El final de la escapada
No es una frase mía: la primera víctima de la explosión de Barajas, además de la persona que a estas horas todavía permanece desaparecida entre los escombros promovidos por la explosión, es el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. En política casi todos los errores están contemplados y existe un baremo para el cálculo de costes y el ejercicio de responsabilidades. En el final de ese recorrido están contempladas las situaciones que dejan en ridículo a los gobernantes escasamente dotados para serlo; el presidente del Gobierno lo ha hecho con creces.
La autocomplaciente comparecencia del 29 de diciembre de 2006 ha sido sobrepasada por la brutal explosión de Madrid y ha dejado en evidencia que José Luis Rodríguez Zapatero, con un infantilismo difícil de superar, ha estado excedido en todo momento por sus propios deseos sin hacer caso a las señales y a las advertencias que dejaban clara la voluntad de ETA de imponer unas condiciones políticas en donde no podían existir otras razones que la utilidad política y social de acortar el final de ETA mediante una rendición concertada encubierta de negociación.
Ahora la confianza que una parte de la sociedad tenía en el presidente del Gobierno para conducir este proceso ha quedado sepultada bajo los escombros del aparcamiento de la nueva Terminal de Barajas. No es posible que nunca más el presidente del Gobierno reclame a los ciudadanos confianza en un proceso que no ha sabido dirigir obcecado por el deseo de conseguir que el terrorismo le brindara un logro personal.
Nada que decir del cinismo de Arnaldo Otegui al indicar que el proceso no está roto por la explosión. Queda para los ingenuos, los voluntaristas y los responsables la afirmación de que el proceso se ha interrumpido. Lo que debe ocurrir es la comunicación formal a ETA de que han perdido la última oportunidad que los ciudadanos españoles les habían brindado de acabar sus días de forma distinta que en el más profundo de los calabozos. Un presidente de Gobierno que quiera enmendar todos los errores cometidos en este asunto sólo tiene una vía: pactar los términos de una declaración formal con el principal partido de la oposición y con todos los grupos parlamentarios que deseen adherirse para informar a la opinión pública que se ha terminado el ciclo histórico de las ofertas recurrentes a ETA para que puedan seguir matando en la esperanza de que siempre tendrán abierto el camino de la negociación. Lo que de verdad debiera estar sepultado debajo de los escombros de Barajas es cualquier posibilidad de un dialogo con una pandilla de asesinos a los que solo puede esperar el peso de la ley.
Carlos Carnicero
Diario Siglo XXI, 30 de diciembre de 2006
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