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¿Guerra de sexos?

Cardenal Rylko: Persistente urgencia de un «nuevo feminismo»

Cardenal Rylko: Persistente urgencia de un «nuevo feminismo»

Apertura del Congreso Internacional del dicasterio para los Laicos


ROMA, jueves, 7 febrero 2008 (ZENIT.org).- Urge la promoción de un «nuevo feminismo» que reconozca el «genio femenino» y trabaje por la superación de toda forma de discriminación, advierte el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos.

Se hizo portavoz de la propuesta, de Juan Pablo II, el cardenal Stanislaw Rylko este jueves, al abrir el Congreso internacional que sobre el tema «Mujer y varón, la totalidad del humanum» promueve su dicasterio en el XX aniversario de la carta apostólica «Mulieris dignitatem».

 

Fue el primer documento del magisterio pontificio dedicado por completo a la mujer; mantiene su actualidad y es de reflexión obligada porque, como alertó el purpurado polaco, presenciamos a diario la «rápida y profunda transformación de los modelos de la identidad femenina y masculina, y de la relación entre sexos».

 

Son consecuencia de «nuevos paradigmas culturales»; entre ellos, dos tendencias dominantes del feminismo radical: el «empowerment», que pretende defender la identidad femenina «haciendo de la mujer la antagonista del hombre», y la «ideología de género», que pretende suprimir la diversidad sexual concibiéndola «exclusivamente como el resultado de condicionamientos socio-culturales», apuntó el cardenal Rylko.

 

De ahí la difusión de identidades masculinas y femeninas «extremadamente confusas» --observó--, reflejo de una modernidad sin puntos de referencia que sustituye la verdad con una pluralidad de opiniones.

 

«Esta tendencia amenaza y pone en cuestión particularmente la figura de la madre y del padre», por lo tanto, «la institución del matrimonio heterosexual y la familia biparental», constató.

 

En concreto alertó de que «hoy está en marcha una gran batalla por la persona humana, por su dignidad y su vocación trascendental, que se combate precisamente en torno a la mujer, al concepto de femineidad».

 

Consciente de ello, el Pontifico Consejo para los Laicos lleva años siguiendo «con gran interés todo lo que sucede en el gran mundo femenino a nivel cultura, a nivel social y también a nivel político», explicó el purpurado a Zenit posteriormente.

 

«Como dicasterio que se ocupa precisamente de los laicos, estamos especialmente comprometidos ante este desafío que actualmente la Iglesia, y sobre todo los laicos católicos, debe afrontar, porque --insistió-- este reto antropológico se dirige no sólo a la Iglesia en abstracto, sino justamente a los hombres y a las mujeres católicas».

 

Ciertamente «se necesita una denuncia de la injusticia y de la discriminación de la mujer, se necesita una denuncia de la peligrosidad de estos nuevos paradigmas culturales, promovidos actualmente en el mundo a nivel global, pero sobre todo se necesita un testimonio», puntualizó.

 

Tal testimonio se debe traducir en «un anuncio positivo de que vale la pena vivir la propia identidad, masculina y femenina, según el plan de Dios, de que esto es bello y da mucha felicidad», recalcó a Zenit.

 

En su intervención, el cardenal Rylko había hecho hincapié la enseñanza de Juan Pablo II: «Femineidad y masculinidad --decía-- son complementarios entre sí no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico»; «gracias a la dualidad de lo masculino y lo femenino el [ser] humano se realiza plenamente».

 

Ni «igualdad estática y homologante» ni «diferencia abismal e inexorablemente conflictiva»: la relación hombre-mujer es natural y responde al plan de Dios, que es la unidad de los dos «que consiente a cada uno --escribía el fallecido Papa-- sentir la relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizante ».

 

La persona «existe siempre y sólo como hombre y mujer», añadía.

 

Y fue el propio Juan Pablo II quien invitó a los laicos «a hacerse promotores de un "nuevo feminismo"» que supiera «reconocer y expresar el verdadero genio femenino en todas las manifestaciones de la convivencia civil, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación», recordó el cardenal Rylko en su intervención.

 

La fuerza moral de la mujer --apuntaba el Papa Karol Wojtyla en «Mulieris dignitatem»-- «se une a la conciencia de que Dios le confía de manera especial al hombre, al ser humano», y se necesita esa sensibilidad por cada persona.

 

«De aquí --apuntó el purpurado-- surge también un papel particular de la mujer en la evangelización de la cultura».

 

De jueves a sábado, el Congreso Internacional --en el que están representados medio centenar de países de los cinco continentes--, con sus trabajos, busca recalcar la necesidad de fundar en principios sólidos, antropológicos y teológicos, toda reflexión orientada a contribuir a una auténtica promoción de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.

 

Benedicto XVI recibirá a sus participantes el sábado.

 

Por Marta Lago

 

Familia sí, con cultivo de la fe

Familia sí, con cultivo de la fe La celebración de la Familia Cristiana que tendrá lugar este domingo en la Plaza de Colón de Madrid se produce en una situación paradójica. La ley del divorcio exprés, impulsada por el Gobierno de Zapatero, ha fomentado que nuestro país sea uno de los que registra más rupturas matrimoniales en toda Europa. Y, sin embargo, todas las encuestas reflejan que la familia es una de las instituciones más valoradas. Benedicto XVI acaba de recordar en su mensaje para el comienzo de año que la familia es la primera comunidad en la que se experimenta el perdón, el sentido de la justicia y de la paz. Estas experiencias tienen importantes consecuencias en el terreno de la cohesión social. Es un fenómeno que se reconoce con facilidad. Sin embargo, a muchos también se les presenta la vida familiar como algo muy difícil. La estabilidad de las relaciones entre el hombre y la mujer, la fidelidad mutua y la tarea de educar en libertad a los hijos a menudo parecen cargas demasiado pesadas. Ante esta situación es inútil volver la mirada hacia otro lado. A los católicos no nos puede bastar con repetir fórmulas y eludir mirar de frente a los problemas.

 

Buena parte de la actual crisis de la familia tiene mucho que ver con un modo de educar y de vivir la fe que ha dado por supuestas las razones que permiten a un hombre y a una mujer entender su relación como un ángulo abierto hacia el Misterio de Dios, como un lugar que, disponible a la fecundidad, está llamado a ser ámbito de construcción social, de pasión por el mundo.

 

El amor que marido y mujer se profesan no tiene por qué convertirse, con el tiempo, en una tumba, en el recuerdo de un deseo de plenitud frustrado o, en el mejor de los casos, en un resignado pacto de no agresión mutua y de compromisos morales. Es ante la necesidad humana, en este caso la necesidad de que el amor sea verdadero y perdurable, cuando la fe se muestra realmente conveniente y significativa. La fe en este caso tan concreto, pero tan decisivo, nos enseña a reconocer en la persona amada el signo del Único que puede satisfacer por completo nuestro afecto y nuestro deseo de felicidad. La celebración por la Familia Cristiana tiene sentido en la medida en que es ocasión para dar testimonio de que este hecho es posible.

 

En España durante mucho tiempo ha faltado una política familiar adecuada porque a esta institución se la ha considerado como un “fenómeno privado”. En los últimos años se ha producido un cambio interesante gracias a la labor de asociaciones e instituciones que han surgido desde abajo. Esta realidad incipiente estará completa si cada uno desde su tradición -los católicos desde la nuestra- recupera la experiencia que hace posible que el ámbito familiar sea un lugar de humanización. Los cambios políticos reales siempre dependen de un cambio cultural.

 

José Miguel Oriol

ABC, 30 de diciembre de 2007

 

Los Santos Inocentes y las ablaciones

Los Santos Inocentes y las ablaciones

El 28 de diciembre nos encontramos con la siguiente noticia: “Un juzgado de Mataró ha retirado la custodia de dos niñas a una familia gambiana de Premia de Dalt (Barcelona) ante la sospecha de que los padres tenían la intención de llevarlas a Gambia para practicarles la ablación de clítoris.”
Según el DRAE ablación es “acción y efecto de cortar, separar, quitar”. La pregunta es inmediata: ¿Cuántos Jueces en España, con pasotismo del Fiscal y cooperación del psicólogo forense, practican la “ablación parental”? ¿En base a qué condenan a muchos niños del divorcio a su pérdida de identidad permitiendo la mutilación psíquica de una de sus líneas parentales, sea del padre o de la madre?

Si en Gambia practican costumbres bárbaras de ablación física, en España se practican costumbres bárbaras de ablación psíquica, pero en sede judicial que no es lo mismo (y a la vista del Fiscal que “vela por los menores”).

ANASAP convoca a las madres y padres, víctimas de la ablación psíquica judicial española que supone el síndrome de alienación parental (SAP) a unirse a la manifestación del domingo 10 de febrero de 2008 en Madrid para exigir el fin inmediato de esta aberrante costumbre judicial y la reparación de los daños causados.

PD: 2008 es el Año Europeo del diálogo intercultural. España puede dialogar con Gambia sobre ablaciones a menores en estos términos: “Yo no decir nada de tus ablaciones físicas y tu no decir nada de mis ablaciones psíquicas”.

Dr. Francisco J. Fernández Cabanillas, Pte. de ANASAP.

La Constitución no defiende a los padres divorciados

La Constitución no defiende a los padres divorciados Ante la celebración del Día de la Constitución creemos conveniente recordar que en España actualmente los varones se ven privados de buena parte de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución Española.

En concreto los padres separados/divorciados y sus hijos, al no aplicarse la Custodia Compartida de forma automática, se ven privados de la relación paternofilial quedando los hijos huérfanos de facto.

La legislación promovida en los últimos años bajo el criterio de las teorías de género vulneran de hecho o de derecho los siguientes artículos de la Constitución Española: 10, 13, 14, 15, 16, 7, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 31, 32, 33, 35, 36, 38, 39, 40, 41, 43, 44, 47, 48, 50, 51, 53 y 55. Esto es, casi todos los derechos fundamentales. Vulnerándose, entre otros, los siguientes:

 

Vulneración del principio de igualdad.

Vulneración del principio de presunción de inocencia.

Vulneración del principio de tutela judicial efectiva.

Conculcación del derecho a educar a tus hijos.

Conculcación del derecho de libertad religiosa.

Conculcación del derecho a la normal relación entre padres e hijos.

Conculcación del derecho a la igualdad en el trabajo.

Conculcación del derecho a una vivienda digna.

En España los varones están discriminados con la excusa de la secular discriminación de la mujer, algo más que cuestionable, y de lo que en cualquier serian responsables nuestros ancestros. A esto se añade el falaz principio de la discriminación positiva pues son términos antagónicos. Principio auspiciado por las aberrantes teorías de género basadas en falsedades, que han dado lugar en los últimos años a iniciativas legislativas y desarrollo de políticas que, entre otras canalladas, han conseguido:

 

Mayor número de asesinadas y asesinados.

Mayor número de menores maltratados y asesinados debido a que se concede de forma casi automática la custodia monoparental materna cuando estadísticamente se sabe que es la peor opción para los hijos.

Aumento del fracaso escolar.

Aumento de embarazos no deseados en adolescentes.

Aumento de delincuencia de menores.

Aumento espectacular de suicidios de varones en procesos de separación conyugal.

Aumento de la pobreza en general y de los separados en particular.

Aumento considerable de la corrupción tanto en la creación de cargos públicos como en el destino y destinatario de fondos públicos en conceptos tales como empleo público, vivienda pública, etc.

Malversación de fondos públicos vía subvenciones a organismos y asociaciones creadas ex profeso.

Por este motivo, hemos realizado un acto simbólico ante el monumento a la Constitución recordando a los españoles que la misma es vulnerada diariamente tanto en los órganos legislativos como en los judiciales. Consideramos que la Constitución Española está en proceso de defunción y por ello hemos colocado un crespón negro en el monumento a la Constitución.

 

Projusticia

 

www.projusticia.es

Hispanidad.com, 7 de diciembre de 2007

La violencia de la mujer

La violencia de la mujer

Se llama Encarnación Orozco, y es la “delegada especial del Gobierno contra la violencia sobre la mujer”. Nada menos. Llevo días escuchando sus palabras en emisoras de radio y leyendo sus entrevistas en prensa, porque la Ley contra la violencia de género del Gobierno Zapatero, al parecer, sólo ha conseguido recrudecer la guerra de sexos y aumentar el número de mujeres asesinadas pro sus parejas (de hombres asesinados por sus parejas nada sé porque nada se dice). Orozco, como buena feminista, asegura que “el machismo es el ansia por perpetuar la dominación. El feminismo sólo pretende la igualdad”, curiosa redefinición a conveniencia de dos términos antónimos.

Desde tan científico principio, nos adentramos en el proceloso mundo de la dominación machista, Ojo al dato orozciano: “La violencia no empieza con el golpe. Empieza con el control: ‘¿Con quién vas? ¿Qué ropa es esa? ¿No me gusta que veas a fulanito o a Zutanita?’ Ese control crea un aislamiento en la mujer. Y se refuerza diciéndote -aquí la señorita Orozco pasa a utilizar la primera persona, desconozco el porqué- que eres una inútil, que no sirves, que no cocinas bien”. ¡Cielo Santo! Con tales criterios de medición  acabo de caer en la cuenta de que soy un vulgar maltratador de mi señora, y lo que es peor: ¡Ella me maltrata a mí muchísimo más, de forma permanente e incisiva, especialmente cuando insiste en que me cambie de pantalón y camisa porque “sólo mirarte das ‘patrás’”. Es más, con un repugnante sexismo me examina de la cabeza a los pies y me otorga el plácet sólo tras un gesto de conmiseración, con el que quiere dejar claro que ha hecho todo lo posible para amortiguar el golpe y que de donde no hay no se puede sacar.  Mañana mismo realizaré un acto lleno de coraje: me voy al juzgado y la denuncio: se va a enterar.

 

Las palabras de Orozco, me recuerdan los primeros estudios de opinión de las feministas, diez años atrás, cuando empezó la coña de la violencia de género, ésa que siempre es de género masculino. Primero se dijo que en España había 600.000 mujeres maltratadas, aunque El País, siempre solicito ante los desheredados, lo elevó de inmediato hasta los 2 millones. Uno de los criterios de tan sesudos informes, consistía en identificar la casuística de la violencia machista, en la que se incurría, por ejemplo, cuando el esposo, o parte varonil de la pareja, le negaba a su media naranja el sillón más cómodo del salón para ver la tele. Reconozcámoslo: soy un maltratador como la copa de un pino: me encanta el sillón orejero del salón y en cuanto mi señora se despista, corro veloz hacia el trono y le dejo con dos palmos de narices, lo cual rebela, lo reconozco, aunque no lo admitiré si no es en presencia de mi abogado, mi innata perversidad sexista.

 

Incluso, Dios me perdone, soy de los que le suele preguntar a mi esposa dónde va, y no podré alegar razones románticas -por ejemplo, mi solícita preocupación por su seguridad-, porque la señora Orozco ya nos ha advertido contra la falacia del romanticismo y la reconciliación, celada que no esconde sino futuros maltratos. A cada momento veo mi futuro matrimonial más negro, y sólo me consuela el hecho de que mi señora controla más mis amistades que servidor las suyas, incluidas las comunes, y a lo mejor ese tipo de contraataque surge efecto ante el tribunal de violencia de género, aunque lo dudo.

 

Sin embargo, albergo alguna tibia esperanza: en mi vida he llamado inútil a mi esposa y, sin embargo ella no deja de repetir eso de “¡pero qué desastre eres!” Y eso, estoy casi convencido, no es el lenguaje del amor.           

 

Miren ustedes, con planteamientos tan ecuánimes como los de la señora Orozco, nadie va a convencer al varón de que nos enfrentamos a una colosal tomadura el pelo, por lo que se desentenderá del asunto y se situará a la defensiva, más que nada para que la marejada de necedad feminista, reforzada por la estupidez políticamente correcta y por los poderes coercitivos, ultra violentos, que el Estado utiliza frente al individuo, no le golpee. Con el feminismo, la guerra de sexos no amainará, sino que, por el contrario, se disparará y alcanzará grados de intensidad nunca vistos. Mal harán las mujeres no feministas, es decir, las no-víboras, en seguir aquel viejo consejo de Javier Arzallus con el terrorismo etarra: “Unos menean el nogal y otras recogemos las nueces”. Porque al final, los asesinatos de ETA se han vuelto contra los nacionalismos pacíficos y contra los asesinos. Con el feminismo ocurrirá lo mismo.

 

De otro modo, seguiremos escuchando a personajes como la señora Orozco, quien nos asegura -sic- que no existen denuncias falsas de malos tratos, justamente cuando la violencia surge en, la mayoría de los casos, en el momento de la separación o divorcio, justo cuando los abogados-as aconsejan a la mujer que, de entrada, acuse a su esposo de violencia de género. Con tal de invocar tal sortilegio, se quedará con la custodia de los hijos, con el patrimonio común de la pareja y con, un poco de suerte, podrá relamerse de gusto cuando envíe a su ex al trullo. Y todo ello con todo el respaldo jurídico y social. Ni que decir tiene que las feministas más sinvergüenzas -quizás una reiteración- han convertido la violencia de género en un pingüe negocio: bufetes especializados, observatorios, cargos administrativos, cargos políticos, juzgados especializados, casas de acogida, etc. Una de las más exaltadas de la Administración Zapatero, Soledad Murillo, solicitaba la creación de un Ministerio contra la  Violencia de Género. Estoy convenido de que doña Soledad estaría dispuesto a liderarlo, todo sea por tan noble causa.

 

Al final, a lo mejor resulta que todo es más sencillo. A lo mejor resulta que cuando falla la entrega mutua, es decir, el amor, surge la guerra. La corrupción de lo mejor es lo peor y no hay estallido de rencor más agudo que el desamor. Es entonces cuando cada sexo recurre a sus armas: el hombre a la fuerza brutal, de la que dispone de más existencias que la mujer, mientras la mujer palia esa inferioridad con más mala uva, generalmente con la lengua. ¿Hay más casos de violencia física del varón contra la fémina? Sí, de la misma forma que hay más casos de violencia psíquica de la mujer contra el hombre. La prueba es que cuando la mujer es más fuerte que su adversario vaya si ejerce violencia: frente las 74 mujeres muertas a manos de sus parejas en España, la mujer asesina, a través del aborto, a 100.000 hijos cada año en España. Todos ellos inocentes de toda culpa.

 

Lo que ocurre es que la tontuna feminista –una de las doctrinas más idiotas de cuantas ha podido inventar la modernidad-, que es grande y obtusa, ha creado una muy aguda moralidad que podríamos resumir así: “Bueno es lo que hace la mujer, malo, lo que perpetra el varón”. A partir de ahí, el entendimiento entre sexos resulta sencillamente imposible. Y es que no reparan en la distinción de Clive Lewis: “Una mujer entiende por desinterés tomarse molestias por los demás; un hombre entiende por desinterés no molestar a los demás… (si no tenemos esto en cuenta) cada sexo considerará al otro radicalmente egoísta”.

 

Auguro que la guerra de sexos se va a acentuar. Con argumentos comos los precitados, lo único que podemos concluir sobre la violencia de género es lo del viejo chiste. Esto no se queda así: esto se hincha”. Aunque mi predicción no tiene mucho mérito: ya la estamos viviendo.

 

En los canales de televisión, los del PSOE y los del PP, repetían, el domingo 25, Día de la Violencia de Género, o sea, contra la mujer, que lo más peligroso es que algunas denunciantes retiran la demanda, lo cual, no necesito explicarles,  es gravísimo para las feministas, a quienes las víctimas importan bien poco y cuyo objetivo consiste en fastidiar al varón lo más posible. Montserrat Comas salía al quite con la advertencia de que “no es una guerra entre hombres y mujeres”. Sí, señora, es justamente eso, y usted y otra como usted la han declarado. Para ser exactos, es una guerra de exterminio del matrimonio y la familia.

 

Al final, el feminismo y la manipulación de la llamada violencia de género está fomentando el más autodestructivo defecto de la mujer: ser el centro de atención de quienes les rodean. De repente, han surgido como hongos las maltratadas, miles, millones de maltratadas, que viven así su día de protagonismo, aunque sea en el corro de vecinos, mientras que las feministas profesionales, las feminazis, se enorgullecen de las sentencias condenatorias y menosprecian a las “cobardes” que se reconcilian con sus parejas. Menos mal que no es una guerra contra el hombre.

 

Al final, este rechazo de la feminidad, es decir, del propio ser, mezclado con el odio feminista hacia la maternidad y hacia el hombre, ha completado un cuadro que sí es peligroso y letal: una mujer muy poco femenina. Una de las virtudes de la feminidad consiste en la renuncia a la violencia como instrumento para cambiar el mundo. Ese es el genio femenino. Por eso, la humanidad necesita de la mujer, porque prefiere crear a dominar. Por el contrario, ¿qué es el feminismo? Es la corrupción de la feminidad: es una mujer que le disputa al hombre el poder con las armas de los hombres. Esa anti-feminidad es lo que ha provocado tantas mujeres desamoradas. Por desamoradas, degeneradas; por degeneradas, desquiciadas. Y eso sí que constituye una tragedia contemporánea.

 

Eulogio López

Hspanidad.com, 26 de noviembre de 2007

Por qué es importante el padre

Por qué es importante el padre

 

Informes muestran que los niños necesitan la presencia de ambos progenitores

ROMA, domingo, 11 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Los niños necesitan más que nunca la presencia y guía de su padre. Según una reciente recopilación de ensayos, un significativo cuerpo de investigación científica documenta claramente el papel vital que desempeña un padre en los años formativos de la vida del niño.

El libro se titula «La importancia de los padres y de su implicación con los hijos» («Why Fathers Count: The Importance of Fathers and Their Involvement with Children», Editorial Men’s Studies Press).

Sean E. Brotherson y Joseph M. White, editores y autores también del primer capítulo, dan el tono al libro con una revisión de los argumentos sobre la importancia de los padres para los hijos. La presencia de un padre tiene un impacto positivo de muchas maneras, observa, puesto que los niños con padres tienen menos problemas de comportamiento, obtienen mejores resultados académicos y están mejor económicamente.

Brotherson y White también dejan claro que no quieren en modo alguno minimizar la aportación hecha por las madres a la vida familiar. De hecho, indican, ambos padres cuentan: padres y madres. No obstante, como confirman ampliamente las estadísticas, se ha dado un marcado aumento de las familias sin padre en las últimas décadas, de ahí que el libro se centre en los padres.

Rob Palkovitz, profesor en la Universidad de Delaware, dedicaba un capítulo al tema de la transición de los hombres hacia la paternidad. Los hombres pueden convertirse en padres en el sentido biológico, observaba, pero no siempre hacen los ajustes psicológicos y de comportamiento necesarios para abrazar el papel de padre.

Palkovitz explicaba que ser padres conlleva un tipo diferente de responsabilidad de la de ser marido y requiere un compromiso adicional. Este cambio afectará a las elecciones, comportamiento y prioridades del hombre en su vida diaria. Esto lleva tiempo, y la paternidad es un papel que los hombres desarrollan gradualmente.

La transición a la paternidad, continuaba, es un punto de inflexión monumental en la vida de un hombre. Si los hombres quieren entablar esta relación con sus hijos será a través de grandes cambios en la vida y desarrollo del hombre como persona, concluía Palkovitz.

El factor matrimonio

La relación entre los esposos y su impacto en los padres lo examinaba un capítulo de H. Wallace Goddard, profesor de la Universidad de Arkansas. Cuando las parejas tienen una sólida relación pueden usar sus diferencias para complementarse mutuamente, y reforzarse el uno al otro, y hay muchas más posibilidades de tanto la madre como el padre desempeñen bien su función, sostenía.

Goddard también observaba que de muchas formas la cultura contemporánea contribuye poco a preparar a las futuras parejas para el compromiso de llevar adelante y proteger un matrimonio. Una cultura que sobredimensiona el romance y los flechazos rápidos, apuntaba, hace poco para preparar a las parejas para los inevitables periodos de dificultades que atraviesa todo matrimonio.

Brotherson, de la Universidad Estatal de Dakota del Norte, examinaba lo que él denomina «conectividad» en la relación entre padres e hijos. Esta conexión implica construir un lazo durante el tiempo que es más que el solo amor que tiene un padre por su hijo, sino también el grado en que un hijo percibe este amor y aceptación.

La conectividad, añadía Brotherson, se desarrolla en los detalles de amor hacia otra persona y en la confianza y proximidad que desarrolla en dicha relación.

Citando diversas fuentes de investigación sobre la vida familiar, Brotherson explica que cuanta más conexión sienta un niño con sus padres más posibilidades tendrá de confiar en los demás y gozar de relaciones estables con sus compañeros y adultos fuera del hogar. Una relación familiar estrecha es también más eficaz para proteger de problemas como la depresión, el suicidio, la actividad sexual precoz y el abuso de drogas.

La parte final del capítulo ofrecía sugerencia a los padres sobre cómo pueden conectar con sus hijos. Brotherson recomendaba jugar juntos con los hijos, y también ayudarles en su educación. Ser accesible para confortarlos en tiempos de necesidad, expresar afecto, y compartir actividades espirituales como rezar juntos estaban entre los puntos mencionados.

Amor paterno

Los académicos Shawn Christianson y Jeffrey Stueve escribían sobre la importancia del amor de un padre para sus hijos. La mayor parte de la investigación sociológica, indicaban, no reconoce suficientemente el lazo que forman los padres con sus hijos con su amor y cariño hacia ellos. No sólo hay pocas menciones al amor en la teoría familiar, sino que las principales teorías contemporáneas se centran en el propio interés.

El amor de un padre por sus hijos se suele expresar en los sacrificios que hace, sea en tiempos de crisis o en las elecciones diarias de la vida familiar. Obviamente, algunos padres no se responsabilizan de sus hijos, reconocían Christianson y Stueve. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos colaboran con sus esposas en criar a su hijo.

La mayoría de la investigación en esta área se ha hecho sobre los padres de hijos más jóvenes. Esta ha mostrado que los padres son capaces de verdad de ser sensibles a las necesidades de sus hijos y pueden mostrar afecto.

Definir el amor paterno no es fácil, observaban Christianson y Stueve. Una forma de intentarlo es demostrar la forma en que un padre está presente en la vida de un hijo, ayudándole en las necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales. El compartir tiempo, actividades, conversación y a uno mismo, significa un apoyo constante que los niños perciben que durará en sus vidas.

Vicky Phares y David Clay, profesora y estudiante de doctorado respectivamente en la Universidad de South Florida, trataban la influencia de los padres en el bienestar psicológico de los hijos. Apuntaban tres principales estilos de paternidad: autoritativa, autoritaria y permisiva.

Guía

Phares y Clay explicaban que los padres cuyo estilo de paternidad es autoritativo – combinación de control con calidez y respeto – tienen más posibilidades de que sus hijos se sientan seguros y muestren una buena salud mental.

Otro factor que influye es la disposición emocional de los padres. Implicarse en la vida del hijo y responder a sus necesidades emocionales es importante en el sano desarrollo de los niños y adolescentes.

Terrance Olson, de la Universidad Brigham Young, y James Marshall, de la Universidad de Kansas, analizaban el papel de los padres en el desarrollo moral de sus hijos.

Apuntaban que el tener influencia moral se manifiesta de diversas formas. Puede ser algo tan simple como mantener una promesa hecha a un hijo, o poner ciertos límites que dejen claro qué comportamientos son aceptables y cuáles no.

En este sentido, aunque es importante la cantidad de tiempo que los padres dedican a sus hijos, también es vital cómo reacciona el padre ante las necesidades y el comportamiento de su hijo. El ejemplo personal que da un padre, y cómo enseña a sus hijos a tratar a los demás en la comunidad, son otras oportunidades de enseñar. De esta forma los padres tienen muchas posibilidades de transmitir actitudes y valores a sus hijos y enseñarles las implicaciones de la responsabilidad moral.

Benedicto XVI ha continuado con sus frecuentes comentarios sobre la importancia de las familias en su discurso al nuevo embajador eslovaco ante la Santa Sede, Jozef Dravecky, el 13 de septiembre.

«La familia es el núcleo en el que una persona aprende primero el amor humano y cultiva las virtudes de la responsabilidad, la generosidad y la preocupación fraternal», comentaba el pontífice.

«Las familias sólidas se construyen sobre la base de matrimonios sólidos. Las sociedades sólidas se construyen sobre la base de familias sólidas», continuaba el obispo de Roma. Animaba a los gobiernos a reconocer, respetar y apoyar el matrimonio, en el que un hombre y una mujer se unen en un compromiso de por vida.

Por el padre John Flynn, L. C.

 

Teoría de la desvinculación

Teoría de la desvinculación La afirmación es la siguiente: el problema central, la causa radical de todo lo que nos preocupa y daña a la sociedad y a las personas, es la cultura, la ideología de la desvinculación.

Esta forma de entender la persona y la sociedad parte del principio de que la única manera que el ser humano se realiza es siguiendo el impulso de sus deseos en cada momento de su vida.

Ante ellos ningún compromiso personal, relación, tradición, norma, puede limitarlo. En este sentido la libertad solamente consiste en la afirmación del deseo y el disponer del máximo número de opciones para realizarlo. Así la libertad deja de ser el camino para buscar la verdad y liberarse de todo aquello que impide el desarrollo de nuestras dimensiones personales, deja de ser liberación para convertirse en su opuesto: servidora de la pulsión del deseo.

Así, en el marco de nuestra sociedad desvinculada la libertad se degrada y comercializa, por eso es más fácil manipularla y vulnerarla, porque ha prescindido de toda exigencia de verdad. Solo el deseo importa.

 

Esta realización a través del deseo general tres graves rupturas simultáneas:

 

Primera, la ruptura cultural y de su mano, religiosa. No existe canon, no existen paradigmas que puedan regir u orientar la cultura, solo existe vanguardias y trasgresión.

 

Pero las vanguardias sin canon son un puro artificio porque solo pueden ser la antítesis de aquella tesis canónica, si ésta no existe, la vanguardia resulta una caricatura. Y la trasgresión como sistema no libera de nada, de ningún canon, sino que al contrario, esclaviza bajo el principio sistemático de que se debe transgredir.

 

Para que la desvinculación pueda existir es necesario que desaparezca el sentido religioso. Esto es, la construcción y posición de la conciencia humana hacia lo Trascendente, porque en este tipo de conciencia es donde se forja sólidamente el principio del vínculo. Esto explica que en nuestro tiempo, allí donde más crece la desvinculación renace una oleada antirreligiosa de nuevo cuño.

 

Estamos, por consiguiente, ante una batalla de dimensiones históricas que disputa el corazón y la razón de los hombres: la batalla que han entablado el pensamiento desvinculado y el sentido religioso. Es una batalla para la extinción del otro, donde no pueden existir por su propia naturaleza los no alineados.

 

El laicismo de la exclusión religiosa comporta un añadido contra la cultura. Como que ésta ha nacido de una concepción creyente, básicamente en el mundo occidental, el cristianismo, la voluntad de excluir la religión conlleva necesariamente una liquidación del pensamiento y del patrimonio cultural de los pueblos de Europa.

 

En esto y en otros aspectos el gobierno de Zapatero es un perfecto paradigma. Desde este punto de vista, la liquidación de toda la historia anterior al siglo XIX en los nuevos programas de Bachillerato, que ha establecido el Ministerio de Cultura, ejemplifica la voluntad de prescindir de todo aquello, por importante y decisivo que sea, que tenga una impronta cultural cristiana.

 

La segunda ruptura es la de la injusticia social manifiesta. La desvinculación afecta también a las relaciones en el ámbito económico en el trabajo.

 

Los directivos se sienten desvinculados en la medida de lo posible de sus accionistas. El caso ENRON es una muestra ejemplar. La empresa se siente desvinculada de los trabajadores y usa y abusa del contrato eventual.

 

Muchos trabajadores se sienten totalmente desligados de la propia empresa y de los resultados de su trabajo. La injusticia social manifiesta hace posible la exhibición obscena del derroche económico celebrado por televisiones y medios de comunicación, sobre todo cuando quienes lo hacen son futbolistas, artistas y un largo etcétera, y al mismo tiempo acepta impávidamente el crecimiento de la injusticia social.

 

Hoy España, cifras en mano, es más injusta que hace diez años. Lo es porque ha crecido la proporción de pobres, porque los salarios han perdido participación en la renta, porque el gran desarrollo económico no se ha traducido en una mejor distribución, porque desde el poder económico y político se ha aplaudido la llegada masiva de inmigrantes, pero no se han adoptado las lógicas medidas para paliar el efectos que ellos producían sobre la sanidad y la enseñanza, debido a la dimensión e intensidad del flujo de los recién llegados.

 

Injusticia manifiesta porque además contemplamos impasibles la situación de África, el tráfico de pateras que siembra de cadáveres el fondo del mar. Los periódicos hablan de ello, todo el mundo se siente conmovido, pero esto no se traduce en nada concreto. Ningún partido político siente la necesidad de llevar en su programa electoral algo que vaya más allá de unos pocos tópicos.

 

Finalmente, ruptura antropológica, la más grave, porque significa la liquidación del último vínculo, del más esencial, el vínculo con la condición natural, la condición biológica del ser humano. Esto es, el ser hombre y ser mujer; el ser padre y madre; el ser hijo o hija de un padre y una madre. Esto, de apariencia tan común y trivial, es el fundamento, no ya de la sociedad, sino de la civilización tal y como la conocemos, y esto precisamente es lo que está siendo demolido.

 

En el ámbito político el estadio superior de la ideología de la desvinculación es la ideología de género.

 

Este es el principal motor en el terreno de su aplicación en la acción política y la legislación. Se traduce, sobre todo, en las políticas del deseo. Es decir, convertir aquel principio desvinculado de que todo lo que deseo debe ser posible en una realidad más o menos caricaturesca.

 

España tiene numerosas leyes en este sentido, relacionadas con el cambio de sexo, la maternidad y la paternidad. De hecho tiene tantas que ha convertido a este país en una anomalía en occidente. Es decir, en el mundo. Y también significa legislar y actuar políticamente como si existiera el equivalente de una lucha de clases entre hombres y mujeres, rompiendo la unidad lógica de que existen ciudadanos y personas antes que la condición sexual, concepto, este, desterrado por el tremendamente ideológico de género.

 

La ley que pretende, y fracasa, en la defensa de la mujer contra la violencia de su pareja, establece un principio legislativo anómalo en el contexto de la cultura occidental. La de que una de las dos partes por principio, registrará una pena mucho mayor si se trata de un hombre.

 

De la ideología de género surge una variante específica que es el proyecto político de la homosociedad.

 

Su pretensión es la de transformar todo el marco legislativo y los instrumentos del estado a la medida de lo que los ideólogos de la homosociedad consideran que es necesario para sus intereses. En este caso España, su gobierno, y algunos gobiernos autonómicos como el de Cataluña y Andalucía también son singulares en el mundo. Véase sino el gesto de la Generalitat de Catalunya de convertirse en el único gobierno inscrito como miembro asociado en la ILGA (Internacional Lesbian and Gay Association)

 

Esto es la desvinculación. Esta es la cultura y el proyecto político que existe. A partir de ella podemos explicar prácticamente todas las disfunciones sociales, todos los problemas, todos los daños que aquejan a Occidente en general y con demoledora intensidad a la sociedad española.

 

Josep Miró i Ardèvol   

Forum Libertas, 7 de noviembre de 2007

Violencia de género: detener un hombre cada 4 horas

Violencia de género: detener un hombre cada 4 horas Una vez más la justicia ha vuelto a criticar la ley de “Protección Integral contra la Violencia de Género”. Las razones son las mismas que siempre y señalan sus deficiencias.

La primera y determinante es que no cumple con los fines para los que en principio se legisló: combatir la violencia en la pareja y, de manera especial, disminuir el número de homicidios.

El resultado es espectacularmente malo: 28 muertas en lo que va de año, un ritmo que de mantenerse se situaría por encima de las 65 mujeres muertas a final de año. En total, desde que se legisló la ley, el número de víctimas mortales ha ascendido a 158.

 

Ahora, la Memoria del 2006 de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, vuelve a señalar lo que con anterioridad ya han manifestado multitud de jueces, entre los que destacan, la Decana de los jueces de Barcelona y la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, cuyas críticas como profesionales poseen la significación añadida de su condición de mujer.

La fiscalía escribe cosas de este tenor: “No ha tenido un importante efecto disuasorio sobre les agresores, puesto que no sólo no han disminuido el número de denuncias, sino que no son pocos los supuestos en que el agresor vuelve a reincidir”. Más claro imposible.

 

Pero es que además de no servir para lo que estaba previsto, la ley crea problemas graves que no existían. Uno de ellos es el de la judicialización de las relaciones de pareja y la criminalización del hombre. Solo en Barcelona, es detenido en razón de esta ley, un hombre cada cuatro horas.

Esta masificación tiene otra consecuencia que es el bloqueo de la justicia y la incapacidad de las fuerzas policiales para atender debidamente tantas situaciones distintas. Y es que el problema de fondo radica en que la ley no permite separar el grano de la paja.

Un gran número de incidentes domésticos no deberían llegar nunca al juzgado, sino que deberían ser resueltos en el marco de la conciliación familiar como sucede en la mayor parte de Europa.

De esta manera el incipiente conflicto no se agría por su judicialización y en un tanto por ciento muy importante, del orden del 80, se llega a soluciones positivas, bien por la reconciliación de la pareja, bien por su separación amistosa. Esto permitiría concentrar los recursos sobre los casos realmente graves, donde existe una amenaza evidente, descongestionaría los juzgados y permitiría una mayor agilidad en todos los procedimientos.

 

El informe de la fiscalía también solicita que se modifique de la ley la obligatoriedad de la pena de alejamiento e incomunicación, dejándola solamente para los casos graves, puesto que como señalan los propios fiscales esta medida extrema que arruina la vida de la pareja y de manera particular al hombre expulsado, es adoptada cuando no lo pide ni la víctima y además existe aún una plena convivencia de pareja.

 

Los fiscales señalan, también algo obvio ligado a toda la concepción penal, como es la necesidad de programas de rehabilitación para los agresores, puesto que de lo contrario continuarán repitiéndolo con la misma o nuevas víctimas.

En teoría todo el sistema penal español está fundado en la rehabilitación del preso, pero esta ley se ha hecho con el único propósito de meter a los hombres en los juzgados y a ser posible en la cárcel, no tanto para ayudar a la mujer. El resultado está a la vista: consagrar el conflicto entre ambos que impulsa la ideología de género como un remiendo mecanicista de la lucha de clases.

 

La ley se elaboró sin contemplar las causas objetivas que convierten en grave los conflictos entre la pareja y prescindió absolutamente de toda la experiencia europea en este campo. Inventó una ley nueva, una anomalía jurídica a escala mundial. El resultado obviamente es un desastre.

 

Editorial de Forum Libertas, 21de mayo de 2007