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Un bronco debate de ZP y Rajoy muestra la división de los demócratas

Un bronco debate de ZP y Rajoy muestra la división de los demócratas

La fractura entre Gobierno y PP en política antiterrorista quedó escenificada en el Congreso en un cruce de acusaciones durísimo que hace añicos cualquier posibilidad de pacto.

 

El grado de expectación en torno al Pleno extraordinario celebrado este lunes en el Congreso mantuvo en vilo un debate que quedó en nada pero que llevó a escena como nunca hasta ahora la clara fractura que existe entre Gobierno y PP en materia de lucha antiterrorista. El cara a cara entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy no sirvió más que para constatar, vía diálogo de sordos, que las dos posturas son irreconciliables y que ETA, de nuevo, parece haber triunfado con sus torticeros objetivos.

 

El presidente del Gobierno no sólo reconoció un error, sino dos, si bien con el segundo no lo hizo de manera expresa. Solamente por su intento de concitar el mayor consenso posible tras el fracaso obtenido en el llamado "proceso de paz" puso en evidencia lo que no hizo cuando debería haberlo hecho: no iniciar dicho proceso sin el apoyo del PP; no sacar adelante una resolución (la de mayo de 2005) que no obtuvo el respaldo del principal partido de la oposición y de la cual pidió Rajoy la revocación parlamentaria.

 

El "error" de Zapatero pasa factura

 

Los comentarios que salpicaban los pasillos tras finalizar "el diálogo de sordos" (como lo calificaron algunos) entre Zapatero y Rajoy coincidían en ese pronóstico: la ruptura parece insalvable y ya sólo queda "tirar" con lo que queda de legislatura. Ambos bandos parecían beber de las mismas fuentes de inspiración cuando desde el PP se reprochaba la falta de claridad del presidente con un discurso "hueco", y desde el PSOE se apuntaba a la "hoja de ruta" del PP, de la que Rajoy no se salió ni un milímetro, a juicio de los socialistas.

 

En el entorno del Gobierno se apuntaló en corrillos la idea base que el presidente quiso transmitir a la opinión pública: una llamada inequívoca al "consenso", aun a sabiendas de la dificultad de concitar el apoyo del PP, al que le resulta difícil pasar página de las continuas "traiciones" de Zapatero desde antes incluso de que ganara las elecciones del 14 de marzo de 2004. Ese "error" del entonces secretario general del PSOE y líder de la oposición fermentó sin duda los lodos que se recogen ahora, más si cabe a un año vista de las próximas Generales.

 

Al Gobierno no le duelen prendas en reconocer –eso sí, off the record- que la postura del PP "autoaislándose" les beneficia en términos políticos, si bien –añaden estas mismas fuentes- supone un "fracaso" de cara a la ciudadanía.

 

El pulso que se testó en los pasillos al término de las intervenciones de los dos grandes protagonistas de la tarde, no siguió más que en forma de reproches. Los populares se quejaron de que Zapatero no había contestado a ninguna de las preguntas que le formuló Rajoy; mientras que los socialistas se llevaban las manos a la cabeza con el "brutal" discurso hecho por el líder del PP, y que le valió varias veces los aplausos en pie de toda la bancada popular. Como si de un guión se tratase, los miembros del Gobierno y el Grupo Socialista también lanzaban arengas a su jefe de filas y al igual que los "populares" se levantaron para aplaudir las frases más lacerantes del presidente: cuanto peor, mejor.

 

Ninguno sacó a relucir las manifestaciones del 13-E

 

Fue tal el desencuentro que ya no sólo se reprocharon mutuamente el incumplimiento del Pacto Antiterrorista, sino que incluso se disputaron su autoría. La única "tregua" que se concedieron (aunque no lo afirmaron, fuentes del Gobierno no negaron que ambos hubieran hablado después de su último encuentro en La Moncloa) fue no mentar las manifestaciones celebradas el 13 de enero: para algunos dirigentes populares, la ausencia del PP puede terminar pasándoles factura.

 

Un destacado dirigente socialista hacía su particular valoración del debate contemplando ya la posibilidad de que no se llegue a ningún acuerdo hasta la próxima legislatura. Él mismo sostenía que "difícilmente" el Gobierno se embarcará en un pacto con el resto de fuerzas políticas que excluya al PP y que pasaría necesariamente por hacer una especie de híbrido entre el Pacto de Ajuria Enea y el Pacto Anti-ETA.

 

Para este diputado socialista no se visualiza ya más que un camino: lograr un gran acuerdo y un "pacto de rendición de ETA", ya que lo que el Gobierno no se plantea en ningún caso en volver a intentar una negociación en la misma legislatura, con tregua sostenida o sin ella.

 

La frase de la discordia

 

"Es más lo que nos une que lo que nos separa", señalaba otro dirigente socialista, para quien es más que factible un acuerdo entre el PNV de Josu Jon Imaz y el PP de Mariano Rajoy, no sin que antes éste último abandone la "férrea" posición que mantiene y que –dice- no le reportará beneficios electorales; más bien al contrario, opina.

 

Aunque el debate comenzó muy moderado en las formas (con un Zapatero tendiendo la mano aun a costa de que pareciese lo que finalmente pareció: que reconocía su error por haber comenzado esta andadura de espaldas al principal partido de la oposición), el cara a cara que mantuvo con Rajoy se fue calentando por momentos. En el turno de réplica se vio a un presidente del Gobierno dolido con el duro discurso de Rajoy (por otro lado brillante en términos parlamentarios), al que respondió con mucha acritud, sobre todo cuando le pidió que rectificara una frase pronunciada por el líder del PP y que fue la comidilla en los pasillos del Congreso: "Si usted no cumple le pondrán bombas, si no hay bombas es porque ha cedido", le dijo Rajoy.

 

Zapatero no quería celebrar este debate, pero estaba obligado a ello después de cómo se ha conducido desde el principio acudiendo al Parlamento para autorizar el diálogo con la banda antiterrorista. El problema no fue el debate, si bien la imagen que ha dejado a la ciudadanía fue más preocupante que otra cosa; el problema, como señaló un dirigente popular, es que hay "dos políticas", dos formas de entender cómo se ha de conducir la lucha contra el terrorismo, hasta tal punto que sólo queda la respuesta de las urnas, con un adelanto de elecciones que en ningún momento pidió Rajoy y que quizá debería haber formulado.

 

Isabel García

El Semanal digital, 16 de enero de 2007

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