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Poder cultural y educación

¿Una Europa gramsciana?

¿Una Europa gramsciana? El profesor de Mattei, en este artículo publicado en Debate Actual, plantea que la negativa a incluir una referencia al cristianismo en la futura Constitución europea es el triunfo final de Gramsci.

Empiezo con una observación preliminar. El problema de la referencia a las raíces cristianas en el Preámbulo del Tratado Constitucional europeo está aún vigente y merece una lectura “transpolítica”. Hay quienes sostienen que dicho problema ha sido excesivamente enfatizado. Lo que se debe juzgar, se dice, no es la forma, expresada en el Preámbulo, sino la sustancia del Tratado y sus normas internas. No es importante, se añade, que la Constitución contenga palabras que hagan referencia al cristianismo; lo que importa de veras es que tenga, de hecho, una inspiración cristiana. Esta afirmación contiene una verdad, pero desplaza el problema. Es verdad que la referencia a la identidad cristiana no es en sí misma suficiente para “cristianizar” el Tratado. Sin embargo, la supresión de la referencia a la identidad cristiana tiene un valor simbólico mucho más fuerte del que tendría su inserción en el texto constitucional. Si la referencia a las raíces cristianas no basta para hacer cristiano el texto, la eliminación de esta referencia confiere al mismo texto una tonalidad decididamente laicista o anticristiana. Joseph Weiler lo ha notado bien: “La resonancia simbólica y social del rechazo es mucho más significativa de lo que habría sido una efectiva aceptación por parte de la Convención”. A Weiler, que es un ilustre constitucionalista, le debemos algunas agudas observaciones sobre la simbología de las constituciones. Cada constitución, sigue escribiendo, sirve normalmente para una pluralidad de funciones, entre las que siempre se encuentran al menos tres. La primera es una función de organización de los poderes del Estado y de reparto de las competencias constitucionales. Es la que en las democracias liberales marca la distinción entre poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial. La segunda es una función de definición y calificación normativa de las relaciones entre los individuos y la autoridad pública. Esta función encuentra su más significativa expresión en los catálogos de derechos fundamentales propios de las constituciones del siglo XX. Existe finalmente una tercera función, no menos importante, si bien a menudo es más difícil de percibir. “La constitución –escribe Weiler- es también un tipo de depósito que refleja y custodia valores, ideales y símbolos compartidos en una determinada sociedad. Es pues espejo de esa sociedad, elemento esencial de su autocomprensión, y juega un rol fundamental en la definición de la identidad nacional, cultural y valorativa del pueblo que la ha adoptado”.

 

 

 

La Carta de los derechos fundamentales de la Unión europea y el proyecto de Constitución europea podrían haber adoptado el método minimalista-funcionalista: concentrarse en las dos primeras funciones, reduciendo al mínimo el papel de la tercera. Pero no ha sido así. Los dos documentos contienen preámbulos grandilocuentes que proponen los fundamentos conceptuales de Europa, su ethos. Se trata de una opción legítima, pero que plantea el problema del lugar de la religión en la Constitución europea. No se puede negar, de hecho, que aunque sólo fuera desde el punto de vista histórico la religión, y en particular el cristianismo, ha tenido un papel importante en la formación de la conciencia europea. Este papel no puede ser ignorado por una constitución que se proponga como símbolo iconográfico de la identidad colectiva. El rechazo a incluir el cristianismo constituye una toma de partido. La idea de que, para evitar conflictos y discusiones el Estado o, en este caso la Unión, debe asumir una posición de “neutralidad religiosa”, constituye en realidad una opción preñada de discusiones y de conflictos mayores que los originados por la opción contraria. Weiler observa justamente que “si la solución constitucional es definida como una elección entre laicidad y religiosidad, está claro que no existe una posición neutral ante la alternativa entre las dos opciones. Un Estado que renuncie a cualquier simbología religiosa no expresa una posición más neutral que un Estado que asuma determinadas formas de simbología religiosa”. Excluir la sensibilidad religiosa del preámbulo no es una forma de “neutralidad”: es, al contrario, una toma de partido determinada. Significa privilegiar, en la simbología del Estado, una visión del mundo secularista o laicista, respecto a una concepción cristiana o religiosa, intentando presentarlo como neutralidad religiosa. La exclusión de la referencia al cristianismo en el Tratado constitucional europeo es, según Weiler, un “silencio atronador”, una opción ideológica que él mismo define “transida de cristofobia”. El problema sobre el que me quiero detener es el siguiente: ¿cuáles son las premisas ideológicas de esta “cristofobia”? ¿Cuál es la ideología subyacente a la neutralidad religiosa del Tratado constitucional? Es posible que ninguno, o muy pocos, de los artífices de la Constitución europea haya leído las obras de Antonio Gramsci, pero la ideología que subyace al Preámbulo de ese documento es, en mi opinión, el gramscismo. Es posible demostrarlo a través del análisis que del pensamiento de Gramsci realizó un filósofo italiano aún no suficientemente conocido fuera de Italia, Augusto del Noce.

 

 

 

Antonio Gramsci asumió el materialismo histórico-dialéctico, y la estrategia revolucionaria que se deriva del mismo, en la fórmula de la “filosofía de la praxis”. “La filosofía de la praxis –escribe en sus Cuadernos de la cárcel- presupone el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la Revolución francesa, el calvinismo y la economía clásica inglesa, el liberalismo laico y el historicismo que está en la base de la concepción moderna de la vida. La filosofía de la praxis es la coronación de todo este movimiento de reforma intelectual y moral; […] corresponde al nexo entre Reforma protestante y Revolución francesa”. Se trata de un proceso de secularización que tiene su núcleo filosófico en el inmanentismo. La tarea del comunismo para Gramsci es llevar al pueblo aquel secularismo integral, que el iluminismo había reservado a unas élites restringidas, para así realizar una versión moderna y secularizada de la unidad espiritual y social que la Iglesia había realizado en el Medievo. Es éste un punto central en el pensamiento de Gramsci: la idea de colmar la fractura entre la élite y el pueblo, entre los intelectuales y los incultos, llevando a las masas la concepción inmanentista y secularizada de la vida. En la formación de Gramsci es decisiva la aportación del idealismo, principalmente del de Giovanni Gentile, el padre intelectual del fascismo. Entre Gentile, teórico del fascismo y Gramsci, padre del antifascismo existe, según Augusto del Noce, una relación no de fractura o de contraposición, sino de sustancial simetría y continuidad. Gentile se propone liberar la tradición cultural italiana de cualquier forma de trascendencia metafísica, llevándola a una completa filosofía de la inmanencia. Gramsci se propone liberar el marxismo del materialismo histórico, repensándolo a la luz del actualismo gentiliano. Su pensamiento se expresa en los términos de una filosofía de la praxis llevada hasta sus últimas consecuencias, que son las de una definitiva liberación de cualquier elemento religioso. Bajo el influjo del actualismo de Gentile, Gramsci es llevado a sustituir, o al menos a subordinar, la teoría de la lucha de clases por la del conflicto entre dos concepciones de la vida, la trascendente y la inmanentista, y a reencontrar la disposición espiritual iluminística como lucha de la “modernidad” contra la “tradición”. Fascismo y gramscismo son pues, según del Noce, dos momentos de un único proceso revolucionario que quiere llevar la filosofía hasta sus últimas consecuencias. El secularismo gramsciano se entiende, en este sentido, no como una posición abiertamente antirreligiosa, sino como la convicción de un inevitable proceso histórico del mundo moderno hacia la inmanencia. Mientras que el ateo tradicional dejaba aún un lugar a Dios, aunque sólo fuera para negarlo, el “hombre nuevo” comunista está de tal modo “inmerso” en el mundo y en la historia que ya no se plantea el problema de Dios; se trata de un ateísmo implícito, pero más riguroso y radical que el explícito clásico.

 

 

 

En el marxismo originario –observa Del Noce- el fin de la religión es el resultado del advenimiento de la sociedad sin clases. En el gramscismo, en cambio, la extinción de la religión es más bien la condición de la revolución. La destrucción de la religión no debe buscarse por medio de una propaganda atea directa, sino a través de una pedagogía historicista que convenza a los jóvenes de que la metafísica pertenece a un pasado irrevocablemente transcurrido. En el plano social, este ateísmo actúa mediante una simple eliminación del hecho del problema de Dios, realizada, según las palabras del propio Gramsci, por una “completa laicización de toda la vida y de todas las relaciones y costumbres”, esto es, a través de una absoluta secularización de la vida social, que permitirá a la “praxis” comunista extirpar en profundidad las raíces sociales de la religión. El Estado “laico” auspiciado por los teóricos comunistas no tiene ya pues necesidad de profesarse explícitamente ateo. A diferencia de los estados ateos del pasado, éste no se contenta con una profesión verbal de ateísmo que sin embargo tolera la supervivencia de Dios y de la religión en la sociedad. Dios, expulsado ahora totalmente de cualquier ámbito social, no debe de ser nombrado ni siquiera para negarlo. En este itinerario hacia la secularización, el gramscismo acaba por arrancar todo residuo religioso aún presente en el marxismo, aquel por el que se puede hablar del comunismo como mesianismo político o religión secularizada, y se transforma en secularismo puro. El resultado de este itinerario es el laicismo total, pero también el suicidio de la Revolución, como consecuencia de su insuperable contradicción interna. La idea revolucionaria comporta de hecho la unidad de dos momentos: el negativo, como disolución del orden de valores tradicionales, y el positivo como intento de instauración de un orden radicalmente nuevo. Se llega al suicidio si en el proceso de realización los dos momentos se escinden y, según Del Noce, deben necesariamente hacerlo. La filosofía del primado del devenir, para hacerse revolucionaria, debe llegar a la propia autonegación como filosofía, esto es, a disolver el momento de verdad que lleva en sí; y con esto debe renunciar a su momento constructivo para resolverse en un nihilismo absoluto que constituye la fractura de la idea de Revolución. El “nuevo orden” gramsciano se manifiesta así no como nuevo orden revolucionario, sino como nuevo orden moderno-burgués, hasta convertirse, de hecho, en la ideología del consenso comunista al orden tecnocrático neocapitalista. El gramscismo, en el momento en que se afirma, en vez de quebrar el orden capitalista-burgués, lo consolida. La filosofía del devenir se convierte así en el fundamento teórico de la sociedad hedonista y secularizada postmoderna. Una sociedad en la que no sólo el relativismo, sino incluso el totalitarismo, alcanzan su forma más pura.

 

 

 

La contraposición de comunismo y fascismo se presenta para Gramsci en términos de totalitarismo verdadero y totalitarismo fallido. Si observamos bien –señala Del Noce- las críticas de Gramsci a Mussolini pueden sintetizarse sustancialmente en los términos siguientes: el fascismo no consiguió sus objetivos como totalitarismo porque no incidió en profundidad en el tejido social e institucional. Los motivos esenciales de la crítica de Gramsci al fascismo corresponden a las razones por las que hoy los estudiosos se muestran de acuerdo en hablar del fascismo como “totalitarismo fallido”. El pensamiento de Gramsci, observa Del Noce, disuelve la filosofía en la ideología. Pero si el término filosofía está vinculado al de verdad, cuando la ideología pretende absorber en sí la filosofía, el poder revela su “rostro demoníaco”: un totalitarismo “mórbido”, infinitamente más grave en sus resultados que el totalitarismo duro. La disolución de la filosofía en la ideología equivale de hecho, en su expresión práctica, a la disolución de la verdad en la fuerza; aunque no se trate ya de la pura fuerza material sino de la fuerza psicológica y social. Esto sucede a través de una discriminación de las preguntas. O mejor, a través de la creación, de la que se encargan los intérpretes de la ideología, de un nuevo “sentido común” en el que ya no afloren las preguntas metafísicas tradicionales. Es a propósito de Gramsci, según Del Noce, que podemos entender en toda su profundidad la fórmula con la que Eric Voegelin define el totalitarismo como “la prohibición de hacer preguntas”. La novedad del totalitarismo moderno está aquí: el conformismo del pasado era un conformismo de las respuestas, mientras que el nuevo resulta de una discriminación de las preguntas por la que aquellas consideradas indiscretas son rechazadas como expresión de “tradicionalismo”, de “espíritu conservador”, “reaccionario”, “antimoderno”, hoy podríamos añadir “fundamentalista”, o incluso, cuando el exceso de mal gusto alcanza el límite, de “fascista”. Se llega así a la situación en la que es el mismo sujeto quien se autoprohíbe estas preguntas como “inmorales”. Hasta que ya ni siquiera se plantean. Con las preguntas racionales no sucede lo mismo que con los instintos, lo cuales, incluso reprimidos, afloran de nuevo. Las preguntas, por el contrario, pueden desaparecer por completo.

 

 

 

En la sociedad secularizada, el disenso se convierte en imposible, no por la vía física, sino por la vía pedagógica. La represión física es sustituida por la ético-cultural. En esta transposición de lo “físico” a lo “moral” el totalitarismo, según Del Noce, alcanza su forma perfecta. Cuando el relativismo se hace absoluto, coincide de hecho con la plenitud del totalitarismo. En esta perspectiva, la democracia secularista, privada de fundamentos trascendentes, se revela como una forma nueva y más radical de opresión del hombre. Juan Pablo II, uno de los críticos más lúcidos de la “democracia totalitaria”, lo ha subrayado en sus encíclicas Centesimus annus y Veritatis Splendor, observando cómo “una democracia sin valores se transforma fácilmente en un totalitarismo declarado o disimulado, tal y como demuestra la historia”. El relativismo tiene como único principio el de la fuerza, en cuanto que destruye la barrera que se opone a toda voluntad de dominio: la objetividad de la verdad. “El totalitarismo –señala Juan Pablo II- nace de la negación de la verdad en el sentido objetivo del término: si no existe verdad trascendente, obedeciendo a la cual el hombre adquiere su propia plena identidad, en estas condiciones no existe ningún principio cierto para garantizar las justas relaciones entre los hombres. Sus intereses de clase, de grupo o de nación los opondrán inevitablemente los unos a los otros”. Hoy es Benedicto XVI quien lo recuerda: “La absolutización de aquello que no es absoluto sino relativo –ha dicho- se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino que le arrebata su libertad y lo esclaviza” (Discurso a los jóvenes del 20 de agosto de 2005).

 

 

 

El Tratado constitucional europeo se abre, por boca de Tucídides, con una referencia histórica a la democracia griega, pero ignora en su texto toda referencia histórica al cristianismo, revelando así su naturaleza secularista y laicista. El rechazo a introducir una referencia al cristianismo en su Preámbulo no constituye el rechazo a una visión confesional de la sociedad, sino la pretensión de borrar cualquier recuerdo del influjo cristiano en la historia europea. El Preámbulo del Tratado no rechaza solamente la relevancia jurídica del cristianismo, sino la misma relevancia histórica del fenómeno cristiano. El cristianismo, en esta perspectiva, debe ser removido de la memoria histórica y del espacio público para evitar cualquier forma de autocomprensión cristiana de Europa. El Preámbulo se convierte así en el símbolo iconográfico de una nueva Constitución europea en la que no hay lugar ni para Dios ni para el cristianismo. En este sentido podemos decir que en la Constitución europea, más allá de las intenciones de sus redactores, encuentra cumplimiento simbólico el proyecto gramsciano de “una completa secularización de toda la vida y de todas las relaciones y costumbres”. Resulta paradójico que esto haya sucedido justamente mientras los nuevos países del Este, después de haberse liberado del comunismo, entraban en Europa para reencontrar, junto con la libertad, también aquella memoria histórica que el totalitarismo marxista había intentado eliminar en vano.

 

 

 

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Publicado por Roberto de Mattei el 20-11-2007 en Debate Actual

Cómo neutralizar a los skin

Cómo neutralizar a los skin Buen trabajo periodístico el de Cruz Morcillo en el diario ABC, al radiografiar a los grupos violentos de extrema derecha y de extrema izquierda (suelen confundirse). Los famosos ‘skin head’, más su versión roja, los ‘red skin’, y a los que habría que añadir -con los barbarismos- lo que ahora se denomina el ‘Sharp’ -una denominación de tono más ‘comercial’- que abarca a ‘okupas’, ecologistas, nacionalistas, anarquistas y otros convencidos de que la higiene nada tiene que ver con la ética (Y en esto, querido lector, andan sobrados de razón).

Habla de 8.000 ultras, y de que los de izquierdas están menos controlados que los de derechas. ¿Por qué será? Pero eso es lo de menos. Lo de más es que van en aumento, y que todos ellos tienen un común denominador: les gusta la violencia, les gusta tener un enemigo y, sobre todo, masacrarlo. O sea, la civilización del amor, que le dicen.

 

Y es entonces cuando todos nos llevamos las manos a la cabeza: Pero, ¿qué les ocurre a estos chicos? Y, con premura, elaboramos un código de valores para meternos en vereda. Sin ir más lejos, el desarrollo sostenible, la cursilería infinita del cambio climático. Y claro, el skin en formación acaba concluyendo que, puestos a elegir, mejor abrir un cráneo que macerar un cerebro, mejor la conclusión que la discusión y mejor el petate que el debate. En las escuelas de negocios, a esta doctrina le llaman eficiencia.

 

Pero vamos a ver: ¿Cómo vamos a luchar contra los totalitarismos, contra el nazismo y el comunismo redivivos, contra ‘skin’ o ‘red skin’, con el nihilismo como única arma? Pobres ilusos. O con la diosa Gaia, de la madre tierra (su pastelera madre, que diría Forges), es decir, con ese panteísmo vacuo que a nadie consuela ni a nadie sacia, precisamente porque no habla de alguien, porque lo que predica es un ‘qué’, no un ‘quién’.

 

No hombre no. Los skin son darwinianos: creen en la muy liberal filosofía de la supervivencia del más fuerte, y en esa filosofía no hay sitio para la clemencia, ni tan siquiera con los niños no nacidos. Lo de menos es que ese darwinismo adopte modelos marxistas o fascistas, independentistas o inmobiliarios (los okupas): lo mismo da. Los skin son radicales de la violencia -no de la verdad- y los cristianos del siglo XX, bajo la máscara de la democracia y la libertad individual, se enfrentaron y  vencieron a los radicales de entonces, a los totalitarismos marxista y fascista. El Estado de Derecho no es más que otro hijo de la civilización cristiana, que establece la radical igualdad de todos ante la ley bajo la premisa, no de que hayamos nacido hermanos (fraternidad ilustrada) sino de que somos hijos del mismo Dios. De la idea cristiana nace la igualdad en la diversidad, así que tanto leninismo como nazismo tardaron minutos en chocar contra esa civilización cristiana.

 

Ese sentimiento cristiano, aún vigente en la modernidad del pasado siglo, destruyó al comunismo y al nazismo, que sólo creían en la unidad de las clases sociales o de las razas, dos sublimes tonterías que no podían mantenerse en pié ni un siglo, aunque les dio tiempo para cosechar el siglo más homicida de la historia.

 

Los red ‘skin’, o los ‘ultraskin’, al igual que los fundamentalistas islámicos, creen en algo. Ese algo es aberrante, está lleno de odio y no sabe construir, sólo destruir. Pero creen en algo, al igual que los fanáticos musulmanes. Contra ese algo, sólo puede luchar una sociedad que cree en la dignidad incomparable de los hijos de Dios. Esa sociedad se llama cristiandad porque, se lo aseguro, Gaia no va a terminar con las puñaladas entre skin y red skin en las calles de Madrid. El catecismo cuenta con muchas más probabilidades de éxito.

 

Eulogio López

Hispanidad.com, 16 de noviembre de 2007

 

“Educación para la Ciudadanía” a los niños del divorcio: convalidación “exprés”

“Educación para la Ciudadanía” a los niños del divorcio: convalidación “exprés”

En principio, que el Estado exija que los niños cursen una asignatura obligatoria que los instruya para ser ciudadanos es una decisión correcta si van a aprender Derechos Humanos. Que el niño deba conocer los Derechos Humanos (por ejemplo, la Convención de los Derechos del Niño) es pura coherencia. Sin embargo, en un país donde la instrucción de los niños se caracteriza por batir record de fracaso escolar, varias decenas de miles de ellos podrían enseñar Derechos Humanos a sus propios profesores, en la práctica. Están para dar clase: el dolor, “la sangre, con letra entra”. Con la letra de más de la mitad de las sentencias de divorcio en España que carecen siquiera de motivación para asignar custodio al niño. Es decir, la vulneración masiva de un derecho humano fundamental.

 

Muchos niños del divorcio, clásico o exprés, el colectivo creciente de niños crecientes en la orfandad psíquica de uno de sus progenitores, esos niños sin papá (o sin mamá, raramente) ¿cómo aprenden Derechos Humanos?

 

En el hogar es educado por el progenitor custodio con su propio ejemplo. Así, si su mamá no se comunica con su papá, el niño toma nota. Es el llamado aprendizaje vicario. A su vez, el Juez con sus sentencias también “educa” al niño. Primero, en el derecho humano fundamental a la igualdad: repartiendo el tiempo de relación del niño entre sus progenitores, un 90% para el custodio y el resto para el no custodio. En segundo lugar, el Juez “educará” al menor en su derecho humano a la dignidad y a la integridad moral cuando pese a ser objeto de manipulación por parte del custodio, de forma evidente en muchos casos, muy raramente cortará de raíz dicha situación. En tercer y último lugar, el Juez enseñará uso del lenguaje al menor, clase de lengua por el mismo precio, y “manipular” no significará influir en el menor mediante la mentira y el engaño, no, “manipular” es un verbo que el Juez no conjuga casi nunca aunque el niño lo viva casi siempre.

 

Después está el legislador “educador” en Derechos Humanos: con distintos tipos y penas por las mismas acciones punibles según el sexo de quién las realice; inventando la “igualdad excepcional” de la custodia compartida, con requisitos tales que impiden que lo justo sea normal; y, si se trata de niños gemelos resulta que se ha de procurar no separarlos entre sí tras el divorcio, mientras que en el Colegio los separan en distintas aulas por su propio beneficio intelectual y emocional.

 

También ayudan a educar en Derechos humanos a los niños del divorcio los intelectuales de la ética con influencia mediática. Así, el filósofo J.A. Marina, autor de un manual de la asignatura, en su libro La Inteligencia Fracasada dice textualmente que “un niño educado en el odio es una inteligencia dañada ”, pero omite comentar que uno de cada cuatro niños del divorcio en España son víctimas del síndrome de alienación parental, es decir, educados por el custodio para que odie al ex . Como docente, este autor, sabe del valor didáctico de un buen ejemplo cercano al alumno para ilustrar una proposición. De forma que, este maltrato infantil oculto es, además, ocultado. Por ello es nuestro deber moral afirmar que decenas de miles de niños españoles son inteligencias dañadas con la ayuda de los titulares de los poderes para su protección, con vulneración radical de sus derechos humanos.

 

Por último la llamada sociedad civil. Algunos colectivos de padres están ejerciendo su derecho humano fundamental a la objeción de conciencia contra la obligatoriedad de la asignatura “Educación para la Ciudadanía grácil ”, que no ofrece resistencia; pero muchos otros padres, debido a la generalización de la “ padrectomía psíquica”, a duras penas logran obtener la información sobre las calificaciones escolares de sus niños, ante la apatía y el silencio general. Silencio cómplice que permite a la sociedad aceptar como “normal” que el padre sea separado del niño por sistema, para dar ese aspecto rutinario y masivo a la separación forzosa de su papá (o de su mamá). Rutinaria y masiva tortura psicológica o trato inhumano o degradante para miles de niños que gozan de “especial” protección jurídico formal. Toma Derechos Humanos, niño, te vas a hartar.

 

Solicito para estos niños, los niños del divorcio criados sin papá (o sin mamá) forzosamente, la convalidación automática de la asignatura “Educación para la Ciudadanía ” porque son, a su pesar, “expertos” en la aplicación de los Derechos Humanos en España, que los deja huérfanos psíquicos en su propio “interés superior”. Y no se puede enseñar al que ya sabe. O sea, por principio, para estos niños del divorcio, la convalidación “exprés”.

 

 

 

Dr. Francisco J. Fernández Cabanillas. Pte.de la Asociación Nacional de Afectados del Síndrome de Alienación Parental (ANASAP), www.anasap.org

 

Diario Liberal, 26 de octubre de 2007

Comunicado del Consejo de Laicos de Madrid ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía

Comunicado del Consejo de Laicos de Madrid ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía 1.             La nueva asignatura “Educación para la Ciudadanía (EpC)”, tal y como ha sido planteada hasta la fecha, es incompatible con el derecho de los padres a educar moralmente a sus hijos. Su finalidad es formar la conciencia de los alumnos, plantea una ética relativista y defiende términos y conceptos de la ideología de género. Las personas responsables y amantes de la libertad, y por supuesto los católicos, no pueden aceptarla sin más.

 

2.             La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ha declarado que el contenido de la EpC no es conforme con la Doctrina Social de la Iglesia porque se opone a la concepción cristiana de la persona y la moral. Dado que la asignatura será obligatoria para todos los alumnos de 10 a 17 años en todos los centros escolares de España, nuestros Obispos señalan que la gravedad de la situación no admite posturas pasivas ni acomodaticias y nos animan a actuar de modo responsable y comprometido, recurriendo a todos los medios legítimos para defender la libertad de conciencia y de enseñanza, que es lo que está en juego.

 

3.             El Consejo de Laicos de Madrid, en el ejercicio de su responsabilidad dentro de la Iglesia que camina en nuestra Archidiócesis, quiere hacer llegar a los fieles católicos las siguientes consideraciones:

 

3.a)         Ante la negativa del Ministerio a revisar el contenido de la EpC o declararla optativa, apoyamos la propuesta hecha por diversas organizaciones familiares para defenderse frente a la imposición de la EpC a través del derecho constitucional de la objeción de conciencia, por representar ésta la forma legítima y acertada de cumplir como ciudadanos responsables en uso de sus derechos constitucionales respecto a la libertad ideológica y religiosa.

 

3.b)         Animamos a todos los padres con hijos en edad escolar para que planteen esta objeción de conciencia, independientemente de que sus hijos estudien en centros públicos o privados, confesionales o no. Pensamos que los padres católicos deberían ser los primeros en reaccionar frente a este ataque a la libertad y consideraríamos una falta de solidaridad con el resto de las familias españolas si ésto no se hiciera porque en nuestra Comunidad Autónoma todavía no vaya a aplicarse esta asignatura o porque a las escuelas católicas se les haya prometido que podrán adaptar los contenidos de EpC a su ideario.

 

4.             El Consejo de Laicos pide a todos los católicos madrileños que reflexionen y difundan este comunicado, así como que recen por las familias para que asuman con valentía su responsabilidad como formadoras morales de los hijos y transmisoras de la fe, a pesar de las dificultades que iniciativas como la EpC representan para ello.

En la Francia de Sarkozy, al profesor se le habla de usted. Por fin alguien reforma la fábrica de los cretinos

En la Francia de Sarkozy, al profesor se le habla de usted. Por fin alguien reforma la fábrica de los cretinos

Parece que el nuevo ministro de Educación de Sarkozy, Xavier Darcos, tenga ya listo un paquete de medidas para intervenir rápidamente sobre la situación de la escuela francesa, definida por un libro de éxito, La fabrique des cretins (la fábrica de cretinos).

 

También en la escuela pública francesa la situación es todo menos brillante. Cien mil episodios de violencia al año, abandonos escolares in crescendo, preferencia por los colegios privados por parte de quienes verdaderamente quieren aprender algo.

 

Aunque, a diferencia de lo que sucede en Italia, el ministerio francés ya se había comprometido, por ejemplo, en luchar contra el comercio de drogas, con un campaña informativa para acabar con el viejo mito del cannabis como "droga ligera" e inofensiva, una imagen hoy negada con evidencias por parte de las crónicas periodísticas y la ciencia.

 

Darcos es consciente de que la educación será una de las pruebas más importantes de la presidencia de Sarkozy. Parece tener ideas que toman su punto de partida no de las metodologías analíticas (la mística de las fotocopias que sustituyen a los libros de texto, lo que ha precipitado al analfabetismo nuestras escuelas), sino de aspectos simbólicos, es decir, substanciales. Parece, por ejemplo, que tenga la intención de sustituir el tu con el que en la mayor parte de las escuelas los alumnos se dirigen a los maestros de cualquier edad, por el tradicional vous, que en francés es el equivalente a nuestro usted.

 

Naturalmente, las tertulias se deshacen en comentarios sobre el formalismo de los franceses, y de Sarkozy en especial. El sociólogo Pierre Le Goff ha afirmado que esta iniciativa "se resolverá con el simple refuerzo del principio de autoridad". Como si se tratase de algo irrelevante, o quizá incluso dañoso.

 

El hecho es, sin embargo, que la debilidad del principio de autoridad es uno de los fenómenos más dramáticos, y graves de la Europa contemporánea. Desde el punto de vista psicológico, por ejemplo, un principio de autoridad débil deriva en la fatiga, que tiende a convertirse en incapacidad del sujeto para gobernar su propia vida. En estas personas, donde la dificultad de autogobierno tiende a llegar al límite entre la neurosis y la psicosis (esto es, locura), la situación comienza a mejorar cuando, también por un trabajo de análisis, aparecen finalmente en los sueños figuras de autoridad: guardias municipales que ponen multas, directores que reprenden, policías que controlan. Entonces es más fácil entender el sentido de la autoridad.

 

El reconocimiento de la autoridad externa, fuera de uno mismo, es por tanto lo que permite a la persona ejercitar una autoridad sobre sí misma y su vida propia. Un aspecto en ausencia del cual ningún proceso educativo es posible. Dirigir la palabra con unos modales que toman distancia es un signo de estima que genera autoestima: estoy con uno que me toma en consideración, y entonces me hace tomarme en consideración a mí mismo y a la relación que tengo con él. Todo esto, y mucho más, lleva a la gradual realización del significado original de la auctoritas (de la que habla El riesgo educativo de Luigi Giussani): aquel auge, aumento, hacer crecer, desarrollar, lo que está en el centro del proceso educativo. Y de una comunidad sana y vital.

 

Por Claudio Risé (traducido por Inma Mateos).

Páginas Digital, 11 de junio de 2007

Cuando se cede en los principios

Cuando se cede en los principios

Todos los políticos hablan de principios; pero a la hora de plasmarlos en la acción de Gobierno, UPN se ha tambaleado. Puede achacarse la culpa de este punto al recurso a personas externas al partido, técnicos que no tienen por qué compartir el ideario. Sin embargo, eso no debería eximirles de aplicar el programa por el que UPN ganó las elecciones. Las incoherencias han sido abundantes y una muestra de ello la teníamos esta misma semana.

 

Navarra se ha unido a cuatro comunidades gobernadas por la izquierda para poner en marcha desde YA la asignatura de “Educación para la Ciudadanía”. Parece mentira que UPN se preste a acelerar la implantación de una materia en la que se enseñará a los adolescentes la moralidad de la eutanasia o la normalidad de practicar la homosexualidad. Serán los alumnos de tercero de ESO de toda Navarra quienes sufran en pocos meses la instrucción socialista que supone esta asignatura. Leerán, si nadie lo impide, “Alí Baba y los 40 maricones” o los manuales de la Federación de Gays y Lesbianas.

 

Es una de las cesiones de UPN. Refleja lo que han sido una larga lista de errores de las que debería aprender para el futuro. Gobernar es importante, pero los principios deben ser el eje de todo el Ejecutivo. ¿Se preguntan después por qué apenas hay jóvenes en la derecha? Muy sencillo: habéis educado a la juventud para afiliarse al PSOE.

 

Marta San Juan

Reportero Digital Navarra, 29 de mayo de 2007

Rock & Roll: problema o solución

Rock & Roll: problema o solución

Si una civilización vale lo que objetivamente valen sus artes convendremos en que el valor de Occidente hoy mismo cotiza a la baja. No se trata de gustos o de modas, de vanguardia o de nostalgia, sino de una debilidad llamada relativismo y apellidada mercantilismo. Para mí, como para unos cientos de generaciones de antepasados nuestros, no vale lo mismo "un graffiti de retrete que la Gioconda"; el problema está en que colectivamente cada vez se difunde más la idea contraria, y que hace décadas la difunden los supuestos entendidos.

 

No obstante, esto nos llevaría a un terreno erudito en el que no quiero entrar, porque no es el mío, ni éste es el lugar. Vamos a descender a lo práctico, o si se quiere a los infiernos si alguien no aprecia (aún) a Kortatu o a Barricada, a Metallica, a Tabula Rasa o a Rock´n´Roll Soldier.

 

La música, campo de batalla

 

De todas las artes la más volátil es la música; cuando una civilización decae y muere permanecen su arquitectura y su escultura, se conserva algo de su pintura, pero sus sonidos pueden extinguirse. ¿Qué sabe usted de la música griega y romana? Sabemos que existió, conocemos nombres de músicos, sabemos de su fama, sabemos que mutó y decayó, y que desapareció. La música occidental es hija de los ritmos populares medievales, como lo son sus instrumentos. No es menos cierto que la música ha sido también la más notable, diferente y eximia de las artes europeas; y que en las últimas décadas ha emprendido un cambio radical, con la desaparición o fosilización de algunas de sus manifestaciones y el surgimiento de una nueva música popular. Su manifestación más peculiar, en los siglos XX y XXI, ha sido ese amplio conjunto de cosas diferentes a las que llamamos Rock & Roll.

 

Barroco, clasicismo y romanticismos llevaron la música tradicional europea a su cumbre técnica, cosa inapelable de manera objetiva; y el romanticismo sigue vivo tanto en la continua representación de obras "clásicas" como en su reiteración, ahora marginal pero siempre atractiva, como puede ser a través de las bandas sonoras del cine. Pero el primer hecho, indudable, es que esa música está lejos –y cada vez más lejos- de la vida colectiva de nuestros pueblos, y que permanece como lujo refinado al que todos materialmente podemos acceder pero que no todos quieren, pueden o están preparados para apreciar por igual.

 

El segundo hecho es que, desde la Primera Guerra Mundial, la civilización europea está experimentando musicalmente, como en las demás artes. Ha surgido una música comercial, "popular", ligera e insustancial con diversas formas; las operetas kitch o los hijos de Julio Iglesias producen por ejemplo, sí, sonidos, pero su contenido artístico es, cuando menos, discutible. Y han surgido otros intentos renovadores, con diferentes fuentes, a la búsqueda de nuevas posibilidades musicales.

 

El rock: la ruptura

 

Ciertamente muchas de esas manifestaciones cumplen todos los requisitos de la estafa que ha implicado en buena medida la deriva actual de otras artes. Sin embargo, en ese contexto, el Rock & Roll –de origen geográficamente americano, de raíces parcialmente africanas- está ahí y ha venido para quedarse. Ha sido y es soporte de muchas miserias artísticas y personales, y es complejo y variado. No obstante, existe y es parte esencial de vida de nuestros jóvenes, lo que es tanto como decir de nuestro futuro.

 

Nunca se valorará lo suficiente el daño moral producido aún hoy por las ideas profesadas por algunos apóstoles de la música ligera, y particularmente de John Lennon; pero no cabe discutir la capacidad artística de éste, por ejemplo. La cuestión, a la que no estoy en condiciones de responder pero que me planteo en contacto con mis alumnos (como en otros asuntos) es ésta: ¿contiene el rock, en su variedad, gérmenes de un futuro clasicismo? ¿Toda la música actual es lamentable o, como en las artes, se entremezclan la cara dura de unos, la ignorancia de otros, el mercantilismo de unos terceros y las sinceras inquietudes de los últimos? ¿Debe ser asumida por entero borreguilmente, puede ser rechazado sin matices por entero o es posible que de este sonido surja un renacimiento de las artes? Me gustaría escuchar nuevas opiniones sobre el futuro de la banda sonora de nuestra civilización.

 

Pascual Tamburri

El Semanal digital, 24 de mayo de 2007

Los nuevos gurús del anticristianismo

Los nuevos gurús del anticristianismo

En un escrito póstumo, publicado por el diario Avvenire, el historiador francés René Rémond, recientemente fallecido, hace una réplica, desde la razón y los argumentos, a los últimos ataques contra la fe católica

 

Me sorprende mucho que, en un momento en que la ciencia ha alcanzado niveles tan altos de complejidad y los investigadores se interrogan acerca de las cuestiones éticas, algunos de ellos se sientan tentados todavía por un cientificismo más propio de los positivistas del siglo XIX. En cuanto a la reflexión de Michel Onfray, autor del Tratado de ateología, yo la definiría como neopagana, por la nostalgia de la antigüedad pagana que parece inspirarla. Un mundo antiguo idealizado, considerado feliz y próspero, rico en sabiduría y en alegría de vivir, habría sido sustituido, gracias a la fe cristiana, por un universo de pesimismo, oscureciendo un horizonte de sentido con su insistencia en un hombre pecador, y haciendo profundamente infeliz a esa Humanidad que tiempo atrás gozaba de felicidad y despreocupación.

 

Este reproche aparece ya durante la Ilustración, por ejemplo con la figura de Diderot, para el cual el cristianismo había frenado el desarrollo de la naturaleza y la pulsión de los sentidos: lo testimonia la forma que adquiere su anticlericalismo en su obra La religiosa. El mismo tipo de crítica viene expresada, en el siglo XIX, por parte de escritores como Anatole France y de aquellos que ensalzaron la figura de Juliano el Apóstata, que renegó del cristianismo para restablecer los cultos paganos en el Imperio Romano. Lo mismo sucede en las tesis elaboradas por la nueva derecha, una escuela de pensamiento más político que moral. Esta escuela denuncia al cristianismo en cuanto responsable de los males que afligen a la Humanidad en el día de hoy, imputándole en particular la responsabilidad sobre los totalitarismos, que estarían contenidos en germen en su monoteísmo, al cual contraponen el politeísmo de la antigüedad o el de las mitologías germánicas o escandinavas. Según esta ideología, el politeísmo sería, por naturaleza, pluralista y más respetuoso de la libertad y la tolerancia que el monoteísmo, el cual, al sostener la fe en un Dios único, excluye toda forma de pluralismo.

 

Una quimera

 

Pero esta visión nostálgica e idealizadora no es más que una quimera. El verdadeero mundo de la antigüedad no se corresponde de hecho con este cuadro ideal. Sabemos bien que, en el universo griego, el régimen democrático tenía poco que ver con nuestros sistemas políticos actuales y con la libertad que han desarrollado. Ciudades como Esparta y Atenas no eran precisamente conocidas por lo apacible de sus costumbres.

 

En general, toda esta tradición de pensamiento invoca la liberación de las cadenas impuestas por la fe cristiana, que ha robado al individuo su derecho a la felicidad. Es la crítica que hace André Gide, quien defiende que, para poder gozar de todos los placeres y experiencias de la vida, hay que liberarse de la vieja moral judeo-cristiana. No hay duda de que el placer tiene un papel positivo en el desarrollo de la personalidad, pero ¿la naturaleza humana es algo unívoco? ¿Cómo no ver las zonas de sombra y las fuerzas oscuras que anidan en el corazón de cada hombre?

 

Personalmente, me resisto a ver el cristianismo como una forma de invitación a la resignación. Lo considero una llamada extraordinaria a la voluntad de libertad del hombre. Recorriendo las páginas de los evangelios, se ve cuánto espacio dejaba Cristo a la libertad de cada uno, desde sus discípulos hasta el joven rico. Por lo demás, si las sociedades cristianas han evolucionado más que otras en el curso de la Historia, ¿no será a causa de ello? Según el cristianismo, la historia de los hombres no está escrita; no existe la idea de fatalidad o destino, sino que deja espacio a la libertad y responsabilidad del hombre, ayudado por el Espíritu. Este punto de vista está bien lejos de las sociedades primitivas, en las cuales el tiempo es cíclico y está sometido a la omnipresencia de lo divino.

 

Otra forma de anticristianismo tiene su referente principal en la novela de Dan Brown El Código da Vinci, que hace pasar por informaciones precisas muchos pseudo-hechos o conceptos discutibles, como por ejemplo la interpretación del cuadro de Leonardo da Vinci. Es impresionante el número de lectores, de niveles de cultura y educación bien variados, que se dejan engañar.

 

Lleno de referencias extremadamente hostiles hacia la Iglesia y el cristianismo, este libro es también peligroso para la democracia, porque da crédito a la idea de que la élite esconde información y que poderes ocultos rigen el mundo desde hace siglos ante nuestra ignorancia, mezclando política y religión. En este sentido, no está de más recordar Los protocolos de los ancianos sabios de Sión y de todo aquello que se decía en determinada época sobre el poder oculto de una logia hebrea que gobernaba el mundo...

 

Ciertamente, no es la primera vez que un libro inculto tiene éxito; lo que sorprende es la credulidad y la falta de cultura del público, que parece incapaz de tomar las debidas distancias y de discernir entre realidad y engaño.

 

René Rémond

Alfa y Omega, 11/05/07