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Es la política social, Mariano, la política social...

Es la política social, Mariano, la política social... Mariano Rajoy abandonó los estudios de TVE, el jueves pasado, satisfecho. En las dos horas del programa Tengo una pregunta para usted, a pesar de lo endiablado de las preguntas, pudo mostrar su talante amable, su perfil de hombre de Estado.

Las buenas sensaciones se convirtieron en un auténtico subidón cuando le comunicaron que había conseguido medio millón y medio más de audiencia que Zapatero. Pero algo le inquietaba y en las escasas horas de sueño de esa noche y en el viaje del día siguiente a Granada acabó de darle forma al azogue que le consumía. Lo soltó tan pronto como tuvo un micrófono delante: “Hay muchas otras cosas de las que me hubiera gustado hablar, de la política familiar, por ejemplo”. De política familiar en realidad había hablado al anunciar que acudiría a la boda de un posible hijo homosexual, lo que supuso anunciar indirectamente que el PP no va a derogar la reforma del Código Civil que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Pero llevaba razón Mariano, no había hablado de políticas familiares. Y es que no les sale, no les sale hablar de políticas sociales a los del PP. Rajoy hizo alguna referencia al desastre de nuestro sistema educativo y a la necesidad de reformarlo porque la mejora de su calidad es condición para conseguir más capacidad de competir. En realidad, en cuanto se plantea el problema se le da un enfoque económico.

 

La economía y la política antiterrorista siguen siendo los platos fuertes del discurso “pepero”. Lo reconocen personas muy cercanas al propio Aznar, cuando se relajan y hace balance sincero de su gestión: “hubo dos hombres fuertes, Mayor Oreja y Rato. Tuvimos políticas fuertes en sus áreas que eran decisivas, pero en el resto nos faltó proyecto”. Esa debilidad se ha trasladado del Gobierno a la oposición.

 

Las generales están a la vuelta de la esquina. Y en Génova están convencidos de que todo dependerá de cómo acabe el mal llamado proceso de paz. Ha dado buenos resultados denunciar la cesión con el caso De Juana y puede dárselos también la presencia de Batasuna en los comicios municipales. Pero olvidada la economía, mientras siga creciendo el PIB a tasas superiores al 3 por ciento, no basta la política antiterrorista para hacer oposición. El proceso seguramente quedará en tablas (“no lo ha conseguido, pero debía intentarlo”, dicen ya muchos) y los españoles, además de estar preocupados por ETA, necesitan un mensaje claro sobre educación, familia y sobre el sistema de protección social.

 

El “equipo social” de Génova está muy cercano a Mariano Rajoy pero no ha definido claramente sus propuestas y no tiene el peso que otros “negociados”. Son buenos técnicos y están intentando ganar protagonismo. Alguno de ellos conoce bien los cambios que se están produciendo en el sistema de servicios sociales europeos (no definidos en muchos casos como servicios sociales públicos sino como servicios públicos de interés general) y está en condiciones de ofrecer un modelo que acabe con el ineficiente estatalismo que domina este campo para dar más espacio a la iniciativa social. Pero esos conocimientos no se han transformado en una apuesta sencilla y fácil de comunicar en favor de la subsidiariedad. Sin fórmulas claras, los peperos de lo social no ganan peso en el partido.

 

Algo semejante o más grave ocurre en el ámbito de la educación. El liderazgo de la oposición a la LOE ha sido de la calle, de las organizaciones sociales. El PP ha ido por detrás. Y ahora todavía no consigue precisar el mensaje alternativo. En Génova barajan la idea de incluir entre sus promesas electorales una renovación del modelo de conciertos. Por desgracia, la idea no prosperará porque hay miedo. Desde el entorno de FAES, la gran apuesta es un pacto nacional de educación que nos les obligue a hablar de una nueva contrarreforma educativa. Piensan que el argumento a favor de la tardía e inaplicada LOCE es suficiente: “nuestro sistema educativo genera ignorantes y los ignorantes no pueden competir”.

 

Esperan que el deterioro de la enseñanza provoque una auténtica movilización social en pro de la calidad. Calidad y disciplina. “No nos podemos meter en otras cosas”, explican, “la gente no las entendería”. Es un mensaje cierto pero parcial, que tiene mucho que ver con el entorno neoliberal de FAES, en el que las cuestiones del sentido y del protagonismo de la sociedad civil en materia educativa no acaban de entrar.

 

Se equivocarían si no hacen una promesa que dé respuesta al hambre de libertad educativa despertada en esta legislatura. Como se equivocarían si no hay dos o tres propuestas nítidas para mejorar la política familiar. Las organizaciones sociales que tanto han hecho en los tres últimos años por denunciar los excesos de Zapatero deberían tener ahora como objetivo prioritario condicionar la agenda electoral del PP. Quizás de las filas de esas organizaciones pudiera salir un hombre o una mujer fuertes que hiciera el papel que en un tiempo hicieron Rato y Jaime Mayor.

 

Fernando de Haro

Páginas Digital, 25 de abril de 2007

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