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Le Pen no impide una victoria de Sarkozy que une la derecha francesa

Le Pen no impide una victoria de Sarkozy que une la derecha francesa La extrema derecha tiene su peor resultado en décadas. Sarkozy ha tomado la medida a Le Pen, porque ofrece soluciones y con los votos toda la derecha puede derrotar a Ségolène.

23 de abril de 2007. Nicolas Sarkozy, muy a pesar del presidente Jacques Chirac, recortó la ventaja inicial de Ségolène Royal hasta derrotarla en la primera vuelta de las elecciones de ayer. Un candidato de izquierda y otro de centroderecha se enfrentarán en la segunda vuelta de las presidenciales francesas. La izquierda se ha unido, pero ha perdido. La derecha ha ido a las urnas dividida en tres, pero Nicolas Sarkozy ha conseguido por primera vez que Jean-Marie Le Pen retroceda. En su propio terreno.

Le Pen da miedo. Causa extrañas reacciones a izquierda y derecha. Demasiados miedos para tratarse de un político que ha ocupado cargos electivos desde la década de 1950, que cuenta con una base amplia de votantes y que ha asumido el sistema democrático con aparente lealtad. Si Le Pen cumple las leyes y los franceses le votan, su persona, sus propuestas y sus formas podrán no gustar -por definición, en democracia los ciudadanos serán libres de votarle o no-, pero lo incomprensible es que se hable de él como de un apestado. Sarkozy ha tenido el acierto de no caer en esa trampa, aceptó el desafío de Le Pen y le arrebató la iniciativa entre su propio electorado.

Le Pen no es el problema. Cada vez más franceses están sorprendidos y atemorizados por los cambios de las últimas dos décadas. El Estado de Bienestar se tambalea, no hay seguridades colectivas hacia el futuro. Millones de extranjeros han llenado las calles, sin que quienes se benefician de su trabajo tengan que convivir con ellos y sin que nadie atienda a sus necesidades ni a sus identidades. La violencia, en todas sus formas, aumenta, y el Estado no acierta a impedirla, anulando así el fundamento de su propia legitimidad. Muchos ciudadanos sienten miedo. Le Pen no lo ha creado, se limita a aprovecharlo y a señalar cómo los políticos convencionales, como Chirac, olvidaron a la gente normal.

Le Pen no es la solución. No lo es, desde luego, para los problemas que plantea. El "lepenismo" ha consistido en anunciar el Apocalipsis en tono vociferante, recaudando votos a cuenta de problemas reales pero asumiendo que la única solución era el propio Le Pen. Durante tres décadas el Frente Nacional ha crecido hablando a la gente de preocupaciones que los demás partidos silenciaban. Pero nunca ha hecho política práctica, porque sólo aceptaba el poder en primera persona: el "cordón sanitario" se convirtió en un arma de doble filo; gracias a él Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales de 2002 y esperaba hacerlo en 2007, pero por la misma razón Sarkozy se convirtió ayer en el líder único de toda la derecha francesa.

Sarkozy tiene la palabra. Es muy fácil agitar una bandera vieja o nueva y reunir personas en nombre del miedo, de la nostalgia, del odio, de una cierta demagogia o de una cierta amenaza. Es fácil, sobre todo, cuando la amenaza y los problemas existen. Pero es una gigantesca, aunque bienintencionada, estafa. Los políticos no están para imitar a Jeremías y para mantener un digno aislamiento, sino para asumir parcelas de poder y solucionar, en la medida de su fuerza electoral, los problemas que ven. Sarkozy ha conseguido muchos votos que antes fueron a Le Pen proponiendo soluciones que éste comparte pero que jamás podrá aplicar. Ahora el veterano candidato deberá demostrar su ostentado patriotismo y elegir a quién apoya en la segunda vuelta.

 

Pascual Tamburri

El Semanal Digital, 23 de abril de 2007

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