Entrevista a Fernando Savater Escritor. «La hoja de ruta que hay que seguir es la Constitución y las leyes»
Ganador del Premio Primavera de Novela con ‘Los invitados de la princesa’ reclama que más que hablar de quienes no se manifiestan contra el terrorismo se recuerde «a los que se han pronunciado»
Fernando Savater ha querido zambullirse en la literatura y el resultado es Los invitados de la princesa, una obra que le ha valido el Premio Primavera de Novela y que estuvo ayer presentando en Bilbao. En él entrelaza relatos de distintos géneros sin olvidar el terrorismo que ha marcado Euskadi y que también está presente en la imaginaria isla de Santa Clara.
Pregunta.– ¿Es Euskadi una isla como la de Santa Clara?
Respuesta.– En cierta medida la influencia de ETA y del terror en una época determinada actuó como un aislante. El resto de España crecía en democracia, en derechos... y aquí seguíamos secuestrados. En la novela he jugado con que los terroristas de la isla se llamaran igual que el volcán porque, lo mismo que el volcán secuestra a la gente porque no les deja tomar el avión, los terroristas no les dejan tomar decisiones políticas.
P.– En Santa Clara se relativiza al grupo terrorista como algo «folclórico». ¿Se está incurriendo en el mismo error en el País Vasco tras el último comunicado de ETA?
R.– Escribí la novela hace tiempo y ETA seguía en actividad y no había mandado el comunicado. Pero hay un mensaje contradictorio. Te dicen que la violencia se ha acabado pero por otro lado te dicen que para que se acabe definitivamente hay que hacer no sé qué con los presos. Esa contradicción entre el «no tengáis miedo» y el «cuidado que todavía...» me parece extraño.
P.– ¿Le parece que es posible una escisión de la banda?
R.– Podría ser, pero entonces que no nos digan que ha terminado definitivamente. Eso es trampa. Aparte de que siempre se ha invocado el paralelismo con Irlanda y el IRA, pero se olvida que el IRA estaba luchando contra otro grupo terrorista contrario. Había que negociar con el IRA porque ellos estaban negociando con otro grupo terrorista que los estaba matando a ellos. Pero da la casualidad de que aquí no ha pasado eso.
P.– ¿Qué le parece la hoja de ruta que presentó el lehendakari?
R.– No sé por qué hay que tener una hoja de ruta. La hoja de ruta es la Constitución, son las leyes. Los que quieren entrar dentro del país que hemos defendido contra ellos son ellos. Nosotros no tenemos que cambiar nada. Eso es consecuencia de que no hay un discurso claro constitucionalista. Ortega decía que España era el problema y Europa la solución. Pues yo digo: Euskadi es el problema y la España plural y democrática es la solución. Eso es lo que no oigo decir a los políticos que deberían decirlo.
P.– UPyD votó en contra de la ponencia de paz en el Parlamento Vasco ¿Cuándo, cómo y de qué habría que hablar con la antigua Batasuna?
R.– La gente que ha renunciado explícitamente a la violencia ya está en los ayuntamientos y mañana, si hacen una declaración suficiente a juicio del Constitucional, estarán en las instituciones y habrá que hablar con ellos como se habla con los demás. Ellos tienen que entrar en el conjunto de los partidos totalmente normales, siempre que renuncien a la anormalidad que les caracteriza, que es la de haber apoyado a la violencia.
P.– ¿Amaiur ha cumplido con esa obligación?
R.– De momento no. Yo al menos no se lo he oído. Ellos hablan del final de la violencia, pero no del final de los violentos o de que los violentos tienen que estar en la cárcel y cumplir sus penas. Y por supuesto, la ‘doctrina Parot’ es puro sentido común: no es lo mismo haber matado a una persona que haber matado a catorce.
P.– ¿En Euskadi han callado mucho tiempo «las voces de los que piensan», como en Santa Clara?
R.– Hombre, es que eso comporta ciertas incomodidades. Por ejemplo, hoy (por ayer) se inaugura el festival de las letras de Bilbao, que lleva bastantes años, y jamás se le ha ocurrido a nadie invitarme.
P.– ¿Qué ha supuesto el silencio de una parte de la cultura vasca?
R.– No ha habido un discurso claro de apoyo a las instituciones democráticas. La gente ha condenado la violencia por un movimiento moral o humanitarista, pero en cuanto el rechazo a la violencia se argumentaba políticamente, todo el mundo retrocedía. Hay que pensar también que la gente que no dimitió se ha tenido que ir: periodistas, gente de la radio, intelectuales... Si has mantenido no sólo un reproche moral, sino un discurso político, inmediatamente te encuentras marginado. Por eso no sólo hay que hablar de los que no se pronunciaron, sino de lo que les ha pasado a los que sí nos hemos pronunciado.
BEATRIZ RUCABADO
El Mundo, 17/04/12
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