¿Es la ruptura del proceso un nuevo engaño? Zapatero no sabe, no contesta
Quien haya visto la comparecencia del presidente Zapatero del pasado sábado, tras el atentado en Barajas, puede darse cuenta del estado de desorientación política y personal en que se halla el presidente tras haberse metido, sin que nadie le hubiera presionado a ello, en el peor charco de la historia de la democracia española. El ya famoso tic nervioso que le aquejó en los párpados es una espléndida metáfora del “no, pero sí, pero también” que protagonizan él mismo, Pepe Blanco y el inefable Pérez Rubalcaba.
El presidente Zapatero confirmó en aquella comparecencia informativa que lo único que haría sería suspender el diálogo y, dado que lo reiteró con esas mismas palabras a la triple pregunta periodística de si el “proceso de paz” estaba roto, nada más lógico que concluir lo que todos concluyeron: diálogo suspendido y proceso sostenido.
Claro, la oleada de críticas ciudadanas y el pasmo de los medios no se hicieron esperar. Suponemos que la Nochevieja del presidente, aparentando tranquilidad en su refugio de Doñana a pesar de la devastación que ETA provocó en la T4, debió de ser poco tranquila. ¿Cómo se puede mantener la calma ante los quinientos kilogramos de explosivo, dos muertos y la inviabilidad de la apuesta política más importante de la legislatura?. José Blanco fue el primero, ayer, en reexponer, traducir o reinterpretar el mensaje de la espasmódica alocución de disco rayado del sábado pasado. Pero, es evidente que alguien de tan poco calado, de tan bufonescas intervenciones y de tan prolífica capacidad para insultar como el ínclito “Pepiño” no era suficiente si lo que se deseaba era dar una impresión seria de proclamar el fin de la negociación. Es por eso que, después de él, fuera el ministro del Interior, Rubalcaba, quien utilizara hasta tres adjetivos para decir lo que los españoles saben que debe decir. El “proceso está roto”.
Pero, ¿es verdad?. Recordemos que, con ocasión del robo-rearme de ETA en el sur de Francia el pasado mes de agosto, las tan cacareadas “consecuencias” que Zapatero anunció se concretaron en las reuniones de Azpeitia a tres bandas: PSOE, PNV y Batasuna. ¿Por qué habríamos de creer ahora al Presidente?.
Más datos. El sábado del atentado, día 30 de diciembre, el titular de Exteriores, Moratinos, comunicaba al gobierno de Ecuador la muerte de dos de sus ciudadanos. ¿Cómo podía saber el ministro lo que aún hoy sólo sospechamos?. La nota oficial del gobierno ecuatoriano, lamentando las dos muertes y proclamando su apoyo a la negociación ETA-Zapatero huele a componenda política de bajos vuelos y confirma que el gobierno español, inductor de la declaración del ecuatoriano, aún daba por no roto el “proceso”.
Los cadáveres no aparecen. Ni siquiera, lo que sería más normal, hay restos orgánicos de ellos. Es este un mal escenario para Zapatero, pero sería aún peor el se encontraran evidencias de la existencia de dos víctimas mortales. Y es que, aún no podemos confiar en Rubalcaba. Primero porque quien debería decirlo, es decir, el presidente, no sale ante los medios a decirlo. Quien debiera acudir al Parlamento a aprobar una resolución que dé por acabada la que él pidió a favor de negociar con ETA, no lo hace. Y, por último, sabiendo, como sabemos, que si no hay negociación, nada le queda ya por hacer a Zapatero, salvo liquidar todo lo que dijo e hizo, aún no podemos creer que llegue a ese límite.
La vía intermedia, mediocre, gris y difusa, es la que, probablemente siga. Roto el proceso, Zapatero no retornará al pacto antiterrorista con el PP, procurará la ambigüedad de una vaga declaración contra ETA de una mayoría el arco parlamentario, con o sin el PP -.mejor con él-, y cruzará los dedos para que ETA le permita ganar, cuando menos, las municipales y autonómicas. Y eso si no vuelve a negociar en secreto, una vez más.
Editorial de Diario Liberal, 3 de enero de 2006
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