¿Basta sólo el candidato para ganar?
Rajoy se presentó en un baño de multitudes en Valencia haciendo lo que sabe hacer: prometiendo la mayor reducción de impuestos de nuestra democracia y Zapatero este fin de semana hizo lo propio con su correspondiente "toque o talante personal", acompañado por primera vez de su mujer Sonsoles, y haciendo hincapié en "la mirada positiva" que tiene hacia la realidad.
Análisis del marketing político aparte, que puede ser muy jugoso, uno se queda con la sensación de que la política española asume cada día más un carácter personal. Que la gran batalla electoral ya no se juega en el plano de las ideas. En primer lugar dentro de los grandes partidos. Ya no existen corrientes o sensibilidades que permitan aportar pluralidad a los proyectos políticos.
Los años en que dentro del PP existían los liberales o los democristianos, por poner algunos ejemplos, con sus correspondientes fundaciones, verdaderos hervideros de opiniones y corrientes de pensamiento, han pasado a la historia. De igual manera ha ocurrido con el PSOE. ¿Dónde están los utópicos guerristas o aquel "pepito grillo" representado por la Izquierda Socialista de Antonio García Santesmases?
Con tan plano perfil interno, por no llegarlo a calificar de pobre, uno se pregunta cómo es posible engendrar un programa electoral con iniciativas atractivas para la sociedad, pegadas al terreno de las preocupaciones de la sociedad y, a la vez, dando respuestas realistas a sus problemas. Porque éste es ahora el principal trabajo de los partidos políticos, la redacción de sus programas electorales.
Pero no. Ahora PSOE y PP se la juegan todo en el lanzamiento estelar de su líder y candidato. Parece que con eso prácticamente todo está hecho. Al PSOE, con toda su historia centenaria, le vemos apostando todas sus cartas a la persona de José Luis Rodríguez Zapatero. PSOE ya es igual a Zapatero, él asume, encarna el partido. Con que le conozcan y caiga bien, ya vale para ganar. Exactamente igual pasa con Mariano Rajoy en el PP.
Desaparece el debate interno sobre las ideas y también desparecen los equipos. La apuesta de los partidos es exclusivamente el candidato, no su equipo. Recuerdo cómo ganó en 1996 José María Aznar rodeado de un ramillete de buenos políticos en torno a él: Francisco Álvarez Cascos, Rodrigo Rato o Luisa Fernanda Rudi, por citar algunas de las grandes espadas, porque verdaderamente eran muchos y muy buenos los primeros espadas.
José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, es la única disyuntiva. Estas elecciones son las más personalistas de los últimos comicios celebrados en nuestro país. Poco debate de ideas y pocos equipos. Si la política española comienza a apostar sólo por las personas candidatas, sería el momento entonces de implantar sin miedos las listas abiertas en los partidos, pero quizás todavía no hay la madurez suficiente como para hacerlo.
Raquel Martín
Páginas digital, 27 de noviembre de 2007
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