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“La eutanasia no completa la medicina, sino que la destruye”, dice el neurólogo Jordi Cervós

El experto señala que “las tres tentaciones del investigador son el sensacionalismo, la vanidad mediática y las presiones económicas”

“La ética debe regir la investigación y el comportamiento que corresponde a los valores inherentes a la persona humana... los científicos no pueden exigir una ética hecha a su medida y dependiente de las circunstancias”, afirmó este domingo, 14 de mayo, el neurólogo catalán Jordi Cervós en la clausura del XXII Congreso Mundial de la FIAMC. Ante una sala repleta, el doctor Cervós dedicó su intervención a La ética en la investigación científica. Aborto, investigación con células madre y eutanasia fueron los ejes de su exposición y una buena muestra de cómo la investigación puede caer hasta lo más bajo si se deja seducir por las tres grandes tentaciones del científico: El sensacionalismo, la vanidad mediática y las presiones económicas. 

La falta de honradez científica se ve reflejada en algunas ocasiones con inusual desvergüenza. Es el caso de los conflictos que se presentan en la muerte y en la forma de morir y que tiene su expresión máxima en la eutanasia: Algunas encuestas, con un lenguaje manipulado, plantean si se prefiere morir con o sin dolor, para en una segunda fase lamentar la existencia de “vidas inútiles por vejez avanzada o enfermedad incapacitante”, constató el neurólogo. La ‘muerte dulce’, una falacia Citando palabras de un experto en bioética, el doctor Gonzalo Herránz, “la eutanasia hace daño a los que en ella intervienen, a los que la observan, a los que les llega la noticia”, dijo Cervós, quién también destapó la falacia de lo que se suele llamar ‘muerte dulce’: “El médico que aplica la muerte a uno de sus pacientes y considera que ha hecho bien ya no puede dejar de hacerla: entra en una bolsa de arena movediza, que lo va tragando lenta pero inexorablemente.

Lo que comienza siendo una eutanasia en casos excepcionales se convierte para ciertos pacientes en un derecho exigible a la muerte dulce; para los allegados, es una invitación tentadora a verse libres de preocupaciones y molestias; para ciertos médicos es un recurso sencillo, que ahorra tiempo y esfuerzos”, sentenció. Una última y trágica fase se alcanza con la eutanasia involuntaria. El médico llega a concluir que es irracional el deseo de ciertos pacientes de seguir viviendo, pues tienen por delante de sí una perspectiva de vida detestable y abusiva. El deseo de seguir viviendo de esos pacientes es un deseo injusto, que provoca un consumo irracional de recursos económicos y humanos. “Se acaba expropiando al paciente de su libertad de escoger seguir viviendo”, denunció Cervós.  

“La experiencia holandesa muestra de modo evidente que, en materia de eutanasia, es imposible poner límites legales a los potenciales abusos, nacidos de la compasión de los médicos, de la fatiga de la familia, del desgaste de los mecanismos de control. La enseñanza que nos viene de dicha experiencia es que la eutanasia no completa la medicina sino que la sustituye e incluso destruye. La falta de ética del investigador y del médico es reflejo de la falta de ética general, ética que parte del reconocimiento de la dignidad de la persona, tanto del médico como del paciente”. 

‘Preembrión y aborto: Sin justificación científica

 De los problemas derivados de la muerte y la forma de morir, a los que se fomentan con el embarazo. Cervós ejemplificó los riesgos que se dan en este campo centrándose en los avances en la reproducción humana. “Cuando se pierde o no se acepta la existencia de un hecho diferencial que determina la persona humana, -dijo- es evidente que se pierden los principios fundamentales de la ética. Esto se manifiesta también en una falta de honradez en las conclusiones científicas. Cuando se quiere justificar el aborto se niega que el embrión humano tenga alguna relación con la persona humana. Para ello, se inventan incluso palabras como preembrión que no tienen ninguna justificación científica pero permiten establecer cómodamente un espacio de tiempo en el que se pueden tomar medidas abortivas”. Esta ambigüedad en la determinación de lo que es la vida humana y cuándo y cómo se puede acabar con ella, que es reproducida sin autocrítica por la mayoría de medios de comunicación, representa un peligro no sólo para la comunidad científica sino también para la opinión pública, que acaba por aceptarlas ingenuamente. 

Células madre embrionarias, pura mercancía

 Otro ejemplo lo encontramos en la investigación con células madre embrionarias. Cervós basó su argumentación, en este apartado, en lo que sería un paso más a la negación de dignidad humana del embrión e incluso del feto humano hasta el momento de nacer. “No puede sorprender que se esté hablando de células madres embrionarias humanas como si se tratara de una mercancía”, afirmó. El experto neurólogo denunció una amplia “falta de honradez científica”: Por una parte, “se silencia que se pueden obtener células madre sin necesidad de recurrir a embriones humanos”; mientras que, por otra parte, “se presenta la utilización de embriones humanos como un gran remedio para gran número de enfermedades, por ejemplo el Alzheimer”. “No sólo se trata de que no se ha curado ni a un solo enfermo de Alzheimer con células madre, sino que nadie puede explicar cómo habría de ser una terapéutica de dicha enfermedad con células madre”, dijo, contundentemente, basándose en sus conocimientos en el campo de la neurología. 

Vanidad injustificada

 La tentación de dar como novedades grandes descubrimientos que, después, en ocasiones, resultan ser un fiasco, no afecta sólo a los medios de comunicación, sino que “algunos científicos -explicó el Dr. Cervós- no pueden resistir la tentación de salir en los periódicos como autores de descubrimientos que ni tan siquiera existen. Un ejemplo patente lo hemos tenido recientemente con el descubrimiento del fraude del científico del coreano Hwang Woo-suk, que había anunciado la clonación de un ser humano”. Al sensacionalismo fácil y la vanidad mediática de algún científico se añade otra circunstancia, explicó el Dr. Cervós: “Estamos ante una inflación en la producción científica. Hay una inflación de resultados y de científicos que trabajan sobre un mismo campo. Y es esta inflación la que puede llevar fácilmente al investigador a modificar, por no utilizar la palabra falsear, sus resultados para poder publicar lo más pronto posible”. En demasiadas ocasiones, este hecho se produce “por la necesidad imperiosa de presentar resultados para seguir recibiendo dinero para la investigación”, concluyó el experto.  

Forum Libertas, 17 de mayo de 2006

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