como para forzar a Estados Unidos a negociar directamente una eventual desnuclearización a cambio de ayuda económica. El problema de fondo, en realidad, consiste en el temor de Corea del Norte de que Estados Unidos intente acabar con el régimen comunista en lugar de sentarse a negociar en un marco de confianza recíproca que no ha sido posible establecer todavía, a pesar de los esfuerzos de distensión realizados por Corea del Sur en el marco de una hipotética reunificación de esta península asiática, partida en dos por el paralelo 38 tras la guerra de 1950-53.
Aunque los malentendidos vienen de lejos, sobre todo a partir del abandono del Tratado de No Proliferación Nuclear por Corea del Norte en 1992, poco después de la victoria electoral de Bill Clinton, no deja de ser curioso que la actual subida de tensión se deba a un hecho apenas relevante: la decisión de un banco asiático, acusado hace un año de blanquear dinero por cuenta de Corea del Norte, de congelar un fondo norcoreano de 24 millones de dólares por temor a represalias financieras norteamericanas. Profundamente irritado por ello, el régimen del dictador Kim Jong-il decidió a su vez suspender “sine die” las negociaciones hasta entonces entabladas en la llamada “Mesa de los Seis” (Corea del Norte, Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur y Rusia) para buscar alternativas al programa nuclear.
Desde entonces hemos asistido a una continua escalada de tensión que, en buena medida, ha ido paralela a la provocada por Irán en el Cercano Oriente con la reafirmación del derecho soberano de los dos países a mantener sus respectivos programas nucleares que, en el caso de Corea del Norte, va más allá del mero enriquecimiento de uranio para traspasar sin tapujos la barrera de la fabricación de armas atómicas. Se está dando así la curiosa paradoja de que Corea del Sur, principal aliado de Estados Unidos en la zona, junto a Japón, se ha visto frenado en sus intentos de distensión con el Norte, que, por cierto, valieron el Nobel de la Paz al anterior presidente surcoreano Kim-Dae-jung tras su histórico encuentro con el dictador Kim Jong-il en la capital norcoreana.
En este contexto acaba de producirse otro hecho de alcance histórico: la visita a China del nuevo primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien ha reconocido ante el presidente chino, Hu Jintao, los “enormes sufrimientos” infligidos por Japón a China y Corea durante la II Guerra Mundial. Para valorar esta declaración, que supone un paso de gigante en el acercamiento de las dos grandes potencias asiáticas a pesar de sus diferencias ideológicas y estratégicas, hay que tener en cuenta la decisión china de suspender los encuentros bilaterales de alto a nivel a partir de la peregrinación pública que el antecesor de Abe, Junichiro Koizumi, hizo al santuario del nacionalismo japonés de Yasukuni, que para los chinos supone una ofensa a su memoria histórica. Lo curioso es que Abe también es un ferviente nacionalista y que, de alguna manera, va a estar obligado en un futuro más o menos inmediato, a visitar también el famoso santuario que tanto ofende a los chinos, aunque ha dejado bien claro que, si lo hace, no dará publicidad a su gesto para que las autoridades chinas no se sientan humilladas...
Aunque nos pueda parecer anecdótica la declaración del joven primer ministro japonés, lo cierto es que ha sido indispensable para que Shinzo Abe obtenga del presidente chino la promesa de intervenir cerca del presidente norcoreano para que renuncie a su propósito de proceder a ensayos con armas nucleares y evitar así una subida insoportable de la tensión internacional. La respuesta inmediata del Consejo de Seguridad a este eventual ensayo sería la aplicación de sanciones económicas, financieras y diplomáticas, algo que Corea del Norte ha adelantado ya que interpretaría como una “declaración de guerra”.
Hasta qué punto el Gobierno chino está dispuesto a mediar cerca de su vecino y aliado norcoreano está todavía por ver. No obstante, dadas las buenas relaciones económicas que China desea mantener con Estados Unidos, es previsible que contribuya a bajar la tensión actual aunque también resulte coherente que trate de pescar todo lo posible en las turbulentas aguas de la zona mediante acuerdos de cooperación económica con Japón, además de la satisfacción histórica obtenida por las disculpas de su primer ministro, que ha prolongado su primer viaje al extranjero a Seúl, donde le espera otra dosis de humildad política ya que los coreanos también fueron víctimas de la violencia nipona en la guerra mundial. Por supuesto, la eventual vuelta de Corea del Norte a la “Mesa de los Seis” como posible resultado de la mediación china, va a estar ahora más supeditada que nunca a sus exigencias de ayuda económica para mejorar el nivel de vida de sus habitantes así como para disuadir a Estados Unidos de que vea en el régimen de Pyongyang la tercera pata, junto a Bagdad y Teherán, del famoso “eje del mal” definido por el presidente Bush tras la tragedia del 11-S. En todo caso, la visita de Abe a China para establecer nuevos puentes de entendimiento entre las dos potencias asiáticas, es la mejor noticia que podía producirse en medio de un clima de crisis nuclear que nos devuelve a los peores tiempos de la guerra fría.
Manuel Cruz
Analista internacional
Análisis Digital, 10 de octubre de 2006
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