Navarra: entre el desconcierto y la esperanza
El PSN ha quedado sumido en el desconcierto: echó un pulso y no aguantó el órdago. Ahora tiene que digerir el trago amargo y serenar su posición política pensando en el futuro: de ahí puede nacer la esperanza de un proyecto autónomo. Es cierto que nunca debió llegarse a la marcha atrás, sencillamente porque nunca se debió arrancar en la dirección de formar Gobierno con Nafarroa Bai. Si, desde el primer momento, la dirección federal del PSOE hubiera tenido el mismo criterio y las ideas tan claras como José Blanco, la opereta no hubiera durado tantos actos. Ni en Ferraz ni en Moncloa había unanimidad; al final, después de muchas declaraciones equívocas del presidente del Gobierno, la posición que prevaleció fue la del secretario de organización del PSOE, José Blanco, que está actuando con la autoridad de un secretario general.
Probablemente se ha terminado la época en la que en el PSOE la política se hacía cabalgando sobre grandes frases que ocultaban la falta de claridad de un proyecto político. Será muy difícil volver a escuchar gritos que comprometan a aprobar el estatuto que manden los catalanes o a respetar lo que decidan los navarros o cualquiera otros habitantes de una autonomía española. Al final, gracias a la sensatez de algunos, ha prevalecido la idea de que España es cosa de todos los españoles, porque a todos afecta lo que ocurra en cada uno de sus rincones. Eso, salvo que se establezca el criterio propagado en la estancia navarra de Odón Elorza. El alcalde de San Sebastián achaca lo ocurrido en Navarra a que el PSN no tiene la entidad que permite a los socialistas vascos, catalanes o gallegos hacer los que les da la gana: otra vez autonomías de distinto nivel en la España asimétrica que terminaría por ser discriminadora. En todo caso, yo no estoy en disposición de pedir perdón por no ser nacionalista, sencillamente porque entiendo que el nacionalismo es un atraso.
En Navarra todo partió de un equívoco: el PSN tuvo unos excelentes resultados que le colocaron en el ranking como tercera fuerza política. Arrancarle la mayoría absoluta a UPN no estuvo nada mal: un logro en el camino de atemperar la hegemonía de la derecha navarra. Un castigo importante y necesario, pero no definitivo. No hubo vuelco electoral porque sencillamente el PSN se quedó justo en la mitad de los votos del partido ganador. Luego, había que mezclar agua y aceite para conseguir sobrepasar al vencedor. La decisión que quedaba pendiente, después del dictamen de las urnas, es si se pactaba con las fuerzas nacionalistas vascas en un frente contra la derecha Navarra o si se ejercía una oposición que pudiera ser el crisol del proyecto autónomo de los socialistas navarros. Como tantas veces en la vida, la opción situaba al PSN en la elección del camino en función de su mirada política. Han ganado quienes creen en el largo recorrido.
El PSN viene de un desierto tan árido como el que establecieron las gestiones de los presidentes Urralburu y Otano. Una larga marcha para recuperar un crédito ominosamente perdido. Pero las uvas, con los resultados de las elecciones municipales, no estaban todavía maduras y la ansiedad por la recuperación del poder pretendió que podría alcanzarse a cualquier precio y con cualquier aliado.
Se ha establecido una ecuación falsa en esta España en la que el peso de los proyectos políticos ha sido sustituido por el aprovechamiento de las oportunidades. Los números pueden permitir formar gobierno pero no obligan a asumir esa responsabilidad porque por encima de la ocupación del poder debieran estar la formulación nítida de los proyectos políticos a partir del dibujo de la identidad que no motivara desconcierto en el electorado.
Luego, se establecen frases hechas que nadie se toma la molestia de analizar. A muchos se les ha llenado la boca diciendo que el electorado navarro se había pronunciado claramente a favor de un cambio. ¿Se les propuso a los electores socialistas y a los de Nafarroa Bai que el destino de sus votos sería un gobierno de coalición? Los navarros dieron la victoria a UPN, pero en una proporción que su propio autismo político y el sectarismo de su gestión les impedía formar gobierno estable.
Ahora, UPN está en manos de sus adversarios. El PSN está en una disposición excelente para que su proyecto político pueda tomar cuerpo y asaltar el poder navarro en las próximas elecciones, que no tienen que ser necesariamente cuando se cumpla el calendario electoral. Tienen que elegir quedarse en el desconcierto o construir la esperanza
Carlos Carnicero
elplural.com, 9 de agosto de 2007
0 comentarios