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Bandidos y Gatopardos. ETA es una mafia; lo dicen los italianos

Bandidos y Gatopardos. ETA es una mafia; lo dicen los italianos

Lo dice el historiador de Palermo Giuseppe Carlo Marino en su Historia de la mafia: “mafia” de verdad no hay más que la siciliana, no es adecuado llamar “mafia” a cualesquiera otras asociaciones criminales, porque la “mafiosidad” no se limita sólo a lo criminal, sino que implica también una cultura, una tradición que bendice los actos de los mafiosos y reivindica una especie de legalidad propia. En el mundo entero, dice Marino, no hay más que otro caso donde es posible hablar de “mafiosidad”: el de ETA y su entorno, igualmente basado en una mezcla de crimen, tradición y complicidad de las elites locales. “Sólo la sangre no traiciona”, dicen los mafiosos sicilianos. La apelación mítica a lo euskaldún no es muy diferente.  

    

El profesor e historiador palermitano Giuseppe Carlo Marino, en su libro Historia de la mafia, establece con sobrada rotundidad y solvencia tanto argumentativa como documental que el fenómeno mafioso no puede entenderse únicamente como actividad criminal organizada, sino que para comprenderlo y buscar alguna salida a este laberinto de crimen y sangre en el que está presa la sociedad italiana desde hace dos siglos hay que reconocer la existencia de una cultura mafiosa, a la que denomina mafiosidad, "en la cual las ideas y valores producidos por las clases dominantes para su uso y beneficio han sido transformados, por la fundamental unión de tradición y religión, en una cosmogonía popular"; es decir, una completa y cabal explicación del mundo que justifica y bendice los actos criminales de los mafiosos. De ahí que el término mafiosidad sea de exclusiva aplicación a la criminalidad social enquistada en la historia de Sicilia.

 

Señalar como mafias a grupos de delincuentes mejor o peor organizados como la ndrangheta calabresa, la camorra napolitana, o las más espectaculares y sanguinarias organizaciones rusas, chinas, colombianas, etc., resulta tan impropio como generalizar y, por ejemplo, renombrar con el término fascismo, genuinamente propio de la historia política de Italia, a similares aunque bien distintas apuestas como el nacionalsocialismo alemán, el imperialismo japonés, el estalinismo y demás regímenes totalitarios que han prosperado en el fragor de las convulsiones sociales del siglo XX.

 

Únicamente admite el estudioso profesor de la universidad de Palermo una posibilidad de comparación e incluso equivalencia con la mafiosidad siciliana en la reciente historia de Europa: el terrorismo abertzale vasco. Al igual que la mafia siciliana, el terrorismo abertzale no sólo vampiriza al resto de la sociedad mediante acciones criminales, sino a través de una poderosa cultura enraizada en amplios sectores según la cual la ley propia tiene mayor rango ético y es mucho más beneficiosa que la ley extraña; en el caso de Sicilia, la ley impuesta por las diversas potencias que ocuparon la isla durante centurias, antes de la unificación italiana; en el caso del País Vasco, evidentemente, la ley extraña sería el ordenamiento jurídico del estado español.

Gatopardos y bandidos

El mismo término mafia, procedente del árabe maha fat y cuyo significado es "exención, protección, inmunidad", encuentra espléndida proyección en las relaciones políticas y sociales vigentes en el País Vasco. Una clase dominante anclada en privilegios forales heredados de la Edad Media protege y garantiza inmunidad (en la medida de lo posible y con todo su empeño), a quienes desde la lucha callejera, el zulo o el comando itinerante van esparciendo muerte y miseria por la geografía española, Cataluña aparte como ya sabemos. Es la versión con txapela de la férrea alianza entre los aristocráticos gatopardos y los bandidos rurales que dio origen, en los finales del siglo XVIII, a la mafia siciliana.

Los protocolos funcionales son idénticos. Políticos corruptos cuya única y verdadera patria es el poder y sus beneficios añadidos, extienden su amplia protección a organizaciones delictivas, las cuales, paradójicamente, están amparadas por la ley extraña que legitima la actividad de los partidos políticos en territorio español. Y desde esos sedicentes partidos políticos se organiza la trama de violencia, atentados, extorsión, venganzas y ajustes de cuentas bajo la cual están obligados a vivir todos los ciudadanos decentes del País Vasco. Porqué en el parlamento vasco cualquier diputado de la ilegalizada Batasuna o de la todavía legal ANV puede llamar "asesino fascista" a quien le dé la gana, mientras que el presidente de dicha democrática institución no admite bajo ninguna circunstancia que se le responda con calificaciones tan obvias como "aliado de los terroristas", es un ejemplo aberrante aunque muy descriptivo de cómo esta alianza ha llegado a consolidarse en beneficio de la ignominia.

 

Si las autoridades españolas, sean del signo que sean, quieren hacer frente a este desatino, deberían tanto preocuparse por las razones que llevan a un fanático de veinte años a autoinmolarse mientras manipula un artefacto explosivo como, aceptando de una vez las cosas como son, reflexionar sobre el hecho de que en la comunidad autónoma vasca no se mueve un gramo de heroína sin permiso de ETA, sin que ETA cobre sus correspondientes regalías sobre este estupendo comercio. El informe de la Secretaría General de la Interpol hecho público en abril de 2004 resulta muy clarificador en este sentido.

 

La acción legal no es contra una pandilla de asesinos que persiguen objetivos remotamente políticos, ni siquiera contra grupos independentistas violentos que se cubren de honor quemando autobuses y cajeros automáticos; la lucha real encuentra su ámbito de intervención, extremadamente difícil, en una cultura muy extendida entre las clases más humildes e ignorantes del País Vasco, febrilmente alentada por los gatopardos epígonos del bípedo Sabino Arana, según la cual «sólo la raza no traiciona». Por ello mismo, el reducto más seguro para sus andanzas es la covacha del ADN, el RH, el idioma vernáculo, la singularidad étnica y otras zarandajas racistas que siempre encontrarán acomodo en las entendederas, de suyo menguadas, de quienes levantan una ikurriña con la misma saña con que se exhibe un kalashnikov.

 

Sólo la sangre no traiciona

 

La recurrencia nacionalista a los valores de la raza (o en su defecto "el pueblo vasco", como si dicho término distinguiera conceptualmente a un objeto cuya sustancialidad entraña derechos inalienables, cuanto más radicales más valiosos), tiene perfecto parangón en el siciliano apego a la sacralidad de la sangre compartida. "Sólo la sangre no traiciona", afirman los mafiosos sicilianos, o los siculoamericanos de la Cosa Nostra, y por ello mismo la familia se convierte en el perfecto y acogedor centro de operaciones para sus fechorías. La familia siciliana es la raza o "el pueblo" de los nacionalistas vascos, y contra la férrea cohesión de la familia, es sabido, resulta muy difícil luchar. Casi tanto como contra la ley del silencio. En Sicilia, para ser un hombre de honor basta con mirar siempre hacia otro lado y guardar siempre silencio. En el País Vasco, quienes hablan y dicen lo que piensan no pierden el honor, pero sí la vida de vez en cuando. Es la ley propia.

 

Parece innecesario señalar el interés por los resultados electorales del próximo marzo, más que nada para comprobar hasta dónde sigue teniendo fuerza el pacto histórico entre los gatopardos de la aristocracia nacionalista y los bandidos que, entre otros siniestros negocios, llevan décadas administrando el tráfico de la muerte desde su guarida étnica. Como señalaba el lingüista Antonio Traina en su Nuovo vocabolario siciliano-italiano (1868): «En Toscana llaman smáferi a los esbirros, y mafia dicen de la miseria, y una verdadera miseria es creerse un gran hombre sólo por la fuerza bruta. Lo que demuestra, en cambio, una gran brutalidad, es decir, que se es muy bestia».

 

La pena es que a nosotros también nos toca soportar a los bestias, y que nuestro gobierno se siente a merendar en su misma guarida y propague entre la ciudadanía la candorosa esperanza de que los mafiosos van a renunciar algún día a su negocio, su forma de vida. Ni se sabe hasta cuándo nos tocará soportarlo. En Italia, especialmente en Sicilia, llevan así desde el XVIII, y parece que todavía soportan a la bestia. No es gran consuelo pero, ya sabe: mal de muchos…

 

José Vicente Pascual

El Manifiesto, 10 de diciembre de 2007

Orgullo de ser español: nuestra historia, sin complejos

Orgullo de ser español: nuestra historia, sin complejos La Historia de España es una aventura prodigiosa. Ese es el lema de La gesta española, el último libro de José Javier Esparza. Desde la llegada de los romanos hasta la batalla de Bailén, pasando por la gigantesca empresa americana, la obra detalla cuarenta y ocho episodios que han construido la identidad de España como nación histórica. La gesta española recoge los programas que Esparza ha dedicado a explicar nuestra historia en “La tarde con Cristina”, en la cadena COPE, durante la temporada 2006-2007. La propia Cristina López Schlichting prologa el libro. El autor va desplegando la historia de los españoles en un estilo ágil, vertiginoso y con abundante información, donde el rigor no resta nada a la pasión. La gesta española transmite una inequívoca sensación de orgullo de ser español; un orgullo templado y crítico, pero sin traumas ni complejos. No hay mejor síntesis que la propia introducción del libro, que a continuación reproducimos. La gesta española será el regalo patriótico de esta Navidad.  

JOSÉ JAVIER ESPARZA

Bravos clanes campesinos que cruzan montañas para reconquistar –arado y lanza- las desiertas tierras del Duero. Comerciantes levantinos que sientan plaza en Bizancio, puerta de Oriente. Mujeres que atraviesan el océano para fundar familias en el Río de la Plata. Hidalgos menesterosos que rastrean la jungla en pos de míticas ciudades de oro. Exploradores que descubren volcanes humeantes y coronan su cumbre por el puro gozo de la aventura. Conquistadores que, tras ganar tierras y riquezas, reparten sus bienes a los pobres y se retiran a una ermita en Nueva España o en la selva ecuatorial de la Puná. Cantareras que desafían a las balas del francés para socorrer la sed de los nuestros en Bailén. Frailes que predican el Evangelio entre pueblos que nadie nunca había visto. Caballeros de lanza en ristre y damas de armas tomar. Navegantes sabios y audaces que descifran en mapas los secretos del océano y las estrellas, escribiendo rutas en el agua virgen. Santos poetas cuyo corazón vibra con el diapasón de Dios. Soldados severos y escuetos que durante tres siglos sostienen en medio mundo la bandera de la Cruz de San Andrés. Botánicos que clasifican la flora del Nuevo Mundo, filósofos empeñados en la tarea de definir la dignidad humana, mercaderes que cambian plata por especias en el Mar de la China, eruditos pioneros de la Gramática romance, marinos que persiguen barcos corsarios en Jamaica o Argel, artistas entregados a la conquista del espíritu…

 

La Historia de España es una aventura prodigiosa.

 

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Este libro tiene un único objetivo: contar Historia de España a unos españoles que, cada vez más, la ignoran, y contarla, además, desde un punto de vista positivo, constructivo, sin complejos. Se trata de explicar cuáles han sido los grandes hitos de la formación de España como nación histórica. Es, ante todo, un libro destinado a los más jóvenes: son ellos quienes más han sufrido las consecuencias de unos programas de enseñanza calamitosos y la ofensiva cultural de los secesionismos regionales; son ellos, por tanto, quienes han crecido en un completo desconocimiento de qué es su país, de cuál ha sido su trayectoria, de quiénes son los españoles. Los capítulos de nuestra historia podrán servir para ofrecer una visión breve, clara y concreta de cómo nació España, cuál es su lugar en el mundo y qué aportó a la historia de la humanidad. Y servirán también para despertar el recuerdo de quienes un día supieron todas esas cosas, pero las han olvidado ya.

 

Los textos aquí reunidos, aunque conforman un todo ordenado cronológicamente, no fueron originalmente concebidos como material literario, sino como guión radiofónico. Son los capítulos de la sección “Historia de la gesta nacional española” en el programa La tarde con Cristina, en la cadena COPE. Su directora, Cristina López Schlichting, quiso con esta sección marcar una actitud de compromiso en defensa de España como nación. La forma más gráfica de hacerlo era contar algunos de los episodios fundamentales de nuestra historia, y ello en el tono más divulgativo posible. Divulgativo no quiere decir “superficial”, “cómico” o “simple”, sino explicado de tal manera que lo pueda entender la gran mayoría de la gente. A la hora de trasponer los guiones a formato literario, hemos preferido mantener ese tono divulgativo; por eso los numerosos textos de época que citamos han sido frecuentemente adaptados a la lengua contemporánea, para facilitar su comprensión, y también por eso hemos conservado algunas de las dramatizaciones que nos han servido para describir episodios de valor trascendental.

 

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España es una nación. Más precisamente, una nación histórica. Entre los españoles, la conciencia de unidad, de pertenecer a algo común, apareció antes incluso de que el término “nación” tuviera significado político y, desde luego, antes de que esa palabra adquiriera su significado moderno. También, por supuesto, antes de que pudiera hablarse de “nacionalismos”, “nacionalidades” o “realidades nacionales” en ninguno de los viejos reinos y territorios que iban a conformar España. Los españoles supimos que formábamos una unidad de carácter político antes de que nadie llamara a eso “nación”; eso es lo que quiere decir “nación histórica”.

 

Nuestra cualidad nacional se fue forjando a lo largo del tiempo, a caballo de los acontecimientos; no hubo un documento firmado en un determinado momento y que proclamara el nacimiento de la nación española, sino que ésta fue conformándose como una realidad de hecho a partir de un camino común. En esa trayectoria, los elementos unitarios, de integración –lengua, religión, corona, territorio-, fueron prevaleciendo sobre los elementos disgregadores, de dispersión. Hubo una conciencia de unidad territorial, jurídica e idiomática con Roma; hubo una conciencia de unidad religiosa y cultural a partir de la expansión del cristianismo; hubo una conciencia de unidad perdida tras la invasión musulmana y de unidad recobrada durante la Reconquista; hubo una conciencia de unidad política bajo la Corona de la monarquía hispánica y tal conciencia pasaría a ser una constante de la vida colectiva durante siglos, hasta hoy.

 

A lo largo de ese camino de dos milenios, los españoles han forjado su identidad colectiva en condiciones frecuentemente muy duras. Siempre –no sólo hoy- hubo fuerzas que quisieron disolver el conjunto, fragmentarlo, romperlo. Esas fuerzas fueron, las más de las veces, exteriores, y en otras ocasiones, interiores. Pero también siempre prevaleció la tendencia a la unidad, a conservar y mantener y perfeccionar lo que con tanto esfuerzo se había logrado. Por eso cabe hablar de una gesta nacional. Esa gesta es la materia que narramos aquí.

 

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Otra cosa importante: este no es un libro “neutro”. Pretendemos contar la Historia como fue, pero nuestra narración no es distante ni su tono puede ser ajeno al valor de los hechos narrados. Al revés, este es un relato escrito desde la convicción de que España es algo hermoso, grande, importante; escrito desde el amor a España, a sus gentes, a sus pueblos, a sus tierras, también a su diversidad, que es constitutiva de nuestro propio ser. España ha dejado en la Historia universal cosas trascendentales en todos los órdenes, desde la navegación hasta la espiritualidad, desde las artes hasta las ciencias. En esa tarea titánica han surgido nombres propios de talla extraordinaria, ya se trate de un Juan de Austria, victorioso en Lepanto, o de un Pedro Serrano, aquel oscuro postillón que cabalgó hasta reventar –literalmente- para llevar a todas partes el bando de Móstoles contra la opresión francesa. Esos nombres propios se recortan, como siluetas destacadas, sobre el fondo de un pueblo extraordinario y estremecedor, capaz de hazañas que no pueden dejar de pasmar al estudioso. Gracias a esas hazañas, nosotros existimos. En los últimos años parece haberse puesto de moda una especie de resentimiento histórico destinado a abominar sistemáticamente de todo cuanto España ha sido y es. Nuestra perspectiva es exactamente la contraria: sin silenciar episodios oscuros o poco gratos, creemos sinceramente que la Historia de España tiene muchas más luces que sombras. Y eso nos enorgullece.

 

Como el objeto de este relato es contar la construcción de España, la mayor parte de los episodios corresponde a etapas lejanas de nuestra Historia. Nuestra narración, en un arco de dos milenios, comienza con el nacimiento de la Hispania romana y llega hasta la batalla de Bailén, que en cierto modo marca el origen de la nación española moderna. Como no podía ser de otro modo, hemos prestado una atención especial a los siglos de oro, el XVI y el XVII, que fueron los de mayor esplendor de España y también, probablemente, aquellos que decidieron el lugar de España en la Historia Universal.

 

La Historia siempre es forzosamente historia bélica y política, puesto que es en esos campos donde se resuelven las decisiones supremas, de manera que nuestra narración abunda en hechos de armas y episodios políticos. Ahora bien, ni la construcción de la nación descansa sólo sobre los hechos de armas y la sucesión de reyes, ni las batallas y dinastías pueden entenderse como realidades singulares y autónomas, sino que sólo tienen sentido en un contexto político, cultural, sociológico, etc. Por eso hemos querido subrayar siempre los aspectos más relevantes en el plano cultural, religioso, humano. Así, nos ha interesado poner el acento en cuestiones como el carácter de la gente de a pie que hizo la conquista de América (¿cómo eran, qué tenían en la cabeza esos hombres, esas mujeres que cruzaron el mar?) o en episodios de carácter filosófico y científico a los que la divulgación histórica convencional no suele conceder el relieve que merecen, como la Controversia de Valladolid, donde se alumbró el germen del concepto moderno de derechos humanos, o como la expedición científica de Francisco Hernández en Nueva España, que fue la primera del mundo en su género.

 

*

 

No vivimos hoy buenos tiempos para la reivindicación de lo español. Desde hace muchos años se ha impuesto un visión propiamente masoquista de España en la que todo cuanto pertenece a la historia de nuestro país se juzga torvo, equivocado, oprobioso o inútil. Ojo: no es que se matice la historia épica nacional para acercarse a un visión más ponderada de las cosas –ejercicio que, en general, sería irreprochable-, sino que deliberadamente se transforma la apología en abominación, el ditirambo en condena, y así terminamos en una suerte de épica inversa donde lo que se canta no es lo español, sino lo antiespañol. Una legión de escritores, escritorcillos y escritorzuelos lleva decenios entregada a la tarea de menoscabar sistemáticamente lo español, su realidad presente y su huella histórica. Lo que se ha operado es una auténtica inversión de la Historia: tenían razón los moros al ocupar la península y la reconquista fue un error; el descubrimiento de América fue una calamidad tragicómica; nunca debimos evangelizar América, sino permitir el espontáneo progreso de los sacrificios humanos en Tenochtitlán; mantener la fidelidad a Roma frente a la reforma protestante no fue gesto de honor, sino intolerancia oscurantista, y jamás debimos oponer el menor obstáculo a los franceses de Napoleón. No faltan millonarios –nunca faltan millonarios para tales tareas- dispuestos a editar y multiplicar el eco de esa obra destructora. Hoy, entre las clases semicultas del país, se ha impuesto largamente la idea de que España merece morir. Nos la quieren sustituir por regiones-nación de historia inventada y por mitos y leyendas de origen norteamericano. Por cierto que no somos sólo nosotros, españoles, quienes sufrimos hoy la maldición de nuestra identidad: toda la cultura europea está padeciendo esta epidemia, si bien en nuestro caso presenta rasgos muy singulares –porque, en nuestro caso, el masoquismo nacional parece toda una filosofía de Estado.

 

Todo esto es una locura. Pero, sobre todo, es una impostura. Y como todas las imposturas, tarde o temprano se disolverá por la simple fuerza de la evidencia. Ahora bien, para ello es preciso que alguien recuerde las certidumbres más elementales, aun a riesgo de caer en la simplificación escolar. De lo contrario, es perfectamente posible que el masoquismo nacional se prolongue de manera indefinida y que sucesivas generaciones de españoles crezcan en la certidumbre de que todo cuanto tienen atrás –sus apellidos, su linaje, sus tierras, esa catedral que se alza en su ciudad, los cuadros del Museo del Prado, el mismo idioma que hablan- es una desdicha sin límites, una maldición eterna, un error permanente que mancha su identidad con una vergüenza indeleble. En suma: si no recordamos la verdadera dimensión de la Historia de España, no tardaremos en ser gentes avergonzadas de sí mismas, ese tipo de gente ya sólo aspira a dejar de existir. Quizá tal sea ya, colectivamente hablando, nuestro caso.

 

Sea como fuere, aquí, igual que en Covadonga, bastará con que uno se plante para que cambie el curso de las cosas. En ese sentido, la palabra “reconquista” adquiere hoy un sabor muy particular. De algún modo, lo que hoy tenemos delante nosotros, españoles del siglo XXI, es también una reconquista de algo perdido. Lo que está en juego no es una forma de Estado más o menos abierta, ni una Constitución más o menos flexible, sino algo que se mueve en unos estratos mucho más profundos: es la supervivencia de España como agente histórico y de lo español como identidad, como forma específica de estar en el mundo.

 

En esa tarea, la narración de la Historia cumple una misión literalmente cardinal, como las constelaciones en la noche: permite reencontrar el camino perdido.

 

ElManifiesto.com, 25 de noviembre de 2007

Uno de los nuestros. Ernst Jünger reaparece en el Senado de España

Uno de los nuestros. Ernst Jünger reaparece en el Senado de España

El escritor alemán Ernst Jünger ha sido uno de los grandes testigos del siglo XX. Su obra es un monumento literario que abarca desde la memoria viva de la primera guerra mundial hasta el universo de la globalización. Su recepción en España ha sido minoritaria, pero muy intensa: los jüngerianos conforman una escuela tan heteróclita como distinguida. Ahora se acaba de publicar Ernst Jünger y sus pronósticos del Tercer Milenio, libro que recoge el último gran simposio organizado en nuestro país sobre este autor fundamental. Escenario de la presentación: el Palacio del Senado, nada menos.

¿Por qué el Senado? Porque uno de los más conspicuos jüngerianos españoles, motor de este libro y difusor incansable de la obra de Jünger, es el senador Luis Fraga, el cual disfrutó de la amistad personal del escritor, le invitó a la Cámara Alta cuando Jünger fue nombrado doctor honoris causa por la Complutense y que ahora ha dispuesto el hermoso palacio para albergar este acontecimiento.

 

 

El libro que ahora aparece, Ersnt Jünger y sus pronósticos del Tercer Milenio (Editorial Complutense), reúne las contribuciones presentadas por diversos expertos en el curso que la universidad madrileña dedicó al escritor en septiembre de 2003. Aquel curso fue iniciativa del ex embajador alemán en España Henning Wegener, que ha editado el volumen. En sus páginas figuran textos de Luis Alberto de Cuenca, José Luis Villacañas, Isidro Juan Palacios, Luis Fraga, José Javier Esparza, José María Lassalle, Miguel Ángel Vega, Manfred Osten, Heimo Schwilk y Hans-Peter Schwarz. Los temas examinados abarcan la totalidad de la obra de Jünger: la poesía, el poder, la esperanza, Europa, la representación de la Historia en figuras, el concepto de “Estado Mundial”, los pronósticos del autor… El lector habituado a Jünger encontrará una buena síntesis de su pensamiento. El que aún no lo conozca, hallará aquí una excelente introducción.

 

Ernst Jünger (1895-1998) es todo el siglo XX. Voluntario en la primera guerra mundial, oficial de comandos, héroe de guerra herido siete veces y condecorado con la Orden Pour le Merite: a esta época corresponden sus escritos de guerra, y muy especialmente la alucinante novela Tempestades de Acero. Después, figura clave del pensamiento nacional-revolucionario alemán en los años de Weimar, pero distante del nacionalsocialismo, con el que estaría abiertamente enfrentado desde 1933; un periodo este que abarca obras como el monumental ensayo El Trabajador o la visionaria alegoría del totalitarismo Sobre los acantilados de mármol. Oficial de la Wehrmacht en el París ocupado, sus diarios de guerra y ocupación, agrupados bajo el título Radiaciones, son un testimonio extraordinario de los años más crueles del siglo XX europeo. Represaliado durante un tiempo por el poder aliado, rehabilitado después en la Alemania federal, su obra de posguerra constituye una reflexión de hondura incomparable sobre el gran tema de nuestro tiempo, que es el espacio que le queda a la libertad del espíritu en el mundo de la técnica: los ensayos La emboscadura o La tijera, y las novelas Heliópolis, Eumeswil, El problema de Aladino y Abejas de cristal, entre una obra de dimensiones prodigiosas.

 

 

Ernst Jünger y sus pronósticos del Tercer Milenio se presenta hoy miércoles, a las 19,30 h., en el Palacio del Senado, en Madrid.

 

El Manifieisto.com, 13 de junio de 2007

“Discrepar de la verdad oficial puede costar la cárcel”, dice el exministro Otero Navas en la UAO

“Discrepar de la verdad oficial puede costar la cárcel”, dice el exministro Otero Navas en la UAO

Ha presentado su libro “El Retorno de los Césares”, que cuestiona algunas ideas de "progreso inevitable" y denuncia el cambio de "la ética por la estética"

 

El ex ministro de educación y de la presidencia José Manuel Otero Navas ha presentado en la Universidad Abat Oliba de Barcelona (UAO) su último libro que analiza la relación del hombre con su entorno social y natural. Le acompañaban el rector de la universidad, Josep M. Alsina y el director de comunicación de la COPE, Sr. Jordi Casoliva.

El autor explicó que una función del libro, El Retorno de los Césares (www.libroslibres.info) era constatar que el progreso no es una ley inquebrantable por la humanidad. Por el contrario, hay tendencias y situaciones que se repiten o al menos se asemejan a tendencias del pasado.

 

El ex ministro ha afirmado que “estas tendencias se dan en ciclos recurrentes y opuestos. Estos ciclos o cambios son imprescindibles, todos tienen sus ventajas e inconvenientes pero no por ello son buenos o malos. Lo realmente malo son las aplicaciones extremas de las características de cada etapa”.

Aplicándolo a la política, añadió que “los cambios se suceden cuando los líderes sociales ignoran la historia o cuando a pesar de no ignorarla, son víctimas del orgullo de pensar que ellos son diferentes”. “Discrepar de la verdad oficial hoy puede costar la cárcel como en tiempos de Galileo", añadió.

Además, el ex político criticó nuestra época en Occidente en la que “se ha substituido la ética por la estética”.

José Manuel Otero Navas es abogado. Fue fundador del Grupo Tácito durante el franquismo. Muerto Franco fue Director General de Política Interior, Subsecretario Técnico del Presidente del Gobierno, Ministro de la Presidencia, Ministro de Educación, Diputado en el Congreso en varias legislaturas, miembro del Comité Ejecutivo Nacional de UCD y más tarde del PP.

Hoy vive al margen de la política activa, forma parte del Patronato de la Fundación Universitaria San Pablo y de sus Universidades vinculadas, y preside el Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad San Pablo CEU.

 

Forum Libertas, 6 de junio de 2007

'El nihilismo', de Franco Volpi

'El nihilismo', de Franco Volpi Por Alfonso Carlos Amaritriain

 

Antes de Turgeniev, el nihilismo circulaba por el romanticismo... pero Nietzsche lo explicó: que los valores se desvalorizaron.

 

Franco Volpi es actualmente profesor de Filosofía en la Universidad de Papua aunque ha ejercido como docente en Universidades de todo el Mundo.

 

Su aproximación al nihilismo deviene del estudio de las obras de Heidegger y Nietzsche que serán dos de los autores en los que se centrará el libro.

 

Pero no piense el lector que se va a encontrar un aburrido texto de filosofía. De hecho, su actualidad es inusitada: el nihilismo será el drama del siglo XXI, pues esta corriente –si es que podemos llamarla así- ha empezado a penetrar en todos los ámbitos de la realidad de nuestra civilización. Por eso, Volpi ha ensayado una especie de historia del nihilismo.

 

Tampoco espere el lector que el autor intente proponer una solución o alternativa al nihilismo. Mas bien la sensación con la que uno se queda es que para el autor: “El nihilismo nos ha dado la conciencia de que nosotros, los modernos, estamos sin raíces, que estamos navegando a ciegas en los archipiélagos de la vida, el mundo y la historia”.

En una primera aproximación, Volpi analiza si la palabra “nihilismo” proviene realmente de Turgeniev que en su novela Padres e hijos, calificaba de “nihilista” al protagonista. Este atributo se aplicará a un cierto materialismo, desencantamiento y rebeldía contra los valores de los padres.

 

Sin embargo, el concepto ya era muy popular, pues aparece en el romanticismo, el idealismo, en el anarquismo o en la mística revolucionaria rusa.

 

En el orden filosófico, Nietzsche rematará la labor definiéndolo como: “falta el fin; falta la respuesta al ¿para qué?; ¿qué significa nihilismo? Que los valores supremos se desvalorizaron”.

Volpi analiza las fuentes en las que bebió el filósofo alemán para adentrarse en el nihilismo: Mainländer, Bourget o Dostoievsky. Hasta tal punto golpeó esta nueva idea a Nietzsche, que la bautizó como la enfermedad de Occidente. Pero aún así, el fillósofo se propuso ser el profeta de esta nueva religión atea: “Describo lo que vendrá: el advenimiento del nihilismo...” ... “Lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos”. Se anunciaba así la futura influencia de la filosofía nihilista. Thomas Mann, años más tarde, declararía que: “quien toma en serio a Nietzsche, quien lo toma al pie de la letra y le cree, está perdido”.

Por otro lado, Heidegger nos será presentado como “el platónico más desenfrenado de la historia de la metafísica occidental” centrándose en la llamada “década nietzscheana” (1936-1946), donde encontramos sus dimensiones filosóficas más nihilistas. Un discípulo de Heidegger, Hans Jonas, será el autor que ha conectado la influencia gnóstica con la aparición del existencialismo y el nihilismo moderno.

 

Volpi, por tanto, dedicará un capítulo a estas conexiones. Otro capítulo lo dedicará a la teología política y a Carl Schmitt. Otro capítulo –ya tratado por el autor en múltiples artículos y conferencias- se centrará en la relación entre técnica y nihilismo.

 

Total, que se agradece el libro, al tratarse de uno de los pocos intentos de aproximarse al nihilismo en sus múltiples facetas. Se echa en falta que los capítulos profundicen y agoten los temas propuestos. Pero un libro de estas características debe luchar contra las limitaciones de espacio. Sin embargo, el texto nos queda como una colección de pistas, más que interesantes, para el que quiera adentrarse en este mundo.

 

El nihilismo

Franco Volpi

Siruela, Madrid,

2007, 219 págs.

Traducción: Cristina del Rosso y Alejandro Vigo

Forum Libertas, 6 de junio de 2007

 

 

La yihad terrorista

La yihad terrorista (Del libro La yihad terrorista, de Luis De la Corte Ibáñez y Javier Jordán. Editorial Síntesis. Madrid, 2007)

Dos autores prolíficos nos regalan con una obra conjunta necesaria y esclarecedora. Ambos comienzan su didáctico recorrido por los orígenes, el contenido y los escenarios del yihadismo internacional afirmando en la Introducción algo que aún muchos, tanto en España como en el resto de Europa, se niegan a reconocer: “estamos en guerra”. Quienes asignan rápidamente esta frase al Presidente estadounidense olvidan algo que es esencial, a saber: la firme voluntad de los yihadistas salafistas de actuar en un campo de batalla universal hasta alcanzar la victoria sobre sus enemigos. Entre estos figuran no sólo “cruzados y sionistas” - léase europeos de cualquier Estado, sean apaciguadores o no, estadounidenses y canadienses, australianos e israelíes, entre otros - sino también buena parte del orbe islámico: en concreto todos aquellos, gobernantes o no, que no comparten esa perversión del Islam que es la ideología yihadista salafista.

La obra se añade pues a otros esfuerzos anteriores por parte de los Profesores De la Corte Ibáñéz y Jordán de dar a conocer una realidad que todo ciudadano está hoy y seguirá estando en el futuro obligado a asumir y, cada uno en la medida de sus posibilidades, a combatir. Como ya ocurriera anteriormente con respecto a ideologías como el nazismo o el comunismo, cuando muchos se negaban a aceptar su carácter expansionista, opresivo y destructivo, ahora ocurre lo mismo con respecto al yihadismo salafista, y ello a pesar de que sus ideólogos y principales dirigentes no engañan a nadie sino que procuran cumplir lo que prometen. Por ello es de agradecer la aparición de esta obra, como también lo es la trayectoria de sus autores que aúnan su perfil académico, y por tanto didáctico y muy pedagógico, con su actividad constante como ponentes de seminarios y como investigadores en proyectos donde convergen con funcionarios del Estado, con periodistas y con colegas extranjeros que da el necesario efecto multiplicador a sus reflexiones.

A quien desee ahondar en el complejo mundo de la elaboración ideológica yihadista salafista, de sus redes de proselitismo, de sus escenarios de actuación y, esto es también muy importante, de los instrumentos con que se han venido dotando hasta la fecha los Estados para combatirla, la obra “La yihad terrorista” es el instrumento. Lo primero que hacen los autores es romper los cuatro tópicos que aún permiten a algunos explicarse rápida y racionalmente los arcanos del terrorismo yihadista salafista. Como los autores demuestran sobradamente no es ni la pobreza ni la miseria la causa principal del surgimiento de esta modalidad terrorista. Además, la tesis del choque de civilizaciones simplifica las cosas en exceso, y no sirve para explicar la obsesiva fijación de los yihadistas por castigar a aquellos que consideran malos musulmanes y que se refleja en las múltiples víctimas musulmanas producidas cotidianamente. En tercer lugar, quienes explican este terrorismo como una reacción al autoritarismo de muchos regímenes árabo-musulmanes olvidan que los terroristas yihadistas no pretenden en absoluto dar paso con su lucha a un mundo caracterizado por las libertades. Y, finalmente, quienes creen, y son muchos entre los árabo-musulmanes pero también entre los occidentales, que los agravios históricos enumerados por el mundo musulmán son la causa última de un resentimiento que lleva, de forma lógica y comprensible, al terrorismo, no han abandonado la condescendencia de los antiguos colonizadores quienes consideraban que sólo los occidentales eran lo bastante adultos como para ser moralmente responsables de sus actos.

Tras aclarar las ideas desbrozando el camino para una mejor comprensión del objeto de estudio el libro acomete la estimulante tarea de sumergirnos en la forma de reflexionar de los yihadistas salafistas, recorriendo suras y aleyas del Corán, acompañando al Profeta Mahoma a través de algunos hadices, rememorando cómo Saladino arrebató Jerusalén a los cruzados, situando a ideólogos muy lejanos en el tiempo como Ibn Taymiyya (siglos XIII y XIV de la era cristiana) o a otros más próximos como Dan Fodio (siglos XVIII y XIX), el primero entre Siria y Egipto y el segundo en el norte de Nigeria, y todo ello en un recorrido que no pierde en ningún momento la erudición y ello a pesar de su amenidad e incluso brevedad. Es otra forma de recomponer las piezas del rompecabezas del mundo y de la Historia, la que utilizan hábilmente Osama Bin Laden o Ayman Al Zawahiri en sus famosos vídeos, fácil de desmontar por cualquier historiador avezado o por cualquier ciudadano bien informado pero que, dramáticamente, es la exitosa fórmula para seguir engañando a quienes aún reflexionan sin conocer las “cuatro reglas” explicadas al principio del libro.

Una vez se han explicado otros conceptos que han sido y son importantes para la elaboración ideológica del yihadismo actual - y que pasan también por el wahabismo, por el reformismo musulmán de la Salafiyya o por la creación de los Hermanos Musulmanes y sus efectos más inmediatos - la obra nos lleva a recorrer la riquísima lista de nombres de grupos yihadistas y sus escenarios de actuación, para desembocar en la creación y el perfeccionamiento progresivo de la red de redes, Al Qaida. Siendo esta la parte del libro sobre la que más se ha escrito, sobre todo tras los macroatentados del 11-S, la capacidad de sistematización de los autores hace que siempre podamos aprender algo nuevo y, en especial, que ordenemos bien las fases de la ofensiva de Al Qaida y su avance inexorable hacia la globalización de su lucha que hace de todos nosotros sus objetivos potenciales. La inmersión de los autores en los perfiles de las organizaciones yihadistas y en sus tácticas (Capítulo 6) y en las respuestas dadas al yihadismo (Capítulo 8), con un inquietante intermedio que recoge (Capítulo 7) la mejor radiografía del yihadismo en España con los intentos felizmente abortados de atentados (páginas 261 y 262), demuestra que estos conocen bien el mundo del que hablan y que frecuentan a quienes día a día, siempre con escasos medios materiales y humanos pero con un gran espíritu de sacrificio, trabajan para protegernos a todos de la amenaza. Finalmente, su afán por abrir los ojos del lector y de atraer su compromiso hacia una cuestión que nos afecta a todos, lleva a los autores a enumerar tres cuestiones con respecto a las cuales los ciudadanos comprometidos tenemos que ser muy exigentes: la primera, exigir a los salafistas, porque los hay que no son violentos y hay que leer el libro para entenderlo, un compromiso claro con los valores básicos recogidos en nuestra Constitución; la segunda, que nuestras autoridades y los representantes de nuestra sociedad civil sean exigentes a la hora de elegir sus interlocutores entre los salafistas y de conseguir que en estos anide un sentimiento de pertenencia a una sociedad a la que hay que liberar de prejuicios y simplificaciones hacia el Islam; y, finalmente, que frente a una comunidad como es la musulmana que profesa con intensidad su religión, no haya una sociedad, la española, fragmentada y despojada de valores.

 

Por Carlos Echeverría Jesús (Madrid, 1963). Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y responsable de la Sección Observatorio del Islam de la revista mensual War Heat Internacional. Ha trabajado en diversas organizaciones internacionales (UEO, UE y OTAN) y entre 2003 y 2004 fue Coordinador en España del Proyecto "Undestanding Terrorism" financiado por el Departamento de Defensa de los EEUU a través del Institute for Defense Analysis (IDA). Como Analista del Grupo asume la dirección del área de Terrorismo Yihadista Salafista.

 

Grupo de Estudios Estratégicos

Reseñas nº 90 | 4 de Junio de 2007

 

 

La importancia de llamarse Recaredo. Marchando una de godos

La importancia de llamarse Recaredo. Marchando una de godos

Corría el año 589, que diría el otro, cuando el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo romano. ¡Vaya tostón!, dirá el biotipo LOGSE. Pues no: por aquello de Recaredo, entre otras cosas, es España lo que es. Ahora acaba de explicar el asunto con mucho detalle Santiago Castellanos en Los godos y la Cruz. Recaredo y la unidad de Spania (Alianza Ed.). El libro ilustra sobre un hecho decisivo de la Historia de España. Y es un libro interesantísimo, bien escrito, claro, divulgativo, completo. Una maravilla.

Hay una cita que a Santiago Castellanos le gusta mucho. Es de Fernando el Católico y dice así: “Ha más de setecientos annos que nunqua la Corona de España estuvo tan acrecentada ni tan grande como agora”. El Rey hablaba con tales palabras de la monarquía visigoda. Porque fueron ellos, estos germanos con fama de brutos y de daga fácil, los que recogieron los pedacitos de la Hispania romana, la recompusieron y terminaron convirtiéndola en otra cosa. Otra cosa que sería ya España, tras aquel enojoso paréntesis que fue la Reconquista. Y por eso los reyes católicos, cuando terminaron de ganarle a los moros el último pedazo de tierra hispana, pudieron compararse con la gloria de Recaredo.

 

Castellanos (Logroño, 1971) es profesor de Historia Antigua en la Universidad de León. Su tema son los godos. A ellos dedicó su tesis doctoral. En este libro, Los godos y la Cruz, ha tenido la cortesía de contarlo todo muy clarito, “dirigido al gran público”, como dice él. Cosa más necesaria que nunca cuando, como ocurre hoy, el gran público ya no sabe quién es ni de dónde viene. Un libro que hay que leer.

 

 

“Es indiscutible –dice al autor- que en el siglo VI se produjo un gran pacto entre el poder político y la Iglesia cuyo resultado fue la conversión de Recaredo al catolicismo, una conversión que proyectó, a modo de propaganda, con la idea de unidad”. Con la derrota del reino suevo en el territorio de la antigua Gallaecia y el abandono del arrianismo -que negaba la naturaleza divina de Cristo- se produjo una unidad política y religiosa de toda la Península Ibérica, pero “con enormes limitaciones”, advierte Castellanos: “ante la primera gran amenaza, la de los musulmanes, se disuelve como un azucarillo”. Porque aquella unidad “no fue lo suficientemente fuerte como para abrochar todos los poderes locales”.

 

En todo caso, fueron los godos quienes crearon una primera conciencia de unidad política. Primero, con las leyes de matrimonios mixtos de Leovigildo, que supusieron el fin de la separación entre las comunidades hispanorromana e hispanogoda. Después, con esta conversión de Recaredo que examina Castellanos, y que supuso la unificación religiosa. Por último, con la unificación jurídica acometida por Chindasvinto y Recesvinto, ya en 654. Esta fue la gran aportación de los godos. A mediados del siglo VII, Inglaterra aún no existía, Italia estaba deshecha, Francia y Alemania aún tendrían que conocer las divisiones y reconstrucciones de la herencia imperial. Pero en España, en un territorio que era prácticamente el mismo que forman hoy España y Portugal, teníamos una unidad política que era la monarquía visigótica, una unidad religiosa que era el catolicismo romano, una unidad cultural sobre la base del legado grecorromano y germánico, y además una unidad jurídica con un código común.

 

 

Ya sabemos que aquello acabó como el rosario de la aurora: dos facciones enfrentadas, guerra civil, unos que llaman en su auxilio a los musulmanes del norte de África, los moros que llegan, se quedan y desmontan el edificio… Los visigodos étnicos, asentados sobre todo en Castilla la Vieja, Galicia y León, también en Cataluña, se disolverán poco a poco en la nueva España que empieza a formarse al calor de la Reconquista. Pero precisamente esa nueva España elegirá reconocerse en la herencia goda. Y desde entonces hasta hoy. Ahí reside la importancia de llamarse Recaredo.

 

J.J.E.

El Manifiesto, 4 de junio de 2007

 

Guía políticamente incorrecta del islam (y de las Cruzadas)

Guía políticamente incorrecta del islam (y de las Cruzadas) Existe una aceptación generalizada, hasta el punto de convertirse en axiomática, de que el castigo corporal islámico a las mujeres es de orden cultural, que no deriva del Corán y que actualmente el islam ofrece a las mujeres una vida mejor de la que pueden disfrutar en Occidente.

 

[...] Leila Ahmed, profesora de estudios sobre las mujeres y la religión en Harvard, [ha declarado]: "Me sorprende hasta qué punto la gente piensa que Afganistán y los talibanes representan a las mujeres y al islam". Ahmed dice: "Nos encontramos en las primeras etapas de un gran replanteamiento del islam para su apertura hacia las mujeres. [Los expertos musulmanes] están efectuando una relectura de los textos sagrados del islam, desde el Corán hasta los textos legales, en todas sus posibles alternativas".

Relecturas

(...) La "relectura" del Corán y de otros textos sagrados del islam, ¿va realmente a contribuir a "una apertura del islam hacia las mujeres"? Éstos son algunos de los textos de los que habría que efectuar una "relectura":

– Las mujeres son inferiores a los hombres, y deben ser gobernadas por éstos: "Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres porque Alá los ha hecho superiores a ellas" (Corán, 4: 34).

– El Corán compara a la mujer con un campo (tierra cultivable) a ser usado por el hombre según su voluntad: "Vuestras mujeres son vuestro campo de cultivo; id, pues, a vuestro campo de cultivo como queráis" (2: 223).

– También declara que el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre: "Y llamad para que sirvan de testigos a dos de vuestros hombres; y si no encontráis dos hombres, entonces, un hombre y dos mujeres que os parezcan aceptables como testigos, de modo que si una yerra, la otra subsane su error" (2: 282).

– Permite a los hombres casarse con hasta cuatro mujeres, y también tener sexo con esclavas: "Y si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces casaos con otras mujeres que os sean lícitas: dos, tres o cuatro; pero si teméis no ser capaces de tratarlas con equidad, entonces sólo con una, o con aquellas esclavas que sean de vuestra propiedad. Esto hará más probable que no os desviéis de la rectitud" (4: 3).

– Ordena que la herencia de un hijo debe ser el doble que la de una hija: "Con relación a la herencia de vuestros hijos, Alá os prescribe lo siguiente: al varón le corresponde el equivalente a la porción de dos hembras" (4: 11).

– Indica a los maridos que golpeen a sus esposas desobedientes: "Las mujeres virtuosas son las verdaderamente devotas, que guardan la intimidad que Alá ha ordenado que se guarde. Pero a aquellas cuya animadversión temáis, amonestadlas, y luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles" (4: 34).

Aisha, la más amada de las numerosas esposas de Mahoma, amonestó a las mujeres en forma muy clara: "Oh, mujeres, si conocierais los derechos que vuestros maridos tienen sobre vosotras, entonces cada una de vosotras limpiaría el polvo de los pies de su marido con su cara".

Puede ser que individualmente los musulmanes respeten y honren a las mujeres, pero el islam no lo hace.

(...)

El matrimonio infantil

El Corán da por sentada la existencia del matrimonio infantil en sus directivas sobre el divorcio. En las consideraciones acerca del periodo de espera requerido para determinar si la mujer está encinta, dice: "En cuanto a aquellas de vuestras mujeres que han pasado la edad de la menstruación, y aquellas que no la tienen, su período de espera será de tres meses" (Corán, 65: 4; la cursiva es mía). En otras palabras, aquí Alá está previendo un escenario donde la mujer prepúber no solamente está casada, sino en el cual su marido se divorcia de ella.

Una razón de la "revelación" de este versículo a Mahoma es que él mismo tenía una esposa niña: el Profeta "se casó con Aisha cuando ella era una niña de seis años, y él consumó ese matrimonio cuando ella tenía nueve años". Los matrimonios infantiles eran habituales en Arabia durante el siglo VII, y aquí nuevamente el Corán ha retomado una práctica que debía haber sido abandonada hace tiempo, otorgándole el carácter de una revelación divina.

El castigo corporal a las mujeres

Una vez se le dijo a Mahoma que "las mujeres se habían envalentonado con sus maridos", por lo cual él "concedió el permiso para que las golpearan". Cuando algunas mujeres se quejaron, Mahoma señaló: "Muchas mujeres han acudido a la familia de Mahoma para quejarse de sus maridos. Ellas no son de las mejores entre vosotras". Estaba disgustado con las mujeres que se quejaban, y no con los maridos que les pegaban. En otro momento, agrega: "A un hombre no se le debe preguntar por qué pega a su mujer".

Otro hadiz relata que en una ocasión una mujer acudió a Mahoma para pedir justicia. "Aisha dijo que la mujer [vino] usando un velo verde, [y se quejó a Aisha de su marido, y le mostró una mancha verde en su piel causada por golpes]. Entre las mujeres, era una costumbre el respaldarse mutuamente, por lo cual cuando llegó el Mensajero de Alá, Aisha dijo: 'Nunca he visto sufrir tanto a una mujer como a las mujeres creyentes. ¡Mira! ¡Su piel está más verde que su ropa!'".

(...)

Una oferta que no se puede rechazar

Mahoma destacaba el hecho de que las mujeres eran posesiones de sus maridos: "El Mensajero de Alá dijo: 'Si un marido convoca a su mujer a su cama [para tener relaciones sexuales] y ella se niega y provoca así que él se duerma enfadado, los ángeles la maldecirán hasta la mañana siguiente'". Esto se ha mantenido en la ley islámica: "El marido solamente está obligado a mantener a su mujer cuando ella se entregue o se ofrezca a él, lo que significa que le permita gozar en forma absoluta de su persona, y que no se niegue a tener sexo con él en cualquier momento del día o de la noche".

No deben salir solas

La ley islámica estipula que "el marido puede prohibir a su mujer salir de su casa", y que "una mujer no debe abandonar la ciudad sin estar acompañada por su marido o por algún miembro de su familia política, a menos que el viaje sea obligatorio, como el haj [la peregrinación a La Meca]. En otras circunstancias, es ilegal que ella viaje, o que el marido le permita hacerlo".

Según Amnistía Internacional, en Arabia Saudí "las mujeres [...] que caminen sin compañía, o que vayan en compañía de un hombre que no sea su marido ni tampoco un pariente cercano, corren el riesgo de ser arrestadas bajo sospecha de prostitución o de otras ofensas morales".

Maridos temporales

Para un hombre musulmán no hay nada tan sencillo como el divorcio. Todo lo que tiene que hacer es decirle a su mujer: "Me divorcio de ti", y el divorcio queda consumado. La aparente crudeza de esta disposición pareciera estar mitigada por este versículo del Corán: "Y si una mujer teme ser maltratada o abandonada por su marido, no incurrirán en falta si ambos se avienen a reconciliarse pacíficamente: pues lo mejor es la reconciliación" (Corán, 4: 128). Pero esta apelación al acuerdo no es un llamamiento a un encuentro entre iguales, al menos tal como es interpretado por la Hadiz. Aisha explica este versículo: "Se refiere a la mujer cuyo marido ya no quiere conservarla, sino que quiere divorciarse de ella y casarse con otra, y entonces ella le dice: 'Quédate conmigo y no te divorcies, y cásate con otra mujer, y no tienes que mantenerme ni dormir conmigo'".

La posibilidad de que un hombre se divorcie de su mujer en un rapto de ira y luego quiera reconciliarse con ella da pie a otra originalidad de la ley islámica: una vez que una mujer musulmana se ha divorciado tres veces del mismo marido, debe casarse y divorciarse de otro hombre antes de poder volver con el primero: "Cuando un hombre libre se ha divorciado tres veces, es ilegal que se vuelva a casar con la misma mujer antes de que ella se haya casado con otro en un matrimonio válido, y que el nuevo marido haya copulado con ella".

(...)

Esta indicación ha dado origen al fenómeno de los "maridos temporales". Después de que un marido se divorciara de su mujer en un arranque de resentimiento, estos hombres iban a "casarse" con la infortunada divorciada por una noche para permitirle volver con su marido y su familia.

Licencia profética

Cuando Mahoma ya tenía nueve esposas y numerosas concubinas, Alá le otorgó un permiso especial para tener tantas mujeres como quisiera: "¡Oh Profeta! Hemos hecho lícitas para ti a tus esposas, a las que has pagado sus dotes, así como a las que tu diestra mano posee procedentes del botín de guerra que Alá te ha concedido. Y [hemos hecho lícitas para ti] a las hijas de tus tíos y tías paternos, y a las hijas de tus tíos y tías maternos que hayan emigrado contigo [a Yazrib], y a cualquier mujer que libremente se ofrezca al Profeta y con la que el Profeta quiera casarse, esto sólo como privilegio tuyo, no de los demás creyentes" (Corán, 33: 50). Estas profecías tan convenientes son numerosas en el Corán; Alá incluso ordena a Mahoma que se case con la atractiva esposa divorciada de su hijo adoptivo (33: 37).

El deseo de Mahoma ha cosechado amargos frutos. Estos pasajes del Corán son sólo dos ejemplos de la profunda convicción de que las mujeres no pueden ser iguales a los hombres en cuanto a su dignidad como seres humanos, sino que son objetos concedidos a los hombres y usados por éstos. La poligamia, desde luego, está basada en esta suposición, y se va trasladando hacia el Oeste con el islam. La poligamia ha pasado a ser tan común entre los musulmanes de Gran Bretaña, que a finales de 2004 los británicos consideraron su reconocimiento a los efectos de la aplicación de los impuestos.

Esposas temporales

El islam chiita, (...) dominante en Irán, también permite tener "esposas temporales". Esto es una provisión para los hombres que quieren tener una compañía femenina por un corto periodo de tiempo. En un matrimonio temporal, o mut’a, la pareja firma un acuerdo matrimonial que es el habitual en todos los demás aspectos, salvo que incluye un límite de tiempo para el mismo. Una tradición de Mahoma estipula que un matrimonio temporal "debería durar tres noches, y si ellos quieren continuar pueden hacerlo, y si se quieren separar, también". No obstante, muchas de estas uniones no llegan a durar las tres noches.

La autorización de esta práctica se basa en una variante chiita de la lectura de un versículo del Corán (4: 24), así como (...) en este párrafo de los hadices: "Jabir ben Abdulá y Salama ben al-Akwa han relatado: cuando estábamos en el ejército, el Mensajero de Alá vino a nosotros y dijo: 'Vosotros tenéis la autorización para el mut’a (...), por lo tanto, realizadlo'". Los musulmanes sunníes, que constituyen el 85% del total, proclaman que luego Mahoma revocó esta provisión, pero los chiitas no están de acuerdo con esa medida. De todos modos, las esposas temporales tienden a congregarse en las ciudades sagradas chiitas, donde pueden ofrecer compañía a los seminaristas solitarios.

Violación: se necesitan cuatro testigos

La mayor amenaza para las mujeres reside en la concepción musulmana de la violación, en la medida en que se conjuga con las restricciones islámicas respecto a la validez del testimonio femenino. En un juicio, el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre (Corán, 2: 282).

Los teóricos de la ley islámica han restringido aún más la validez del testimonio femenino al limitarlo, en palabras de un manual legal (...), a "casos relativos a la propiedad o a transacciones referidas a propiedades, tales como las ventas". En otros casos solamente pueden testificar los hombres. En los casos de abuso sexual, se requieren cuatro testigos. Éstos deben poder aportar otros elementos aparte de la mera testificación de que se ha producido un hecho de fornicación, adulterio o violación; en este último caso, deben haber sido testigos presenciales.

Esta disposición tan peculiar como demoledora tiene su origen en un incidente de la vida de Mahoma, cuando su esposa Aisha fue acusada de infidelidad. La acusación conmocionó especialmente a Mahoma, porque Aisha era su esposa favorita. Pero en este caso, como en muchos otros, Alá acudió en ayuda de su Profeta, le reveló la inocencia de Aisha e instituyó la estipulación de los cuatro testigos requeridos para los pecados sexuales: "¿Cómo es que no presentan cuatro testigos para probar su imputación? Pues, ¡si no presentan dichos testigos, son ésos los que, ante Alá, son en verdad mentirosos!" (Corán, 24: 13).

Por consiguiente, es casi imposible probar una violación en los territorios que siguen los dictados de la sharia. Los hombres pueden cometer una violación con total impunidad: si niegan los cargos y no hay testigos, serán absueltos, porque el testimonio de la víctima es inadmisible. Peor aún, si una mujer acusa a un hombre de violación puede terminar incriminándose a sí misma. Si no se pueden encontrar los testigos masculinos requeridos, la acusación de violación de la víctima pasa a ser una admisión del adulterio. Esto explica el grave hecho de que hasta el 75% de las mujeres encarceladas en Pakistán lo están por el crimen de haber sido víctimas de una violación.

(...)

La circuncisión femenina

(...) no es una costumbre específicamente islámica, dado que existe en una cierta cantidad de grupos culturales y religiosos de África y del sur de Asia. Entre los musulmanes, prevalece principalmente en Egipto y su entorno. A pesar de que, en el mejor de los casos, hay escasas referencias a esta horrible práctica en el Corán o en los hadices, los musulmanes que la practican la revisten de un significado religioso. Un manual legal islámico establece que la circuncisión es requerida "tanto para los hombres como para las mujeres".

Para el jeque Mohamed Sayed Tantawi, el gran jeque de Al-Azhar, la circuncisión femenina es "una práctica loable que honra a las mujeres". En su carácter de gran imán de Al-Azhar, Tantawi es, según palabras de un periodista de la BBC, "la mayor autoridad espiritual de casi mil millones de musulmanes sunníes". Quizás a los ojos del jeque Tantawi el dolor que causa a sus víctimas la circuncisión femenina bien vale el resultado; la mayor parte de las autoridades concuerdan en que la circuncisión femenina está diseñada para reducir la respuesta sexual de la mujer, de modo tal que sea menos propensa a cometer adulterio.

Las perspectivas a largo plazo no son nada halagüeñas

Mientras los hombres continúen leyendo y creyendo en el Corán, las mujeres van a ser ciudadanas despreciadas de segunda clase, sujetas a la angustia y la deshumanización de la poligamia, a la amenaza de un divorcio fácil y arbitrario; y, lo que es aún peor, van a estar sometidas a golpes, a falsas acusaciones y a la pérdida de la práctica totalidad de las libertades humanas más elementales.

No se trata de fenómenos que se den en un grupo o en un partido, ni de forma efímera. Son las consecuencias de considerar el Corán como la palabra absoluta, perfecta y eternamente válida de Alá. En la medida en que los hombres sigan creyendo firmemente en el Corán, las mujeres estarán en peligro.

NOTA: Este texto es un fragmento editado del capítulo 5 de GUÍA POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL ISLAM (Ciudadela), de ROBERT SPENCER, titulado "El islam oprime a las mujeres".

 

Libertad Digital, suplemento fin de semana, 2 de junio de 2007