Al Andalus es España, y lo demás tierra conquistada
Existe una religión llamada Islam. Dentro del Islam hay comunidades que creen firmemente que su fe debe defenderse, o difundirse, por la fuerza. Es lo que el Islam hizo en sus primeros siglos de vida, y siempre que ha podido después. Hay musulmanes extremistas que creen que es una grave blasfemia contra la fe revelada que tierras y lugares que en un tiempo fueron de los musulmanes (es decir, se integraron en Dar-al-Islam) hoy estén en manos de los infieles. Esos musulmanes, que no son pocos, creen en la bondad de la guerra santa para rescatar las tierras de la Umma, la comunidad de los creyentes.
Desde el Cantábrico hasta Mindanao y desde Kazán al Golfo de Guinea: no es el producto de la imaginación febril de Bin Laden, sino un diseño político y religioso muy coherente. En el Islam no hay límites entre una cosa y otra, y el proyecto de deshacer la Reconquista y de devolver la frontera del Califato a los Pirineos –tal y como lo proclama Al Qaeda- es una realidad con la que nos tocará convivir. Hay miles de musulmanes dispuestos a morir para que las cosas sean así, y no dar respuesta a ese plan es tanto como aceptarlo.
Enemigos de Europa: el relativismo
No hay que dramatizar. En peores nos hemos visto, como país. España fue invadida hace trece siglos, enteramente conquistada e integrada en el mundo islámico y su identidad –romana, goda y cristiana- sólo sobrevivió en una rústica e improbable resistencia montaraz. Ocho siglos costó deshacerlo, y no sin cicatrices. La Europa unida alberga hoy a veinte millones de musulmanes, en constante crecimiento. Pero aún no son un poder político, ni una mayoría social.
Ahora bien, si el papa Benedicto XVI considera a este respecto que "desafortunadamente, uno debe saber que Europa está caminando por una carretera que le puede llevar a su desaparición" es porque desde un cierto punto de vista las cosas están peor que en 711. Europa está más poblada, más armada y es más rica y prestigiosa que en el primer siglo del Islam, es cierto; pero los europeos de hoy padecen una enfermedad colectiva llamada relativismo.
El relativismo se palpa por doquier, en la cola del pan, en la tienda de periódicos, en las oficinas y en los talleres: colectivamente hemos dejado de creer en la idea misma de verdad. El respeto al otro –una conquista europea- se confunde ahora con la negación de que las cosas sean como objetivamente son. Cada día escuchamos nuevas ocurrencias relativistas, desde los ilustrados que creen que Al Andalus –lo que Bin Laden reclama- es sólo Andalucía (como si no hubiese expertos en la materia: para el buen relativista todas las opiniones son igualmente válidas) hasta los nacionalistas que fingen que la amenaza integrista no va con ellos (como si Bin Laden supiese distinguir el Rh de sus víctimas). Si una comunidad de creyentes se enfrenta a una civilización de descreídos –musulmanes contra relativistas- el resultado puede ser muy diferente del de la primera invasión musulmana, donde a una fe se opuso la firme creencia en otra. Gracias a lo cual estamos aquí, y podemos permitirnos el lujo de ser relativistas, cosa que ciertamente es menos habitual en Afganistán, en Irán o en el Sudán.
Si alguien quiere saber –objetivamente, sin relativismo alguno- qué futuro nos espera si vence Bin Laden, acaba de reeditarse un librito de don Claudio Sánchez Albornoz, De la Andalucía islámica a la de hoy (Rialp, Madrid, 2007). Leerlo nos ahorrará muchas explicaciones y dudas. Y quien no quiera creérselo puede seguir pensando que "su verdad" es más válida que el resultado de estas investigaciones; es un lujo que terminaría en caso de victoria islamista.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 16 de abril de 2007
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