Los nervios de agosto
Alberto Surio en “El Diario Vasco” advertía el domino que «la izquierda abertzale parece dispuesta a hacerse fuerte y a tensar la cuerda, elevando el listón de la exigencia y dejando claro que lo que está en juego no es ni mucho menos un proceso de paz sino un proceso político en el que el derecho de decisión se sitúa como eje de gravedad irrenunciable. Su reivindicación de un único foro de diálogo para la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra tropieza con el principio de realidad. Además, las últimas palabras de Pernando Barrena sobre la ‘no irreversibilidad’ del proceso dejan un regusto de inquietud».
Y Florencio Domínguez, en “El Correo Español”, lamenta que el Gobierno español haya explicado esa supuesta «radicalización» en clave de «consumo interno». Dice que los dirigentes de la izquierda abertzale han engañado a sus bases y «les han hecho creer que tenían la luna al alcance de la mano y ahora las famosas bases no se conforman con menos que la luna». A partir de ahí, el analista-especialista sentencia que «para afrontar este problema hay dos posibles estrategias. Una, la de exigir a los dirigentes de ETA y Batasuna que se ocupen ellos mismos de moderar a sus bases. Puesto que son ellos quienes más han contribuido a ese fenómeno de radicalización, les corresponde ahora desactivar el mecanismo que han creado y para ello podrían empezar por contarles la verdad a los suyos: que Batasuna está fuera de la ley y corre el riesgo de quedarse eternamente en esa situación; que ETA tiene los días contados, tanto si hay diálogo con el Gobierno como si no lo hay, y que está fuera de lugar pretender negociar contrapartidas con quien se dispone a salvarlos del naufragio».
Y, por si acaso, apunta la segunda opción: «la más peligrosa es la de considerar que el Gobierno tiene alguna responsabilidad y debe ayudar a los ‘moderados’ para que triunfen sobre los radicales y que la mejor ayuda es hacerles concesiones a los primeros para que se impongan sobre los segundos. Esta estrategia no es original pues en el Ulster ha sido la gran vaca que ha estado ordeñando durante años Gerry Adams para su propio beneficio político. Si los supuestos ‘moderados’ tienen beneficios, la existencia de los ‘radicales’ será necesaria para seguir cobrando peaje y no se avanzará nunca hacia su desaparición». Se les ve nerviosos.
Maite Soroa
Gara, 8 de agosto de 2006
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