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Proceso bloqueado

Proceso bloqueado

El PSE y el PNV han acordado suspender todo contacto con Batasuna mientras la violencia no desaparezca radicalmente de las prácticas de ETA. Es una decisión acertada que reconduce los términos de la resolución del Congreso de mayo de 2005 a su imprescindible y estricto cumplimiento.

El único reproche que se le podría hacer al Gobierno es que su partido en el País Vasco no haya tomado antes esta iniciativa, a la vista de la deslealtad con la que ha actuado Batasuna desde hace mucho tiempo. La posición adoptada por los dos partidos mayoritarios vascos tiene muchas otras ventajas: en primer lugar, deja al Partido Popular fuera de juego en su pretensión de que los pactos entre el Gobierno y ETA estaban cerrados y que estos contendrían cláusulas de carácter político que, en la mitología popular, se representan como la “rendición del estado ante ETA”; le comunica formalmente a ETA que el proceso queda bloqueado en espera de que los terroristas decidan si abandonan la violencia en todas sus manifestaciones. Por último, permite al Gobierno recuperar la confianza de los sectores de la sociedad que, apoyando la iniciativa de José Luis Rodríguez Zapatero, disentían de la forma en la que el Gobierno estaba conduciendo este proceso.

Han sido semanas tensas en las que cohabitaba el frenazo que el Gobierno había dado a todas sus comunicaciones con ETA con el mantenimiento de unos contactos con Batasuna que habrían generado expectativas en el mundo abertzale sobre la posibilidad de combinar las actividades violentas con el avance del diálogo político.

ETA tiene que responder al bloqueo total del proceso y sus pretensiones de que Batasuna pueda participar en el proceso electoral del año que viene están condicionadas a un cambio de estrategia, en el que la violencia desaparezca o sea condenada formalmente por Batasuna. Si esto no se produce antes de final de año, las posibilidades de que el camino abierto quede definitivamente cerrado son muchas.

Al Gobierno le queda una baza por jugar en esta difícil encrucijada. En la larga trayectoria de la lucha contra el terrorismo se han producido distintos episodios, en los que la vía de la negociación ha agotado distintos intentos de poner fin a la violencia mediante el diálogo. En todos esos casos, el ofrecimiento de cierta generosidad del Estado para con los terroristas que voluntariamente dejaran de serlo, ha sido el núcleo de las ofertas de la sociedad española para incentivar el final del terrorismo. ¿Es razonable seguir manteniendo abierta esta posibilidad una vez que se llegase a consumar el fracaso de este proceso? ¿Sería razonable volver a esperar a que los terroristas, en el horrible supuesto de que decidieran reanudar sus atentados, se avengan a proponer una nueva tregua el camino de violencia?

 

Carlos Carnicero

 

Elplural.com, 4 de diciembre de 2006

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